Dídimo no es Dídima (Cultura)
Publicado en Oct 17, 2016
Con todo nuestro conocimiento cultural vamos a demostrar que Dídimo no es Dídima. En cuanto a Dídimo he aquí un resumen de lo mucho que sabemos.
Dídimo el Músico (en griego "Didymos ho mousikos") fue un teórico de la música de Roma de finales del siglo I aantes de Jesucristo o de principios del siglo I después de Jesucristo. Anteriormente se creía que era la misma persona que el gramático y lexicógrafo alejandrino Didymus Chalcenterus, porque Ptolomeo y Porfirio se referían a él como Didymus ho mousikos (el músico), los estudiosos clásicos ahora creen que este Dídimo fue un gramático y el músico más joven que trabaja en Roma en la época de Nerón. Según Andrew Barker, su intención era recuperar y producir interpretaciones contemporáneas de la música de la antigüedad griega. La coma sintónica es un intervalo de razón 81/80 que a veces se denomina la «coma de Didymus» por él. Dídimo combinó elementos de los enfoques teóricos previos con una apreciación del aspecto de la interpretación. Fragmentos de su obra sobreviven a través de las obras de Porfirio y Claudio Ptolomeo, los cuales citan a Dídimo como una autoridad de primer orden. Entre sus obras estaba"Sobre la diferencia entre los Aristoxénicos y los Pitagóricos". Dídimo de Alejandría (en latín, "Didymus Chalcenterus y en griego, "Didymos chalkenteros" que significa «Dídimo tripas de bronce»), nació hacia el año 63 antes de Jesucristo y murió en el año 10 después de Jesucristo y fue un erudito y gramático griego helenístico. Este sabio alejandrino, de prolífica producción, floreció en la época de Cicerón y Octavio Augusto. Para él, todas las características de la gramática griega podían encontrarse fácilmente en el latín. Siguió el sistema estoico de las clases de palabras, en el que el artículo y los pronombres personales iban en una sola clase gramatical, por lo que no le extrañó la falta de la forma correspondiente al artículo griego en la clasificación que hizo del latín. Perteneció a la escuela fundada por Aristarco de Samotracia en Alejandría, en la que también enseñó. Apodado "Chalkenteros" ("Tripas de bronce") y Bibliolathas ("Olvidalibros"), éste último por las contradicciones ocasionales debidas a los olvidos de lo que había dicho en obras anteriores. Su importancia para la historia de la literatura reside principalmente en la compilación que realizó de las obras críticas y exegéticas de eruditos anteriores. Más que un investigador original, fue un editor de temas misceláneos y un trasmisor de conocimientos que, de no ser por él, se hubieran perdido. Algunos escritores posteriores lo criticaron, por ejemplo, Harpocratión. Erudito infatigable y de grandes conocimientos, se dice que escribió entre 3.500 y 4.000 obras. Realizó un estudio de la recensión que hizo Aristarco del texto homérico, comparando distintas copias y analizando los comentarios y tratados especializados de aquél. Sus conclusiones, Demóstenes, Hipérides y Dinarco. Gran parte del material más antiguo que aparece entre los escolios sobre Píndaro, Sófocles, Eurípides y Aristófanes proviene en último término de Dídimo. En lo relativo a la Lexicografía escribió "Léxeis tragikaí" ("Expresiones trágicas") y "Léxeis kómikaí" ("Expresiones cómicas"). Ambas colecciones se convirtieron en fuente de gran valor para los escoliastas, por ejemplo, Hesiquio de Alejandría. Otras de sus obras como "Sobre expresiones corruptas", "Sobre expresiones de significado dudoso", "Expresiones metafóricas" y "Sobre los proverbios", son fuentes principales de las obras de los paremiógrafos que han llegado a nuestras manos.En lo referente a la Gramática escribió "Sobre ortografía", "Sobre la analogía entre los romanos" y "Sobre la flexión". En Literatura y antigüedades destacó con sus obras "Sobre los poetas líricos", "Xéné historia (sobre mitos y leyendas), Micelánea de poemas simposiacos ("Symmikta symposiaka"), "Sobre los axones de Solón", obras sobre la muerte de Eneas, cobre el lugar de nacimiento de Homero, etcétera, y una polémica contra Cicerón ("República"), que fue contestada por Suetonio. Aunque esta última quizá perteneciera a su homónimo Claudio Dídimo. Dídimos el Ciego, fue un escritor eclesiástico del siglo IV, jefe de la escuela catequética de Alejandría y, no obstante su ceguera, guía doctrinal y espiritual de mucho renombre. Nació hacia el año 313 en Alejandría y murió hacia 398. A la edad de cuatro o cinco años quedó ciego para toda su vida, pese a lo cual sobresalió como uno de los hombres más eruditos de su tiempo. Rufino de Aquilea describe lo que fue su dura vida de trabajo diciendo que: entremezclaba la oración con el estudio y el trabajo y se dedicaba durante noches ininterrumpidas no a leer, sino a oír, para que, lo que a otros les era proporcionado mediante la vista, le fuese a él mediante el oído. Y como suele suceder que después de un trabajo de estudio llega el sueño a los que leen, Dídimo, en cambio, aprovechaba dicho silencio no para el descanso o desocupación, sino que, como una especie de animal rumiante, consideraba de nuevo el alimento recibido y lo que había llegado a conocer mediante una ligera lectura hecha por otros, lo retenía de tal modo en su memoria y en su mente que parecía que no sólo había escuchado todo lo leído, sino, más bien, que lo había grabado en las páginas de su mente. De este modo, en breve espacio de tiempo, alcanzó tal acervo de ciencia y erudición que llegó a ser doctor de la escuela eclesiástica (de Rufino: "Historia Ecclesiastica"). Dídimo residió siempre en Alejandría, de cuya Escuela fue presidente a petición de Atanasio. Cuenta entre sus alumnos de más renombre a Rufino y a san Jerónimo. Durante el medio siglo que estuvo al frente de la Escuela, hizo revivir la ideología de Orígenes procurando explicar las frases de doble sentido y corregirle en otras ocasiones. A pesar de ser ferviente entusiasta de la doctrina de Nicea, no fue objeto de persecución por parte de los arrianos. Existe una doble opinión en lo que a su estado de vida se refiere: la de los que afirman que Dídimo quedó siempre seglar, casado y padre de familia, basados en el "De Trinitate" y la que sostiene que vivió una vida casi eremítica, retirado a las puertas de Alejandría con otros numerosos anacoretas. En su vida de soledad contó con las visitas de Paladio y de San Antonio Abad. Murió a la edad de 85 años. El origenismo de Dídimo, que le llevó a defender el "De Principiis" de Orígenes como totalmente ortodoxo, fue la causa que empañó su fama después de su muerte. La Iglesia lo anatematizó en el quinto Concilio ecuménico, II de Constantinopla (553), por defender, como Orígenes, la preexistencia de las almas y la Apocatástasis. Grande fue la producción literaria de Dídimo, tanto en el campo exegético como en el dogmático. Muchas de ellas desaparecieron a raíz de la condenación como origenista, otras están atribuidas a escritor distinto y de la mayor parte sólo se conservan fragmentos. La llamada "cadena de Nicéforo" y algunos de los papiros descubiertos en Toura (Egipto) contienen fragmentos de interpretación de Dídimo al Génesis; la misma cadena de Nicéforo contiene algunos fragmentos sobre el Éxodo. San Jerónimo atribuye a Dídimo un comentario a Isaías 40-66 y que constaba de dieciocho volúmenes. Quedan fragmentos de esta obra en el florilegio de Leoncio y de Juan y en los "Sacra Parallela". Existen asimismo cuatro fragmentos sobre Jeremías y dos sobre Daniel 2,34. Dídimo compuso un comentario en cinco libros al libro de Zacarías y otro al profeta Oseas. El mismo San Jerónimo afirma que Dídimo comentó el libro de Job. Casiodoro afirmaque Dídimo comentó el libro de los Proverbios, de lo que sólo se conservan fragmentos. Se conservan igualmente algunos fragmentos sobre el Eclesiastés y uno tan sólo al Cantar de los Cantares. Asimismo se tiene noticia por San Jerónimo de que comentó el libro de los Salmos, del que se conservan numerosos pasajes. De sus comentarios al Nuevo Testamento se han conservado: unos fragmentos de Mateo y del de Juan. También se conservan parcialmente los fragmentos del comentario de Dídimo a los Hechos de los Apóstoles. Existe un fragmento sobre Romanos 7,20 que según Karl Staab más que comentario propiamente tal, pertenece probablemente a su tratado contra los maniqueos. Solamente quedaba un fragmento del comentario de Dídimo a 1 Corintios hasta que Staab publicó 38 fragmentos más; los fragmentos de su comentario a 2 Corintios están en el Códice Vaticano 762. San Jerónimo, en el prólogo a su comentario a los Gálatas, nombra a Dídimo como uno de los autores que ha seguido; Dídimo comentó también la Carta a los Efesios de la que no existe un solo fragmento. Finalmente, se tiene noticia por Casiodoro de que Dídimo compuso una "Expositio septem canonicarum epìstolarum" y que traducida al latín por Epifanio el Escolástico ha llegado hasta hoy; el original, en cambio, se conserva muy fragmentariamente. El original griego del libro "De Spiritu Sancto" se ha perdido, quedando solamente la versión latina hecha por San Jerónimo. Se ha fijado como fecha de su composición entre el 355-358; en cambio, los tres libros sobre la Trinidad (hacia 381-392) se han conservado; en el primero trata del Hijo y, en el segundo, del Espíritu Santo; el tercero lo dedica a discutir los textos bíblicos en los que eunomianos y pneumatómacos basaban sus conclusiones. Su libro"Contra Manichaeos" del que nos da razón San Juan Damasceno se conserva en griego. El libro "De dogmatibus et contra Arrianos", mencionado por San Jerónimo, se identifica hoy con el libro IV y V agregado por muchos manuscritos al "Contra Eunomium" de San Basilio. El original parece que fue escrito en 392. San Juan Damasceno hace referencias al "Ad Philosophum" y "De incorporeo" de las que cita unos pasajes en su"Sacra Parallela". Según San Jerónimo[31] Dídimo escribió una obra sobre la muerte de los niños. Finalmente, E. Stolz atribuye a Dídimo los siete diálogos "De Trinitate" que se habían conservado previamente otorgándoselos a Atanasio, Máximo el Confesor y otros. En el sentir de Günthór, solamente Dídimo pudo haberlos escrito. Nada queda de su obra escrita en defensa de Orígenes de la que se tiene noticia tan sólo por el testimonio de Sócrates. Hay que reconocer que Dídimo es hijo de su tiempo y que su enseñanza, por tanto, se centra en torno a lo que fue tema del entonces: Trinidad, Cristo y Espíritu Santo. Recalca la unidad de sustancia en la Trinidad deduciendo de ella la unidad, de operación común a las tres divinas personas; otras veces, en cambio, argumenta de modo inverso deduciendo de la unidad de operación la única sustancia común a las personas trinitarias. Usa los términos "ousía" y "fisis" para indicar la sustancia concreta y, en cambio, para indicar las personas emplea "Hypóstasis" y "prósopon". En la Trinidad todo es idéntico excepto en lo que median las relaciones personales; así, lo propio del Padre es ser padre, o lo que es lo mismo, engendrar; lo propio del Hijo y del Espíritu Santo es proceder; el Hijo solamente del Padre y por vía de generación, el Espíritu Santo, en cambio, del Padre y del Hijo y por espiración, "ekpóreusis". En lo que respecta a Cristología, Dídimo trata explícitamente del alma humana de Cristo con ocasión de la herejía arriana. Señala entre los errores de Arrio el principio que admite que Cristo "es ápsijos" (sin alma) llegando a constatar una oposición entre éstos y los maniqueos; mientras que para éstos Cristo tuvo cuerpo sólo en apariencia (docetismo), los arrianos piensan que tuvo su cuerpo, pero privado de alma humana. Para Dídimo supone un error grave el profesar una encarnación de Cristo desprovista de alma humana. Para demostrar su existencia usa como argumento las palabras de Cristo: "mi alma está trsite" y aquellas otras como "Padre en tus manos encomiendo mi espíritu", aunque estas últimas bajo forma hipotética. Son para Dídimo argumento de la existencia del alma humana de Cristo todos los pasajes de su vida en los que manifestó temor y necesidad de dormir, comer y beber. No hay duda que enseña la existencia de dos naturalezas en Cristo así como la unidad de persona del Hombre-Dios y por ello resulta que la Virgen es "Theotokos". Respecto al Espíritu Santo, para Dídimo este no cae en el ámbito de la criatura, sino, más bien es Dios. Así como el Hijo es"homousios" con el Padre, del mismo modo, el Espíritu Santo es consustancial con el Padre y el Hijo. Si el Espíritu Santo fue criatura, Cristo, que es increado, no hubiera sido ungido por Él. Está presente en el alejandrino la doctrina de Orígenes sobre la apocatástasis o restauración universal de todas las cosas a su primitivo ser. En cuanto a Flavio Dídimo sólo sabemos que fue de la familia del emperador Teodosio I el Grande a principios del siglo V después de Jesucristo. Pero relacionado con él y con la época en que vivió podemos afirmar que no es la primera obra que Margarita Torres dedica, desde la perspectiva de la creación literaria, al pasado histórico. Lo hizo con brillantez evocando la vida de Enrique IV y lo hace ahora en un proyecto literario ambicioso, tanto por la trama de la obra como por los personajes que la protagonizan y los escenarios en los que la acción se desarrolla: desde Partia hasta Iria Flavia, uniendo así mitos y sucesos históricos relevantes. No falta la referencia al misterioso mundo de los Evangelios, a través de José de Arimatea y de Tamar, personaje este último esencial en el desenlace de la obra. Las turbulencias históricas del declive del Imperio Romano y la fuerza de un cristianismo emergente (que esconde enigmas sin desvelar y que convive con los seguidores de Mitra) sirven de referencia espacial a personajes de variada condición humana. Desde ilustres políticos romanos como el emperador Valentiniano o su gran amigo Flavio Teodosio, «Conde de las Hispanias», hasta criaturas humildes, cuya vida y sentimientos son tratados con delicada sutileza. A ningún lector de novela histórica le pasa desapercibida la relación entre la obra de Margarita Torres y "Juliano El Apóstata", de Gore Vidal, cuyo desenlace es, cronológicamente, el punto de partida de "La profecía de Jerusalén". Desde el Extremo Oriente hasta el «Finis Terrae» (bella síntesis de los Caminos de las Estrellas, el cristiano y el pagano) el espacio se convierte en marco, psicológico muchas veces, de todo tipo de actitudes humanas. Desde las ambiciones imperiales hasta el ambiente familiar de Flavio Teodosio en su finca de La Olmeda. Él es uno de los adalides testimoniales del pueblo romano. Uno de los más comprometidos con los objetivos del imperio, pero sobre todo con los avatares surgidos en el plano esotérico de la novela. Estamos ante las implicaciones sociales, políticas y religiosas que comporta la «profecía de Jerusalén». Sus claves plantean una misteriosa relación con José de Arimatea y, especialmente, con el personaje de «Tamar la Sara, la princesa más ilustre de la estirpe de David». Flavio Teodosio, Máximo, Dídimo y Prisciliano acabarán subordinando sus actividades militares y religiosas a la búsqueda de las claves de ese tesoro procedente del templo de Salomón. Es innecesario advertir que se trata de un objetivo que hallará preciso cumplimiento en el desenlace, pero el lector debe recorrer con atención y sosiego estas páginas para disfrutar de su atractivo. En ellas alcanzan una excelsa condición determinados paisajes leoneses (como Legione, Asturica o el Teleno) y galaicos, como Iria Flavia, fuente de una reinterpretación novedosa y muy atractiva del Camino Jacobeo. Cumplidos los objetivos míticos, a Flavio Teodosio sólo le queda testimoniar su egregia condición a través de las palabras con las que entrega el relevo militar, y sobre todo humano, a «Teodosio el joven», su hijo: «Aprende a perdonarte siempre y ocurra lo que ocurra en el futuro, no tengas miedo». Culmina así una obra densa, ambiciosa, estructurada en múltiples estratos y parcelas humanos. Es en ello donde el lector descubrirá la paradoja de un mundo social decrépito e inane, vivificado por un ambiente religioso que renace con fuerza espiritual inesperada. A continuación y dando a conocer solamente lo más importante sin profundizar en demasiados aspectos, esto es lo más esencial que sabemos sobre Dídima y que es lo que la diferencia de cualaquier Dídimo: Dídima es una antigua ciudad de Asia Menor, famosa por su santuario oracular de Apolo. Sus restos se encuentran cerca de la moderna Didim (en Anatolia, Turquía). El templo helenístico de Apolo tiene un tamaño de (118 metros x 60 metros) que no se puede comparar, en Jonia, más que con el Hereo de Samos y con el templo de Artemisa de Éfeso. Se encuentra entre los grandes edificios de la Antigüedad mejor conservados. El asentamiento de Dídima está muy ligado al de Mileto, ubicado a una distancia de unos 15 kilómetros al norte. El acceso ordinario era por mar; en el siglo VI antes de Jesucristo, una"vía sagrada", utilizada por los peregrinos y las procesiones conectaba el puerto de Mileto con el santuario de Apolo. Los autores griegos y romanos se referían a Dídima aludiendo a que tenía dos templos gemelos o dos templos de los dos gemelos, Apolo y Artemisa. Por otra parte, Wilamowitz sugiere una conexión entre Cibeles Dindimenia y "Cibeles del Monte Dídimo". El origen del nombre es controvertido, a pesar de su aparente claridad. Los griegos sólo podían asociarlo a los gemelos (en griego, "Didymoi") Apolo y Artemisa, pero no es imposible que el nombre se remonte a una forma más o menos similar del período cario anterior. Además de Dídima, el lugar también era designado en la Antigüedad con el topónimo alternativo de"Bránquidas". La primera fuente que alude al templo y oráculo de Dídima parece ser el "Himno Homérico a Apolo, donde se cita, sin embargo, a Mileto como uno de los lugares donde imperaba Apolo. Heródoto y Pausanias indican que los jonios llegaron a Dídima durante el primer milenio antes de Jesucristo y asimilaron un culto y un santuario ya existentes, algo que la arqueología no ha podido confirmar. La leyenda cuenta que en este lugar del oráculo, Leto habría concebido de Zeus a su hijo Apolo. Más tarde, Apolo se habría enamorado de un pastor local llamado Branco, y le habría dado el don de la clarividencia. Es de este ancestro pastor del que recibían el nombre los Bránquidas, clan de sacerdotes de Apolo Didimeo y de donantes que ejercieron la autoridad sobre el santuario desde las Guerras Médicas hasta la época helenística. Posteriormente, los sacerdotes eran elegidos entre las familias de mayor rango de Mileto. El oráculo fue muy famoso en el siglo VII antes de Jesucristo en todo el mundo griego y más allá: Heródoto informa de valiosas ofrendas que procedían del faraón Necao II y de Creso, rey de Lidia. También informa que después del fracaso de la revuelta jónica y la caída de Mileto en el 494 antes de Jesucristo, el rey persa Darío I saqueó y quemó el templo y el oráculo de Dídima. Estrabón y Pausanias nos han informado de que Jerjes I destruyó el santuario de Dídima después de su derrota en Platea en el 479 antes de Jesucristo. Los Bránquidas habrían entregado entonces al rey persa los tesoros del templo y huyeron con él. Las excavaciones arqueológicas no han localizado ningún rastro de fuego en estas dos fechas. El oráculo de Dídima fue el más renombrado del periodo helenístico. Durante el último tercio del siglo IV antes de Jesucristo, el santuario quedó bajo el control directo de la ciudad de Mileto, quien inició la reconstrucción del templo de Apolo, y enviaba funcionarios cada año como sacerdotes y servidores del oráculo. La estatua de bronce de Apolo, que había sido entregada por los Bránquidas a Jerjes fue restituida al templo por Seleuco. En la época romana, Trajano hizo reparar la Vía Sacra y el área del santuario, mientras que el emperador Adriano hizo construir allí el mismo oráculo. El culto terminó en el siglo IV, y Dídima pasó a ser una diócesis. El santuario fue dañado por terremotos en los siglos VII y XV; este último provocó el abandono de la colonia, que volvió a estar habitada en el siglo XVIII. Desde entonces, el santuario se convirtió en lugar de estudios arqueológicos, por equipos de franceses, ingleses y alemanes. Varias partes del templo se conservan en el Museo del Louvre, el Museo Británico y el Museo de Pérgamo de Berlín. El templo helenístico tenía dos antecesores en el periodo arcaico: uno en torno al 700 antes de Jesucristo y el segundo en el siglo VI antes de Jesucristo, ya rodeados con pórticos sustentados en columnas. Había una estatua de Apolo que había sido hecha por Cánaco de Sición. El templo arcaico es poco conocido, ya que se encuentra enterrado bajo el edificio helenístico. Todavía quedan algunos restos, visibles en el patio. La construcción del gran templo helenístico que puede verse hoy en día debió comenzarse hacia el año 330 antes de Jesucristo, después de la visita de Alejandro Magno en el año 334 antes de Jesucristo y la incorporación del santuario a la ciudad de Mileto. Los planos fueron ejecutados por los arquitectos Dafnis de Mileto y Peonio de Éfeso, este último uno de los arquitectos más famosos de su tiempo. El templo, flanqueado por dos pórticos hipóstilos, presenta 10 x 21 columnas exteriores y 8 x 19 columnas interiores. El estilóbato (sub-basamento del templo) tiene 51 metros x 109 metros. Había un total de 120 columnas jónicas, enormes, con una altura de 19,70 metros. El arquitrabe estaba decorado enteramente con motivos tallados de plantas, leones y cabezas de gorgonas, una de las cuales es visible todavía en el suelo cerca de la entrada. Esta máscara de Gorgona, destinada a aterrorizar a los enemigos de Apolo, está estilizada para ser vista desde una gran distancia y permitir el juego de sombras y luces. Así, esta máscara tiene una consideración estética, que poco a poco va a suplantar la función de simple protección, y que se volverá a encontrar en los mascarones del Renacimiento italiano. La galería periférica se encuentra sobre un pedestal o sub-basamento con siete peldaños. Su entrada está ubicada hacia el este y se accede a través de una escalera de 14 escalones. Desde ahí, se llega, después de pasar por la galería, al "prodomos" dodecástilo (de 4 x 3 columnas). En lugar de una puerta de cella, aquí hay un portal de más de 14 metros de altura con un umbral de aproximadamente 1,5 metros de altura, que por lo tanto era infranqueable. Dentro del templo, al lado del portal se abren dos túneles abovedados que son el único acceso al patio interior. En el interior del templo hay un patio, llamado por las inscripciones el ádyton. En la parte occidental del patio están los cimientos de un edificio de 14,23 metros × 8,24 metros, que servía de protección a una fuente de agua dulce. La importancia de esta fuente es grande debido a que el santuario está situado en una meseta de piedra caliza de aguas duras. En el lado este del patio, entre las dos galerías del túnel, una escalera de 24 escalones lleva a una pared con tres puertas ("Trythyron"). Este muro tiene dos pilastras corintias y forman en el patio una fachada arquitectónica. Detrás de ella hay una sala con dos escaleras opuestas, así como el "Gran Portal". Una vez más, los umbrales de 50 centímetros de altos no se podían franquear sin ayuda. Los edificios con escaleras eran llamados "labyrinthoi". Toda esta construcción fue diseñada claramente para el culto. Sobre la utilidad y función de estos elementos arquitectónicos, solamente se pueden hacer suposiciones. A pesar de seis siglos de trabajo, el templo nunca fue terminado. Estrabón cuenta que el templo, debido a su tamaño, no estaba cubierto por lo que es un santuario hipetro. De hecho, las zonas del "prodomos" y de las galerías exteriores nunca tuvieron un techo, y se constata que el último arreglo de las paredes nunca fue llevado a efecto. En 1979 L. Haselsberger descubrió unos dibujos de la construcción que consisten en planos del emplazamiento de las columnas, las estructuras y otros elementos arquitectónicos. Aparecen grabados en las paredes grandes dibujos elaborados con regla y compás en superficies de hasta 25 metros, con precisión milimétrica. Dídima fue, con Delfos, Dodona y Claros, uno de los oráculos griegos más importantes. Se desconoce el ritual completo de las profecías pero lo que es seguro es que, en su forma final, se formulaban en verso por los sacerdotes. El santuario prosperó hasta finales del siglo I al II. Al sureste del templo se encuentra el estadio, en el que se organizaban competiciones, desde alrededor del año 200 antes de Jesucristo. Las gradas del estilóbato, al sureste del templo, sirvieron de asientos para los espectadores. En el año 2010 se encontraron unos restos arqueológicos que pertenecen a un antiguo teatro. Las excavaciones del equipo alemán de arqueólogos dirigidos por Helga Bumke investigan desde 2012 los restos de los cimientos de un santuario helenístico que podría ser el dedicado a Artemisa.
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