Piensa pero no respires (Novela) - 1 -
Publicado en Oct 02, 2016
Todos y todas estábamos en el patio de operaciones. Todos y todas sabíamos que el resultado final serían las consecuencias de lo que pudiéramos o no pudiéramos resistir. El asunto se presentaba duro de verdad. Nadie se confiaba de nadie pero todos y todas estábamos dispuestos a luchar. Esa era una palabra muy fuerte; pero, en realidad, lo que estábamos pensando todos y todas en el patio de operaciones era en qué momento la tensión se iba a romper de un lado o del otro. Los altos directivos del Banco se negaban a negociar ni un solo céntimo más. Aquello era como mendigar una limosna y estaba nuestra dignidad de por medio. O luchábamos con dignidad hasta el final o todo habría sido una pérdida de tiempo que los empresarios nos harían recuperar sin ninguna clase de compasión; aunque lo más lamentable de todo aquel asunto era que nadie creía en nadie y por eso nadie se confiaba de nadie y, a la hora de la verdad, no sabíamos cuál iba a ser la respuesta de cada uno de nosotros los trabajadores y las trabajadoras del Banco. No dudábamos por el simple hecho de dudar sino porque las anteriores experiencias de este tipo habían terminado siempre en un fracaso total por mucho que los sindicalistas nos lo presentaran como si estuviésemos ganando algo año tras años. Eso nos decían los sindicalistas; pero la realidad nos decía otra cosa bien diferente. Ahora había llegado la hora de la gran verdad y la gran verdad era que todos y todas estábamos esperando a que nos dirigiera la palabra Justo Grande quien, en aquellos momentos, ya se encontraba en la balconada del primer piso con Pancho López a su izquierda y el señor Jorge Juan Ramírez a su derecha.
- ¡¡Compañeros todos!! ¡¡Compañeras todas!! Aquella forma de comenzar sus arengas me producía siempre ganas de reír; pero ahora mantuve el mismo silencio de siempre mientras solamente sonreía en medio de aquel gentío de compañeros y compañeras. - ¡¡Los representantes de la empresa se han cerrado en banda por completo!! ¡¡No piensa subir ni un céntimo más de su miserable y última oferta!! ¡Creo que, tal como están las cosas, deberíamos optar por llevar a cabo alguna alternativa que les haga comprender que no nos vamos a arrodillar ante ellos para pedirles una simple limosna! ¿Estamos todos de acuerdo? Una larga e intensa salva de aplausos fue la respuesta que tanto anhelaba escuchar Justo Grande para saberse grande de verdad. Una larga y sonora salva de aplausos que parecía interminable hasta que, con sus poderosos gestos, consiguió hacer que de nuevo reinara el silencio. Pero su voz ya no era tann potente como antes y la letanía comenzó a ser soporífera. A mí, por lo menos, me estaba entrando sueño. - ¡Estimados compañeros y estimadas compañeras, siempre habéis sabido que mi única voluntad, como líder absoluto de todos vuestros sueños, ha sido siempre completamente desinteresada. No me ha movido nunca ninguna clase de interés personal. Es más, para mñi hubiese sido mucho más cómodo y feliz haber seguido recogiendo plátanos en mi Canarias natal o haber aprovechado mi ingreso en el Banco permaneciendo siempre alejado del movimiento sindicalista y haber vegetado, como hace la mayoría de las gentes, cómodamente sentado en un sillón de algún despacho de alta jefatura; pero como sabéis yo no os he traicionado nunca, como otros muchos sí lo han hecho y lo siguen haciendo, respondiendo siempre negativamente a todas las ofertas que me han estado ofreciendo continuamente, y año tras año, los del la alta directiva de este Banco para acallar mi voz para siempre. No busco el aplauso fácil diciendo estas palabras! De repente alguien, situado al final de todo el grupo, comenzó a gritar. - ¡¡¡Justo!!! ¡¡¡Justo!!! ¡¡¡Justo!!! Y todos los allí reunidos, excepto los poquísimos que ya no confíabamos en las palabras sino en los hechos, haciendo caso al eco de aquellos gritos lo repirtieron con toda su alma y a plenos pulmones. - ¡¡¡Justo!!! ¡¡¡Justo!!! ¡¡¡Justo!!! Otra vez con sus poderosos gestos, Justo Grande impuso de nuevo el silencio. El tono de la voz volvió a ser elevado. - ¡¡Nunca he traicionado a la Causa y nunca la traicionaré porque para mí la Causa es más sagrada que mi propia mujer!! Una compañera chilló desde el centro de aquel maremagnum de trabajadores y trabajadoras. - ¡¡¡Eres Grande, Justo!!! ¡¡¡Eres Grande!!! - ¡¡¡Gracias Julieta!!! ¡¡¡Eso me recuerda una frase famosa de tu homónima Juliette Grèco cuando dijo que la lluvia ayuda a todas las plantas a crecer, incluso las venenosas!!! Miré hacia la puerta de entrada al Banco. Tras ella se veía la lluvia caer. Como yo sabía que Justo Grande no era tan culto como daba a entender con aquella frasecita de la francesita Juliette Grèco, estaba seguro de que la compañera Julieta y él tenían preparada de atemano este momento y que lo habían debido de ensayar más de una vez para acertar a representarlo en la ocasión más oportuna y aprendérselo de memoria; pero guardé silencio y no dije nada mientra aquel líder de masas se crecía por momentos y hasta parecía haber entrado en una especie de trance con su consiguiente éxtasis proletario. - ¡¡¡La clase obrera, de la que vosotros y vosotras, queridos compañeros bancarios y queridas compañeroas bancarias sois todo un verdadero ejemplo, es el futuro pilar de nuestra sociedad!!! ¡¡¡Somos invencibles cuando somos camaradas, nos sentimos camaradas y actuamos como camaradas!!! ¡¡¡Uno para todos y todos para uno como dijeron Athos, Porthos, Aramis y D'Artagnan!!! ¡¡Todos estamos y permanecemos unidos por una cadena que nos califica como verdaderos ejemplos de proletarios y proletarias!!! ¡¡¡Nos une y nos hermana la defensa de neustros derechos laborales heredados de a través del trabajo, el esfuerzo, la fatiga y el sacrificio voluntario!!! ¡¡¡Es esa indomable voluntad obrera y proletaria, camaradas bancarios y camaradas bancarias, la que nos hace creer en Carlos Gardel!!! De repente soltó una carcajada el señor Jorge Juan Ramírez antes de corregirle a tiempo. - ¡¡¡Jajajajajá!!! ¿No habrá querido usted decir, estimado señor Grande, Carlos Marx en lugar de Carlos Gardel? Por un momento el gigantesco Justo Grande pareció como un ser perdido entre la niebla. - Esto... perdón... quise decir Carlos Marx... que fue... si no me vuelvo a equivocar de nuevo... un verdadero ejemplo de valor supremo y de libertad... Otra vez surgió en su ayuda la voz proveniente de la parte última del numeroso grupo que estábamos alucinando en el patio de operaciones. - ¡¡¡Justo!!! ¡¡¡Justo!!! ¡¡¡Justo!!! Rápidamente surtió un efecto multiplicador con todos, menos nosotros, emitiendo gritos sin apenas pensar lo que decían. - ¡¡¡Grande!!! ¡¡¡Grande!!! ¡¡¡Grande!!! Por un momento pensé que era ya hora de irme de allí y salir a la calle Alcalá a tomar un poco de aire fresco y de paso, un buen café con leche en donde "La Cubana". Sin embargo, sentía una especie de voz en mi interior que me pedía que siguiera escuchando en completo silencio; me animaba a seguir callado pero firme y en pie. Era una voz que me susurraba la necesidad de estar allí, en medio de toda aquella masa de gente, sin otra cosa más que hacer que limitarme a observar detenidamente todos los detalles y las reacciones que mi mente pudiese recopilar. Onservé a todos los que me rodeaban chillando sin pararse ni a pensar por qué chillaban de aquella manera; después observé a los tres personajes de la balconada: Jorge Juan Ramírez, Justo Grande y Pancho López de una sola pasada. Fue cuando descubrí que Pancho López emepzaba a ponerse muy nervioso y se frotaba las manos como dando a entender que había llegado su momento de gloria y que tenía que intervenir. Pero Justo Grande era mucho más poderoso que Pancho López. - ¡¡¡En base a todo ello, y por todo lo dicho y lo por decir, y sabiendo que la dignidad no la vamos a perder jamás, debemos y tenemos la obligación de responder adecuadamente al reto que nos han lanzado los inhumanos capitalistas!!! De pronto fue bajando el tono de su voz porque sabía muy bien como manejar el ritmo apropiado. - ¡¡Los altos directivos de este Banco se niegan a darnos el aumento de sueldo que todos nos merecemos!! ¡Creen que somos estúpidos! No saben que somos más inteligentes que ellos y no nos van a convencer. ¿Qué hacemos ahora? Fue cuando Pancho López se lanzó al ruedo. - ¡¡¡Huelga!!! ¡¡¡Huelga indefinida!!! ¡¡¡Huelga total!!! Todos los allí reunidos, hombres y mujeres, menos los que ya dudábamos que aquello fuera a terminar bien para nuestros intereses salariales, volvieron a aplaudir, ahora más rabisoamente que nunca, y comenzaron a aclamar a López. - ¡¡¡Pancho!!! ¡¡¡Pancho!!! ¡¡¡Pancho!!! ¿Era todo aquello verdadero o estaba todo hábilmente programado de antemano? Yo seguía pensando pero sin respirar. Llené mis pulmones de aire, lo fui soltando poco a poco pro la boca, saqué un "celtas" y empecé a fumar lo mismo que ya estaban haciendo muchos de los compañeros y las compañeras de trabajo. Los clientes que se habían atrevido a seguir con sumo interés todo lo que estaba sucediendo seguían sin salir de su asombro. Justo Grande reaccionó repentinamente con voz muy mesurada buscando ser convincente en sus razonamientos. - ¡Compañeros y compañeras! ¡Todos conocemos muy bien a Pancho López y su buena voluntad por hacer la cosas lo mejor posible, pero todos sabemos también muy bien que es bastante nervioso cuando las circunstancias se opone a nuestros sueños! ¡Ya lo dijo con total claridad José Ortega y Gasset cuando afirmo lo de yo soy yo y mis circunstancias! ¡Hay que tener siempre en cuenta a la circunstancias! ¿Huelga? ¿De verdad todos vosotros y todas vosotras deseáis que vayamos a una huelga indefinida? ¿Todos vosotros y todas vosotras estías dispuestos y decididos, sin ninguna clase de duda, a llevar a cabo una huelga total? Pero ahora el del éxtais proletario era Pancho López. - ¡¡¡Huelga!!! ¡¡¡Huelga idnefinida!!! ¡¡¡Huelga total!!! Todos y todas, menos nosotros, volvieron a aplaudir produciendo un ensordecedor ruido mientras vovlieron a gritar. - ¡¡¡Pancho!!! ¡¡¡Pancho!!! ¡¡¡Pancho!!! Estaba yo intentando descubrir hasta dónde era todo aquello verdad y hasta dónde era todo aquello una actuación teatral de Justo Grande y Pancho López que tanta deslumbraban a sus seguidores y, sobre todo, a sus seguidoras, cuando de repente todo volvió a dar otro giro imprevisto. - ¡¡Soy el Señor Jorge Juan Ramírez y tengo algo muy importante que decirle a todos ustedes!! Una voz agaurdentosa, de borracho, se elevó desde la multitud. - ¿Tú eres un señor? ¡¡¡Tú no eres más que un mierda vendido al gran capital!!! - ¿Quién ha sido ese desdichado? Justo Grande vio el momento más oportuno para volver a tomar las riendas de todas las expectativas mientras se alzaba su figura de padre protector no descubriendo a Miguel Tabas. - ¡¡¡Jamás nos vamos a traicionar los unos a los otros, Señor Ramírez!!! ¡¡¡Que nadie sea un soplón entre nosotros mismos!!! ¡¡¡Que nadie delate al valiente y lúcido compañero que ha dicho tan grande verdad!!! ¡¡¡En estos momentos somos todos a una porque somos todos Fuente Ovejuna!!! - ¿De verdad cree usted, Señor Grande, en eso de que ahora son todos ustedes a una porque son Fuente Ovejuna? ¡La inmensa mayoría de toda esa gentuza no sabe ni tan siquiera que es una obra de teatro escrita por López De la Vega! - ¡¡¡Tampoco uted Señor Mierda, quise decir Ramírez, debe saber mucho de Fuente Ovejuna porque desconoce que su autor no fue López De la Vega sino Lope de Vega!!! - Esto... bueno... espero que todos y todas comprendan que yo también soy un ser humano... y me puedo equivocar porque soy un ser humano... Una enorme multitud de silbidos y abucheos, con los consiguientes improperios e insultos, atronaron en toda el patio de operaciones. Caundo los silbidos y los abucheos, jutno con los improperios y los insultos, terminaron de resonar, el Señor Ramírez estaba completamente enrojecido de ira y de vergüenza. - ¡¡¡Tengo algo muy importante que decirle a todos ustedes!!! ¡¡¡No hagan más estupideces y sean razonables!!! Justo Grande se deicidió por intervenir una vez más. - ¡¡¡Compañeros y compañeras!!! ¡¡¡Escuchemos qué es lo que tiene que proponernos este ganapán que tiene más de ladrón que de conquistador de corazones femeninos sólo porque nada en la abundancia monetaria pero que ya sabemos todos que en vez de ligar lo que hace es lijar y todos entedemos los que quiere decir lijar en lugar de ligar!!! Resonaron las carcajadas y yo no pude contener las mías. - ¡¡¡Jajajajajá!!! ¡¡¡Jajajajajá!!! ¡¡¡Jajajajajá!!! - ¡¡¡Un momento, por favor, compañeros y compañeras!!! ¿No veis que es un simple niño pijo nada más de eso que todavía les tienen que atar sus mamás los cordones de los zapatos porque no sirven ni para eso? ¡¡¡Dejemos que nos diga lo que nos tiene que decir no se nos vaya a poner a llorar a pañuelo libre!!! - ¡¡¡Es usted un majadero, Señor Grande!!! ¡¡¡Y todos ustedes solamente son unos chupatintas como les llamamos nosotros a ustedes al servicio de unos chupasangres como nos llaman ustedes a nosotros!!! ¡¡¡Deben saber que la Dirección de este Banco, que les da de comer y si no fuese por eso todos ustedes sólo serían unos muertos de hambre, me ha nombrado como la persona más idónea y responsabel para atender a todas sus peticiones, mas viendo como se han puesto las cosas y su impertinente e insultante comportamiento para mi persona, deben saber, y el que avisa no es un traidor como ustedes me llaman porque son necios e ignorantes, que voy a informar a mis superiores que retiren la oferta que habíamos prmetido cumplir y ya que no saben agradecer mis esfuerzos, voy a pedir a a mis superiores que no les aumenten ni un sólo céntimo este año y todos los años que decidan mis superiores que sea yo el intelocutor entre ellos y todos ustedes, gentuza!!! ¡¡¡Eso para que aprendan a no morder la mano del amo que les da de comer!!! La angustia se apoderó de todos los allí reunidos. La angustia y el desconcierto. Justo Grande no podía peder aquella batalla de aquella manera tan aplastante. - ¡¡¡Compañeros todos!!! ¡¡¡Compañeras todad!!! ¡¡¡Unidad, unidad y unidad!!! ¡¡¡La unión hace la fuerza!! ¡¡¡Nosotros vasmos a demostrar que somos Fuente Ovejuna a este paleto, vestido de títere desde su cabeza a sus pies, que confunde a Lope de Vega con López De la Vega!!! ¡¡¡No vamos a volver a nuestros puestos de trabajo hasta que la Dirección General acepte nuestras propuestas!!! - ¿Pero de verdad sigue usted empeñado en creer que son Fuente Ovejuna? - ¡¡¡Todos a una, Señor Mierda, todos a una!!! ¡¡¡Usted conoce muy poco lo que es la dignidad de los bancarios y de las bancarias de este país quizás porque es usted demasiado afrancesado por no decir algo más exacto, Señor Pimpinela Escarlata!!! - ¿Cree usted que yo hablo solamente para asustar un poco y nada más? - ¡¡¡Eso es lo que creo!!! Yo sabía que Justo Grande había echado el órdago al juego y ahora le tocaba a Jorge Juan Ramírez aceptarlo o no aceptarlo. - ¡¡¡Tengo que decirle a todos ustedes, dignísimos bancarios y dignísimas bancarias, ejemplo de laboriosidad de todo nuestro país y parte del extranjero, que tienen solamente cinco minutos, ni un segundo menos ni un segundo más, para que estén todos ustedes ya en sus peustos de trabajo y empezando a trabajar o, en caso contrario, señores y señoras unidos hasta que la muerte les separe de lo valiente que son todos juntos, empezará el baile de despidos y traslados a lugares de muy larga distancia, elegidos por sorteo y nada más que por sorteo a ver a quienes les toca la suerte de quedarse en el paro o de irse a la otra punta de la península por la tan inteligente decisión de no querer trabajar!!! La bomba de relojería acababa de estallar. Miré mi reloj. Eran las 11 de la mañana y, de repente, como si el disparo de un cañón hubiese atronado en medio del patio de operaciones, todos y todas, absolutamente todos y todas y yo también por supuesto, d¡corrimos desesperadamente sin importar sabe si nos atroepállabamos unos a otros o a otras, hacia neustros puestos de trabajo. No era cuestión de tardar ni un solo segundo poder llegar a tiempo. Lo más impotante y lo único importante era llegar a tiempo. Corríamos sin importarnos para nada perder nuestra dignidad con tal de no perder nuestros puestos de trabajo o ser trasladados tal vez, y por poner un ejemplo, a algún lejano y escondido pueblo de Teruel. La cuestión era no perder ni un solo segundo y lo que todos pensamos que era más rápido era no subir por las escaleras donde ya se estaban pisoteandlo algunos con otros y la mayoría de aquella avalancha de bancarios y bancarias, a manera de estampida de búfalos nos dirigimos hacia el ascensor.
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