Género 27 (Poesía)
Publicado en Aug 18, 2016
El alma se me llama indecible
cuando busco esas raíces del viento que, luz del alba y los pensares, me llevan al centro de la esencia. Fe mía de rosas y de pensamientos que en el papel de esta vida con presencia tantas veces he sentido, esclarecida, entre mis manos convertida en sentires y, buscando horizontes del mañana, de ti siempre recuerdo esa paloma que, siendo hija del crepúsculo, ha nacido de manera insurgente para volar los espacios, ¡oh espacios!, del camino encendido en las auroras cuando, sombra del destino pasajero, te haces sueño engrandecido. Tiempo de púrpuros jardines cual posadas musas que ahondan en el hueco del silencio penetrado y, en las tardes ausentes de presencias, en fábula del sueño se retorna. ¡Cárdeno horizonte de emociones fungidas en el corazón de los poemas que desgrana el aire cual asombro! Si siempre estoy buscando yo tu sueño esta sonrisa mía, de esperanza, te llama hacia el viento y la conciencia. Siempre estoy yo en ti buscando ese minuto de vida consagrada y te haces fuente, río y agua. Siempre somos, pasajera del destino, persecución en la bruma de las dudas mas, cálida presencia en los oteros, siguen las flores abriendo sus corolas del cáliz prendido en la hermosura que, más allá del polvo caminante, mucho más que nunca has vertido en mi ser tu verbo de palabras engarzadas en mi propia consecuencia. Es hora ya de dejar de ser sólo silencio y bajar al descenso de la cima por ver si, luz y guía, el fuego de la vida encendemos. Presencia de los cielos de un mañana con este estar siempre sintiendo el regazo del abrazo y la sonrisa sin ya soledades, sin ya ayeres, sin ya más medida que este cristalino paseo por los jardines del ensueño que, cual divina providencia sustentada, abre sus esencias derramadas bajo este mar que mana de mis ojos al ver el paisaje de lo eterno. Tú, isla inventada de mis versos, giras, cual molino, en mi memoria. Te nombro, compañera del retorno, poema en en controversia siempre tocando el fondo de mi alma. Cosido al sueño, aire libre de mi acento, en el infinito de este alcanzar los imposibles te haces alba en medio de jazmines y de rosas emergidas del silencio. Venimos de la noche y de la sombra a signar, en cada beso de amapola, este rojo destellar de los delirios cuajados de prímula existencia. Ven, siempre ven envuelta en esta encendida fiebre de huellas marcadas en tus besos, resplandor de los días tan cercanos, que mis brazos se aferran al lucero de tus ojos, dulce primavera, en estos años que sólo son mis días vividos en la plena superficie del quehacer poético y el sentido pleno del vuelo y la paloma que, blanca, desata las cadenas. Todo, absolutamente todo, menos acabarse envuelto en la insidia, liberan mis versos alcanzados en este no cesar nunca jamás. En mis manos llueve esta vida que el hálito del tiempo ha labrado y, surco tras surco redimido, su existir es siempre una presencia. Una música de sones enhebrados en este relámpago de luz y de conciencia se mece en el trino de los pájaros cual signo del pasar siempre soñando. Superficie cuajada de rocío y misterio de gaviota liberada ¿cómo no ver en ti lo que pervive en la orilla de la playa sustentada? Te llamo eco liberado alzado hacia el cielo enternecido de tanto sueño que, con tu nombre, he forjado en las marismas. Ese reloj encendido en el crepúsculo con arpegios de minutos ensartados en el racimo de estas horas que, amantes de las voces sin final, se agolpan en un canto de emociones cual vocablos de sonoros pensamientos. Rojo farol siempre encendido en la ventana abierta de mi alma. Sabe a verbena tu llamada al amor de la locura y el silencio como esencia de paloma enamorada. ¡Esta vida es tan honda y tan sentida que se torna aroma penetrante en el cuerpo del sueño renacido cual ramo de claveles y azucenas enlazados en un solo amanecer! Cada relámpago es voz necesitada de esta tempestad tan agotada y desfilan los caminos solidarios en forma de poemas ya con sed. ¡Bebamos del presente en enloquecer! Un breve lapsus de la primavera; un parpadeo del ave peregrina; un cruce de miradas silenciosas; un brotar siempre consecuente; un pecho vibrando de emociones; un jarrón con flores amarillas; un amigo para cada estrella; un prometer el éxito en el viento; un sonar del secreto de las cosas; un naufragio para ser salvado; un rubor tras el beso en las mejillas; un crepúsculo de luces refulgentes; un eclipse vivido en el anhelo; un estallido de vida como dicha. Yo te puedo poblar de pájaros sedientos que claman en la copa de las cimas en esta oscuridad llena de luces que surcan las calles con sus llamas. Encendidas, cada día, con delirios las fuentes del crear siempre palabras y después, en el lago de las horas, voy surcando la planicie de mis manos en este ágil mecer esos prodigios del paseo entre los pinos heredados. Aquí, en este despertar con los segundos del tiempo hechos eternos yo puedo poblar tu soledad con mis promesas. Las imágenes emigran en su exilio. Tenía que existir la noche oscura para abrir el sueño hacia el viaje y hacer que un poco de este alba luciera su canto en mi equipaje. He venido para este nuevo ser: ese pájaro tan silente y tan humano que sale de la sombra y de la noche sólo por ver el mundo de las luces. Si en el amor la noche es privilegio no es límite sentirse enamorado cuando las profunda niebla nos refugia y el pálpito de amor nos atraviesa la caricia, el beso en la penumbra, el trémulo temblar de nuestros versos que la pasión en verbos los convierte. ¡Oh, fuego puro de esta fe convertida en cascada de emociones! En las divinas hogueras de tus redes se contempla una soledad que ya no existe llegada la hora de esta compañía que sabe distanciarse de los mundos para ser un universo entero en medio del ensueño y su misterio. Si mi voz perdiera sus acentos una suave brisa de los vientos llevaría sus cantos hacia el alba. ¡Que despierten todos los gorriones y cubran las florestas con sonidos!; pues cambiaste todo el horizonte para este mi barco hecho viaje hacia el sabor marítimo del sueño donde habita la paz de mi tormenta en medio del mundo y sus principios. El milagro pequeño es ser un niño en el seno de todas sus infancias. Ser menor en las distancias y hacerse hombre entre las olas mirando al cielo solamente. No ser hoja seca del destino sino palabra y verdad siendo poema que de Dios conlleva el juramento y la paz como única bandera. Norte, sur, este y oeste, todo verde y todo andado; cuatro espacios para no ser lejanía sino brava estancia en este mundo del sonido de las liras con llamadas de primavera y letras sin olvido. Es allí dondo yo siempre me anido. Donde no habita el olvido vive mi conciencia cual tenues lechos de alegrías. Cuando nos miramos muy por dentro el espíritu silente nos habita y es en esa fecha en que volvemos a caminar por los sueños cada día. En los labios abiertos de las flores dejo mis besos preñados de inocencia. ¡Jardín enamorado de arrayanes y de luces de glorietas encendidas! ¡Canción eterna, siempre canción, en esta soledad hecha poesía! Si al amor lo llamo amor es que existo todavía. Lo que el viento se llevó es el olvido dolorido y doliente de la aurora mas, naciente el sueño invisible, regó el campo de amapolas y de lirios resplandecientes y de cielo azul marino en mi bahía. Se besaron los pájaros diurnos elevando su canto hacia mis penas y después... sólo después... mi loco sueño soltó cadenas. En la búsqueda del mar tan proceloso traería un universo de razones que, al sentirlo como fuente de la vida, sobre la faz del impulso generoso un único y unido canto de sirenas sonaría en el contorno de los cuerpos de estos árboles, ¡ay alameda!, tan poblados de soledades nuevas hundiendo sus raíces en la entraña más virgen de todas las presencias. Sólo se es hombre de las verdades retenidas en el sostenido poema concebido cuando, cargado de un tesoro de palabras, del vacío se pasa a la poderosa liberación de los pálpitos ardientes. Sólo se es hombre cuando se salvan las edades para no ser nunca más muertos y empezar a vivir lo inabarcable en las ondas del profundo mar creciente: olas vírgenes de algas y de cantos de sirenas sumergidas en esta especie de espacio blanco, nieve y armiño. Es el retorno fiel a la infancia que no sabe de miedos ni temores porque nace a la luz del concebido. Amor de cada espacio, de cada tiempo, de cada instante vivido en las delicias de esta realidad que nos olvidan porque no saben cómo interpretarla. Pero nosotros sí... nosotros sí... debido a este estar entre los siglos. Un día habrá una isla hecha destino donde la libertad deje ya su inexistencia y podamos liberar nuestras conciencias plagadas de amor y de canciones que nos hablen de verdades hoy calladas para mostrar que no existe lo que dicen que es el destino de los hombres. No. No existe esa libertad tan reseñada como meta final de las ideas. No. No existe. Ni tampoco su reflejo en esas esperanzas vanas, vacuas, vacías de estar siempre entre nosotros intentando cautivarnos con rumores. Sólo existe esta liberación de los axiomas que han pintado en los espejos de la carne. Es entonces, cuando llegan los horizontes, el momento de salir a buscar mil nuevos nombres. ¿Con qué clase de amor puedo encontrarte, liberada idea de hembra ya sembrada, en este romance de las despedidas? Cuando me asomé al verbo conjugado de tu besar en el ámbito nocturno fuí respuesta exacta que el destino puso como fuerza en ser simiente. Diamantinos los cristales del espejo duplicaron los enigmas de las horas y se me hicieron figuras imaginarias tomando vida propia y fiel contorno. En torno de la tarde declinada miré la magia y el salvarme a través de tu boca y tu cobijo en forma de hechizo penetrante. Fue puro arte de viento y amapola perdida ya la tierra de mi vista y, marcado por las nubes de lo aéreo, en vuelo convertí esta presencia de ser humano y ser divino en la cima del sentir y de esa gloria emprendida como viaje ya eterno entre corolas de inédito romance. Y en el avance de todos mis relojes quedé, sorpresa ya infinita, surtido de alegóricas metáforas. Al momento de escuchar todas las albas surgieron los acentos no perdidos y allí, en la sombra de tus ojos, se encendió la hermosa llamarada. Una llamada. Una respuesta. Un ser traspasado de memoria recordando a la luz como equipaje. Rayo fugaz de esta aventura que es volar como una hoja escrita en el diario de un retorno. Palabras sedientas y aclamadas en la paz de tu cuerpo protegidas. Poema de risa y llanto: ¡díme por qué con alegría yo tanto a ti te canto!
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