Juegos para brutos y juegos para civilizados (Diario)
Publicado en Jul 19, 2016
Mi infancia consciente se llevó a cabo entre 1955 y 1965. Pongamos esta década sin entrar a discutir si fue algún año más o algún año menos. Da lo mismo un año más o un año menos para definir algo que, en realidad, es atemporal porque forma parte del juego que se lleva a cabo en dichas edades. Juegos de niños y niñas escolares. Juegos de niños y niñas colegiales. Esa es la cuestión. ¿Cómo se jugaba en aquel entonces? Dejo aparte a los juegos de las niñas porque yo era un niño y, aunque las veía jugar, me centraba y concentraba en los juegos de niños en los que yo participaba de manera activa. Los de la manera pasiva -aquellos en que yo sólo era un mero espectador nada más- no me interesaban absolutamente para nada de nada. He ahí por qué he titulado este texto con el nombre de "Juegos para brutos y juegos para civilizados". Voy a explicarlo brevemente para la posteridad.
Lo de ser bruto o ser civilizado se mama desde la infancia. Nos viene dado por nuestra personalidad desde los primeros años en que somos conscientes de que vivimos en un mundo con el cual nos estamos empezando a interrelacionar. O se tiene clase y estilo o no se tiene ni clase ni estilo. Y eso se refleja, grandemente, en la manera de jugar. Fuerza bruta o inteligencia. Emilín se decantó por la fuerza bruta. Yo elegí la inteligencia. Quizás fue por eso por lo que Emilín quedó incapacitado para educar a Boni y a Maxi y me tocó a mi dicha labor. Tenía que ver mucho con la forma de jugar. Y asumí la responsabilidad aunque yo era casi dos años más pequeño que Emilín. El asunto era pertenecer a los juegos brutos que te convertían en un ser primario y primitivo o pertenecer a los juegos civlizados que te convertían en un ser moderno y evolucionado. O ser de la "prehistoria" irracional o ser de la "historia" racional. Dos modelos de juegos tan diferentes que te hacían pertenecer a dos mundos opuestos. Si Emilín representaba el mal genio y el cabreo continuo; yo significaba el buen humor y la alegría sin final. Fuimos libres para elegir y fuimos libres para saber qué habíamos elegido. Eso fue lo que nos marcó de cara a la juventud. Él terminó por ser de una pandilla y yo me convertí en compañero de aventuras. ¿Diferencia entre pandillero y aventurero? La misma que existe entre la barbarie destructiva y la imaginación creativa. Por eso la Princesa tendría que ser para quien la supiese enamorar. Y Emilín desconocía por completo que una Princesa siempre ama la civilización en lugar de la barbarie o deja de ser Princesa para convertirse simplemente en dama de compañía. Enorme diferencia que había que saber comprender desde el primer momento en que practicábamos los juegos infantiles. Cuando memorizo me acuerdo de las diferencias entre ambas y diferentes formas de jugar. Eran juegos para brutos, entre otros más, por ejemplo "cebolla", "estiramorcillas", "pique aumentativo", "penalty", "paracaídas", "drea", "carabinas" o "hínchale un ojo hínchale los dos, dale sardina dale boquerón". Los juegos para civilizados eran muchos más y, además, apropiados para desarrollar la imaginación, agudizar la inteligencia y ser sumamente creativos. Entre la gran cantidad que había en esta clase de juegos puedo citar, así de pronto y sin pensar demasiado, "peones", "tacones", "cortahilos", "tula", "canicas", "chapas", "lima", "policías y ladrones", "escondite", "escondite inglés", "pares y nones", "montados" y, como es natural, el fútbol. Los civilizados no sólo nos reíamos más porque nos divertíamos más sino que teníamos mucho más donde elegir. Pasaba lo mismo que con los primeros escarceos con las chicas. Los brutos se tenían que conformar con alguna que no quería nadie o quedarse más solos que la una; mientras que los civilizados teníamos tanto dónde elegir que seleccionábamos a la mejores en todos los sentidos de la palabra mejores y terminábamos por quedarnos con una, pero que era la mejor de todas las mejores. Y es que no es lo mismo quedarse más solo que la una que quedarse solo con una. Descalificado ya "Gimi" (por hacer trampas y no saber jugar como Dios manda) el resto era tan lógico y tan natural que me entra la risa cada vez que lo recuerdo. Y eso que tengo recuerdos hasta para parar un tren. Y es que hay trenes sólo de cercanías que no te llevan más que a las cortísimas distancias donde no hay ni existe emoción alguna por ser totalmente conocidas y hay trenes, de lujo por supuesto, que te llevan tan lejos como tu fantasía ha ideado en la infancia y donde te lo pasas en grande ligando con tanta continuidad que no te da tiempo ni para pensarlo dos veces aunque la verdadera inteligencia te enseña a pensar bien en cada emoción que vives a plenitud. Esa es la gran verdad de esta interesante paradoja. En medio de la infancia se forja nuestra manera de hacer las cosas en todos los órdenes de la vida.
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