Cartas a Jos Luis: Enero (Reflexiones)
Publicado en Jul 15, 2016
Estimado José Luis:
Tú bien sabes que eras un compañero. Tú bien sabes que eras más que un compañero. Tú bien sabes que eras un amigo. Tú bien sabes que eras más que un amigo. Tú bien sabes que eras como un hermano. Tú bien sabes que eras como más que un hermano. Te conocí tras haber realizado el Servicio Militar Obligatorio en la misma Compañía úmero 44 del CIR de Alcalá de Henares dónde tú la habías llevado a cabo un año antes que yo. De aquel tiempo en que nos conocimos tengo ya cicatrices sociales totalmente cerradas y es hora de que te hable de mi alma. Todas esas puñaladas de envidia, todas esas puñaladas de falsedad, todas esas puñaladas innobles de tu "amiguito" Alfonso ni tan siquiera dejaron una huella de desilusión en ella, ni tan siquiera de decepción porque ya las tenía yo previstas. Así era mi vida cuando fuimos de visita a Jadraque. Quizás tenga que sumergirme en toda aquella historia para recordarte cuáles eran nuestros sueños que parecen perdidos y, sin embargo, todavía laten dentro de mi corazón. La Fe me acompaña. La Fe es una fortaleza situada en mi camino y desde ella puedo vigilar una extensa proporción de sentimientos blancos, ausentes de reproches; simplemente sentimientos de amor. ¿Y el desamor? ¿Qué es para ti el desamor desde aquel mismo instante en que me pediste ayuda cuando nos conocimos por primera vez? Sé que no aceptaste aquella ayuda que tanto necesitabas pero no creo que hayas olvidado mi interés en que te saliera bien aquel sentimiento. Sólamente era cuestión de un café nada más, aunque popularmente reciba el nombre de compañerismo sin interés. Supongo que ya sabrás lo que es el compañerismo sin interés, esa amplia zona de mi alma que quizás te olvidaste de profundizar porque tuviste una posición a la defensiva en lugar de haberte unido a mi entusiasmo. Yo también luchaba en aquellos terrenos naturales en los que los verdaderos hombres no recurríamos a soluciones fáciles; esas soluciones fáciles del alcohol, de la droga, del sexo libre pero no verdadero, de protegernos con falsas famas de conquistadores que no lo son. ¿Conquistar sin Fe? ¿Cómo crees tú que se puede conquistar sin Fe a la persona que estamos amando de verdad? Ya desapareció esa época donde las palabras justas no salen en el momento adecuado, en el momento en que nos debemos de jugar el sí y el no a una sola carta. ¿De qué clase de cartas te estoy hablando? Digamos que de estas que te escribo, a través de la distancia, para que puedas recordar lo que pudo ser probable y se quedó solamente en probabilismo. Si. Yo también supe del probabilismo que resulta ser una falsa interpretación de la realidad. Y todo ello queda documentado a través de las vivencias, aquellas calientes vivencias de la época en que no sabíamos nada más que la gran manera de aprovechar los minutod del descanso laboral para decir que estábamos presentes. Quizás prsentes en el patio de las operaciones para demostrar que, ante el fracaso sentimental, la mejor moanera de ser es la de la valentía a pecho descubierto. ¿Y los demás? ¿Qué hacían todos aquellos que nos miraban desde la balaustrada -butacas de los inmovilistas- cuando tú y yo nos la jugábamos al todo o nada. Todo por hacer. Nada en qué creer. Autónomos e independientes a los que no nos afectaban las reformas ni nos apetecía formar parte de aquella mayoría de neutrales que aprovechabna nuestras obras para recoger unos frutos ajenos; aquellos frutos que nuestra decisión transformaban en posiciones de vanguardia. ¿Qué era en realidad toda aquella vanguardia de los conocimientos que tanto deseábamos inculcar en los inmovilistas? ¿Poner la mano para recibir el premio que no se lo habñian sabido ganar? Conciencia. Tal vez no conoieron la conciencia. Incluso se llegó a decir que estábamos al borde del abismo cuando, en realidad, se nos veía luchar sin descanso. Pero quizás ya sepas la diferencia que existe entre tener Fe o ser de los que se conforman con la esclavitud ausente de ideas. Aquella nuestra manera de ser, de actuar, de callarnos para no despertar celos (tú ya me entiendes a quiénes me refiero), no podía quedarse en el vacío ni tampoco en el abismo de las incongruencias. ¿Recuerdas la cantidad de incongruencias que tuvimos que escuchar para aprender lo que es esto del ser sabiendo estar? La Fe. El patrimonio más importante y singular de la personalidad humana. La proa que, sabiendo cómo dirigirla, nos guía hasta aquellas conquistas anímicas y animosas que buscábamos obtener. ¿Vendiendo tal vez el alma? Jamás. Jamás vendiendo el alma a cualquier impostor de oportunidades (en tu caso un tocayo tuyo por cierto) que nunca nos satisfacieron ni a ti ni a mí. Cómo no ser esclavo sin tener que ser jefe. Quizás lo recuerdes por lo mucho que leías y que, supongo, sigues leyendo. O por lo mucho que le dabas a las teclas de la "Lexington" mientras yo estaba sufriendo el destierro entre aquellos cartones que nadie quería manejar. ¿Y si te dijera que no fue para mí (a pesar de la rabia, la ira y el odio acumulado día tras de tu tocayo magro) ninguna clase de sacrificio sino una verdadera liberación para esa alma de la que ahora te hablo? Liberación. Sí. Estás leyendo bien. Liberación de los complejos del entorno. ¿Un retorno al pasado para decir la verdad? Eso es. Un retorno al pasado para decir la Verdad. Pero esta vez se trata de la Verdad de Dios. Es probable que el tiempo no haya pasado de manera inocua sino que, por el contrario, haya discurrido para llenarnos de contenido con los que argumentar quiénes en verdad somos los que triunfamos en el mundo de las incongruencias. ¿Son necesarias las incongruencias para poder reconocernos como verdaderos en un mundo presidido por la envidia que corrompe corazones humanos y pudre conciencias ajenas? Ninguna de ellas (ni tan siquiera todas ellas jutnas) pueden destruir la torre cristiana germinada en base al esfeurzo arpovechado para formar parte del Ejército del Bien en esta guerra declarada que es una etapa donde se aprende a no tener miedo, a combatir sin temor, a vencer convenciendo, que es la ñunica manera de triunfar. Quizás te plantees que no es cierto. Que triunfan los falsos, los aduladores, los aparentes, los superfluos. Te equivocas si piensas así. No he conocido en mi ya larga vida peores perdedores que todos ellos y todas ellas. Probablemtne porque todas sus aparenciencias son un tinglado tan fácil de desmontar que sólo hay que dejarles a ellos solos y a ellas solas para verles hundirse en el vacío de lo insustancial. ¿Sabes cuál es la verdadera sustancia de la vida de quienes hemos alzanzado la Felicidad? Se llama Espíritu. Y no es un espíritu cualquiera (propio de los siempre derrotados) sino el Espíritu de Dios, ese que se llama Santo porque es santo de verdad. De todo ello voy a contarte cosas que ni tan siquiera te las podías imaginar en aquella época en que tú y yo creíamos que sólo lo independiente y lo autónomo era suficiente para estar liberados. No. Te lo demostré cuando salí elegido como enlace sindical. ¿No es cierto que aquello no bastaba para lograr lo que buscábamos? Ya viste que no, Te hablaré sin protocolo alguno. Te daré un apretón de ideas para ver ai ya ganas en tu vivir algo más que cicatrices del alma que se llenan de sentires y de penamientos. Esto me hace pensar más allá de aquellas historias. En cada rincón de cada año pasado lejos de todos vosotros más he enriquecido el interior de mi corazón para olvidar sin tener que recurrir a la indiferencia. ¿Me vas comprendiendo ya? Es cierto. No recuerdo tener ningún deseo de venganza cuando paseo por las calles de Madrid y sólo me siento conciencia, la conciencía que algunos quizás hayan querido borrar para siempre sin habelro conseguido. Es mejor mirar de frente y hablar sincero antes de dejar que la verdadera amistad se muera de soledad en esta vida. Aprendí muchas cosas importantes. La más razonable de todas es esa Fe de la que me oirás hablar continuamente. Aunque las ciactrices nos hablen del pasado, la sonrisa dentro del alma hay que sacarla a pasear por las calles donde vivimos tanto. Quizás los ecos le recuerden a más de uno de que está hecha la Felicidad.
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