Ley de Pepe (Diario)
Publicado en Aug 16, 2016
Ya estoy totalmente identificado con la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Tan identificado que se me ha nombrado representante de los compañeros y compañeras del aula, sean o no sean amigos o amigas de mi forma de hacer las cosas. Es cierto que algunos profesores abusan de su mal llamada autoridad a la hora de imponer sus criterios de cara de los exámenes parciales o finales. Hay uno, sobre todo, al que le llamamos "Bombilla" por la forma de su cabeza, que nos imparte lecciones, no conocimientos sino simplemente lecciones, de Historia Universal. Nos amenaza con suspender y dejar para septiembre a todos aquellos que no se presenten a los exámenes aunque sean solamente parciales. Todos tuvimos que aceptar aquella extraña imposición no razonada; porque si la hubiese razonado lo suficiente tendría que tener en cuenta muchas circunstancias ajenas a nuestra voluntad (como por ejemplo una enfermedad repentina o un suceso que nos hiciera imposible acudir a algún examen parcial) para darse cuenta de que cada uno de sus alumnos y de sus alumnas éramos un mundo propio y dependáin de muchas circunstancias eso de poder acudir, el día que a él se le antojara, a un examen parcial.
Mira por dónde, y como Dios es grande, resulta que a uno de sus exámenes parciales con fecha impuesta solamente por él y sin consenso alguno, aunque ya estábamos viviendo todos los españoles y españolas bajo el régimen de la democracia, acudimos todos los alumnos y alumnas y el que no acudió fue él. Se armó un barullo tan monumental que tuve que intervenir, y cuando se impuso el silencio, me levanté y dicté lo que después se llamó Ley de Pepe. Decía así: "Alumno que no se presenta al examen es alumno suspendido; pero profesor que no se presenta al examen es un aprobado general para todos los alumnos". El granadino aplaudió con fuerza y festejó con grandes risas aquella Ley de Pepe que pasó a ser conocida por el propio "Bombilla" quien, acobardado para no enfrentarse conmigo frente a frente y delante de todos los demás, se presentó con la cara desencajada y más cerúlea que siempre (porque tenía una cara más cerúlea que la de Cerulario (el Miguel I del llamado Cisma de Oriente) del cuál él mismo no tenía ni puñetera idea de quién se trataba (aun siendo profesor de Historia Universal) para decirnos que no había acudido al examen porque alguien le avisó por teléfono que había colocado una bomba en la Facultad. Estuvimos debatiendo el asunto y yo hice saber que su obligación, como profesor responsable si hubiese sabido ser responsable, era acudir a la Facultad por ver si era verdad o era una falsedad de alguien que no tenía ni idea de la materia. Como no tuvo argumento valioso ni válido para rebatir aquella premisa que yo dejé para que la pudiera derrotar argumentando algo más razonable que ella, se le encendió la "bombilla" y, fuera de sí, nos llamó sivergüenzas a todos y nos impuso el examen para el día que a él le salió de las narices. Pero quedó a la altura del betún y, desde aquel día, fue el choteo de todos los alumnos y de todas las alumnas. Aunque tuvimos que aceptar aquella imposición la Ley de Pepe quedó, para la historia de los estudiantes de Periodismo, como la ley que no pudo ser rebatida por nadie porque era justa, equitativa y totalmente democrática. Yo era Pepe.
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