¿Cómo fue que abandonaste? (Mini Relato)
Publicado en Sep 19, 2016
Miro mis zapatillas deportivas, de esas que sólo tienen las cicatrices del recuerdo grabadas en un más allá del último kilómetro la meta, y estoy midiendo la distancia como hicimos por el Camino de las Bellotas bajo la luz de la luna madrileña en aquella noche cerrada de la Casa de Campo de Madrid. Era el inicio de una larga carrera de hazañas inolvidables donde los dos corríamos al mismo ritmo de un solo corazón. Y entonces no sé por qué me da por sentir. ¿Cómo fue que abandonastes? ¿Cómo fue que, de repente, te perdiste en un recodo del camino y ya no volví a ver tu estela centelleando delante de mi mirada perdida en algún recuerdo del pasado hasta que llegué a la meta y no estabas tú? ¿Dónde se habían quedado vencidos tus pasos de hierro que, junto a los míos, a veces tú delante y a veces delante yo, hacían exclamar a las chicas de la nacional diciendo que éramos "las máquinas humanas" tal vez rememorando a Zatopek y su sombra? ¿Quién era la sombra entre nosotros dos? En aquellas tarde del Vallehermoso de Madrid ninguno de los dos ensombrecía al otro sino que, acompasados por la misma música de nuestra adolescencia, quizás "El Vals de los Patinadores" para ser exactos, corríamos la misma larga distancia, teníamos el mismo gran sueño, devorábamos los kilómetros con la misma ansiedad de alcanzar una gloria que nadie más sabía que existía. Sin embargo (que mala conciencia es esta de haber siempre un "sin embargo" entre nosotros dos) alguien te hacía creer que yo era tu enemigo. La verdad es que, a pesar de ello, deberías haber sabido que para mí no tenía ninguna importancia quién salía vencedor de nuestros duelos. Duele saber ciertas cosas pero las victorias no eran triunfos para mi conciencia sino que solamente eran (porque era mi obligación de hermano sólo un poco mayor) lecciones que yo quería que aprendieses para dosificar esa sangre nuestra, esa sangre hermana que a veces salía a la superficie de nuestros sueños. No. No era yo un rival que te estuviese quitando el mérito por alguna victoria que otra sino un hermano que siempre buscaba tu referencia como ahora lo hago mirando mis zapatillas deportivas de esas que sólo tienen las cicatrices del recuerdo grabadas en un más allá del último kilómetro hacia la meta.
No sé quién te metió en tu memoria que yo luchaba contra ti y no sé cómo fue que abandonaste; pero aquel Día del Récord tú no estabas junto a mí en la línea de salida y yo creo que, pensando en ti y con el hándicap de un peso innecesario, quizás hice la mejor carrera de mi historia para poder contártela algún día que nunca más llegó. Desde la Plaza de Castilla hasta La Cibeles no recordaba otra cosa sino recordar, intentar recordar, poder recordar, dónde se había salido tu sombra de mi ritmo y se había quedado en algún lugar ajeno para siempre. Así que recogí mi equipo y mis zapatillas deportivas y mis sueños de "largas distancias" y me fui, ya solo, más allá del mar. Y año tras año, según pasaban las horas de las gestas y las hazañas, te seguía esperando cuanto tiempo fuese nedesario para verte a mi lado en la meta de salida de Las ültimas Noticias. Me habría gustado ser tu sombra o tu sombra ser la mía subiendo por las "rompecorazones", entrar triunfantes en la Plaza del Teatro, y seguir animándonos en la larga, larga, larga, recta antes de llegar al Estadio. Yo te hubiese dejado, con amor de hermano, entrar un puesto antes que yo para paliar aquellas derrotas en nuestros duelos que no eran para mí triunfos sino la preocupación porque aprendieras que la sangre hermana no gana ni pierde sino que siempre enseña. Pero alguien te enseñó que yo era tu rival y tú te lo dejaste creer olvidando las cuestas que tantas veces nos había costado subir en compañía de nuestro único y unido destino. Sin embargo nunca estuviste allí y yo me quedé siempre pensando cómo fue que abandonaste cuando más necesitaba sentir tu respiración junto a la mía, cuando me faltaba el aire en los pulmones y cuando sentía el peso de mis piernas como queriendo hacerme saber que no valía la pena ya seguir corriendo. Pero seguía. Yo siempre seguía porque era el ejemplo de algo que tú ya no podías comprender. Muchas veces compitiendo contra el fantasma de la soledad marqué goles a la Fantasía, o lancé más lejos mis sueños por ver si eras capaz de sentirme más completo que nunca. Pero tu aliento ya no estaba detrás de cada una de mis hazañas y yo solo me tuve que abrir un espacio de luz para no perderme en la oscuridad de cada dia corriendo bajo la bruma de mis pensamientos. ¿Cómo fue que abandonaste? ¿Quién te hizo saber que yo estaba luchando contra ti por alguna que otra victoria para llenar mi hoja de ruta con jalones de la misma sangre derramada? Nunca fui rival de nadie nada más que de mi propia resistencia para vivir en estos mundos deportivos donde cada triunfo cuesta ganarlo con el sudor de uno mismo. Y te volviste a equivocar cuando triplicastes tus esfuerzos. Yo sabía que te equivocabas pero no podía detener tu rumbo porque a tu barca (recuerdos del Retiro de Madrid) la llamaste "Necesidad" mientras yo a la mía no le puse nombre alguno; porque no queria llamarla "Libertad" mientras tú no volvieses a estar en la misma línea de salida en los que el cronómetro estaba detenido porque no era cuestión de ser el más veloz sino de ser dos en una misma hazaña. Pero no las quisistes seguir compartiendo y los tiempos del Vallehermoso se quedaron algo así como varados en el trabajoso afán de dar decenas y hasta centenas vueltas para no dejar que el cansancio nos venciera. Y de repente, al volver del más allá del mar te vi cansado y algo así como derrotado por una pena que nunca supe descubrir porque nunca me dijiste cómo fue que abandonaste y me dejaste la carga del hándicap corriendo por el Paseo de la Castellana sabiendo que ya no me quedaba otra cosa sino poder llegar hasta la meta para brindar por una victoria que yo no quería hacerla singular pero que tu abandono la hizo de esa maner. Si hubiese sabido a tiempo que te dolía algo cada vez que competías ya tan lejos de mí me hubiese concentrado en la labor de hacerte recuperar el ritmo de nuestras sangres al mismo compás de la fatiga; pero te vi ya tan fatigado por el triple esfuerzo que me di cuenta que algo dejó de funcionar. ¿Corazón de hermano? ¿Te dejó de funcionar el corazón de hermano para superar los largos trechos de las carreras largas, largas, largas, o sólo fue que el destino te hizo pensar que yo estaba luchando contra la misma sangre de mis venas? Y ahora que miro mis zapatillas deportivas, de esas que sólo tienen las cicatrices del recuerdo grabadas en un más allá del último kilómetro para la meta, me quedo pensando en todos los que corren para cumplir una venganza que no les deja nunca dormir. Espero que ahora, allá donde estés, ya no tengas dudas de que yo jamás fui un rival compitiendo contra ti sino la misma sombra de tu misma sombra. Lo que pasa es que es muy difícil de explicar.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|