Una chavala inolvidable (Diario)
Publicado en Oct 30, 2016
Sucedió entre 1969 y 1971 y, como en el término medio reside la virtud, digamos que fue, por poner un ejemplo bastante exacto o exacto del todo, en 1970. Eran unos años en que Francisco Luis, Luis Carlos y yo estábamos al día en lo de las discotecas de Madrid. Acudimos a un buen mogollón de discotecas en la capital de España y, dicho sea de paso, ¿verdad que Francisco Luis y Luis Carlos tienen nombres de emperadores de la Casa de los Hollenhozer?. Yo no. Yo soy muy diferente a los dos y por eso me llaman simplemente Pepe. Quizás porque no deseo ser emperador de nadie que es la mejor manera de serlo. Pues bien. Cuento el suceso.
Hay un pequeño grupo de chicos y chicas de nuestra edad bailando en la pista de la discoteca de moda. No recuerdo el nombre de la discoteca ni el nombre de la chavala que me está llamando la atención. Ella no supo nunca de mi existencia ni tampoco que aquella noche estaba yo allí. Supongo que sigue sin saberlo. Sin embargo yo sí supe que ella existía y que estaba bailando y que me parecía una chavala preciosa en la cual me había fijado porque era del estilo de Mercedes Compe. Y eso significa que me gustaba mucho. Francisco Luis y Luis Carlos están hablando de algún asunto pero para mí, mientras ella estuvo bailando en la pista, se encontraban a millones de años luz de distancia. Sólo escuchaba el rumor de su charla como si fuese algo tan insustancial como el sonido del vuelo de los picaflores. Ni Francisco Luis ni Luis Carlos (que dicho sea de paso soñaban con ser picadores, quiero decir picaflores, pero se me va el santo al cielo) a pesar de que decían saber tanto sobre mi persona, no tenían ni idea de lo que yo estaba pensando ni quién estaba ocupando, en aquellos momentos, mis pensamientos. Y pensar que nunca jamás nos habíamos conocido ninguno de los dos... De mí ella no sabe ni como soy. De ella yo sí sé como era pero no se lo dije a nadie. Fue, sencillamente, una chavala inolvidable; una de esas chicas de mi edad que me llamaban la atención porque estaban muy buenas. Buenas tardes y cierro mi Diario porque me espera el Taller de Ciclismo. Y quien se crea que esta anécdota es sólo una manera de imaginar están muy equivocados porque fue verdad aunque, si desean imaginarla, aprendan primero a admirarla como yo estuve haciendo hasta que abandonó la pista de la discoteca. Y, al llegar la noche, me volví de nuevo a envolver en el misterio, con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón, mientras Francisco Luis y Luis Carlos seguían hablando como a millones de años luz de distancia. Yo guardé siempre silencio mientras paseábamos por las calles de Madrid. Una vez ya en el club nocturno (la barra americana de aquel entonces) yo estoy pensando en mi Princesa mientras Francisco Luis y Luis Carlos siguen sin darse ni cuenta: Qué misterio hay en tus ojos, que no acierto a adivinar, y tus labios tan hermosos, qué secreto guardarán. Qué misterio hay en tu pelo, t en tu forma de besar, es misterio y es deseo, que me llena de ansiedad. Yo sé que este amor misterioso, un día me hará muy dichoso. Qué secreto estás guardando, algún día yo sabré, no me importa cómo y cuándo, pero sé que te amaré... Yo sé que este amor misterioso, un día me hará muy dichoso... Qué secreto estas guardando, algún día yo sabré, no me importa cómo y cuándo, pero sé que te amare... pero se que te amarééé..... De vez en cuando se me escapa alguna sonrisa. Yo creo que los dos con nombres de emperadores de la Casa de los Hollenhozer piensan que me estoy volviendo loco; pero yo, sin embargo, no bebo nunca para olvidar que es algo a lo que Francisco Luis y Luis Carlos están muy acostumbrados. Prefiero seguir en mi mundo y recordar a aquella chavala inolvidable que, mientras bailaba en la pista de la discoteca, me dejó un bello recuerdo aunque ni tan siquiera sepa que existo, ni quién soy, ni hacia dónde voy.
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José Orero De Julián
José Orero De Julián
**Leticia Salazar Alba**