De madrugadas, tardes y adicciones (Reflexiones)
Publicado en Jul 25, 2016
Juan Bosco, llamado en italiano Giovanni Melchiore Bosco y más conocido como Don Bosco (I Becchi, 16 de agosto de 1815 - Turín, 31 de enero de 1888), fue un sacerdote, educador y escritor italiano del siglo XIX. Para algunos fue un santo. Para mí sólo fue un hombre nada más. Pero debemos reconocer que, santo o no santo, dejó una frase muy interesante para la posteridad: "Una hora ganada al amanecer es un tesoro por la tarde". ¿Cuántos de vosotros y vosotras, amigos y amigas lectores y lectoras, habéis ganado horas al amanecer? Puedo afirmar y lo afirmo que yo he tenido que ganar muchísimas; algunas por mi propia voluntad y otras obligado por las circunstancias, pero es cierto lo que dijo Giovanni. Gané grandes tesoros por las tardes. ¿Cómo se puede explicar entonces que tenga el tabaco racionado? ¿Será que para ganar en esta vida hay que cuidarse lo suficiente para que no nos ganen los adictos?
Recorrer el mundo a esas horas en que la luna nos señala como verdaderos seres autónomos e independientes es un verdadero libro de aprendizajes. Siendo expertos en darle capotazos a los amores traicioneros podemos salvarnos del naugragio colectivo. No es que dejemos de ser solidarios sino que lo que nos sucede, a quienes vivimos así, es que somos solitarios siempre acompañados por las sombras de todos nuestros compañeros. ¿De qué compañeros hablo? ¿Quizás de todos aquellos que nos olvidaron cuando nos tuvimos que introducir en los callejones del "impase". ¿Y cómo se sale indemne de un "impase"? No. No lo podéis saber recurriendo a los sabios de la Sociología, Psicología y Psiquiatría prácticas. La receta no vienen en ninguno de los libros que todos esos profesionales han estudiado. Hay que salir a las aceras de la vida, saber caminar con las luces de los instintos bien despiertos y esperar a que el sol nos dé la bienvenida sin haber sido atrapados por las adicciones de los noctámbulos que se tambalean de la derecha a la izquierda pasando por el centro y de la izquierda a la derecha también pasando por el centro. Callejones del "impase". Buena escuela para estudiar el fulgor de las estrellas y, bebiendo el agua del rocío mañanero, saber que hemos sido capacer de torear cuando los otros, los compañeros del juego, han estado durmiendo sus conciencias. Quizás sea que la verdadera conciencia se obtiene cuando, como dijo Bosco, hemos ganado horas al amanecer sin haber fallecido en el intento; pero... ¿sabéis cómo se sobrevive cuando los relojes han detenido el tiempo en esos oscuros callejones del "impase"?. No os recomiendo que intentéis saberlo si no estáis preparados para congelaros de frío hasta perder la noción de las distancias y se sige caminando, caminando y caminando. No os lo recomiendo si no tenéis fondo suficiente como para resistir el dolor de los pies cuando ya los pies no se sienten porque hemos perdido el sentimiento del odio a fuerza de perdonar traiciones. Por eso no os recomiendo que querráis experimentar esa clase de incomprensión que llega a turbar el conocimiento hasta quedarte solo convertido en una idea: sobrevivir. Hay demasiados fantasmas en el camino. Os tengo que decir que hay demasiados fantasmas en el camino. Así que cuando os llegue la tentación de saber ganar una hora a la madrugada quiero que sepáis que las sombras os pueden atrapar cuando se han metido de lleno en vuestro interior; tan de lleno que se han apoderado de vosotros mismos y de vosotras mismas y habéis dejado de perteneceros. En "La voz dormida" del año 2002, Dulce Chacón ha dejado escrito: "Vivirás para contarlo, le dijeron, ignorando que sería al contrario. Lo contaría, para sobrevivir". Y estoy de acuerdo, porque resulta que os digo que sobrevivir es vivir para contar lo que se ha vivido. ¿Y qué hacemos con lo que no hemos vivido? Olvidarlo. Simplemente olvidarlo como si fuesen heridas que no dejaron más que una leve señal de que existieron pero ya no existen. Muchos creen que es imposible. Quizás lo afirman porque no han estado de lleno bajo la luna en esas horas en que la sombra se mete dentro de ti e intenta apoderarse de tu alma. La sombra. ¿Cuál es esa sombra de la que os hablo? No es nuestra propia sombra sino la que se proyecta desde algún escenario lleno de resplandor para cegaros la consciencia e, inconscientes, dejáis que esa proyección os entre como un éxtasis de placer. ¿En verdad creéis que es cierto? ¿En verdad pensáis que el éxtasis de las madrugadas son el preámbulo de las horas placenteras de la tarde cuando, abandonado ya el trabajo de sobrevivir, podéis encontraros con vosotros mismos y vosotras mismas para poder deciros que estáis presentes? No juguéis con los que sólo os muestran la cara de la moneda. ¿No os dáis cuenta de que hay que ser más inteligente que sus sombras para no quedar encerrados en esa cruz que no nos enseñan porque sólo son fantasmas nada más? Si me preguntáis cómo los he combatido y con cuántas amistades he contado para poder vencerles os diré que me quedé solo y que fue esa soledad la única que me ayudó. Si creéis que es imposible es porque no habéis vivido la verdad sino solamente un reflejo de la verdad. He aquí sólo el preámbulo que os puede servir de guía (el resto sólo lo puede poner vuestra propia inteligencia): "Doce años de soledad es el grito cuando cae a tierra la cometa. Doce años de soledad sabiendo que lo especial de las palabras es poder remontar el vuelo y convertirse, dentro de la humanidad, en una imagen que se desplaza sin poder extinguirse jamás. La sombra del mundo nos llena de palabras con tanto alcance que somos una soledad infinita. Nunca podemos ser elegidos por las estrellas si no conocemos ni vivimos los doce años de soledad en la academia de los sueños". ¿Creéis que os cuento una locura cualquiera o creéis que os narro la realidad de una sustancia llamada existencia? Os estoy hablando de los doce peligros escritos en las esferas del reloj. O quizás sea mejor dejar que no sepáis ni que tan siquiera existen. Posiblemente, para ayudaros a distinguir, sea bueno que os cuente una historia real. Allá va: "Siempre se nos cruzaba en el camino con la hora justa. Siempre se nos quedaba mirando. Uno le contaba frases halagadoras. El otro sólo guardaba silencio. Así pasaron los días... hasta que escuchó una verdad silenciosa: "En las esferas de los triunfos celebrados de cada filosofía y cada cuerpo residen nuestros propios signos como colores impresos en el lienzo de una amapola de nosotros que se grabó en el infinito de los tiempos. En los horizontes de nuestra paz callada eran nuestros aciertos los silencios donde vencemos, triunfadores contra la Nada... y abordamos las naves del misterio salvándonos del naufragio colectivo por encima del infinito de los tiempos. En los caminos de susurros tan sembrados que podemos aún reconocernos cuando queremos sentir nuestros destinos... cuando queremos sentirnos por adentro... esperamos nuestras esperanzas blancas en el aire del infinito de los tiempos. Y sólo pedimos silencio de adivinos en los ascenderes de futuros lentos bajo el crepúsculo ardiente y deseado en que se llena la cima de hermosura en el inmenso infinito de los tiempos". ¿Quién había sido de los dos el que se había dirigido a ella?. ¿El de las palabras lisonjeras y vacías o el del silencio lleno de verbos?. Miró el reloj. Alguien faltaba porque se había ido a jugar a las carambolas de la vida... pero el otro no... el otro seguía siempre hacia la cima y se cruzó, ¡otra vez el silencio!, ante su mirada absorta y somnolienta. Despertó. No. No era un sueño. Era el silencio hecho palabra cuando lo vio solo... y entonces es cuando dejó de ser la chica que era un reloj porque había conocido la verdad de ambos. Y los pequeños corazones de las chicas guapas comenzaron a latir ya liberadas... y ella.., la chica del reloj... pudo por fin saber que no era lo mismo un halago engañoso que un silencio hecho palabras". Estoy casi seguro de que lo habéis comprendido.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|