Intifada Infantil (Diario)
Publicado en Nov 07, 2016
Y al grito de "¡Drea, drea, tenemos drea"! los dos bandos infantiles iniciaban una pedrea salvaje. Habían vuelto a la época de los bosquimanos y los hotentotes mientras las piedras volaban de un barrio hacia el otro como bombas de pedernal. Si alguien caía era porque, según ellos, estaba derramando sangre por el honor de la zona. ¿Guerras de zonas? Yo, desde la atalaya de mis sentimientos, era un niño-periodista recogiendo notas de cómo se vivían los años 50 y cómo deberían haberse vivido mientras, en mi mente, Joselito entonaba su canción de la banda del cucú.
¡Que yo, que tú, la banda del Cucú! ¡Que yo, que tú, la banda del Cucú! Siete trabucos cruzan la sierra, siete navajas buscando guerra. Llega entre coplas nuestra "partia" y tiembla de miedo la serrania. ¡Que yo, que tú, la banda del Cucú! ¡Que yo, que tú, la banda del Cucú! Por esta cuadrilla de gran corazón postrao de rodillas pido compasión. Queriendo matarme llegó un impostor, supieron salvarme con celo y amor. Que yo, que tú, la banda del Cucú! Que yo, que tú, la banda del Cucú! Un chiquillo con salero su lección nos quiso dar, y nos trajo al buen sendero por la gracia de un cantar. ¡Que yo, que tú, la banda del Cucú! ¡Que yo, que tú, la banda del Cucú! Como un hijo le queremos, nuestro abrazo es el más fiel, y por siempre admiraremos al pequeño coronel. Los siete conmigo tendréis el favor, yo soy buen amigo del Corregidor. Que os debo la vida sabré recordar, cuadrilla querida del viejo cantar. ¡Que yo, que tú, la banda del Cucú!Que yo, que tú, la banda del Cucú! Una de aquellas tardes de Intifada Infantil me quedé observando el tirachinas y comencé a pensar en que yo no sería un apedreador de sueños ajenos. Mi camino era salvar a quien sólo prefería jugar con las ilusiones y no con los odios que, desde un primer momento, estallaban dentro del corazón de los violentos. Y los vientos me llegaban de más allá del mar mientras alguien se entregaba a la labor de dar de comer y de dar de beber a Jesucristo. Marcelino pan y vino. Y yo buscando todo el signo de mi futuro en medio de aquellas batallas de pedreas que a mí me parecían las formas en que los impotentes aprenden a "comunicarse" anclados en la prehistoria de los bosquimanos y los hotentotes. Miraba mis manos, sonreía por un momento e, inmediatamente, olvidando aquel mundo feroz que me rodeaba, comenzaba a escribir poesía. O algún texto en prosa que se refiriese a salvar la vida en medio de las absurdas intifadas infantiles. Y es que aprendí, desde mis tan solo diez años de edad, que desde que cumplí los siete ya era yo un verdadero hombre con corazón de pequeño. Un líder en medio de las pedreas. Un líder buscando el Camino, la Verdad y la Vida. Un líder para poder soñar y hacer que los sueños fuesen realidades.
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