Tercer Curso de Ciencias de la Información (Periodismo) en la Facultad de la Universidad Complutense de Madrid. Lo tengo claro del todo: "No me mires a la cara / que me pongo colorado / eres una chica rara / y me voy ya de tu lado". No soy un santo pero tengo más paciencia que un santo. Dicho de otra manera, soy quien soy y no quien ella quiere que yo sea. Nada de beber para olvidar porque me esperan los compañeros del equipo de fútbol y hay que rendir a tope. Así que recuerdo mientras juego con total entrega y ese ardor combativo que nos hace ganar todos los encuentros.
 
"Con el amor no se juega, ¡ay, canastos! que es peor. Señorita, hace mucho que la espero soportando el aguacero por decirle que la quiero aunque usted no lo permita. ¡Canastos! ¿Qué me responde usted? Caballero, nunca he estado enamorada déjeme una temporada porque no me fío nada de un cariño pasajero. ¡Canastos! ¡Váyase, por favor! Con el amor no se juega,
¡ay, canastos! que es peor, porque el amor, cuando llega, es, ¡canastos!, lo mejor. Señorita,
yo le ofrezco la fortuna las estrellas una a una con el sol y con la luna y el amor que aquí palpita. ¡Canastos! Ya ve que soy formal. ¡Ay, muchachito!, no me importa la riqueza ni he perdido la cabeza si le digo con franqueza que un marido necesito. ¡Canastos! Casarse es lo mejor. Con el amor no se juega, ¡ay, canastos! que es peor. Linda mía, cuando quiera estoy dispuesto para hacer el presupuesto de lo caro que se ha puesto pasar por la vicaría. ¡Canastos! Por algo somos dos. Con el amor no se juega, ¡ay, canastos! que es peor, porque el amor, cuando llega, es, ¡canastos!, lo mejor".
 
Fue precisamente, en aquel momento de mi muy agitada vida, cuando nació la leyenda de "Diesel el Invencible", ganador de más bastallas que el mismísimo Cid Campeador y sin necesidad de estar muerto. Gracias Juan Manuel. Y, de vez en cuando, caía algún que otro café con leche (buena leche he tenido siempre) por los bares de la barriada madrileña de Lavapiés donde mi leyenda era ya una realidad y las chavalas de buen ver, las del pueblo madrileño, se quedaban absortas viendo que era todo cierto y que no había caído en la guerra porque, además de líder, ya era yo todo un capitán. Algo así como El Gran Capitán (Gonzalo Fernández de Córdoba) pero con las cuentas bien hechas y, además, algún que otro cuento para amenizarlas... a las chavalas de buen ver... porque las cuentas ya eran bien amenas... y estaban cuadradas sin tener que puntear...
 
Sonrío una vez más mientras me espera el sprint final del Cuarto y Quinto Cursos de Periodismo. Excelente sprint final que hice como los galgos. O sea... (y a buen entendendor un par de nueces le bastan)... que fue verdad.