Pánico en el ascensor (Diario)
Publicado en Oct 01, 2016
Finales de la década de los 70. Madrid. Banco Hispano Americano Oficina Principal. Hay movidas laborales. Se suceden las manifestaciones públicas del descontento general. De vez en cuando se proponen huelgas o paros definidos o indefinidos. Pánico en el ascensor. No es una película de terror ni tampoco que los "grises" nos estén zumbando a mansalva dentro de un ascensor. Es otra cosa mucho más normal. Sucede que ha habido paro en la O.P. y los altos directivos de la O.P. han hecho público que una de dos: o todos los trabajadores se reintegran de inmediato a las labores bancarias o comienzan las represalias a través de despidos o traslados a puntos geográficos muy lejanos. Entra el pánico y una de las salidas que parecen más seguras es la de usar el ascensor. Está bien. Vamos todos al ascensor. Lo que no han calculado quienes han sugerio esta idea es que el ascensor sólo admito a uno 10 usuarios y nos hemos metido hasta 20. El ascensor sube lentamente desde la planta baja pero antes de llegar al primer piso se queda completamente detenido sin ninguna posibilidad de salir de él. Comienzan los nervios. Algunos de los que están dentro comienzan a levantar la voz. Otros lanzan llamadas de auxilio. Los más serenos comenzamos a intentar que reine la calma. Pero ya es imposible detener la histeria. Muchos opinan que vamos a morir todos asfixiados por falta de aire. Puede que lleven razón porque estamos más apretados que sardinas en latas y además sin aceite. Se me ocurre la genial idea de proponer que toquemos el timbre de la alarma en lugar de echar la culpa de todo lo que está pasando a Margarita. Si alguien es culpable o lo somos todos o no lo es nadie, pero nadie tiene derecho a echar la culpa a una sola persona. Margarita me agradece la defensa que hago de ella y, después de tocar el timbre de la alarma, el ascensor comienza a bajar lenta, muy lentamente, hasta volver a la planta baja donde todos salen de estampida para aprovechar el tiempo subiendo las escaleras a pleno galope antes de que les toque "la china" y que "paguen el pato" o se "coman el marrón". Yo, mientras tanto, subo lentamente hasta Cartonera y me estoy partiendo de risa. Pánico en el ascensor. No fue una película de miedo sino una realidad tangible ya que está muy de moda eso de decir tangible en lugar de decir verdad. Y es que o nos tomamos la vida con mucha filosofía o terminamos todos en el sanatorio psiquiátrico del "No vuelvas jamás a meterte en un ascensor repleto de gentes y a ver si la próxima vez eres persona y subes al puesto de trabajo tal como Dios manda". Sólo me falta decir que Margarita terminó yéndose a Canarias. Supongo que no sería por culpa de ningún ascensor sino porque encontró al hombre de su vida. Fin.
Addenda.- Miren por dónde sí que existe una película -de televisión para ser exactos- norteamericana con el título original de "El Elevador" y rodada en 1974, pero que algún traductor gracioso, de esos que les gusta meter miedo a los demás, la ha traducido, al español, con el nombre de "Pánico en el ascensor". Yo no soy culpabe de tal "faena" y soy ajeno a cualquier reclamo de responsabilidad. Y es que la realidad siempre supera a la ficción. Lean su argumento: "Un nuevo edificio rascacielos, con varios pisos aún en construcción, cierra para el fin de semana cuando Eddie Holcomb y Peter Howarth atracan una oficina de inversiones en el piso 39 y cometen un asesinato. Cuando huyen con el botín, Holcomb se separa de Howarth al entrar en un ascensor abarrotado de gente. Con exceso de peso, el ascensor se detiene entre dos pisos. Holcomb, dominado por el pánico, aterroriza a los otros pasajeros. Atrapados entre dos pisos con un delincuente armado, los asustados pasajeros deterioran aun más el mecanismo del ascensor con el riesgo de caer al foso que se encuentra 30 pisos más abajo". Lo del BHA fue todavía peor porque no consistía en caer en ningún sitio más o menos cómodo, sino que estuvimos a punto de "palmarla" lentamente, asfixiándonos minuto tras minuto, uno tras otro y viendo cómo iban muriendo los que estaban junto a ti. Eso sí que hubiese sido verdaderamente pavoroso.
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