5.-Bebida con sabor a leche manchada.
 
¿Beber para olvidar? ¿Convertirse en un borracho para no recordar? Son dos gravísimos errores porque da la casualidad, científicamente demostrado, que al beber alcohol no olvidamos absolutamente nuestros problemas y no sólo no los olvidamos sino que los recordamos con mucha mayor fuerza y nos sentimos, cuanto más nos alcoholizamos, en seres cada vez más desgraciados. Se dice que el güisqui sirve para liberar. Sin embargo, la realidad demuestra que el güisqui es una bebida (como el resto de las altamente alcohólicas) con sabor a leche manchada. Sí. Es exacto. Leche manchada de sabores agrios. ¿Podemos entender esta expresión literaria? Por supuesto que sí. Quiero decir que los borrachos son seres que no aportan nada más que acidez existencial a la vida de quienes tienen que soportarlos. Y es cierto y notorio que la acidez siempre produce molestias tanto en el cuerpo físico como en el alma humana.
 
Muchos escritores y bastantes escritoras han llegado a alcanzar el éxito debido a que han escrito sus obras más famosas bajo los negativos efectos del alcohol. Por supuesto que dichas obras, por muy famosas que sean, no tienen ni un solo gramo de verdadero valor sino muchos gramos de infelicidad. Es por eso por lo que el escritor Raymond Carver fue totalmente sincero y verdadero cuando llegó a reconocer lo siguiente: "Nunca escribí una frase que valiese la pena mientras estaba bajo la influencia del alcohol". Para quienes no lo sepan he de aclarar que Raymond Clevie Carver fue un escritor estadounidense nacido en 1938 adscrito al llamado realismo sucio. Pero se mostró totalmente honesto, antes de morir en 1988 y a la edad de tan sólo 50 años, cuando descubrió, ante el mundo entero, la verdad que tanto le atormentaba y que tanto atormenta a quienes necesitan el alcohol para sentarse ante unas hojas de papel y empezar a escribir. Realismo sucio. Solamente realismo sucio con sabor a leche manchada.
 
¿A qué sabe la leche manchada? A una desesperación continua. El borracho alcohólico va dando tumbos de desesperación en desesperación hasta quedarse a solas frente a un camino sin salida alguna; porque, tal como he dejado escrito en mi obra teatral "La Carreta", en el fondo de una botella de alcohol completamente vacía no existe un vacío sino algo mucho peor que un vacío. Existe una soledad. Porque el sabor a leche manchada, cuando estamos hablando de la autenticidad de un ser humano, es convertirse en un Juan Sin Tierra, es convertirse en un Juan Sin Aire, es convertirse en un Juan Sin Mar. Es convertirse en un ser  perdido en un mundo que ya ni tan siquiera le pertenece a él mismo. Y, convertido en marioneta del teatro existencial, se hunde en la niebla de lo desconocido. ¿Se puede ser alguien cuando solamente se es un desconocido para uno mismo?
 
Un ser humano que cae en esas abismales dimensiones, sea un hombre o sea una mujer, siempre se convierte en un escéptico de la vida y, tal como sucede en el Juan de mi obra "La Carreta", su última confesión, que es la más sincera de todas, es únicamente la confesión de un desencanto. ¿Qué podemos esperar de la vida cuando la vida se nos ha convertido en un desencanto tan vertical que nos hemos caido de las más altas torres a los sótanos más oscuros de nuestro propio "castillo" de la ilusión? Desilusionados por los espejismos de la vida, un ser en tales condiciones no sabe caminar; sólo sabe deambular sin destino fijo y sin meta alguna que alcanzar. ¿Y qué puede haber peor que un ser humano que ha olvidado ya el porqué de su existencia en este mundo? Sólo una bebida con sabor a leche manchada de incredulidad, manchada de inseguridad y manchada de incomprensión. Y dejo, para el pensamiento de quien me lee, la siguiente frase propia: "No saber para qué estamos viviendo es ir muriendo sin saber para qué estamos muriendo".