CAP 1967: Yo nunca mandé a nadie a la mierda (Diario)
Publicado en Jul 06, 2016
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Meses de enero, febrero y marzo del año 1967 de la era cristiana. Estoy trabajando en la Central del Ahorro Popular (CAP) de Madrid, en su Oficina Principal para ser más exactos. Y para ser exactos del todo lo estoy haciendo en el Negociado de "Cartera" junto a Monjas (que más que Monjas parece un Monje Trapense por el traje "cutre" que siempre lleva como si fueran trapos de cocina o de limpiar los tazones de la loza), Cerrillo (más cerca de la jubilación que del júbilo), Pedro (un Picapiedra en su faceta personal), "Fichitas Verdes" (más manso que un cordero pascual) y "El Novato" (que ha entrado a trabajar un día antes que yo y es muy feliz con su flamante novia). Dentro de "Cartera" resulta que Cerrillo y yo somos los dos empleados encargados de gestionar la Cámara de Compensación Bancaria de la CAP.
 
Desde el mismo momento que debuté en la CAP de Madrid (como un verdadero experto en torear situaciones difíciles sin morir en el intento) noto y siento un ambiente hostil, como de miradas de reojo para ver qué es lo que hago, sobre todo cuando se trata de observar a las chavalas más guapas de aquella entidad bancaria y, de manera destacadísima, la más interesante, atractiva y sexy de todas, que está trabajando en una sucursal cercana pero con la que me cruzo muchas veces a la hora de fichar la tarjeta de entrada al trabajo; seguida de la telefonista de la oficina principal que tampoco está nada mal. Las mañanas son tensas y las tardes plomizas. La sensación de nervios a flor de piel es tan tirante que hasta se nota en el aire que respiramos. Algo huele muy mal en "Cartera" y ese algo no es precisamente el olor del cercano mercadillo de la Plaza de Olavide (bastante maloliente por cierto ya que se trata de frutas y verduras podridas) sino que se nota, claramente, que son los celos mal contenidos, las ganas de pisarse los unos a los otros, hacer el vacío al de al lado para que no esté a gusto y un sinfín de pequeños detalles que descubro rápìdamente desde el primer día de mi trabajo que, para más inri, es el primer trabajo que hago en mi vida. Sólo tengo 18 años de edad y vengo de ser el triunfador de Cima tras haber derrotado al mismísimo "Gimi", que ya no está más a mi lado, y de haber barrido por completo a Ramírez según el sano juicio de la señorita Dorita. Las voces de los mercaderes y las placeras del mercadillo de Olavide sirven como música de fondo para aquella tragicomedia "tipycal spanish" de aquellos tiempos en el mundo bancario de Madrid. Está de moda decir "De Madrid al cielo" pero esto es un verdadero infierno de la realidad. La nota folclórica la pone una gitana que canta mientras vende flores en la misma puerta de entrada del edificio donde estamos todos pensando y meditando cuál va a ser el próximo movimiento de cualquier rival. Más que trabajadores de banca lo que parecemos es una panda de jugadores de ajedrez estudiando cuál va a ser la mejor estrategia para dar jaque mate a todos lo demás. Unos peones de albañilería sueltan, de vez en cuando, unos cuantos "tacazos" castizos que nos ponen a todos los pelos de punta porque parecen destinados a no sabemos qué personaje financiero de la alta banca. Y se escuchan claramente, como contrapunto escénico, los pitidos del silbato de un guardia de la circulación.
 
Cuando llevo ya dos meses trabajando en la CAP resulta que me llaman del Banco Hispano Americano (BHA) de Madrid para que trabaje con ellos como empleado temporal. Me presento en la Oficina Principal del BHA para decirles que nones, que verdes las han segado y que no está el horno para bollos. Que si quieren que trabaje con ellos debe ser como empleado fijo. Estoy dispuesto a pasar los tres meses de prueba reglamentarios pero en condiciones de fijo y no de temporal. Del BHA me responden que espere un poco más. Así que sigo trabajando en la esperpéntica "Cartera" de CAP. A todo esto, el Jefe de Personal de la citada CAP ya me había hecho una entrevista personal en la que se ufanaba, todo orgulloso y más estirado que un pavo real, de que su primer apellido (Atienza) coincidiera con el segundo apellido de mi propio padre (Atienza). En aquella ocasión me limité solamente a sonreír cuando me dijo que, en realidad, podríamos considerarnos (él y yo) como parientes más o menos cercanos o más o menos lejanos según se viera en el futuro. Me da a entender que mi futuro está en la CAP y que puedo llegar muy alto en dicha entidad bancaria. Me le quedé mirando fiajmente a los ojos y le canté, para mis adentros y a lo Nat King Cole en versión extremeña-madrileña, lo de quizás, quizás, quizás. Y así pasan los días. Quizás, quizás, quizás.
 
Es a principios del tercer mes (cuando ya se está finalizando mi etapa de prueba para ser considerado como fijo o para ponerme de patitas en la calle) cuando estalla la tensión y se produce el momento más trascendental de aquel quizás, quizás, quizás que yo había entonado para mis adentros y a lo Nat King Cole pero en versión extremeña-madrileña. Se puede llamar el de "La Alta Traición" por ponerle un título más o menos histórico. El caso es que el "pavo real" (Atienza) me llama urgentemente a su despacho para decirme que, a punto de ser considerado como empleado fijo o como desempleado total, ha recibido un informe de cierta persona diciendo que yo no pongo interés en los trabajos que llevo a cabo en "Cartera" y que, para mayor tragedia, yo he sido el que, a través del teléfono he mandado a la mierda a un Director de otro Banco que quería consultar algo de la Cámara de Compensación. Me doy cuenta de la jugada y me pongo serio de verdad. Le digo al "pavo real" (Atienza) que me haga el favor de decirme quién ha sido el que ha escrito dicho informe y quién ha dicho que yo he mandado a la mierda a alguien, fuese o no fuese un Director de otro Banco. El "pavo real" (con los ojos glaucos porque no se atreve a mirarme de frente sino de soslayo) me dice que soy yo quien me lo puedo imaginar. Así que barajeo posibilidades.
 
- Señor Atienza. El susodicho personaje debe ser Monjas.
- Más o menos has acertado, Orero.
- Está bien. Pongamos las cartas sobre la mesa. ¿Puede usted hacer el favor de llamar al Monjas ese y ponerle cara a cara conmigo para que ratifique o rectifique lo que ha informado sobre mi persona que, por cierto, soy un preuniversitario y tengo mucha más cultura y educación de lo que ese "macarra" de jefezucho pueda ni tan siquiera pensar porque al parecer piensa más bien muy poco de lo escaso de palabras que es ya que si tiene estudios primarios debe haber sido por algún "enchufe" en un colegio de monjes pero que hablar habla menos que un lechuzo en época de cambio de pelaje y ya sabe usted a lo que me refiero?
 
El "pavo real" recoge sus alas y se pone a la defensiva...
 
- Pero Orero... eso... eso no se puede hacer...
- ¿Y no ha podido usted hacer algo tan normal como haber investigado lo suficiente como para saber si Monjas miente como un bellaco, que es lo único que sabe hacer, o es cierto lo que dice?
- Orero... ¿usted cree que Monjas miente?...
- Más que un sacamuelas en el día del juicio final.
- Entonces...
- Entonces bájese usted un momento se su "trono", que parece usted a Pedrito Rico en fase de melancolía profunda cantando lo de "¿por qué has pintado en tus ojeras la flor de lirio real?, ¿por qué te has puesto de seda?, ay campanera, ¿por que será?", y escuche la verdadera investigación de todo lo sucedido.  
 
Atienza pone suma atención porque parece que está convencido de que algo muy raro está pasando en "Cartonera"...
 
- Orero... es que... ¿es que hay gente rara en "Cartera"?...
- Sí. Usted lo ha dicho. Hay gente más rara que los perros verdes intentando ligar con la gatas pardas. ¿Me entiende usted?
- Sí. Le entiendo y le escucho antes de dar un veredicto final.
- Entonces, señoría, ya que se ha vuelto usted, de repente, más interesante que Perry Mason en trance de clarividencia... voy a contarle lo sucedido...
- Soy todo orejas, Orero.
- Ya lo veo. Ya lo veo que es usted todo orejas.
- Pero Orero... hombre...
- Hombre sí que lo soy. Y lo suficientemente hombre para no tener que ocultarme como lo hacen todos ellos.
- ¿Quieres un café?
- Si no es mucho abuso, pues sí. Con leche, en vaso de caña y con dos de azúcar.
 
La secretaria, que está tan buena que es que se sale y que es una de las que tengo anotadas en mi memoria selectiva, me sirve lo pedido y comienzo a aclararlo todo.
 
- Empecemos, señor Atienza, por lo de haber mandado a la mierda a todo un Director de otro Banco.
- Está bien, Orero. Empecemos por el asunto más grave.
- ¿Puede usrted decirme a qué hora sucedió dicha llamada telefónica?
- Consulté con la señorita telefonista de esta Oficina Principal y la llamada sucedió entre las diez y las diez y veinte de la mañana.
- ¿Sabe usted a qué hora salgo yo de la CAP para tomarme los veinte minutos que, según el Reglamento de la Banca en España, tengo derecho para tomarme el bocata?
- Pues no... pero puedo consultarlo... mirando el cuadro que tengo guardado en la cojonera... esto... perdón... quise decir cajonera...
 
Se produce un breve lapsus de tiempo en el cual aprovecho para evadirme de todo aquel asunto y fijarme en lo buenísima que está la secretaria que ha vuelto a entrar para llevarse el vaso una vez que me he tomado ya el café con leche. De pronto, al "pavo real" (Atienza) se le salta un gallo sonoro...
 
- ¡Atienza! ¡Quiero decir atiza!
- ¿Ya sabe usted a qué hora salgo yo de la CAP para tomarme el bocata como Dios manda?
- ¡Vaya, vaya y vaya, Orero! ¡Resulta que tú siempre sales de las diez de la mañana hasta las diez y veinte de la mañana!
- ¿Puede usted repetir a qué hora se produjo la famosa llamada de la mierda?
- Según la telefonista... que aparte de guapa es muy inteligente y nunca miente... se hizo entre las diez y las diez y veinte de la mañana...
- ¿Entonces, señor Perry Mason, digo señor Atienza?
 
Atienza está tremendamente sofocado...
 
- ¡Está más claro que el agua del Lozoya que no fuiste tú quien contestó a esa llamada!
- Luego eso quiere decir que si no he sido yo resulta que Monjas miente.
- ¿Monjas ha sido capaz de hacer eso?
- Nunca se sabe lo que puede llegar a hacer ese tal Monjas que parece salido de un convento de beatos marianos. Pero no precipitemos los acontecimientos.
- Eso es, Orero. No nos precipitemos. ¿Fue o no fue Monjas?
- Existe lo que se llama una duda razonable que la vamos a despejar mejor que lo hace Jacinto Quincoces el del Valencia.
- ¿Jacinto Quincoces juega en el Valencia?
- Según los cromos con los que jugamos a las chapas en mi casa resulta que sí.
- Cuenta... cuenta Orero...
- ¿Lo de Quincoces o lo de la llamada de la mierda?
- Dejemos para otro día lo de Quincoces y vayamos a lo de la llamada de la mierda.
- Está bien. Éste es el esquema general. Está demostrado que yo no fuí el que mandó a la mierda a nadie porque tengo suficientes estudios, cultura y educación para no hacerlo y, además, me estaba tomando el bocata como Dios manda.
- Ya... ya... ya...
- Menos ya ya ya y más yo. Yo no fuí.
- Reconozco mi grave error.
 
Seguí sin hacerle ni caso...
 
- Si yo no fui tenemos que saber quiénes son los que trabajan conmigo en "Cartera".
- Según mis datos son Monjas, Cerrillo, Pedro, "Fichitas Verdes" y "El Novato".
- Muy bien Atienza. Empieza usted a parecerse ya a mi padre y hasta puede ser verdad que seamos familia más bien lejana o más bien cercana.
- Jejeje. Me haces reír, Orero.
- Siempre he dicho que es mejor reír a tiempo que no llorar a destiempo.
- Pareces muy inteligente, Orero.
- No lo parezco. Lo soy.
- Perdona otra vez mi error.
 
Me reclino cómodamente echando el cuerpo hacia atrás mientras Atienza me ofrece un cigarrillo Viceroy.
 
- ¿No tiene usted de otra marca que no sea Viceroy?
- ¿Qué de malo tienen los viceroys?
- Dicen los entendidos en tabacos que son cigarrillos para maricas.
- ¡Ostias, Orero! ¡Esto lo arreglo yo enseguida!
 
Atienza arroja todo el paquete de Viceroy al cesto de la basura, toca un timbre y vuelve a aparecer la buenísima, en todos los sentidos de la palabra buenísima, secretaria.
 
- ¿Podría usted regalarnos a Orero y a mí un par de sus cigarrillos mentolados?
- ¿Se reriere usted a Salem?
 
Reconozco que, ante la presencia de tal belleza femenina, se me escapa el chiste fácil.
 
- ¿Como las brujas?
 
Ellla me lanza una agradable sonrisa anrtes de responderme...
 
- Como la brujitas encantadoras querrás decir, Orero.
- Encantado de conocerla, señorita.
 
Atienza rompe el momento encantador.
 
- Bueno... bueno... basta de ligar delante de mis narices y traiganos dos de Salem... 
- Está muy buena... esto... quiero decir que está muy bien, Atienza... busquemos el conocimiento y la verdad nos hará libres...
- ¿Es que eres cristiano, Orero?
- Desde que nací y por la Gracia de Dios.
- ¿Y qué conclusiones sacamos de todo esto de la llamada de la mierda?
- Déjeme explayarme un poco y verá cómo podemos descubrir algo muy interesante.
- ¡Expláyate, por favor, Orero!
- ¡Vaya, vaya, vaya, aquí no hay playa!
- Claro... no olvides que estamos en una oficina bancaria...
 
La llegada de la buenisima secretaria con los dos cigarrillos Salem me hace volver a la realidad... y comenzamos a fumetear como dos cowboys desenfrenados...
 
- Escuche bien, señor orejas... quiero decir señor Atienza...
- Estás disculpado, Orero.
- Vamos de lleno y cojamos a los toros por sus cuernos.
- ¡Jajajajaja!
- No me haga reír, señor pavo real, digo señor Atienza...
- Sigues estando disculpado, Orero. Es la mejor entrevista laboral de toda mi vida como Jefe de Personal.  
- Bien. Vayamos toro por toro... esto... quiero decir compañero por compañero...
- Adelante con los faroles.
- Dejemos los faroles para el mus, Atienza. En primer lugar tenemos al "Novato". Lo descarto del todo porque, en primer lugar, somos amigos y lo demostramos cuando, al recibir la primera paga de nuestras vidas laborales, invitamos al resto de los de "Cartera" a unas copitas de champán y, en segundo lugar, tiene novia y es muy feliz con ella luego nunca serÍa capaz de traicionarme.
- De acuerdo. Descartamos al "Novato".
- "Fichitas Verdes" es tan manso y tan sumiso que aguanta todas las crueles e injustas bromas que le gastan Pedro, Cerrillo y el tal Monjas. Es víctima de "bulling", que quiere decir acoso laboral, sufriendo en silencio y a mi me dan ganas de intervenir en su defensa y romperles las narices a esos tres facinerosos y cobardes, pero voy a ser judoka y no puedo pegar a nadie salvo en defensa propia pero no dentro del lugar de trabajo. Lo descarto.
- De acuerdo. Descartamos a "Fichitas Verdes".
- Nos quedan tres toros... quiero decir tres compañeros por darles el poco de dignidad que no tienen... a los cuales no se les puede dar la espalda...
- Ya... ya... ya...
- Pues ya está. Unos de esos tres, o los tres juntos, ha sido el que mandó a la mierda al Director de otro Banco para luego echarme la culpa a mí.
- Muy inteligente, Orero. ¿En qué te basas?
- Monjas es un envidioso desde que me vio llegar a "Cartera" y está siempre a la defensiva porque cree que ya que soy superior en estudios, cultura y educación, muy pronto voy a comenzar a ascender en la CAP y le voy a quitar su puesto de jefezucho, que yo no deseo ni por todo el oro del mundo dicho sea de paso, y es por eso por lo que informó que yo no ponía interés en mis labores bancarias cuando bien sabe él que no sólo pongo interés sino que las resuelvo mucho más rápido que él y sus otros dos toros... digo compinches... juntos.
- ¡Ostras! ¡Es cierto!
- En cuanto a Pedro da una de cal -porque me hace la pelota para que siga jugando en el equipo de fútbol de la CAP- y otra de arena -porque sabe que mientras yo esté presente en "Cartera" él no se va a comer ni una rosca con las empleadas de muy buen ver y se tendrá que conformar con las que yo no quiero- luego es un completo envidioso y la envidia convierte en traidor hasta al propio Goliat con respecto al Capitán Trueno.
- ¡Ostras! ¡Es cierto!
- Y nos queda Cerrillo que es quien lleva conmigo los asuntos de la Compensación Bancaria de la CAP siendo él, que tiene un carácter muy avinagrado, el que atiende las llamadas cuando yo no estoy y viceversa. Luego o ha sido él o se calla sabiendo quién ha sido y además hay otras dos circunstancias muy reveladoras. La primera de ellas es que está muy cerca de jubilarse y ya no puede ascender más puestos en la CAP por lo que quiere evitar que otros compañeros de "Cartera" lo hagan en su lugar. Y la segunda circunstancia, y esto es un secreto muy buen guardado, es que su hija se ha fijado mucho en mí pero yo prefiero a otras antes que a ella. Y eso no me lo ha perdonado jamás.
- ¡Ostras! ¡Es cierto!
- Ya he terminado, señor Atiza... digo Atienza... y ahora le toca a usted seguir la investigación porque yo es que paso de todos ellos mientras usted atiza de lo lindo. 
 
El señor Atienza se levantó cortésmente y me tendió la mano que se la estreché por pura educación.
 
- No te preocupes, Orero. Tienes mucho futuro entre nosotros.
- Eso mismo es lo que me dice el Director General de toda la CAP cuando jugamos juntos, los domingos por las mañanas, en el equipo de fútbol de esta entidad bancaria.
- ¡Ostras, ostra y ostras! ¿Cómo lo has conseguido?
- La inteligencia está para algo más que para llevarla dentro del coco. El día que debuté con la CAP conseguimos empatar el partido. Fue el primer punto de la historia de este equipo de fútbol y eso él no lo ha olvidado. Me felicitó incluso más de lo que yo me merecía.  
- ¡Jajajajaja!
 
Así fue como dejé resuelto que yo no había mandado a nadie a la mierda en la CAP durante aquellos tres meses. Pero la historia no acaba aquí.
 
Dicen que la hipocresía cambia de careta continuamente para no ser descubierta. Quizás fuese la hipocresía o quizás fuese el miedo a perder su puesto de trabajo, pero de repente todo cambió. Yo estaba esperando que alguien se efrentara conmigo abiertamente para aclarar definitivamente lo de la llamada de la mierda. Pero en "Cartera" nadie se atrevía a hablar de aquel espinoso asunto. Todos mis compañeros, o lo que fueran ya que la verdad es que no me importaban si lo eran o no lo eran, guardaban un silencio cerval. Sabían que yo había tenido una entrevista con el señor Atienza (Jefe de Personal) y que se había descubierto el pastel, pero todos guardaban silencio sepulcral para no cavar su propia "tumba" laboral. En mi mente yo escuchaba una pequeña estrofa de Matt Monro pensando en todos y cada uno de ellos y su cobardía por no haber hablado antes de tener que pasar todo aquel momento tan desagradable: "quizás no supe hablar cuando debí hay algo en tu mirar que nunca vi, silencio sin piedad en vez de amor, más cuando quise hablar, alguien cantó".
 
Pasada aquella "prueba del fuego" todos supieron que yo iba a ser fichado por la CAP como empleado fijo. En aquellos momentos la felicidad llegó a ser completa cuando el Director General de toda la CAP (el que jugaba conmigo al fútbol en el equipo de la entidad bancaria todos los domingos por las mañanas) anunció, que por haber alcanzado a llegar a una cifra de Capital que estaba propuesta como meta a conseguir, se iba a celebrar, en una noche determinada, una fiesta nocturna para todos los empleados y empleadas en el Hotel Nacional, el que está situado muy cerca de la Plaza de Atocha. Yo estaba entusiasmado no por la fiesta sino, para ser sinceros del todo, porque tendría ocasión de poder estar cenando cerca de las chavalas más guapas, atractivas, sexys, interesentes e inteligentes de la CAP y, entre ellas, la que me tenía "en ascuas" y que trabajaba en una sucursal muy cercana a la Oficina Principal en la que estaba yo. Me refiero a la que se cruzaba conmigo cuando fichábamos las tarjetas de entradas y me lanzaba sonrisas tan amorosas que mi corazón se derretía como un helado de cono sometido a una presión de cien grados fahrenheit a la sombra. La sombra de los demás compañeros de "Cartera" se alargaba cada vez más por ver si con el silencio que me habían declarado me aburría lo suficiente como para renunciar a mi futuro en la CAP. Yo sólo trabajaba y sonreía y sonreía y trabajaba al compás pacífico del latir de mi corazón pensando en la noche que estaba prevista para la espectacular cena donde iba a conocer a las más espectaculares de las chicas de la entidad más las azafatas del Hotel como valor añadido. Así que debía estar muy bien preparado para el ataque de todas ellas juntas y poder salir vivo de la excitante experiencia. Y es que yo seguía siendo más valiente que "El Guerra" y su santo y seña profesional: cada uno es cada uno y hay gente para todo. Por eso los culpables de aquella traición ya no eran "sordos". Ahora se habían convertido en "sordomudos".
 
La cena fue todo ún éxito. Allí estábamos todos y todas. Como yo entonces no tenía un traje de noche adecuado para deslumbrar a las que me interesaban se me ocurrió la idea genial de "alquilar" uno muy elegante que tenía "Gimi" en el ropero de casa. Para lograr tal hazaña sin ser descubierto por nadie utilicé el "truco del paquete" (que no lo explico porque es largo de explicar y bastante embarazoso de definir) para sacar, usando el apropiado subterfugio, dicho traje de casa sin que nadie se diera cuenta. El "truco del paquete" fue todo un éxito y, vuelvo a repetir, la cena y su posterior fiesta fue todavía un éxito mayor; porque una vez localizada la chavala más interesante de todas (la de la agencia cercana a la Oficina Principal) utilicé todos mis poderes mentales para ponerme en contacto con ella, usando solamente dichos poderes mentales, sin que nadie más se diera cuenta. Así fue la conversación que tuve con ella.
 
- Hola, chavala, buena está la noche pero tú estás mejor.
- ¿Siempre eres tan amable con todas?
- Perdona, chavala, pero yo tengo buen gusto porque soy seleccionador.
- ¿Qué interesante? ¿Y qué es lo que seleccionas?
- Si te dijera la verdad no te lo podrías creer.
- Yo me creo todo lo que me cuentes.
- Selecciono a todas las blancas y a todas las rayadas.
- ¡Jajaja! ¿Qué es eso?
- Cuestión de chapas.
- ¿No estás loco?
- ¿Por seleccionar chapas?
- Sí. Yo te creo más capacitado que para todo eso.
- Es que no te puedo contar toda mi verdad.
- Me conformo con la mitad de toda ella.
- Pues en la mitad de toda ella hay una dentro de mi corazón.
- ¿Una idea?
- Una idea viviente.
- Ahora mismo estoy perdida...
- Entonces cenemos tranquilamente que ya llegará el momento de que hablemos cara a cara y dejando ya de lado los poderes mentales.
 
Música, chistes, risas, jolgorio generalizado y, como decía mi padre, viva la Pepa. Hasta hubo un botones que se esforzó muchísimo para ser elegido el más gracioso de todos. Era lo más parecido al "Sacarino" de Ibáñez que he visto yo en mi vida. Imitaba las voces de todos y hasta quiso ponerse gallito pero yo no hice caso a sus tonterías porque estaban las de mejor ver todas presentes y había que demostrar que me sobraba capacidad para dejar en todo lo alto mi personalidad. Cuando al "Sacarino" se le acabaron todos los gags ya no hubo baile por falta de "quorum" y llegó la hora de irse cada mochuelo a su olivo. Mi regreso a casa fue triunfal. Guardando silencio para no despertar las iras de "Gimi", que dormía como un oso en época invernal, devolví su traje al armario. El "truco del paquete" había finalizado en éxito total. Y con las imágenes más seleccionadas de las de mejor ver me quedé dormido como todo un ángel viviendo en la gloria celestial. Me parece que hasta soñé con El Paraíso.
 
Se acercaban, tal como predijo Blake Edwards en 1962, días de vino y rosas vividos a lo Jack Lemmon. Me había convertido, sin darme cuenta, en un actor estelar. Era necesario representar el papel con total sinceridad. Y lo representé siendo sincero: "Oye linda nunca fui un héroe. Tenemos tanto de qué hablar. Óyeme hermano mira mis blancas manos, nunca hubo nada que ocultar". Quedé satisfecho por haber puesto los puntos sobre las íes en aquel momento trascendental de cara a mi futuro. La guapa telefonista de la Oficina Principal de la CAP de Madrid me entendió perfectamente. Yo estaba ayudando, todo lo que podía, al bueno de Honorato. Y ella me sonrió.
 
- Gracias, Orero, por ser tan noble y sincero.
- Es que me gusta ser buen torero.
 
Y con aquel pareado dejé bien aclarado que yo no no iba a acudir a ningún guateque para fastidiar a mi amigo en el equipo de fútbol; porque yo no soy "Gimi" y nunca actúo como "Gimi". Ni contra amigos que escriben poesías (como, por ejemplo, Paco) ni contra enemigos que no escriben poesías (como, por ejemplo, Paco). Y aclarado este asunto punto y seguido.
 
Estaba acercándose el mes de mayo de 1967 y, aunque todavía estábamos en marzo, desde la Dirección General de la CAP de Madrid ya se estaba organizando un plan "genial" para las próximas tardes taurinas de las Fiestas de San Isidro en las que la principal figura de los carteles era el gran Curro Romero que estaba designado por el Destino para ser el gran triunfador. Así que fui llamado por el Director General para acudir a una reunión especial en la cual él expondría aquel plan "genial" del que estoy hablando. Entré en la "sala del juicio" y todos me recibieron con una amplia sonrisa. Especialmente la secretaria que estaba más buena que el pan. Volví a mirarla de frente y directamente a los ojos (como hacen siempre los grandes hombres cuando se enfrentan al peligro de morir con las botas puestas) y nuevamente utilicé mis poderes mentales para que sólo lo supiera ella: "Entré a la sala del juicio y le pregunté al presidente que si es delito el quererte que me sentencien a muerte". Una especie de vibración "espiritual" se apoderó de la Sala de Reuniones y todos quedaron asombrados de mi tranquilidad tanto externa como interna. ¡Era cierto que ya dominaba mis representaciones estelares en los momentos más acuciantes de mi vida! Se produjo un tenso silencio mientras yo me concentraba en no pensar en nada. Y, la verdad sea dicha, es que no estaba pensando en nada aunque parecía que estaba pensando en todo. Es una técnica que utilizo mucho en mis aventuras diarias.
 
Y habló el Director General de toda la CAP...
 
- Estimadas damas y estimados caballeros, he convocado esta Reunión Especial para hacerles saber que he tomado la decisión de regalar un par de entradas, para las próximas corridas de San Isidro Labrador, aquí en Las Ventas de Madrid, a todos los hombres varones de esta digna entidad bancaria; pero con una condición "sine qua non", que quiere decir obligatoria, y que consiste en que cada hombre varón de esta digna entidad bancaria tiene que elegir a una mujer hembra compañera de la CAP para invitarla a que sea su pareja la tarde en que les toque acudir a Las Ventas. ¿Qué te parece mi idea, Orero?
- ¡Genial, señor Director Genial! ¡Simplemente genial! Y no lo digo por dorarle la píldora, hacerle la pelota o cepillarle, sino que creo que, en verdad, es una idea genial.
- ¡Jajajajaja! ¡Me gusta tu buen humor, Orero! ¡Así prefiero yo que sean mis empleados! ¡Vayan todos ustedes a hacérselo saber al resto de los compañeros! 
 
Se había acabado la Reunión Especial y el Director General de toda la CAP fue el primero en levantarse de la mesa. Después los fuimos haciendo todas y todos.
 
- Espero, Orero, que no me decepciones a la hora de elegir pareja entre las chavalas de esta digna empresa bancaria.
 
No dije nada. Solamente sonreí mientras nos dábamos las manos. Y, pocos segundos después, ya estaba yo informando a todos los compañeros de "Cartera" sobre la idea de las entradas para los toros en la ya muy próxima Feria de San Isidro de 1967.
 
- ¡Honorables compañeros o lo que sean, porque de todo tiene que haber en la Viña del Señor, pido que tengan todos ustedes la amabilidad de decirme si alguno tiene algo contra mí o tiene algo contra la manera en que yo llevo a cabo las misiones especiales! ¡Que hable ahora o que calle para siempre!
 
Observo que todos bajan la cabeza.
 
- ¡Honorables compañeros o lo que sean, porque de todo tiene que haber en la Viña del Señor, les doy a todos ustedes un millón de gracias por no confiar en mí!
 
Observo que todos vuelven a bajar la cabeza mientras se escucha, con total claridad, la voz de un gitano viejo que está cantando mientras la gitana que vende sus flores en la misma puerta de la Oficina Principal de la Central de Ahorro Popular de Madrid le acompaña tocando las palmas. Todos ellos lo tuvieron que escuchar al completo: "¡Herido por su amor y su cariño sufría, sufría. Le dije no me mientas y mentía, riendo, riendo. Mi vida se tornó en negra noche sabiendo que se iba de mi, no quise ni mirarle a los ojos, y me dejó cantando así. Hoy mi corazón gitano se ha vuelto a sentir y quiere volar por siempre muy lejos de ti. Contigo yo sé que nunca sería feliz por eso no me importa tu dolor y sólo diré adios tan sólo diré. La vi después de un año la otra noche lloraba, lloraba noté mi corazón que nuevamente, latía, latía. Me dijo que a su lado volviera que ganas de decirle que sí, y entonces sin mirarla a los ojos yo la dejé cantando así. Hoy mi corazón gitano se ha vuelto a sentir y quiere volar por siempre muy lejos de ti. Contigo yo sé que nunca sería feliz por eso no me importa tu dolor, y sólo diré adiós. Tan sólo diré. Hoy mi corazón gitano se ha vuelto a sentir y quiere volar por siempre muy lejos de ti. Hoy mi corazón gitano se ha vuelto a sentir!"
 
¿Por qué será que el resto de la mañana laboral me la paso trabajando al cien por cien, como siempre he trabajado y trabajo yo, mientras no hago otra cosa más que pensar en las hazañas de Don Juan de Austria? 
 
Al día siguiente, cuando ya está terminando el mes de marzo del año 1967 de la era cristiana, recibo, en casa, una llamada desde el Banco Hispano Americano de Madrid.
 
- Señor Orero... ¿desea usted incorporarse al Banco Hispano Americano como empleado fijo siempre que pase los tres meses que la Ley obliga para que sea efectivamente fijo?
- Tranquila, señorita, y vamos paso por paso. ¿Qué día tengo que presentarme yo en las oficinas de la Oficina Principal del Banco Hispano Americano, en la Plaza de Canalejas de Madrid, para aceptar su oferta de trabajo?
- El día 1 de abril del presente año de 1967.
- ¿A qué hora exactamente?
- A las ocho de la mañana.
- ¿Y cuál es la jornada laboral completa del BHA?
- Desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde y de lunes a sábado.
- ¿No tengo que trabajar por las tardes?
- No tiene usted que trabajar por las tardes si es que no desea hacer horas extras.
- No. Las horas extras no me interesan para nada porque deseo vivir.
- ¡Jajaja! ¡Es usted muy simpático, señor Orero! ¿Acepta o no acepta el puesto de auxiliar administrativo con posibilidades continuas de ir examinándose para pasar a ser oficial de primera y seguir subiendo en el escalafón bancario hasta llegar a los más altos cargos de las jefaturas de este dignísimo Banco Hispano Americano?
- Tranquila, señorita. Si acepto la oferta no se preocupe porque estaré ese día y a la hora exacta en sus oficinas. Si no soy puntual a la cita es que dejo para otro mi plaza.
- Espero verle por aquí.
- Gracias, señorita. Sólo el Destino lo decidirá.
 
Colgué y pensé en el partido de fútbol que se me avecinaba. Tenía que concentrarme en cómo elegir la mejor estrategia, desarrollar la mejor táctica y utilizar la mejor técnica para seguir ganando porque ya no sólo era el capitán del equipo sino que era, sobre todo, el líder del equipo y yo nunca rechacé esa obligación.
 
Estaba ya finalizando el mes de marzo de 1967 cuando el señor Atienza (Jefe de Personal de la Oficina Principal de la CAP de Madrid) me llamó de nuevo a su despacho.
 
- ¡Hola, Orero! ¿Otro café tal vez?
 
Yo no tenía muchas ganas de café pero volví a pensar en la superbuena, en todos los sentidos de la palabra superbuena, que estaba la secretaria; pero hice como si no estuviera pensando en ella y respondí con suma tranquilidad.
 
- Acepto. Y si puede ser acompañado de otro par de cigarrillos de menta mejor que mejor.
- ¡Jajaja! ¿Le gustan demasiado?
 
Sabía que Atienza se estaba refiriendo a las chavalas de muy buen ver pero seguí disimulando.
 
- Si. La menta es muy buena para la mente.
 
Entre risas ya descontroladas, el señor Atienza llamó a la secretaria y se cumplió lo que yo había pedido con tanta amabilidad.
 
- ¡Tengo que felilitarte, Orero!
- ¿Por tener tan buena la mente?
 
Atienza volvió a sonreír porque creo que había sabido encajar muy bien la indirecta.
 
- Tengo que pedirte perdón por la entrevista personal que tuvimos contigo antes de que te llamásemos a formar parte de la plantilla de la CAP.
- La recuerdo perfectamente pero tengo que aclararle que no me preocupó para nada porque al día siguiente estuve jugando un partido de fútbol de los más completos que he hecho en mi vida.
- Ya... ya... ya... me lo contó tu madre... cuando pedimos que acudieses con toda urgencia... y todo el tribunal que formamos aquella entrevista te pedimos perdón...
- ¿A qué santo y seña viene ahora eso de pedirme tantos perdones?
- Porque acabas de ser declarado como el mejor y más completo trabajador de banca que hemos conocido en la CAP y es un honor que estés formando ya parte fija de nuestra plantilla.
- ¿Ma acaban de nombrar empleado fijo?
- Para siempre, Orero, para siempre.
- Sólo hay un pequeño detalle...
- Pídenos lo que sea y si es razonable te lo daremos de inmediato...
- Pido la liberación...
- De acuerdo. No te vamos a vigilar nunca más cuando salgas a tomarte el bocata de media mañana y si en lugar de tardar veinte minutos tardas media hora no importa.
- Le estoy hablando de la liberación completa...
- No te entiendo, Orero. ¿Qué es la liberación completa?
- Que les agradezco todos sus detalles pero me voy...
- De acuerdo. Permiso concedido para que descanses el día de hoy.
- No. Le estoy diciendo que me voy para vivir...
- ¿No te interesa ser de los nuestros?
- No. Me interesa ser de los que viven desde las tres de la tarde hasta las ocho de la mañana del día siguiente.
- ¿Me estás diciendo que tienes otra oferta y has aceptado otra oferta?
- Exacto. Es mi Destino y yo contra mi Destino no lucho nunca. Así que páguenme ustedes lo que quieran como liquidación por estos tres meses que he pasado trabajando para ustedes porque no voy a protestar paguen lo que me paguen. Ha de saber, señor Atienza, que la liberación no tiene precio.
 
La noticia de mi marcha de la Oficina Principal de la CAP de Madrid corrió como un reguero de pólvora. Todos y todas guardaban silencio pero he de reconocer que las personas que más se alegraron de mi salida voluntaria de la CAP fue uno de los sencillos botones de aquella Oficina Principal de la calle Don Juan de Austria (que me felicitó efusivamente) y, sobre todo, la humilde señora de la limpieza, con la cual yo tenía amables y alegres conversaciones, que estaba a punto de llorar y las lágrimas ya aparecían en sus ojos.
 
- No llores por mí, española, mi alma está contigo...
 
Ella se enjugó un par de lágrimas con el trapo de limpiar el polvo.
 
- Es que eres como un hijo para mí... incluso más que un hijo para mí...
- Gracias, señora. Nunca la olvidaré.
 
Recuerdo que cuando salí por última vez por la puerta de la Oficina Principal de la Central de Ahorro Popular de Madrid, pensando ya en Trafalgar, contacté repentinamente con la explosiva chavala de la Sucursal cercana gracias a mis poderes mentales. 
 
- Me han dicho que te vas...
- Para siempre, chavalilla, para siempre...
- ¿Y si te pido yo que te quedes lo harías por mí?
- Con muchísimo gusto lo haría sólo por ti pero va a ser que no porque, lo siento, pero ya tengo novia desde que cumplí los 7 años de edad.
 
Y se esta manera me fuí para siempre de la CAP sin haber mandado a nadie a la mierda. 
 


 



 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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