Dime quién eres (Relato)
Publicado en Jul 28, 2016
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Todo el tiempo que permaneció escondido en aquella oscura habitación estuvo reprimiendo sus ganas de llorar. ¡Él era ya un hombre y no debía llorar nunca jamás! Llegó un momento en que dudó de esta premisa. ¿Por qué no podía llorar en medio de aquel desconsuelo si estaba oculto a todas las miradas?
 
- ¡Desecha esa posibilidad, Gustavo!
 
Era la voz de su padre Adolfo recorriendo todo el interior de sus arterias. Y siguió escuchando. 
 
- ¡Abandona las imaginaciones débiles porque eres un hombre y los hombres, cuando son hombres de verdad, nunca deben dejarse vencer por los románticos pensamientos!
 
Gustavo estuvo a punto de rechazar aquella afirmación, pero Adolfo se lo impedía.
 
- ¡Desecha esas fantasías que sólo son muestras de debilidad!
 
En la habitación sólo existía él mismo; mas su padre, el vetusto militar prusiano que había combatido fieramente en la Batalla de Sedán, le imponía la imagen de su dura mirada y aquel enorme bigote a lo Otto Eduard Leopold von Bismarck.
 
- ¡Mírame! ¡Mírame, Gustavo! ¡Te exijo que me mires a los ojos! ¿Ves en ellos algo de duda?
 
De repente Gustavo pensó, sin saber por qué, en la duda.
 
- Duda de quién eres y nunca llegarás a serlo.  
 
¡Razonaba! ¡Por primera vez en su vida, Gustavo esta razonando por sí mismo! ¡Alguien estaba comunicando con su conciencia! Pero Adolfo intentaba impedirlo con toda su energía.
 
- ¿No te he dicho ya mil veces que nunca razones más allá de mi sabiduría?
 
¿Cuál era la sabiduría de la que hablaba Adolfo? Gustavo ya estaba cuestionando aquello de la sabiduría sin límites de su rígido e inflexible padre que seguía insistiendo sin cesar en su empeño.
 
- ¡No te permito que escuches ninguna otra verdad!
 
¿Por qué? ¿Por qué Adolfo no le permitía escuchar ninguna otra verdad? ¡Él era Gustavo y no Adolfo! ¿O sólo era un falso espejismo y no una realidad?
 
- ¡Resiste, Gustavo, resiste! ¡Hay que ser un héroe de la resistencia!
 
¿La resistencia? ¿Qué era aquello de la resistencia y qué era aquello de la heroicidad que impedía dar rienda suelta a sus sentimientos? Volvió a escuchar en medio del silencio. Pero esta vez no le hablaba Adolfo.
 
- Dices que tienes corazón, y sólo lo dices porque sientes sus latidos; eso no es corazón... es una máquina que al compás que se mueve hace ruido.
 
¿Dónde había leído aquello? ¿En qué momento de su pasada adolescencia había aprendido aquello que ahora se introducía en el interior de sus sentimientos? ¡Sentimientos! ¿Qué eran los sentimientos? Alguien luchaba para derrotar a Adolfo.
 
- Los sentimientos son las sensaciones de las expresiones libres elevadas a la enésima potencia.
 
- ¡No te permito ni te lo voy a permitir jamás!
 
Se volvió a preguntar por qué su rígido e inflexible padre no le permitía ni le permitiría jamás tener sentimientos propios. Alguien seguía luchando contra Adolfo.
 
- Es en la existencia de nuestros sentimientos donde radica la verdad de nuestros pensamientos.
 
Aquello era distinto. Aquello era la primera vez que alguien le hablaba de esa manera. Sentimientos propios para tener pensamientos propios. Una verdad diferente a la verdad de Adolfo.
 
- ¡Te prohibo que seas diferente!
 
Era la primera vez en su vida que Gustavo pensaba en lo que debía significar eso de ser diferente. Guardó un profundo silencio para escuchar mejor.
 
- Diferente. ¿Fui diferente durante algunos años? ¿Soy cada año que pasa diferente de mí mismo? ¿O no he cambiado nunca y sigo siendo como era y así hasta el final de mis días?. Creo que voy a caminar un poco más hacia la luz y que cuando la sombra se haya disipado podré entender cual es la respuesta adecuada.
 
¿Quién era aquel ser que estaba luchando a su favor?
 
- ¡Detente! ¡No des un paso más allá porque yo no voy a permitirlo!
 
¿Un paso más allá? Adolfo, su propio padre, le estaba impidiendo dar un paso más allá si es que era posible darlo en medio de toda aquella oscuridad. ¿Resistir? ¿Había que seguir resistiendo? ¿Qué era aquello de ser un héroe?
 
- ¡Eso es, hijo mío! ¡Conviértete en un héroe y serás mi digno sucesor! ¡Y recuerda que los héroes nunca lloran!
 
Necesitaba una demostración real y verdadera. 
 
- ¡Yo, en la Batalla de Sedán, fui capaz, junto con un puñado de valientes, de capturar a Napoleón III junto con su ejército y nunca lloré por las pérdidas humanas de los que murieron en aquel hecho heroico! ¡Eso es ser héroe!
 
Si eso era la verdad... ¿por qué seguía dudando sobre creerlo o no creerlo?... ¿o es que había algo que Adolfo, su propio padre, le estaba ocultando?.
 
- El héroe es siempre esa pregunta que le hacemos a nuestro corazón.
 
Pensó en Dios. ¿Era posible que Dios estuviese abriendo una respuesta diferente?
 
- ¡Deja de pensar en Dios, Gustavo! ¡En las peleas de la vida Dios no existe! ¡Sólo existen los enemigos y tú enfréntandose hasta la muerte!
 
¿Sería cierto que los héroes son héroes cuando mueren de verdad?
 
- El verdadero héroe no es el que muere en las batallas para alcanzar la gloria humana sino el que combate día tras día para seguir viviendo.
 
Aquella voz combatía pero no peleaba.
 
- ¿De verdad crees, futuro sucesor de mi gloria humana, que sin pelear puedes alcanzar la vistoria?
 
¿De qué victoria le estaba hablando Adolfo?
 
- De la victoria de quienes nunca lloran por nadie porque saben que el llanto es la debilidad de la falta de carácter.
 
Pero Gustavo sabía que aquello no podía ser cierto del todo. Volvió a introducirse en sí mismo. Estaba empezando a pensar que la filosofía de Adolfo sólo era relativa. Seguiría escuchando.
 
- Un hombre es sólo hombre verdadero cuando se enfrenta con su verdad absoluta sin tener que engañar llamándola relatividad. ¿Cuánto crees tú que tiene de verdad un héroe y cuánto crees tú que tiene de relatividad ese mismo héroe? Piensa en tu verdad absoluta.
 
- ¡No es posible que estés dejando de oír a tu propio padre para escuchar a alguien que ni tan siquiera sabes que existe!
 
¿Oír o escuchar? Estaba empezando a comprender que no eran la misma cosa.
 
- Hay personas que saben escuchar y aprenden mucho pero hay gentes que sólo saben oír y no aprenden nada. ¿Eres persona que escucha o eres gente que sólo oye?
 
Aquello sí que era, en verdad, profundo. Aquello rebasaba los límites en que había sido educado férreamente por Adolfo. ¿Llorar o no llorar? Se imponía una respuesta.
 
- ¡Si sueltas una sola lágrima no serás mi heredero!
 
¿Herencia? ¿Qué clase de herencia era aquella? Gustavo sólo deseaba ser un comunicador social capaz de mostrar a los demás qué era lo que estaba, en verdad, sintiendo.
 
- No tengas miedo, Gustavo.
 
- Eso mismo digo yo! ¡No tengas miedo jamás!
 
Sin embargo, Gustavo estaba empezando a descubrir que no hablaban de lo mismo. ¿Había dos clases de miedo diferentes? Emociones primarias. Tal vez se trataba de comunicar las emociones primarias con las que se nace en este mundo.
 
- Nunca tengas miedo, compañero, porque hasta la hora más nefasta de nuestras vidas sólo dura el pequeño tiempo de sesenta minutos... y después desaparece...
 
Ya no escuchaba ninguna respuesta proveniente de Adolfo. ¿Quién era aquel misterioso personaje que le estaba derrotando a su propio padre sin apenas tener que usar, para nada, el método de la violencia? Siguió escuchando porque estaba aprendiendo a escuchar. De pronto se inició en su conciencia. ¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¿Por qué has venido? 
 
- Quién eres tú... que tan cerca estás de mí y sin embargo...
 
Sentimientos. Aquel enigmático personaje, capaz de hacer callar al mismísimo rígido e inflexible Adolfo, le estaba volviendo a hablar de los sentimientos.
 
- Es día de levantarse amando tu nueva presencia.
 
Debía ser cierto. Debía ser verdad que había llegado la hora de ser quien era y amándose tal cual era. ¿Ser o no ser? No era la duda shakesperiana de lo que se trataba en aquel momento. Era algo más profundo, mucho más profundo, que una representación teatral. Prefirió seguir escuchando. ¡Ahora sí! ¡Ahora aquella voz profunda se escuchaba con rotundidad!
 
- Yo quiero ser mañana... tu hora conocida en la nostalgia; tu música oída en los rumores de ese ligero aire llamado sentimiento; el perfil de ave combando distancias de silueta entre tus ojos. Yo quiero ser mañana... la danza de las lilas deslumbradas en el artesano abismo del diáfano laurel mezclado en tus sonrisas. Yo quiero ser mañana... el trino de la ternura de tus labios empujado en esta caricia de pluma ligera como el viento sobre el mar. Yo quiero ser mañana... corazón latiendo en el espacio y esa cavidad sin mapas donde dibujas tus encuentros con el tiempo. Yo quiero ser mañana... el diapasón de todos tus días y en los espejos del canto con todas estas mis manos brindar una sinfonía de ritmos al espejo blanco de tu alma.
 
Gustavo ya no lo dudó ni un solo segundo más. Abrió la puerta de par en par y, en medio de la luz, ante el asombro de todos los presentes, comenzó a llorar.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Relato

Palabras Clave: Literatura Prosa Relato Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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