Carmina y su mueca (Mini Relato)
Publicado en Nov 11, 2016
La muñeca de porcela descansa su tiempo sobre la mesilla de noche. Carmina Burana la observa detenidamente mientras piensa en aquel ayer dónde ella triunfaba entre la muchachada estudiantil. Está escuchando música mientras recuerda. Los Sabandeños. Antología del bolero. Lágrimas negras dentro de su corazón. Aunque tú me has echado en el abandono, aunque tú has muerto todas mis ilusiones, en vez de maldecirte con justo encono y en mis sueños te colmo, y en mis sueños te colmo de bendiciones. Aquí no paga nadie. En su alcoba pudde beber cuanto quiera sin pagar más que a través del dolor y, de repente, se vuelve niña recordando a Pulgarcito y sus hermanos. ¿Pulgarcito tenía hermanos? No lo sabe. No puede saberlo. Para Perrault había cinco pero Carmina no recuerda a ninguno. Para ella Pulgarcito es hijo único nada más.
Cansada de tanto soñar se levanta, se acerca a la estantería y elige. Escoge a Samaniego y lee en voz alta para no sentirse tan sola: a un panal de rica miel dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron, presas de patas en él. Carmina sonríe con amargura. Ya se lo había dicho Reina Juan: ¡No te enamores jamás de ningún cliente!. Recuerda el piano a cuatro manos; cuando él y ella tocaban "Claro de luna" de Beethoven. Novecento. La leyenda del Pianista en el Océano resultó ser una realidad. Él se marchó. Por aquel Océano inmenso. ¿Cómo me quito esto de enecima. le recordaba riendo con El Joglars y contándole, cuando más inentesa era su presencia, historias. Él las llamaba "historias que me contaron". ¿De dónde sacaba tantas? Entonces recordó que la batalla era Carmen versus Carmen y, en medio de ellas, el sastrecito valiente haciendo funciones de gran caballero de honor. Ahora estaba meditando que quizás por le contó, entre sus muchas historias, la aventura de Ninette y un señor de Murcia. Pero él no era murciano y ella era de Valladolid. Todavía resuena dentro de su cerebro aquella tarde, casi llegada la noche, cuando estando en Lyon comenzó con "Una tarde en el palacio de Federico II de Prusia" y de pronto comenzó a reír contando la anécdtoa de que Federico II el Grande el impulsor e instaurador de los botones en las mangas de las casacas prusianas porque con ello el monarca buscaba que los soldados no utilizasen sus chaquetas como pañuelo ya que resultaba molesto verles limpiarse los mocos con éstas. Los cuatro se partieron de risa. Pero era mejor olvidar y escuchar ahora la batalla radiofónica establecida entre "El Mesías de Handel versus Villnacicos de Molina". Pero Carmen, ella que era de Valladolid y rival de la Carmen madrileña, seguía recordándode. Era más mentiroso que Pinocchio pero. como el maestro Jaime López del Instituto Zorrilla, aquel chaval se ganaba rápidamente la voluntad de todas sus amigas debido a su simpatía. Y una tarde, cuando ya llegaba la noche y estaban los cuatro haciendo campi0ng en la Sierra de Madrid, se lo dijo claramente: Carmen, tu creerás en la magia. Y de pronto desapareció. Ahora que está a punto de comenzar el Concierto de Año Nuevo ella piensa en los héroes como aquel chaval que para conquistarle tuvo que derrotar a Carmen de Madrid pero que ya había desaparecido de su vida. Y se queda absorta, mirando a la muñeca de porcelana sabiendo que, poo el dinero, se ha casad con el asno de oro llamado Carlos del cual se ha tenido que divorciar hastiada de tanta oratoria sobre Marx, Lenin y Trosky. Y piensa, mientras comienza a dormir, en quién pudiera haber sabido conquistarle de verdad y estar, ahora, paseando y cogida de su mano por el Parque de las Moreras.
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