11.- Gödel y el teorema de la incompletitud de la Constitución norteamericana.
El multimillonario Donald Trump acaba de ser elegido Presidente de los Estados Unidos en el día de ayer. Cuando, siendo solamente espectadores de esta clase de obras "teatrales", nos preguntamos cuestiones de diversa índole, según el prisma de vista de cada uno, todos estamos todos de acuerdo es en cuestionar si la Constitución norteamericana es completa o es incompleta. Bajemos al terreno de lo humano. ¿Cuándo se puede decir que un ser humano está completo y cuándo se puede decir que un ser humano está muy lejos de ser completo? El lógico, matemático y filóso austriaco-estadounidense del pasado siglo XX (y bien pasados que están, gracias a Dios, tanto el siglo XX como este filósofo que sólo creía en los números y no tanto en la esencia humana) tuvo la manía (pues sólo un maníaco puede plantear lo que él planteaba) de construír dos teoremas a cada cual más laberíntico e indescifrable incluso para los iniciados en el tema del pensar. He aquí las chifladuras de Gödel tal cómo los recoge Wikipedia.
"Los teoremas de incompletitud de Gödel son dos célebres teoremas de lógica matemática demostrados por Kurt Gödel en 1931. Ambos están relacionados con la existencia de proposiciones indecidibles en ciertas teorías aritméticas. El primer teorema de incompletitud afirma que, bajo ciertas condiciones, ninguna teoría matemática formal capaz de describir los números naturales y la aritmética con suficiente expresividad, es a la vez consistente y completa. Es decir, si los axiomas de dicha teoría no se contradicen entre sí, entonces existen enunciados que no pueden probarse ni refutarse a partir de ellos. En particular, la conclusión del teorema se aplica siempre que la teoría aritmética en cuestión sea recursiva, esto es, una teoría en la que el proceso de deducción pueda llevarse a cabo mediante un algoritmo. La prueba del teorema es totalmente explícita y en ella se construye una fórmula, denotada habitualmente G en honor a Gödel, para la que dada una demostración de la misma, puede construirse una refutación, y viceversa. Sin embargo, la interpretación natural de dicha sentencia en términos de números naturales es verdadera. El segundo teorema de incompletitud es un caso particular del primero: afirma que una de las sentencias indecidibles de dicha teoría es aquella que «afirma» la consistencia de la misma. Es decir, que si el sistema de axiomas en cuestión es consistente, no es posible demostrarlo mediante dichos axiomas. Los teoremas de incompletitud de Gödel son uno de los grandes avances de la lógica matemática, y supusieron -según la mayoría de la comunidad matemática- una respuesta negativa al segundo problema de Hilbert".
Pero Gödel tropezaba en la misma piedra (y observen que ya resulta pesado ver como todos estos "lógicos" del pensamiento tropiezan una y otra vez empecinados en sus absurdos teoremas "marxianos") puesto que no tenía en cuenta la reacción espontánea e irreflexiva que es propia de los seres humanos cuando se encuentran ante los verdaderos teoremas de sus vidas: cambiar o no cambiar. Ese es el verdadero axioma que los seres humanos interpretamos cuando llega la hora de la verdad para nuestros futuros y nos olvidamos de tanta "lógica" interpretativa que nunca acierta a la hora de definir nuestras conductas. Es por eso, por esa espontaneidad que Gödel desconocía por muy filósofo que quería ser, por la que una mayoría del pueblo norteamericano ha elegido como su Presidente a Donald Trump y no a Hillary Clinton. Y es que, a la hora de la verdad, en contra de la incompletitud constitucional de la que hablaba Gödel (sin dar una a derechas) lo que valen son los cacahuetes y no los monos. Quiero decir que los pueblos humanos (en este caso el pueblo de los Estados Unidos) prefiere comer cacahuetes antes que pasarse el tiempo hablando de si a los monos les gustan o no les gustan los cacahuetes. Expliquemos esto usando la razón.
Estamos atravesando, a niveles mundiales, una época de cierta escasez que empieza a preocupar a los más millonarios. ¿Cuál es la respuesta de un millonario ante este problema que se le puede venir encima y acabar con todo su imperio? Si usamos la razón que todos entendemos (olvidando los enredos "filosofastros" como los de Gödel), los multimillonarios como Trump triunfan en unas elecciones democráticas porque ofrecen cacahuetes al pueblo y no a los monos. Mientras los "lógicos" hablan de tendencias "racionales", los que triunfan son los que, de manera ilógica pero incontestable, ofrecen cacahuetes ya pelados del todo para que el pueblo al que quieren gobernar tenga que hacer el mínimo esfuerzo para entender su populismo. Y es que el populismo de los "cacahuetes" no sólo no ha desaparecido sino que se está empezando a observar cómo comienza a imponerse en todo el mundo occidental de las democracias verdaderas y no en las dictaduras cubanas, venezolanas, peruanas y hasta ecuatorianas. Donald Trump acaba de demostrar que, sabiendo regalar cacahuetes ya pelados del todo, se pueden ganar lícitamente unas elecciones democráticas no porque sea multimillonario sino porque conoce, mucho mejor que Hillary Clinton, la incompletitud del pueblo que va a gobernar.
Ya sabemos todos y todas que los seres humanos somos incompletos. Es precisamente por eso, y analizando en profundidad este problema. por lo que siempre elegimos y nos gustan más los cacahuetes pelados que nos ofrecen los de derechas que las calabazas sin pelar que nos ofrecen los de izquierdas. Aquí no valen términos medios. O elegimos los cacahuetes pelados que nos sirven para entretenernos mientras vemos una película en el cine o en la televisión, o nos quedamos con hambre por culpa de las calabazas que hacen que no pasemos al curso siguiente. Los cacheutes que ofrecen los de derechas nos distraen. Las calabazas que ofrecen los de izquierdas nos acongojan. ¿Dónde está la inteligencia humana? Donde más posibilidades de diversión existan. Y en este sentido hombres como Trump ofrecen muchos y más variados espectáculos chistosos que las áridas propuestas "progres" de mujeres como Hillary. He aquí la respuesta a niveles del mundo entero.
Lo que hace que los seres humanos seamos incompletos no es, precisamente, lo que nos falta sino, por el contrario, lo que nos sobra. Parece una extraña contradicción y, sin embargo, es una gran verdad. Los monos se pasan media vida pelando los cacahuetes y la otra media vida intentando saber si son comestibles o no son comestibles. Los seres humanos no lo pensamos y nos comemos los cacahuetes ya pelados sin darnos cuenta de si nos van a sentrar bien o nos van a sentar mal. Es el consumo. Por eso el "Rey de Oros" (Donald Trump) es más atractivo para los consumidores que la "Reina de Bastos" (Hillary Clinton) que intentaba imponer la austeridad a rajatabla. Así que, desde la perspectiva de la imparcialidad, podemos decir que lo que sobra es más apetecible que lo que falta. Esa es la extraña paradoja humana. Circula desde hace mucho tiempo por ahí un chiste que dice: "el hombre soltero es un animal incompleto y el hombre casado es un completo animal". Más allá de lo chistoso de la frase es cierto, si reflexionamos como seres humanos inteligentes, que el hombre casado es un completo animal pues, al encontrar una mujer y casarse con ella como Dios manda, se consigue la totalidad de la complementación para la que hemos sido creados.
Quizás la verdadera búsqueda de los seres humanos (hombres y mujeres por igual) es ser una persona individual pero dentro de la contextualización general de la sociedad en la que se vive. Los antisociales no pueden entender este paradigma: "si eres gorrión eres compañía". ¿Para qué perder el tiempo intentando convencer a los antisociales que la mejor manera de cantar dentro de nuestra sociedad humana es tener asegurados los cacahuetes pelados en lugar de tener que abrir sus cáscaras para llevarnos, en muchas más ocasiones de las que deseamos, el desagradable disgusto de ver que están podridos por dentro? Los monos tienen que asumir ese riesgo pero los seres humanos, cuando demostramos ser inteligentes, nos evitamos dicha decepción desde que ya nos ofrecen cacahuetes pelados. De manera directa sabemos que están sanos y los podemos comer sin problema alguno. Quizás los que defienden las teorías de la evolución se den cuenta, ahora que Trump ha triunfado en toda regla, y esllos están muy equivocados; porque de ser ciertas esas teorías Hillary Clinton hubiese arrasado y vencido en todos los sentidos a Donald Trump. Pero no. Los seres humanos no nacemos de ninguna clase de evolución y por eso preferimos comer cacahuetes cómodamente sentados ante una mesa a no hacerlo subidos en alguna rama con la preocupación constante y continua de que no se caigan al suelo.
La infancia es quizás ese referente que tan claramente responde a nuestra incompletitud ya que todos nosotros, sea cual sea nuestra existencia y nuestra experiencia epocal, debemos a la infancia el hecho de sentirnos jóvenes interlocutores de lo que nos falta pero sobrándonos las ganas de vivir. Y en este sentido, hombres como Donald Trump (que ha estado durante toda su campaña presidencial haciendo el niño), es lógico que haya triunfado sobre hombres (en este caso particular ha sido una mujer por cosas del azar) que se pasan todas sus campañas presidenciales hablando tan en serio que llegan por aburrir tanto que es inevitable la victoria de los chistosos.
Yo soy un ser humano que, a fuerza de ser incompleto, he llegado a ser lo completo que deseaba ser sin tener para nada en cuenta lo que los demás dicen que debe ser un hombre completo. Es fácil de explicarlo. Al lado del campo, pero en plena ciudad urbana de Madrid, el comienzo de una nueva vida junto a mi Princesa Lina y mis dos princesitas, productos de nuestro matrimonio cristiano, comencé a vivir una realidad totalmente diferente. Ya no me importaban ni los enemigos ni los falsos amigos. Para mí, el tiempo de ocio (además del deporte) consistía en estar junto a mi esposa y criar a mis dos hijas con las cuales paseaba todas las tardes y todas las noches, mientras se me curaban las heridas sufridas en aquel infernal laberinto bancario. Era una vida feliz. Tuvimos varios coches muy sencillos, incluso pasados de moda, pero viajábamos en ellos toda la familia y nunca nos faltaban los chistes, las alegres canciones infantiles y la sana diversión. El mundo, aquel viejo mundo del pasado, estaba más allá de nosotros... en verdad que ya estaba más allá de nosotros. Éramos como niños jugando a ser felices en nuestra pequeña pero alegre vivienda.
Las idelologías políticas (a las cuales nunca jamás me había afiliado pues nunca fuí de ningún Partido) y las ideologías sindicales (a las cuales nunca jamás me había afiliado pues nunca pertenecí a ningún Sindicato) me resbalaban ya por completo. Yo seguía siendo un "ideálogo" independiente y autónomo. Y ahora me importaban menos que nunca. Ahora ya era plenamente cristiano en plena fase de madurez y los ideólogos de izquierdas (con los cuales había estado luchando en las diversas crisis sociales de España) ahora ya los tenía olvidados por completo. Ya las trampas de aquellos callejones sin salida no me "levantaban de la cama". Quiero decir que aunque caía en algunas seguía levantándome y saltando las barreras. Ya no me interesaban para nada las noches en las calles de la falsa libertad. Aún asi seguí al lado de algunos de ellos gritando esa palabra pero, para ser sincero y honesto, lo que más me preocupaba era mi liberación. Salir de aquel laberinto infernal. Como había renunciado voluntariamente a cualquier tipo de jefatura la rabia de los "pequeño burgueses" era mayor. Más insultos. Más ataques. Más lucha. Y yo sonreía y veía la Gracia del Espiriru de Dios dentro de mí. La confusión en el Negociado de la Muerte era total. Aquel hombre que era yo, volvía a ser un chaval de dieciocho años de edad y me comportaba como un chaval de dieciocho años de edad. Llamadlo como querráis pero para mí era un milagro. Como España ya había alcanzado la plena Democracia yo era feliz y no me preocupaba más luchar por nadie más que por mi Princesa y mis dos princesitas. Que me llamasen egoista era sólo una más de sus muchas falsedades y mentiras. Y a los "pelotas" que ahora me quería adular no les hacía caso porque no me importaban absolutamente para nada. Yo era feliz y seguía luchando... mientras muchos de ellos habían sido falsos luchadores... y tampoco me importaba saber quiénes eran y quiénes no eran porque yo era un ser humano totalmente incompleto pero, por eso mismo, totalmente feliz. Y que yo sepa la Felicidad si es un estado humano de completas dimensiones en todos los sentidos materiales y espirituales. Si alguien lo niega es que no ha salido jamás de su incompletitud y todavía está buscando cuáles son sus respuestas,
CONTINUARÁ...