Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -28-
Publicado en Nov 17, 2016
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28.- Así fue cómo el tsunami me hizo feliz.
 
¿La felicidad es la ausencia del dolor o es la superación del dolor por medio de la esperanza? ¿Para ser felices tenemos que desarrollar nuestra capacidad de sufrimiento por culpa del desorden social? ¿Fue el tsunami una respuesta de la Naturaleza a los agravios cometidos por la humanidad? Son tres preguntas, de las muchas que podemos hacernos, que tienen un punto en común y concordante: el olvido como principio de nuestra proyección hacia el futuro. Amor. Dolor. Es el dolor el que nos hace cuajar como personas capaces de superarlo todo; incluso la tremenda experiencia de haber sufrido en nuestro propio "yo" esa realidad que te vuelve crisis para luego convertirte en renacimiento.
 
Dolor propio y ajeno. Escribió Rosa Montero, en "El País" del 2 de septiembre de 2008, que "el verdadero dolor, como la locura, es un territorio sin palabras, el reino desolador de lo inefable". El mutismo del dolor se me antoja a mí como una seriedad muy grave y tengo un profundo respeto a las verdades de algún sufrimiento. Los deudos del dolor saben lo que digo. Yo, que ya he perdido a mi abuela, a mi padre, a mi madre y a uno de mis hermanos, aún no he podido llegar a desentrañar del todo ese mutismo doloroso que nos llena el alma con el recuerdo del dolor. Yo, que soy muy extrovertido y me considero feliz en la vida, no puedo por menos que guardar respeto hacia el dolor: ese mutismo que parece que se recrea en el silencio para no hacernos olvidar. Y como como dijo el ya fallecido poeta paquistaní Ahmed Fazar, yo también digo: “toda la gente del planeta debe encender una vela para que haya luz en el mundo”. Conciencia universal ante el dolor propio y ajeno. Conciencia de sentirse una unidad solidaria en medio de la eterna pluralidad de nuestras individualidades. Podemos llegar a conseguirlo. Podemos llegar a unir nuestras manos, poner en ellas nuestro corazón y que el latir de todos los corazones se coordinen en una única sinfonía de Paz. Dolor propio y ajeno. No soy indiferente a ninguno de ellos porque el dolor de un ser humano es el dolor de otro ser humano y de otro ser humano y de otro ser humano… ya que todos somos una línea infinita de seres humanos equivalentes ante los ojos de Dios. Y como niños inocentes deberíamos aprender a solidarizar nuestros corazones para entender el dolor propio y ajeno, sentirlo y asumirlo, hasta hacer de este planeta un mundo de verdad mejor… pero de verdad verdadera… como esa verdad verdadera que Jesucristo anuncia día tras día, cuando llega el alba, y noche tras noche, cuando se esconde el sol.
 
¿Qé había a los pies de la Cruz del Calvario cuando Jesús de Nazaret dijo que vendría la verdadera liberación a través de Él? Habia tres dolores humanos sintiendo ese mutismo necesario para poder superarlos: la madre, la amiga, la enamorada. Muchos pueden preguntarse qué clase de felicidad se puede derivar de tan tremendas tragedias como la crucifixión de un inocente o la muerte de miles de inocentes a causa de un tsunami.
 
¿Qué es el dolor? ¿Qué sentimos con el dolor? Voy a ver si consigo hacer una aproximación más o menos profunda para responder a estas preguntas a través de un mini relato escrito por mí: Venancio se encasquetó el sobmrero de paja, se arrebujó la bufanda alrdedor del cuello, se colocó, cuidadosamente, los lentes quevedescos, tomó la escopeta, se la cargó al hombro derecho y, dando una última mirada a su alrededor, salió de la vivienda sigilosamente, como para pasar inadvertido a los ojos de los demás.  
 
Caminó un par de kilómetros por la carretera que guiaba hasta el pueblo vecino y, en el cruce de Las Alondras, giró hacia el páramo. Aquel páramo le traía a su memoria aquellos tiempos en que era, realmente, el joven más feliz de la Tierra. Ahora la tierra estaba seca...
 
Cuando llegó al bosquecillo, detuvo su lento caminar, dejó la escopeta apoyada sobre el tronco de un enebro y se sentó en un mojón para encender un cigarrillo. El aire era fresco y sus ideas se escapaban como fantasmas del pasado. 
 
Pasó medio día en el monte por ver si cazaba alguna liebre con la que poder hacer una caldereta y comer caliente... pero ninguna liebre apareció ante su ya gastada vista. Decidió que lo mejor era volver al pueblo y sentarse allí, en el último rincón del bar de Iriondo, para seguir recordándola mientras bebía un carajillo. Ella hacía ya dos largos, infinitos, inolvidables años, que ya no existía sobre la Tierra. Ahora la tierra estaba seca...
 
Al llegar al pueblo todos guardaron silencio. Nadie saludó a Venancio porque respetaban su dolor.
 
¿Será tal vez que el dolor es la presencia del presente de la ausencia del futuro? ¿Y qué sucede con el pasado? Decía el gran escritor romano Marco Valerio Marcial que "siente dolor verdadero el que se duele sin testigos". ¿Cuántas veces le preguntamos a nuestro corazón por cosas que fueron o no fueron, por cosas que se hicieron o no se hicieron? El eco de nuestro corazón se hace cada vez más presente cuantas más veces vivimos de cara hacia el futuro. 
 
Voy a recordar para volver a sentir. Nueve de enero de 2013. Cada día, cuando la luz hace su presencia, un sintagma ilumina el porvenir. En los caminos de la existencia humana, los sintagmas de la vida recorren, siempre día tras día, este transitar entre luces y sombras. Las luces iluminan el porvenir. Las sombras oscurecen las dudas. Y entre el porvenir y las dudas sólo tenemos dos vías: la vía del dolor o la vía de la felicidad. El dolor es antítesis. La felicidad es tesis. Y cada día escribo un nuevo capítulo de esta tesis que me sitúa en la tesitura de ser quien soy. Al ser debo llamalo presencia humana: tesis de doctorado en este ejercicio de existir.
 
Hoy, como ayer, seré una propuesta nueva y, a la vez, propia. Una propuesta de seguir escribiendo, en la bitácora de mi Diario, una nueva ruta de búsqueda hacia el horizonte de las incógnitas. Quizás las incógnitas del mis pensamientos se reduzcan a decir: "Hoy he visto la luz y Dios me ha regalado una esperanza". Si me estás comprendiendo cuando me lees yo te pido que sigas caminando con tu esperanza al viento. Los kilómetros de las andaduras son siempre espacios nunca olvidados. Los sueños son siempre nuestros más ingenuos compañeros porque son los más puros y sencillos si no hemos dejado de ser los mismos niños y niñas de toda nuestra existencia. Por eso, los sueños son sabidurías de nuestras almas. Los versos sencillos se hacen columpio de esas esperanzas divinas una vez que el tsunami nos haya transmutado de dolor. Yo también tuve mi propio tusnami pero yo también tengo mi propia felicidad.
 
Hay muchas personas que cuando pasan los años se aferran demasiado al tiempo... y empiezan a olvidarse de la felicidad. Yo creo que para ser feliz, superando muchas veces el dolor del tsunami continuo que nos rodea, hay que ser siempre atemporal. Olvidar es imposible. Pero superar al olvido sí es posible. Y es demasiado fácil lograrlo. Déjate llevar por tu memoria para recuperar la propis esencia de tu ser y, una vez alcanzado dicho logro, podrás vivir esa felicidad que tanto añoras.
 
Es bueno saber olvidar pero no caigamso en el olvido de nosotros mismos porque olvidarnos de nosotros mismos supone no ser nada importante para nosotros mismos y eso sí que es una fatalidad existencial. El olvido total es imposible pero el olvido del dolor es alcanzable. Yo sufrí mi propio tsunami y fue doloroso de verdad, sin ambages, sin ningún resquicio para nada sino solamente para el sufrimiento... pero una minúscula partícula de polvo me hizo pensar en la enorme extensidad del espíritu humano... y entonces volví a caminar.
 
He aquí lo que hizo que me levantara para conquistar mi futuro: En la leyenda de la noche oscura no estaba la voz de tu presencia, nos estaba la flor de tu recuerdo, no estaba el volar de tu paloma. En la leyenda recogida en el tiempo no estaba la estrella de tu luz. Anduve opor las huellas del pasado hasta emerger entre la niebla del olvido y no estaba tu rostro entre las luces de aquella ciudad desconocida. En la puerta de la frontera infinita no estaba la leyenda de tu piel y me cubrió el paisaje del momento dejando pasar las horas del cansancio. Hervor de silencio era lo hallado en medio del profundo horizonte y, más allá de cualquier destino, no estaba la leyenda de tu nombre.
 
Entonces fue cuando perseguí el milagro hasta alcanzarlo: "Él se despidió de mí cuando florecían los cigofiláceos y arbóreos guayacanes en la estación de "Los Helechos" y desde allí, desde los doce metros de altura en que su beso, de sabores duros, dejó el grosor de su persistente sentimiento blanquiazul en el fruto capsular de mi conciencia, quedó mi carne apretada en la distancia. Y sé que volveré a verle regresar con su trigueña piel tostada por el sol de los rubiáceos cafetales de Pereira y empapada por las perlas acuíferas del Urubamba. El Cóndor Dorado vuela por los Andes y yo termino de cumplir mi sueño viéndole regresar... es la hora definitiva de amarle sin prejuicios, Y es que el cóndor siempre vuela muy alto para estar más cerca de Dios.
 
 
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Filosofía

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