¡Dónde vas tú, mendrugo! (Diario)
Publicado en Aug 22, 2016
Emilín tiene mala leche desde que nació. Yo le he visto hacer, desde que éramos muy niños, verdaderos actos de mal genio, mal carácter y mala leche en cantidades industriales (sobre todo contra mi hermana y cosas de mi hermana). Lo que más me llamaba la atención es que, cuando mi madre le hacía, cariñosamente, cosquillas en las plantas de los pies, para despertarle dulcemente y con sana alegría, sus respuestas eran siempre acciones salidas de tono, palabras de malhumor, reacciones bruscas y hasta palabrotas que no venían ni a cuento no solo decirlas sino ni tan siquiera pensarlas. Yo lo observaba todo y guardaba silencio con la convicción, cada vez más absoluta, de no ser nunca como era él ni aunque mi madre me lo pidiese de rodillas.
Pero había, en nuestros primeros años de vida en el portal número 56 de la madrileña Calle de Alcalde Sáinz de Baranda, un portero ya muy mayor (casi cercano a los 80 años de edad) que no lo aguantó por mucho tiempo y, un día en que Emilín entró en el portal dando portazos y subiendo el tono de su voz (con las venas del cuello hinchadas como siempre que le daban los ataques de ira) quizás porque en aquella ocasión había perdido jugando al futbolín, como ya estaba hasta el gorro de aguantar su mala educación, pues nunca se molestaba en decir buenos días, o buenas tardes, o buenas noches, no se cortó ni un pelo y le soltó un "¡dónde vas tú, mendrugo! que hizo soltar las carcajadas a Bonifacio. Yo, cómo seguía siendo tan educado como siempre, seguí manteniendo silencio delante del cabreado Emilín; pero aquella frase fue motivo, durante una larga temporada, de risas y cachondeos por parte del Boni y por la mía. Los dos la repetimos durante algún tiempo más o menos largo, pero nos doblábamos de la risa que nos entraba porque a uno de los dos se le ocurrió cambiar la frase y tansformarla en un "¡dónde vas tú, almendruco!". Nunca supo Emilín de esta anécdota y del cachondeo que Bonifacio y yo nos pasábamos cada vez que la repetíamos. No sé si fue el Boni o fui yo el que cambió lo de mendrugo por lo de almendruco pero fue una idea genial mientras que el Maxi, como casi siempre, no se enteraba de nada ni sabía de qué iba todo aquello y qué significaba aquel jolgorio que a Boni y a mí nos hacía acudir al water porque nos orinábamos de risa.
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