Aquella mañana abandoné ICEA por eso de darme una vuelta más o menos literal (e incluso literaria) y en llegando a la Estación del Metro de Aluche me encontré, se lo crean o no se lo crean mis lectores, nada más y nada menos que con Don Pío Baroja y Nessi. Le saludé amistosamente pero su silencio era sintomático: el pobre Baroja pasaba hambre... así que cogí una hoja de publicidad de algún establecimiento alimentario y la coloqué en el atril para que, al menos, se alimentara de literatura. Creo que Baroja, aunque no dijo nada, me lo agradeció. Fue mi buena obra diaria (era domingo para más señas) y espero que Baroja se llenara el estómago con aquella "sopa de letras" porque buena falta le hacía. Se le notaba mirándole a la cara. Estaba famélico Don Pío.