Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -25-
Publicado en Nov 16, 2016
25.- La úlcera de modernos y posmodernos.
Hablemos de la famosa relatividad de todas nuestras acciones según han estado proclamando y ejercitando los modernos y posmodernos del pensamiento humano. Si ya tiene juego esto de conocer la experiencia de quienes quieren hacernos tragar lo de la economía mundial alegando que son incontinencias monetarias ¿qué os podré yo contar de un millonario señor rico y un pobre vagabundo? El riquísimo señor puede comprarse todo un tren de vida para zamparse millas tras millas sin ver más que el techo que ve tumbado en la cama de primera clase dorada (sin olvidar su tarjeta de crédito Especial Oro)... pero el pobre vagabundo es capaz de tasar su rendimiento como un verdadero tesoro: ver infinitos paisajes desde el "balcón" del suelo. En cada huella humana el pobre vagabundo encuentra miles de historias y de mucho más contenido que los metros cuadrados de que disfruta el millonario rico mientras viaja con su propio tren de vida. La vida, vista desde estos ángulos de percepciones, es mucho más enriquecedora para el alma del pobre vagabundo que para el estómago lleno del riquísimo señor. Por cada angula que traga éste, el pobre vagabundo devora millones de imaginarias codornices para poder morirse de risa... y hasta puede ver incluso platillos volantes mientras que el lujoso techo del reservado dorado del millonario señor le impide, a éste, ver el cielo. Si ya tiene juego esto de intentar comprender, para poder explicar a los demás, la diferencia alimentaria que existe entre el magno magnate del delirante rico señor atrapado entre las paredes de su cuarto de oro y el abismo ensoñador del pobre vagabundo, imaginaos lo que tiene de juego servir de comunicador social entre la abundancia y la carencia. La cuestión es que o abundamos de sueños o carecemos de sustancia. Quizás alguien vaya por el mundo anunciando que todo esto es solo un supuesto. Pues no. No es un punto final sino un punto y seguido. Detrás de cada final de un millonario señor rico está la escasa personalidad (por falta de forrado abrigo con que pasar el invierno) del pobre vagabundo. ¿O será que el propio vagabundo, a pesar de su chaqueta raída tiene más personalidad que el millonario señor rico con abrigo forrado? Detrás de cada final de un millonario señor rico en el infierno de su tren de vida están siempre los innumerables principios de un pobre vagabundo que le saben a gloria. ¿Es cierto o no es cierto todo esto? Si el millonario señor rico puede eliminar las fronteras físicas, el pobre vagabundo puede eliminar las fronteras espirituales. Quizás, si observamos bien la Literatura Universal, tienen mucho más juego los pobres vagabundos que los millonarios señores ricos a la hora de poder escribir un buen cuento. Porque, de siempre, los personajes de los pobres vagabundos tienen más historias que contar que los personajes millonarios señores ricos. Tampoco es un supuesto. Es una realidad. Quizás las mejores historias de cuentos -y sería bueno demostrarlo remirando la Historia de la Literatura Universal de Cuentos- sean las que salen de personajes pobres y no de grandes señores ricos. Porque... ¿cómo se puede escribir algo emocionante sobre un millonario señor rico que lo tiene todo y al tenerlo todo no nos deja nada que poder contar? ¿Cuántas cosas se pueden contar de un pobre vagabundo que no tiene nada y, por eso, nos deja todo para poder contar? Pues eso. No es un supuesto. Es una realidad. ¿Verdad o mentira? ¿Las realidades son verdades o son mentiras para todos esos que van publicando que todo es relativo y la vida es solo relatividad? ¿De verdad tiene juego eso de la relatividad dentro de unas realidades en donde hay millonarios señores ricos y pobres vagabundos en un mismo espacio? Digamos, por ejemplo, la Gran Vía de Madrid o Las Ramblas de Barcelona para ser equitativos, imparciales o hasta increíbles. ¿Quién se puede creer que esto sea una relatividad como anuncian los profetas del neo liberalismo modernista y posmodernista? El millonario señor rico ya tiene designado a su heredero que está dispuesto a darle el garrotazo que sea el remate final para obtener la herencia mejor antes que después (argumento literario que no es que esté mal pero ya está muy visto); mientras que el pobre vagabundo no tiene ni tan siquiera a otro vagabundo que quiera ser su heredero (argumento todavía muy poco explotado entre las grandes plumas de la Literatura Universal y por eso algo más interesantes) porque no tiene, claro está, nada que dejar a nadie. Ni tan siquiera una mínima deuda que podría dar interés al cuento. Si ya tiene juego esto de que el millonario señor rico no nos deja nada para poder contar porque todo lo cuenta él fijáos la cantidad de juego que tiene el pobre vagabundo para poder contar porque al no tener nada nos deja todo... y es que mientras el pobre vagabundo es anónimo (y no importa lo que contemos de él porque nadie nos va a reclamar nada de lo que contemos sobre él) el millonario señor rico es tan conocido y poderoso que sólo podemos escribir su biografía (añadiéndole toda clase de lisonjas a su figura) no vaya a ser que si contamos alguna imaginación sobre él sea causa de litigio, persecución y que podamos caer en manos de algunos de sus "gorilas". Entonces voy y de repente se me ocurre poder escribir un cuento en el que se encuentren, sin remedio humano o divino alguno, el millonario señor rico y el pobre vagabundo. Pocas veces se ha visto eso en la Literatura Universal salvo algunas rarezas que están por ahí en los cajones de escritores desconocidos... pero voy a ver si consigo enlazarlos a los dos en un cuento donde dialoguen dejando ya los lugares comunes pero teniendo siempre en cuenta que debe ser en una fantasmal aldea. Las aldeas literarias pueden ser abstractas en caso del señor millonario rico pero muy concretas en caso del pobre vagabundo. ¿Cómo escapar de este impase? Intentaré resolverlo en un cuento titulado, por ejempo, "Un encuentro inaplazable". Voy a ver si me sale. Dentro de unos momentos vuelvo con "Un encuentro inaplazable" y a ver si ya tiene juego... Relatividad. Veamos si todo en este mundo es relativo tal como promocionan y pregonan, con las bocas comiendo y bebiendo y el pensamiento sumido en el mundo de las abtracciones. Vamos con el cuento para ver si la realidad es o no es absoluta cuando de ciertos asuntos estamos hablando. Relatividad frente a absolutismo. No hablo de ideologías sino de vidas reales. El lujo tren dorado entró en la humilde estación de Aldea Logintegral. Del tren bajó el millonario señor rico que, sin mirar al flaco y pequeño perro blanquinegro que vigilaba, en la puerta de la taberna, el vacío platillo de hojalata, entró pomposamente en ella. Vio, de soslayo y sin querer mirarle de frente, al pobre vagabundo que estaba bebiendo, poco a poco, casi gota tras gota, su vaso de cerveza; algo así como entre somnoliento soñador y vago despreocupado según pensó, para sus adentros, el millonario señor rico quien, pidiendo urgentemente un vaso de cerveza, se lo bebió de un trago. A la hora de pagar, el millonario señor rico sólo pudo sacar un billete de quinientos euros de su cartera de piel repujada y más brillante que el Sol Naciente japonés pues, efectivamente, había sido un regalo de uno de sus más queridos socios del Club "El Arroyo". - Lo siento, señor -dijo el camarero- pero no tengo cambio para tantísimo dinero... - ¡Pues es lo único que llevo en mi billetera! - Pues usted no puede irse de aquí hasta que no pague su cerveza. - ¡Eso es imposible! ¡Me están esperando urgentemente en "El Arroyo"! - ¿"El Arroyo"? ¿Es usted de "El Arroyo"? ¡No se confunda usted, señor, que lo que quiero decir es que usted vive en esa lujosa urbanización de "El Arroyo" y no lo que pueda usted mal pensar! - ¡Yo no tengo nada que pensar acerca de usted ni usted de mí! ¡Vivo en "El Arroyo" y tengo que llegar allí dentro de media hora! - Pues le vuelvo a repetir que hasta que no me pague la cerveza que se ha bebido no puede salir de aquí. El millonario señor rico sudaba viendo los forzudos brazos del tabernero y ante la imposibilidad de salir a la calle por culpa del billete de quinientos euros. Por eso se puso como un basilisco. - ¡¡Ya le he dicho que tengo que estar en "El Arroyo" dentro de media hora! Esto hizo que el tabernero también se encolerizara. -¡¡Y yo le repito que hasta que no pague la cerveza que se ha bebido de un solo trago usted no puede salir de aquí!! El millonario señor rico bajó, repentinamente, la voz... - Como comprenderá... no le voy a regalar a usted un billete de quinientos euros por beberme una simple cerveza... - Ni aunque usted me lo regalase cogería yo un billete de quinientos euros que no me hubiese ganado con el sudor de mi frente. El millonario señor rico volvió de nuevo a sudar... - ¿De verdad se cree usted que se lo voy a regalar? - No le estoy pidiendo nada más justo que me pague, exactamente, un euro por la cerveza que se ha bebido usted. Ni le pido ni deseo el billete de quinientos euros sino el justo euro que me he ganado por servirle. El millonario señor rico sudaba cada vez más mientras miraba insistentemente su reloj, antes de explotar de nuevo... - ¡¡Que le digo por última vez que tengo que estar en "El Arroyo" dentro de media hora!! Lo cual hizo que el tabernero también explotara... - ¡¡Que le repito que usted no sale de aquí hasta que no me pague un euro justo!! El pobre vagabundo dejó de sonreír, sacó la única moneda de dos euros que llevaba y pidió al tabernero que se cobrara su cerveza y que pagaba, también, la cerveza del millonario señor rico. Después, y ante el asombro del millonario señor rico, se dirigió hacia la puerta seguido por éste. El pobre vagabundo, ya en el exterior de la taberna, deshizo el nudo de la cuerda que ataba al flaco y pequeño perro blanquinegro y comenzó a caminar lentamente después de haber dejado en el suelo, junto a la única puerta de Entrada y Salida, el vacío platillo de hojalata. - ¡¡Espere un momento, viejo!! ¿A dónde va? - Lejos... -respondió el pobre vagabundo sin volver la cabeza y sin dejar de caminar lentamente. - ¡¡Le estoy diciendo que le ofrezco la oportunidad de subir a mi lujoso tren dorado y que se venga usted a vivir conmigo en "El Arroyo"!! El pobre vagabundo siguió caminando lentamente mientras contestó sin volver la cabeza. - Perdone, señor, pero ya tengo un mejor destino... Y, ante el asombro y la incredulidad del millonario señor rico, el pobre vagabundo, seguido del fiel, flaco y pequeño perro blanquinegro, se perdió entre la niebla. Al millonario señor rico parecióle que hasta le vio subir y perderse entre las nubes con su fiel, flaco y pequeño perro blanquinegro. Pensó que había sido un sueño pero allí, junto a él, se encontraba el vacío platillo de hojalata para demostrarle que había sido una realidad, Hablemos de las relatividades y los valores absolutos porque nunca son relativos. Casi todos los lectores y lectoras de mi cuento (más bien una parábola que cuento propiamente dicho), se habrán dado cuenta, rápidamente, de que la relartividad hace presencia en cuianto al dinero. Es cierto. En algunas ocasiones como la de este cuento/parábola se descubre la relatividad de poseer o no poseer dinero pero, ¿cuántos de mis lectores y lectoras han descubierto los dos valores abvsolutos que están implícitamente citados en este relato? Algunos lo habrán conseguido mientras otros muchos siguen pensando. Es muy fácil de descubrir. Al mismo tiempo que he escrito un cuento sobre la relatiovidad del dinero, tambiñen he escirto un cuento de dos valores que son absolutos en ocntra de lo que predican los "filosofrastos" de la modernidad que comenzó en los años 60 y la posmodernidad actual. Esops dos valores absolutos son la Soberbia (en este caso la del señor millonario y rico) y la Humildad (expresada aquí por el pobre y vagabundo). ¿Existen o no existen valores absolutos en la vida humana? La relatividad de "todo es según se mire" es la úlcera de modernos y posmodernos. La úlcera que no saben distinguir hasta que se encuentran con realidades tan absolutas como las presentadas en este cuento/parábola/relato que demuestra lo que, en verdad, se ha querido eliminar para contentar a todo el mundo sin conseguir otra cosa más que producir un mundo enfermo por estar ausente de valores absolutos. Analicemos las relatividades (esas "diosas" de los modernos y los posmodernos que les sirven para adorar sus pecados y llamarlos simplemente circunstancias con todo lo que conlleva eso de completa falsedad individual e hipocresía social): ¡Aquellos lodos del Libertarismo trajeron estos polvos de la Relatividad! Hablemos en serio, por favor, ¿qué diabólica cuestión es esa de decir y hacer creer a los demás que todo, absolutamente todo, es relativo en esta vida humana? ¡Qué bien orquestada estaba la función! Resultaba que como todo era relativo ya no había diferencias entre la Bondad y la Maldad. En definitiva, el relativismo totalitario estaba "lanzado" para destruir a la Bondad y hacer que la Maldad gobernase el mundo hasta destruirlo definitivamente. ¡Cómo se montaron el tinglado los falsos líderes del siglo XX! Pongamos otro ejemplo más de la existencia de valores absolutos: Jaimito, Jorgito y Juanito se están comiendo tres manzanas distintas. Jaimito está comiendo una manzana de color amarillo. Jorgito está comiendo una manzana de color verde. Juanito está comiendo una manzana de color rojo. Vemos, con total claridad, tres relatividades diferentes: amarillo, verde y rojo. Pero estas tres verdades relativas dependen y derivan de una sola verdad absoluta: manzana. Cada uno de ellos está comiendo una manzana y no una pera ni un melocotón ni una sandía. La verdad absoluta es la manzana. Se puede mirar desde el punto de vista que se quiera y lo veremos desde perspectivas diferentes (relatividades a la hora de verlos comer) pero eso no evita, para nada, la existencia de un absoluto llamado manzana. Si preguntamos a Jaimito, Jorgito y Juanito, qué es lo que están comiendo, todos llegan a la conclusión de que están comiendo una manzana. Lo cual es mucho más importante y primordial que saber si es amarilla, verde o roja. Al tener que prologar un libro de poemas de mi amiga Isabel Soriano Botello ("Wersemei") pude tener ocasiñon de demostrar ambas realidades. Por eso esciribí lo siguiente: "Un libro sereno" (Retazos de Aquí y Allá): Isabel Soriano (Wersemei) es una escritora clara y muy concisa en su arte literario. Afirmada en una sensorialidad muy intuitiva posee una gran cantidad de serenidad idiomática y una gran facilidad para llegar al fondo de las cuestiones que plantea de forma sencilla pero muy profunda. Es su escritura una manera muy completa de visualizar la vida de las emociones internas y por eso es capaz de ahondar en las raíces de los sentimentos. Utilizando un caudal idiomático lleno de contextos sociales, posee la virtud de hacerlos inteligibles dentro de la densidad de sus propuestas. Retazos de aquí y de allá es su primer libro de poemas. En él podemos ver piezas poemáticas en estado puro, donde las formas son sutiles en los sentimientos que expresan y a la vez conjugan un total de lúcidas espontaneidades. Porque la poesía de Isabel Soriano es, sobre todo, espontánea y vívida. Como consecuencia de su experiencia personal poseen los versos de Retazos de aquí y de allá la peculiaridad de estar basados en un positivismo hacia lo experimentado por ella misma. Es como diseccionar lo social en un conjunto de poemas que se complementan los unos con los otros, y de esta manera ensambla un libro de gran expresividad. La poesía de Isabel transmite también, al lector o lectora, un sosiego a medida que nos vamos adentrando en sus versos y lo psicológico de sus temas los une a la perfeccíón con lo sociológico de sus consideraciones. Psicología anímica y sociología interpretativa son dos valores fundamentales en el arte poético de esta autora que posee la capacidad de transmitir emociones a través de unos poemas muy bien pautados y que nunca saturan su contenido. Leer retazos de acá y de allá es un proceso de búsqueda artística que tiene un continente muy humano. Porque lo principal de este libro es la gran validez que tiene como conjunto humano y que se transmite uno por uno en todos los poemas rcogidos aquí. Es un deleite ir leyendo con pausas suficientes para ir meditando a medida que lo vamos haciendo. Que la verdad de todo el conjunto de la poesía de Isabel Soriano tiene la virtud de ser creíble y verdadero. Esos son factores que se suman a la belleza literaria de sus espontáneas sorpresas. Este libro es una forma de ver la vida con los ojos y con el corazón al mismo tiempo. Poemas como "No hay luz en tu ventana" es de una sinceridad absoluta; porque Isabel Soriano hace perfecta sinfonía de lo relativo y de lo absoluto. Sabe distinguir perfectamente ambas cosas (la relatividad de lo ficcionado y la absolutez de lo real); mezclando ambas cosas para conseguir un cóctel de extraordinario valor. En "Se me va el Alma" cambia de registro literario (porque es una escritora con una gran cantidad de registros literarios diferentes) y nos muestra una nostalgia llena de tristezas pero no deja de tener fe en sus letras y en el futuro; como ocurre con su poema "Cada mañana". El libro comienza con un Retazo de esplendor lírico seguido de un bello canto titulado "El mar". Y es que Isabel Soriano aprendió a ser Marinera Verdadera. Y, para dar el broche final a tan espléndida literatura nos cierra el libro con "La torre del vigía" donde nos deja grabada para siempre su continua ilusión y esperanza de vida. Este libro de Isabel Soriano, tarraconense de crianza pero sevillana de nacimiento, se puede obtener a través de Internet pero para más detalles preguntadle a la propia autora que escribe su propio blog Wersemei. En estos tres sitios es fácilmente contactar con ella. Yo particulamente os recomiendo su lectura. Es una poesía extraordinaria. Isabel Soriano está llamada a ser una de las grandes escritoras y poetisas del mundo de habla hispana. Y es cierto que admite, dentro de su íntegra poesía los valores relativos sin olvidar, para nada, los valores absolutos como bases fundamentales para cualquier vida humana que desee realizarse de verdad. Y en la próxima píldora os hablaré sobre la realizacion personal de los seres humanos.
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