La torre (Diario)
Publicado en Jul 11, 2016
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Una vez acabadas ya nuestras vivencias en la calle madrileña de Pizarro, mi Princesa y yo (con la Princesita Leslie todavía sin haber aprendido a andar) nos lanzamos a la aventura de buscar un nuevo hogar donde seguir el camino que nos habíamos planteado con total decisión. No íbamos a dudarlo ni una sola décima de segundo. Para ser felices no necesitábamos las falsas promesas de mi madre. Para ser felices no necesitábamos los falsos ofrecimientos de mi hermana. Para ser felices no necesitábamos el falso amor de mis hermanos. Simplemente vivíamos nuestra propia aventura diaria en aquel Madrid que comenzaba ya a olvidar definitivamente (salvo las excepciones de los amargados que todavía duraban) las secuelas de la Guerra Civil. ¿Guerra Civil? ¿Qué teníamos que itnerpretar nosotros tres sobre una Guerra Civil que no la habíamos vivido y que sólo sabíamos analizarla a través de los libros de histora y los periódicos de las hemerotecas? No nos íbamos a detener en aquellos momentos históricos donde, al parecer, muchos se habían quedado atrapados a pesar de que hacía ya 50 años que había acabado aquel trauma de la Historia de España. ¿Quedarnos atrapados en la tela de araña en la que se habían enredado los que amaban la política de los enfretnamientos verbales, los insultos descalificativos, las amenazas a veces cumplidas y a veces sin cumplir? Cosas de locos. Nosotros no. A nosotros tres no nos interesaba nada toda aquella maraña de la tela de araña. Y buscamos la torre donde cobijar nuestros anhelos de futuro una vez que ya mi Princesa y yo teníamos a nuestra primera Princesita. Pusimos mucha Fe en la educación y crianza de Leslie. Creíamos y teníamos, como creeemos y tenemos hoy en día, una enorme e inquebrantable Fe en Jesucristo. Así que gracias a dicha Fe logramos alcanzar la torre que necesitábamos en la calle madrileña de Villamanín, muy cerca de la estación de metro de El Lago y con un Día situado a la vuelta de la esquina. Había salido, otra vez más, bien nuestro sueño.
 
Olvidándome de todos y de todas (como muy bien me había hecho saber Maribel el primer día que mi Princesa apareció en la calle Alcalá junto a mi lado) yo me concentré únicamente en mi trabajo para sacar adelante a mi familia. Lo más prioritario para mí eran Liliana y Leslie. ¿Para qué me iba yo a entretener en vivir experiencias ajenas si ya las vivía con ellas: la experiencia del amor maritar de una esposa única y inigualable y la experiencia del amor filial de una hija dulce y feliz. Fue entonces cuando me dio por tararear lo de "Solamente una vez amé en la vida, solamente una vez y nada más. Una vez nada más en mi huerto brilló la esperanza, la esperanza que alumbra el camino de mi soledad. Una vez nada más se entrega el alma con la dulce y total renunciación, y cuando ese milagro realiza el prodigio de amarse, hay campanas de fiesta que cantan en el corazón.  Efectivamente. Me encantaba aquella canción de Agustín Lara porque era mi gran verdad y es lo que había sucedido conmigo.
 
Mientras tanto, yo seguía trabajando en el Banco Hispano Americano de Madrid, pero ahora en el edificio del Centro Administrativo de la calle madrileña de Alfonso XII, frente a los jardines del Parque del Buen Retiro por donde yo paseaba, aparentemente solo pero realmente muy bien acompañado por Jesucristo con el cual decidí seguir comunicándome sin importarme para nada las murmuraciones de los envidiosos y las feas brujas. Y fue allí, en la torre de Villamanín, donde comencé a criar a Leslie dentro de las coordenadas correctas de un cristianismo vencedro. Por lo tanto, era necesario terminar de escribir "Setamor y Bisalma" (mi ópera prima en cuanto a novelas de gran extensión se refiere) para enfrentarme ya con toda clase de géneros literarios y periodísticos. Y lo hice. Logré acabar mi primera gran novela que me dio el empuje necesario para enfrentarme a cualquier género que se me pusiese delante. Ningún ser humano (hombre o mujer) ni ningún ser inhumano (monstruo o monstrua) iba ya a detenerme. Fue cuando me lancé a la aventura de escribir la serie televisiva "Por esos pueblos del Wayne" que para mí fue una verdadera gozada. Estaba preparándome para demostrar a quien quisiera comprobarlo que mis sueños se estaban cumpliendo.
 
En cuanto al mundo de lo íntimamente personal, fue una época en que me divertía enormemente (con José Valencia y Fátima como testigos antes la risa de mi Princesa) llevando a cabo verdaderas carreras de Fómula 1 con Leslie dentro del "monoplaza" en la torre de Villamanín. Me lo pasaba bomba.
 
 
 
 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Miembro desde: Jun 29, 2009
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Descripción

Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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