Todos los niños y todas las niñas que son normales tienen un amigo imaginario o una amiga imaginaria. Es muy común que en la etapa de los 2 ó 3 años de edad, algunos seres, amigos, o héroes imaginarios aparezcan e invadan el día a día de los niños. Muchos niños empiezan a desarrollar un mundo de fantasía paralelo a la realidad en que viven. Si tu hijo está pasando por esta etapa, no te asustes ni te preocupes, porque eso es absolutamente normal. Leslie tiene un amigo imaginario al que llama Patoño.
 
Recuerdo al amigo imaginario de Marcelino. Marcelino vivía rodeado de doce frailes franciscanos, Manuel (el amigo imaginario), una mujer que le habla de su hijo Manuel, a quien no llega a conocer, pero, desde entonces, se convierte en su inseparable amigo imaginario, el guardián de la casa, el herrero del pueblo (al que querian darle en adopcion) y su fantasía. Manuel era el amigo imaginario de Marcelino y Patoño es el amigo imaginario de Leslie con el cual habla, discute, juega, pelea, razona y pasa el rato en que no tiene otra cosa que hacer nada más que desarrollar un mundo de fantasías que será la base fundamental de mi cuento titulado "La mariposa encantada".
 
Un día descubrimos que Patoño era Pablo Antonio. En algún momento de su infantil existencia, Leslie unificó la realidad de Pablo Antonio con la imaginación de Patoño. Y fue capaz de proporcionarme una idea primordial para "La mariposa encantada". Fueron las piedras mentirosas. ¿Existen las piedras mentirosas? En la fantasía de mi hija Leslie y en mi imaginación sí que existen las piedras mentirosas y son muy importanes que existan para que un cuento como "La mariposa encantada" pueda formar parte del mundo infantil en el cual los personajes de ficción son realidades y los personajes reales se convierten en ficción. Así que Patoño era, para Leslie, el equivalente del conejo blanco para Carolina: un amigo imaginario que llevaba, dentro de su propia existencia, una fantasía para dar sentido a la vida circundante. Funciones tan fundamentales sólo surgen en nuestro interioe cuando somos normales y creamos mundos de fantasías para traducir la realidad que nos rodea.
 
Leslie pasó un tiempo siendo feliz con Patoño y, de repente, un día creció sabiendo que Patoño le había ofrecido siempre una amistad sin límites. Pienso en esa felicidad de Leslie y no puedo comprender por qué tantos hombres llamados marxistas eliminan la posibildiad de que sus hijos puedan encontrar tesoros escondidos, hadas maravillosas y la imaginación como una fuente de creatividad continua. Por eso los marxistas no saben sonreír.