El termo (Diario)
Publicado en Nov 12, 2016
Sucedió quizás en 1994 o quizás en 1993 aunque yo creo que fue en 1994. El caso es que yo, entonces, estaba rodeado de numerosos enemigos por todas partes en el BHA de Alfonso XII de Madrid. El asunto no es tan fácil de explicar pero se puede resumir de la siguiente manera: como resulta que mi costumbre de tomar café con leche en las máquinas del Banco Hispano Americano se había convertido en crónica (menos mal que no fue nunca en crónica de sucesos sino en crónica costumbrista nada más) y debido a que dicho café con leche de las máquinas del BHA tenían más agua qu el pantano de Michigan (si es que en Michigan hay algún pantano y si no lo hay nos lo podemos imaginar que no viene mal para la inteligencia humana) mi Princesa tuvo una genial idea: llenar todas las mañana, antes de salir yo hacia el trabajo, un termo entero de café con leche que olía a gloria bendita y sabía a placer infinito.
Así fue cómo por una temporada (quizás una semana o como mucho un día o dos días más de una semana) aparecía yo en el Negociado de Carnicero con el termo a cuestas y más feliz que un pelícano en uno de los reportajes de Félix Rodríguez De la Fuente. Y todas las mañanas, al ritmo del hilo musical que nos ponían los "de arriba" para que no hablásemos los unos con los otros o con las otras, yo daba trago tras trago al café del termo (que no era con leche por cierto sino café café y solo café) mientras cumplía a la perfección con mis tareas laborales. Con el termo lleno de café no sólo no bajaba mi rendimiento en el trabajo sino que, por mucho que se pasme más de uno de mis lectores, mi rendimiento en el trabajo subía día tras día. Así que los altos directivos del BHA me permitían lo del termo no porque yo tuviera alguna clase de "enchufe" sino por que les intereseba que cada vez rindiese más en mis trabajos. ¿Era milagroso aquel termo o no era milagroso aquel termo? El caso es que, además de subir mi rendimiento laboral, yo me encontraba como en el Paraíso mientras daba tragos tras tragos de aquel mágico café. Además me servía para disimular cuando, de vez en cuando, pasaba Pilar (la del Real Madrid), alguna del Atlético de Madrid o la valenciana de cuyo nombre ahora no me acuerdo. Beber café disimulando cuando pasaba alguna chavala guapa me servía para trabajar muy bien y, además, "estar al loro" sin ser descubierto. No era fácil conseguirlo pero yo lo conseguía. ¿Era o no era milagroso el termo? Claro que lo era. Hasta que un día de aquellos, tanto llegó el termo a "la fuente" que se derribó y sucedió algo que yo no pude evitar: un lote (o sea un mogollón) de cheques se quedaron manchados de café y tuve que estar casi dos horas esperando a que se secaran pero no por eso dejé de trabajar. Carnicero puso el grito en el cielo pero en el cielo nadie le debió hacer ni caso porque no pasó nada malo. Y, además, unos días después Carnicero fue desdepedido del Negociado y se le trasladó a un piso más arriba pero descendiendo la categoría de jefatura pues ya no era el "mandamás" sino solamente "un mandado". Supongo que quizás el termo no era milagroso pero... y si sí... porque resulta que aquello de quitarse de encima al pesado y carca de Carnicero sí que fue milagroso y relajante. Refrán: "Con un termo lleno todo el trabajo es ameno". Addenda: Sí hay pantanos en Michigan.
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