Verano del 86. Es de noche y acabo de terminar mi café con leche en el bar del barrio a donde acudo con todos mis sueños ocupando el porqué de mi existencia. En la puerta de Juan Duque, número 16, de mi ciudad de Madrid, enciendo un cigarrillo mientras observo el cielo estrellado. Descubro el infinito de las sensaciones. Termino el cigarrillo, abro la puerta y entro. Es entonces cuando siento las vibraciones dentro de mí. Algunos lo llaman intuición pero yo sé que es la Voz de Dios. Me doy cuenta de que acaba de nacer el primer producto de mi enlace matrimonial con mi Princesa. Así que subo, pausadamente, con el ascensor hasta el piso cuarto número 3. Abro la puerta, entro al salón y me dirijo al teléfono que se encuentra al principio del largo y estrecho pasillo. Marco el número de Quito. Mi suegra me lo confirma. En esos mismos instantes acaba de nacer mi primera hija. Se va a llamar Leslie Carolina y me gusta el nombre. Pocos días después me llega su primera fotografía. Es tal como yo la había imaginado. Se me olvida cualquier tipo de problema puesto que ya todos mis problemas han desaparecido de mi mundo. Solamente soy feliz.
 
Nunca estuve así de enamorado ni sentí jamás esa sensación. La gente en las calles parece más buena. Todo es diferente gracias al amor. La felicidad me la dio tu amor y hoy le hace cantar a mi corazón. La felicidad me la dio y hoy ya sé cantar gracias al amor. Y todo gracias al amor.