Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -26-
Publicado en Nov 16, 2016
26.- Veronesi y la ciencia sin autoridad.
Dije que os hablaría de la realización personal de un ser humano. Comencemos, por lo tanto, a especificar, y dejar tan claro que no exista duda alguna, que la autoridad es todo lo contrario al autoritarismo. Muchos humanos creen que el autoritarismo produce respeto hacia quien lo ejerce. Sin embargo, la verdad demuestra que no produce ninguna clase de respeto sino miedo, temor, terror... lo cual no es autoridad alguna sino completamente lo contrario: impotencia para hacerse respetar como Dios manda y ser, al final, rechazado por todos los demás cuando le llega la ocasión de su "ocaso personal". El autoritario ni crea respeto en los demás ni jamás se satisface a sí mismo porque carece de los más esencial para lograr su autoestima y realización personal: saber empatizar con el resto de seres humanos de su propio entorno social. Y si esto no lo consigue en su propio entorno social mucho menos lo puede conseguir en entornos distintos a los que actúa cotidianamente cuando tiene que vivir en ellos. Muchos hombres piensan que el complemento ideal que nos puede transformar la vida es ese convivir dentro de esa clase de amor que se desarrolla a través de la imposición autoritaria de nuestros gestos dictatoriales, nuestras palabras ofensivas y nuestras acciones violentas: los caprichos que necesitan algunos que los complacen a través de la otra persona que forma la pareja que pensamos que es la ideal. Al elaborar ese pensamiento es cuando comienza a derrumbarse el amor. Si tenéis la oportunidad de leer la biografia personal de Veronesi podréis descubrir a un hombre autoritario que se creía un dios por encima de cualquier otra duda. Sin embargo Veronesi confundía, completamente, lo que es la autoridad con la empatía; porque, al ser rígido, se confería a sí mismo, un rechazo hacia los seres humanos más necesitados de comprensión humanitaria. Lo que no se daba cuenta Veronesi es que no basta con la ayuda humanitaria si falta suficiente amor para conquistar el corazón de los ayudados. Lo verdaderamente auténtico, lo que despierta respeto en los demás y te da autoridad para saber estar en tus mundos, es realizarse como persona sin haber usado a ningún otro ser humano para conseguirlo. Cuando sacamos a relucir el pañuelo de las despedidas es como si estuviéramos desalojando fantasmas de nuestro pensamiento. ¿Qué estamos pensando en esos largos minutos en que parece que la despedida nunca va a tener lugar? Algunos creen en el nerviosismo, otros creen en la incertidumbre y hay quienes hablan de inquietud. Ninguno de estos tres grupos de personas aciertan. La verdad es que toda despedida es una sensación. Esa sensación de la que casi nunca se habla porque se lleva por dentro y se procura evitar que salga a la luz pública. Sólo quienes entienden esta curiosa circunstancia saben lo que de verdad se siente cuando se dice adiós a una persona, un animal o una cosa; puesto que en las tres situaciones se experimenta la misma sensación: una especie de vacío que está llamado a convertirse en olvido. Hay quienes se vuelven tristes y taciturnos cuando ya se han despedido y se encuentran en otro lugar, en otro espacio de sus coordenadas vitales. Esos son los que, a media aventura, abandonan la búsqueda para retrotraerse y volver al punto de partida. Se sienten incapaces de superar esa tristeza y se compungen tanto sus ánimos que terminan por renunciar mientras lanzan juramentos de amargura por haber intentado lo que otros sabemos que es una buena decisión. Así que, llorosos y amargados por su tristeza, vuelven al punto de origen para, de nuevo, llenarse de mediocridad por los cuatro costados de sus personas. Justo lo contrario que hacemos quienes sabemos, de antemano, que despedirnos de algunas personas, de algunos animales o de algunas cosas, tiene una gran ventaja que se llama descubrimiento puesto que, iniciados ya en otras coordenadas vitales, somos felices recordando que nos hemos podido liberar. Desear perder del vista al pasado no quiere decir, para nada, que dejemos de recordar el pasado; pero no para añorar los buenos tiempos (digamos por poner un ejemplo a la infancia) sino para rememorarlos con la inusitada pasión de quienes estamos intentando buscar otras nuevas referencias de aquellos tiempos felices; porque la felicidad deja de serlo cuando nos quedamos anclados en un punto de ella y no somos capaces de prolongarla en el tiempo y en el espacio. Eso no lo pueden comprender (ni lo entienden) quienes nos ven sonreír en nuestras nuevas situaciones. Y es que han olvidado que el camino es caminar. La pregunta más importante es ¿caminar para ser un triunfador o caminar para ser feliz? Supongo que todos habréis entendido esa especie de dualidad que llevamos los caminantes como única bandera por defender. Y esa bandera no tiene ningún otro color más que el que cada cual ponga a su felicidad. Ahora estamos siendo amenazados por la globalización tan mal interpretada por muchos de sus autores. La globalización es, sin embargo, la apertura de muchos nuevos caminos que antes cerraban las férreas fronteras. La posibilidad de haberlas derribado, al menos en las áreas geográficas donde podemos ser felices, es un hecho factible y real. O sea, que los perpetuos caminantes no somos unos vulgares visionarios de "bolas de cristal" ni nos hacemos "bolas" el cerebro, porque intuimos dónde hay motivo suficiente para inventar. Y en esa labor creativa, en ese carácter positivo siempre, no hay lugar para la decepción por mucho que el camino se vuelva escarpado; es más, a mayor dificultad mayor y mejor es la conquista. Pensamiento bien lógico y frase factible que nadie, en el buen uso de su razón, puede rebatirla. Pueden llamarnos, si lo desean, seres futuristas; pero resulta que tal futurismo pasa por crear un nuevo mundo en nuestra nueva forma de pensar, en nuestra nueva manera de sentir y en nuestro nuevo modo de actuar: saber, querer y poder. A muchos incrédulos, en vez de decirles que son inmovilistas (y lo son desde el mismo momento en que su incredulidad les convierte en seres pasivos), lo que debemos decirles es que si te veo no recuerdo bien quién eres pero debes ser muy importante. Y así, con esta frase elegante, educada y llena de esencial sentido del humor, seguimos adelante sin pensar en aquella nostalgia que otros desean imponernos en contra de nuestra voluntad. Voluntad. Esa es la palabra que hay que saber interpretar. Estamos en el escenario del teatro mundial y, una vez dentro de él, no podemos dar lugar a las dudas que otros creen incontestablemente realistas. No. Las dudas, para quienes caminamos siempre buscando otro porqué, no son parámetros que midan nuestra voluntad porque, en ese caso, nos hubiésemos quedado inertes en nuestro punto de origen, dejando pasar a la vida. La vida hay que vivirla y no dejarla pasar. La vida hay que adaptarla a nuestra voluntad. Ese es el camino verdadero para estar felices mientras caminamos. Lanzados ya hacia un futuro que no estamos locamente visionando sino viviendo en toda su plenitud, alcanzar nuestras metas ya es algo posible en cuanto damos vueltas por el mundo y nos llenamos de experiencias que otros ni tan siquiera se atreven a soñar. Y volvemos otra vez al tema de los sueños. ¿Para qué sirve vivir si no te levantas de la cama y caminas? Si nos damos cuenta, camino deriva de cama que, dicho de otra manera más comprensible, significa que si te quedas en la cama no llegas a caminar que es, en definitiva, una prolongación de la cama pero para salir de ella. Acompañados de todo aquello que amamos (personas, animales y cosas), el camino se nos convierte en una realidad alegre y posible aunque haya comenzado por ser solamente un sueño que muchos llaman utopía sin saber que la utopía no es el fin de nuestros sueños. La utopía produce miedo a los inmovilistas, a los que se aferran a la cómoda cama sin buscar otras ilusiones más que poder descansar. Y no. Los sueños (que a veces pasan primero por ser utopías) sólo son realizados cuando los llenamos de contenido vital. Un sueño vacío no sirve para nada. La infatigable marcha de los caminantes nunca se detiene ante un éxito alcanzado, ante una meta lograda, ante un sueño cumplido; porque es muchos más que eso. Es, ni más ni menos, saber dónde estamos para saber dónde queremos estar y saber, sobre todo, cuál es el camino verdadero para saber llegar a ser lo que deseamos ser. Un caminante nunca es un simple andariego, de esos que dan dos pasos hacia adelante para luego dar dos pasos hacia atrás y quedarse en el mismo punto de partida. Un caminante es muchísimo más. Como sabemos que a un horizonte siempre le sucede otro horizonte, comprendemos y entendemos que llegar a un horizonte nos sirve para seguir buscando el horizonte siguiente. Y como todo es una sucesión continua de oportunidades, lo que hacemos quienes siempre caminamos es utilizar dichas oportunidades para seguir siendo cada día más felices porque cada horizonte es una alegría vital. ¿Es necesario ser un genio para ser tal como deseamos ser? Pues no. No es necesario ser un genio aunque los demás nos traten como genios. No importa si es cierta o si es falsa esta última premisa, porque lo que es importante es saber que la genialidad no le pertenece a ningún estamento o institución sino a la Providencia de Dios y, en ese sentido, ninguna autoridad humana, de esas que intentan decidir quiénes triunfan y quienes fracasan, puede detener ese camino hacia el éxito personal y que es también un éxito colectivo ya que, al ser personas sociables que triunfamos, también formamos parte de la sociedad que triunfa con nosotros; lo cual es tan lógico que es fácil de deducir. Esto no lo pueden imponer ninguna de esas autoridades que se creen que tienen la facultad divina de nominarnos ganadores o perdedores. Nada que ver con nosotros. Ganar o perder no es nuestro destino. Ganar o perder no forma parte de nuestros equipajes, porque son definiciones verbales del mundo estático, inmovilista, dominado por un puñado de gentes que se creen dioses. Mientras tanto, mientras ellos se creen dioses, los caminantes sabemos que sólo hay un Dios y que ese Dios no es ninguno de esos señores (y alguna señora que otra) que se creen capaces de detener nuestro caminar. No estamos vencidos. Nunca hemos estado vencidos. Jamás nos han vencido. Estamos haciendo ver a la sociedad mundial que somos capaces de alcanzar, sin ninguna ayuda salvo la divina, lo que otros alcanzan solamente gracias a los apoyos que reciben y, sin los cuales, serían menos que una mota de polvo en el devencijado sillón de las academias que es lo que les encanta a todos los que fueron ayudados para ocuparlos. Nosotros no necesitamos, para nada, ese tipo de sillones porque lo que buscamos no es perder la vida aburriéndonos solemnemente y con solemnidad sentados en el sillón de turno, sino que subimos siempre un peldaño tras otro hasta llegar a la verdadera cima de los creativos; algo que dichos señores (y alguna que otra señora) no quieren admitir. Pero resulta que el éxito, el verdadero éxito, no se basa en una gran cantidad (aunque lógicamente conlleva una gran cantidad) sino sobre todo una gran calidad. Si solamente una sola persona nos cataloga como héroes, como líderes y como ejemplos para sus vidas, es que hemos alcanzado el éxito completo aunque sólo haya sido gracias a una persona nada más. Porque una persona nada más vale mucho más que millones de gentes que no saben distinguir lo que es la cantidad y lo que es la calidad acompañando a la cantidad. Todo consiste en recuperar la verdadera esencia de las cuestiones vitales y empeñarnos en el continuo esfuerzo de darnos cuenta de que somos capaces y de que, siendo capaces, lo conseguimos siempre sí o sí. No es muy difícil. Ni tan siquiera es difícil. Recuperar lo que queremos ser es volver a recuperar toda nuestra existencia vital del pasado, del presente y del futuro. Todos nuestros sueños convertidos en realidades (incluyendo todo aquello que nos quisieron eliminar) como partes de una unívoca condición que jamás pueden arrebatarnos porque, en vez de buscar solamente la cantidad, buscamos mucho antes la calidad. Una vez cumplidos nuestros propósitos, la cuestión no es quedarse quietos sino seguir consiguiendo nuevos propósitos aunque les rechinen los dientes a esos señores (y alguna señora que otra) que nos envidian porque no estamos sujetos a sus caprichos. Y eso se llama Liberación. Liberación: he aqui la clave de nuestra realización personal; esa autoridad que nos confiere elhecho de que hemos despertado en algún otro ser humano (sean muchos o seasn pocos) ese sentido de sentirse bien, de tenernos respeto porque hemos conseguido despertar en él o en ella su autoestima y hemos valorado su validez como ser humano, como persona que sabe que es persona. Liberación. Autoridad llevada a la consecuencia final de convertirte en líder por tu misma naturaleza de ser humano con ese don dado por Dios y solamente por Dios. Lejos de cualquier imposición del marketing social está la realidad del líder social que no lo necesita para desarrollar su autoirdad y emanar empatía sin necesidad de artificio alguno. Liberación: no comprendemos hoy bien cómo se ha podido llegar a tan alta anulación de la personalidad de los seres humanos. Esto se preguntan muchos hombres y mujeres de la Tierra. En su tremendo despiste existencial llegan incluso a afirmar que es el Final del Mundo. Es la tremenda ignorancia que tanto anida en las mentes de quienes se consideran los líderes políticos, económicos, sociales, educativos y familiares, de manera prepotente y despótica. Los regímenes democráticos fallan en muchísimas ocasiones a la hora de la liberación personal de los seres humanos. Es por ello que yo vuelvo a repetir, una vez más que, aunque fui un luchador en las calles a favor de la Democracia y la Libertad en todos sus aspectos, declaro también una vez más, que la Democracia no es para mí el mejor sistema político cuando los Partidos imponen sus ideologías, basados en el voto de la mayoría, si es que esas mayorías están totalmente confundidas. En esos casos, que suceden muy a menudo y que han dado origen a muchas leyes aberrantes, me aparto totalmente de la Democracia y antepongo a ella la Autocracia de Jesucristo. Y no me duelen prendas decirlo porque Dios no es deudor de nadie. Si la mayoría democrática está equivocada yo, desde luego, no tengo ningún complejo en denominarme antidemócrata (y lo hago sólo en esas ocasiones en que la mayoría se equivoca) y me declaro seguidor de la Autocracia de Dios, a través del Camino de Jesucristo. Reflexiono. Si por culpa de decir mi Verdad (que es la Verdad de Jesucristo) me llegan a llamar hasta dictador... no me importa en absoluto porque quienes me conocen (y sólo quienes me conocen lo saben) son testigos reales de que siempre fui un opositor a toda clase de Dictadura sea de derechas, sea de izquierdas, sea de los centristas o sea de cualquier ideología que sea. Porque jamás he sido ideólogo (aunque sí demócrata) sino, una vez más lo repito, "ideálogo", que significa seguidor de la idea libre que, en otras palabras, es lo que Jesucristo dice en la Biblia. A quien me entienda se lo agradezco. A quienes no me entiendan simplemente les digo una cosa: "Tengo mi propia liberación personal y no voy a renunciar a ella a pesar de que no entendáis o no querráis entenderme que sé muy bien que muchos saben oír pero no desean saber oír, que muchos saben leer pero no desean saber leer y que muchos saben sentir pero no desean saber sentir.... porque no les conviene a sus intereses egoístas y antisociales". ¿Y la Ciencia? ¿Es la Ciencia la autoridad que rige y dirige nuestros destinos? Si eso fuera cierto no nos sorprenderíamos cada día con sucesos que nos acontecen y que no están programados por ninguna clase de científicos. Si la Ciencia fuese Dios no tendríamos nada más que hacer que no hacer nada. Si la Ciencia fuese la Verdad no tendríamos que estar, continuamente, preguntándonos para buscar respuestas porque todas las respuestas ya estarían predeterminadas de antemano. Y nada hay más falso que creer en eso. Nada más. Mañana será otro día, si Dios así lo quiere, y quizás mañana sea el día en que muchos de vosotros y vosotras sepáis oír, sepáis leer y sepáis entender porque, en lo que respecta a los seres humanos de verdad, no sólo sabemos un poco más cada día que vivimos un poco más y no sólo leemos un poco más cuando hay alguien que escribe un poco más sino que entendemos un poco más cuando llegamos a comprendernos un poco más. Quizás sea ese el proceso determinativo de nuestra estancia en este mundo donde todos tenemos un porqué lícito para ocupar nuestro propio lugar.
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