La noche de los muñecos (Cuento en Poesía)
Publicado en Oct 20, 2016
¡Blancos patitos lindos!
¡Blancos patos de algodón! Quien pudiera haber vivido en vuestro pequeño rincón. Que proteste el sufrido Pato Donald tan gruñón, el que ha sobrevivido dando siempre un empellón. Jaimito, Jorgito y Juanito a su pariente ricachón, el llamado Tío Gilito, le han comido su lechón. Pato Donald, enfadado, está con ellos resentido, se encuentra malhumorado mientras Daisy hace cocido. Despierta ya, Cenicienta, le avisa la Bella Durmiente. ¡Estate ya muy atenta que se acerca el Valiente! Es el Príncipe soñado acudiendo a la llamada pues ya está avisado que vive su enamorada. El soldadito de plomo desfila de lado a lado y, por su grande aplomo, Blancanieves ha despertado. Por una ventana abierta Peter Pan se ha metido y ya está bien despierta la Wendy que le ha creído. Campanita está dispuesta a servir de despertador y, cual siempre, predispuesta sus alas son resplandor. Duerme como un lirón Goofy junto a Garbancito y Mickey, el buen ratón, se levanta despacito. Ríe Mudito el enano y toma aceite de ricino. Dixie y Pixie, de la mano, van en busca de tocino. Ya se siente muy humano el lobo de Caperucita que le da comida en la mano mientras un verso recita. ¡De nuevo la letanía de reproches al curioso! Dicen que es fantasía lo que cuenta el mentiroso. ¡Alicia, pequeña Alicia, no seas dura con Pinocho! Él lo hace sin malicia pues no distingue entre 7 u 8. Grillito le recomienda que nunca deje de soñar y Pinocho se encomienda aprendiendo a razonar. El conejito muy blanco quiere encender un pitillo y se ha ido al estanco allá junto al mercadillo. La estanquera es la abuela que busca ganar el sustento para criar a Caperucita y que no le falte alimento. Pluto ya está jugando con una pelota de lana y a la vez se está duchando dentro de la palangana. Pocahontas está contenta porque Bambi le ha contado que ya no está a la venta ni su casa ni el ganado. Por eso toda la indiada despierta para celebrarlo y declaran anunciada una fiesta en Mobtecarlo. Los vaqueros del duro Oeste la tregua han confirmado y ni siquiera una peste va a cambiar lo firmado. El Séptimo de Caballería está desfilando, marciales, y aunque Garfio se les ría no le importan sus modales. El pirata se ha vuelto loco porque no existe un botín y se calla poco a poco pues se acabó su festín. La Luna está alumbrando el rostro de Pulgarcito que se lo pasa jugando con un pequeño trencito. Gretel da de comer a una muñeca de trapo y Hansel empieza a ver a la bruja del harapo. ¡Ya viene la bruja Grimilda! Y todos, bien asustados, hacen rápida su huída al cajón muy bien guardados. Los patitos, en la algarada, a Donald le han enfadado, pues a la cama acolchada una pata le han cortado. ¡Blancos patitos lindos! ¡Blancos patos de algodón! Quien pudiera haber vivido en vuestro pequeño rincón. Que proteste el sufrido Pato Donald tan gruñón, el que ha sobrevivido dando siempre un empellón.
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