En el tiempo de las horas desveladas,
allí donde el eco de las sombras
se recoge en su incólume silencio,
la vida se convierte en lecho
de sueños prendidos en las albas
y la calma de los ríos de la sangre
se nutren de insólitas presencias.
 
Al son de las verdades más sinceras
baila un coro de ángeles de nieve
y las metáforas se elevan hacia la cumbre
de este vivir pensando en el futuro.
 
Es cuando la catarata de todos los sentires
se convierte, magia de los sueños,
en búsqueda incensante del destino.
 
Somos, entonces, ese camino
que rodea las ideas que, cual ondas,
se expanden por todos los sentidos
y nos hacen pensar...
pensar que somos seres vivos
en plena efervescencias de las horas.
 
El reloj de nuestras miradas sigue
haciendo más libres los segundos
que, enhebrados en el eje de nuestros pasos,
caminan al unísono de nuestra paz.
 
Son verdades compuestas de acentos
tan rotundos en sus firmes expresiones
que podemos sentir sus pulsaciones
en el contorno de todo el pensamiento.
 
Resurjimos en un  océano de esencias
que nos hacen sentir como presencias;
quizás porque al roce de las olas
nos hemos convertido en navegante.
 
¿Hacía dónde va el son de las verdades
en este torbellino de las esperas?
Creo y pues creo me confirmo
que camino directo hacia lo eterno.