Si así juega a los 50... (Diario)
Publicado en Jul 22, 2016
"He tenido la gran ocasión de jugar bastantes veces al fútbol con "Diesel" y sólo puedo decir que si así juega a los 50... ¡cómo debería de jugar a los 20!". Fueron palabras dichas por mi amigo, y colega de oficio, el periodista ecuatoriano Fausto Zambrano Zúñiga "Fauzz", ante los micrófonos y en el programa "Amanecer Deportivo" que dirigía mi también amigo, y colega de oficio, el periodista ecuatoriano Pablo Montenegro Zaldumbide "Pamoza". Solamente sonreí y cuando tuve oportunidad de hablar con Fausto le expliqué lo siguiente.
A mis 50 años de edad sigo jugando igual que jugaba cuando tenía 20; lo demuestro cada vez que, en Ecuador, se me deja jugar en el lugar donde yo jugaba siempre en España. Lo que sucede es que, en la mayoría de los partidos, muchos de vosotros sois individualistas y sólo jugáis de cara a la galería, algo así como si lo estuviéseis haciendo para luciros ante las chavalas que vienen a ver los partidos y por eso no os preocupáis de dejar jugar a los demás compañeros del equipo... pero si me dejárais siempre jugar como jugaba yo en España y me diéseis más pases de gol... os demostraría (tal como lo hago cuando me dejáis jugar como lo hacía en España), que sigo jugando de la misma manera que cuando tenía 20 años de edad. Efectivamente, cuando me dejaban jugar como en España, seguía jugando de la misma manera que jugaba cuando tenía 20 años de edad. La verdad es la verdad y sólo estoy escribiendo la verdad. El "mal de altura" jamás le afectó para nada a mi organismo y hay que aclarar que cuando caían unas simples cuatro gotas de agua, la inmensa mayoría de los jovencitos que jugaban en aquellos partidos de Quito, se acojonaban tanto que se marchaban del campo a esperar que dejasen de caer esas cuatro gotas. Sin embargo yo me mantenía, con unos pocos más (que se pueden contar con los dedos de una sola mano) debajo de la lluvia esperando a que los "cagurrias" volviesen al terreno de juego para continuar con el partido de fútbol. Ni se podían imaginar las numerosas veces que he jugado yo debajo de verdaderas tormentas de agua sin importarme en absoluto la cantidad de agua que callera sobre nosotros. Y eso lo hacía desde los tiempos de mi primer equipo con uniforme: el querido y añorado Esparta de San Isidro de Madrid (el Instituto donde yo estaba estudiando para terminar mi Bachillerato Superior) cuando apenas contaba con 15 y 16 años de edad. Ya antes de eso, desde que tengo uso de razón y memorizo mis primeros partidos de fútbol (en el patio del colegio de Lope de Rueda de Madrid y en los descampados de la calle madrileña de Doctor Esquerdo), también jugaba al fútbol sin importarme absolutamente para nada la climatología: lluvia, tormenta, nieve, sol, bochorno o cualquier otra clase de circusntancias como era, por ejemplo, que jugaba sobre campos de arena, más duros que el pedernal, y sobre suelos de cemento con ladrillos incluidos. Si lo hubiesen sabido se habrían quedado con la boca abierta. Lo que sucede es que usaba siempre la inteligencia en lugar de la fuerza bruta aplastándose los unos contra los otros que es lo que hacían todos esos jovencitos, en las calles de Quito, en lugar de jugar al fútbol de verdad. Y esa es la verdad de cómo y por qué destaqué siempre como futbolista sin arredrarme nunca jamás pero sabiendo cómo ejercitar no sólo el cuerpo sino también la inteligencia. ¿Es eso ser un líder? Sí. Eso es ser un líder.
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