Y qué le voy a hacer (Diario)
Publicado en Jun 23, 2016
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Pues sí. Pues resulta que nací en Badajoz siendo ya cantautor. Canté nada más nacer: "Y qué le voy a hacer si nací en el 49". Voz pausada a lo Porrinas. Voz con mucho que contar y con mucho que decir a lo largo de mi larga, profunda e intensa vida futura. Como yo ya era tanguista en el vientre de mi madre, nada más salir a la luz, con los ojos todavía cerrados para cantar con mayor pasión, solté mi primer tango: "Qué bonita es la amapola, no tiene pare ni mare, se cría en el campo sola". Un coro de angelitas guapas me acompañaron con el rasgar de sus guitarras. Entonces sonreí y canté "De palo a palo": "Mi padre me dormía cantando mucho mejor y el fandango del alma mía era mi hermano mayor". Me había anticipado al futuro. 
 
Nací, con mucha historia por delante, en una explanada de la Carretera de San Vicente, en un chalet tan blanco como la blanca paloma, y cerca, muy cerca, del Puente de Palmas, sobre las aguas del Guadiana. Asi que otra de mis canciones fue la de la paloma blanca que, por supuesto, la canté una vez abiertos ya los ojos para poder ver muy bien mi porvenir porque nací en invierno, en un 8 de enero para ser más exactos: "Una paloma blanca, como la nieve
como la nieve, tiene el pico de oro alas de plata color de lirio, paloma si vas a bañarte vente conmigo. Por candelas los pastores corren algunas montañas y tú con tus malas acciones me andas destrozando el alma. Cómo quieres que yo te camele ay por meterme en tu cuarto a deshora prisionerito me llevan ahora por meterme en tu cuarto a dormir prisionerito me llevan a mí. Caballo careto tordo sácame de este arenal que me viene persiguiendo la guardia municipal. Una paloma blanca, como la nieve como la nieve, la otra tarde bajó al río a bañarse. Qué quieres. Tiene el pico de oro alas de plata color de lirio paloma si vas a bañarteeeeee venteeeeeeeee conmigoooooooo". Molina puro. Yo era ya Molina puro y me gustaba la molinera para un apuro para un apuro. Y sonaron las palmas de los gitanillos de la barriada allá, en la Puerta de Palmas, en una de las entradas principales de la ciudad.
 
Alguien me dijo al oído: "Eres paisano de Carolina Coronado". Mi madre. Fue mi madre quien me lo musitó en medio de una nana: "Pajarito que cantas en la laguna no despiertes al niño que está en la cuna. Ea la nana. Ea la nana. Duérmete lucerito de la mañana. Pajarito que cantas junto a la fuente cállate que mi niño no se despierte. Ea la nana. Ea la nana. Duérmete lucerito de la mañana. A la nanita nana mi niño duerme con los ojos abiertos como las liebres. Ea la nana. Ea la nana. Duérmete lucerito de la mañana". Fue entonces, cuando aquella noche comencé a dormir, el mismo instante en que versifiqué mi primer poema en homenaje a Carolina. Fue "Rosablanca". Porque yo había nacido romántico perdido y romántico siempre he sido tan vencedor como vencido.
 
"La luz del día se apaga; rosa blanca, sola y muda entre los álamos vaga de la arboleda desnuda. Y se desliza tan leve, que el pájaro adormecido toma su andar por ruido de hoja que la brisa mueve. Ni para ver en su ocaso al sol hermoso un instante ha detenido su paso indiferente y errante. Ni de la noche llegada a las tinieblas atiende, ni objeto alguno suspende su turbia incierta mirada. Y ni lágrimas ni acentos, ni un suspiro mal ahogado revelan los sufrimientos de su espíritu apenado. ¡Tal vez de tantos gemidos tiene el corazón postrado! ¡Tal vez sus ojos rendidos están, de mal tan llorado!. Tal vez no hay un pensamiento en su cabeza marchita, y en brazos del desaliento ni oye, ni ve, ni medita. El poeta «suave rosa» llamóla, muerto de amores. ¡El poeta es mariposa que adula todas las flores!. Bella es la azucena pura, dulce la aroma olorosa y la postrera hermosura es siempre la más hermosa. En sus amantes desvelos la envidiaron las doncellas; mas ¡ay! son para los celos todas las rivales bellas. Viose en transparente espejo linda la joven cabeza; mas tal vez dio en su reflejo su vanidad la belleza. ¿Y qué importa si es hermosa? Sola, muda y abismada sólo busca la apartada arboleda silenciosa. Y allí cuando debilita su espíritu el sufrimiento, en brazos del desaliento ni oye, ni ve, ni medita". 
 
Cruzaban las tórtolas pardas el cielo azul extremeño y yo ya era el dueño de todas las escarpadas. Soñando que las subía supe que llegaría a la cima del horizonte, pasando monte tras monte, aunque fuese por encima de quien quisiera que el trote de mi caballo cesara. Yo le eché toda la cara y el mundo guardó silencio. Nunca me obligó la vara a pagar yo ningún precio por ganarme el aprecio de la gente que me ampara. Y qué le voy a hacer si nací en el 49 cuando la hora del reloj marcaba más de las 9.
 
 

 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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