Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -35-
Publicado en Nov 18, 2016
35.- Cómo un filósofo puede convertirse en científico-
Un hombre sale a trabajar y al contemplar algo tan cotidiano en nuestras vidas como un mirlo, un sencillo pájaro de los que abundan en parques y jardines, comienza primero por observarle; luego se queda un momento pensativo sobre el curioso proceder del ave y a partir de ahí, con una concatenación de ideas que van surgiendo espontánea y suavemente, va elevando el pensamiento y termina por hacer un profundo recorrido por la filosofía clásica humana. Reflexiono yo ahora un momento: ¡cuántas cosas hay que nos rodean diariamente, que están al alcance de nuestros ojos, y que sirven (sin tener que hacer grandes esfuerzos) para elevarnos a las cimas impensables de la reflexión honda y sensata! Nos ocurre a todos. Que de una situación sencilla, diaria, cotidiana, podemos deducir conclusiones tan valiosas como se entresaca de ese inesperado día. Necesitamos solamente detener, por unos segundos, la desenfrenada existencia del mundo; parar la esfera del reloj de nuestra agitada actividad en una acción tan natural como buscar algo en los bolsillos para dar de comer a un mirlo… ¡y entonces nos superamos adentrándonos en los misterios de la vida! Estoy seguro de que a ti, lector o lectora, también te ha ocurrido infinidad de veces. Estoy seguro de que si tomáramos unos pocos minutos más para ralentizarnos en esos segundos en que algo corriente y común nos llama poderosamente la atención, comprenderíamos mucho mejor qué significa esta existencia nuestra, qué hacemos nosotros esencialmente en esta Tierra, qué contenido de sustancia hay en nuestra vida y, sobre todo, qué es en verdad el sentido de todo lo que nos rodea y que nos hace ser unívocos personajes en la historia humana. Mirlo y filosofía o ciencia del ser exactos. Por ejemplo, cuando escribo algo tan exponencial como "Ella se paró ante mis ojos cantándome la vida adolescente y su mensaje entre la gente con sabor a boca con sonrojos. Ambos fuímos pétalos rojos dejándonos la prisa incandescente y la mirada cruzamos en la ascendente noción de ser libres sin cerrojos. Sus ojos me hablaron de sonrisas y los míos de líricas premisas en medio del alma y de la mente. Y fuímos capaces de decirnos que amábamos la vida de los mirlos hasta incluso rebasar la muerte. Lo “hierofánico” como conjunto metafórico es esencial en la trascendencia de lo poético. Ciencia y filosofía acompañadas de este existir asumiendo las cosas de la vida como perpetuas concepciones de la existencia humana alimentando el alma con sentires del ser siempre un poco más. Míralos. Míralos bien a los ojos. Pasan por la vida, al igual que tú, con todos sus múltiples sueños y deseos de ser felices. No es cuestión ahora de hacer un análisis crítico sobre qué es lo que les motiva o si son suficientemente independientes de cualquier presión ajena para desear lo que asumen como meta y finalidad para sentirse felices o al menos satisfechos. Ellos desean vivir. Son tan humanos como tú y, al igual que tú, sienten alegrías, penas, satisfacciones, dolores, risas y llantos… en este perpetuo caminar por esto que llamamos vida. Los humanos y la vida. ¿Qué es lo que cada uno de nosotros y nosotras creemos que es la vida o, por lo menos, aquellos que nos puede satisfacer como para decir que vale la pena vivir?. La vida, como la felicidad, no es un estado material sino un estado de la mente. La vida, tomada como definición de plenitud humana, depende de muchas variables individuales y de muchas circunstancia personales. Que no son las mismas variables y las mismas circunstancias para todos los humanos es un hecho evidente. Hay quienes tienen mucha suerte por el lugar o la familia donde han nacido. Hay quienes tienen poca suerte en esto que es primordial para poder vivir satisfactoriamente. Y hay quienes no tienen suerte alguna. Ni buena ni mala. Simplemente no van a tener la oportunidad de gozar de la vida lo mismo que otras personas que, supuestamente, inician esta carrera vital con mucho ya ganado. Pero la vida tomada en valores neutrales (lo cual creo que es imposible en la práctica pero no en la teoría) viene a ser algo así como una partida de póquer o un partido de fútbol (pongamos por ejemplo estos dos tan fáciles de entender) donde siempre sabemos que al final está determinado que sucumbamos ante la muerte. Porque lo esencial de querer vivir no es querer ser eternos (lo cual está demostrado ya ampliamente que es imposible en esta existencia terrenal aunque exista la eternidad en otra clase de vida) sino en que todo el tiempo que nos toque vivir lo podamos experimentar en amplitud, en eso que llamamos la realización personal, que podría ser lo más cercano a vivir felices o completos. Bueno, en fin, volviendo a la observación inicial. Míralos bien. Míralos a los ojos. Son seres tan humanos como tú y todos los días viven afanándose por experimentar una existencia que les dé sentido a querer vivir. Si los ves y los miras bajo ese punto de vista igualitario a ti te darás cuenta de que es importantísimo sentirse tan humanos como ellos y que, a pesar de las distancias que existen entre los seres humanos a la hora de soñar y plantear sus metas y objetivos, lo que nos debe unir es ese sentido humano de que pertenecemos a la misma especie de seres: personas que buscan vivir para ser eternos, para ser más o menos completos. Así es como podríamos comenzar a ser solidarios los unos con los otros y ayudarnos los unos a los otros a superar los miles de problemas que nos plantea la vida para poder decir, al final, que hemos sido felices. Y es que la especie humana debe tener conciencia de esa solidaridad para poder decir que somos realmente humanos. Un día despertamos y nos damos cuenta de que hemos perdido algo en este caminar por las edades del tiempo. Sin darnos cuenta nos hemos introducido en ese tiempo, en ese espacio, en esa dimensión donde todo se nos evapora entre los dedos mientras damos unas cuantas caladas al cigarrillo que se consume lentamente pero que no acaba nunca de apagarse. Estamos ya en esa edad llamada indefinida; en esa edad en la que, de pronto, somos tal como éramos. Más allá no existe más frontera que ella acompañándonos en el largo viaje sin final. Un día soñamos que estamos despiertos, abrimos los ojos y vemos la realidad; esa realidad transformada en lo que siempre hemos estado soñando. Y, de pronto, la llama del cigarrillo nos da suficiente calor y luz como para poder caminar entre las tinieblas sabiendo que hemos alcanzado la meta deseada. Ahora todo es diferente. Somos tal como éramos al principio del camino. ¿Cuál es ese deseo que sólo lo alcanzamos despiertos, un día cualquiera en el que el sueño se hace realidad? No. No me estoy refiriendo a ninguna metáfora literaria de los muy ilustres escritores del Siglo de Oro porque la realidad es que nuestro Siglo de Oro somos nosotros mismos: ella y nuestro yo. Y es que habría que revisar muy bien toda esta vida de apariencias para descubrir la Verdad. Tenemos la identidad de los diferentes a todos los demás y alguien nos llama a seguir soñando... alguien que extiende sus sonrisas para decirnos que somos tal como éramos. Ese alguien se llama Jesucristo y está más vivo que nunca jamás lo ha estado otro ser humano proveniente de la Divinidad. ¿Filosofía de la Ciencia? Si entendemos que la Ciencia es un verdadero milagro en mano de los pensadores que la practican desde los tiempos más inmemoriales de nuestra existencia sobre la Tierra nos damos cuenta de que sí; de que esto de pensar sobre la trascendencia sustancial de nuestras presencias humanas es descubrir que somos filósofos de la Ciencia de Dios. ¿Interesa o no interesa ya la filosofía en un mundo tan científico que se venden creencias más falsas que el mito del precio justo? Nos hemos acostumbrado tanto al camino trillado que ya hemos perdido la curiosidad por asomarnos a nuestra intimidad, para sentir que vivimos anhelos; más la necesidad de sentir la filosofía podría suponer lo mismo que tener un asidero para no caer en el inmenso vacío de una Ciencia inmutable. Por mi parte, creo que la realidad de la filosofía, en la actualidad, está contenida en nuestra conciencia, porque hoy somos capaces de poner en entredicho verdades inmutables y convertirlas en suposiciones relativas. En medio de un inmenso consumismo materialista seguimos amando un poco, bastante o mucho (según cada ser humano) la intimidad de nuestro propio ser; quizás como recurso defensivo ante ese consumismo en que nos han envuelto a través de la despolitización de los ciudadanos hasta convertirnos en hábitos del quemeimportismo y alienarnos con los espejismos de una vida cuasi feliz. Edmund Husserl, en 1929, inició una crítica de la lógica contemporánea y he aquí que ahora, habiéndose prolongado esa crítica a lo largo de todo el siglo XX, el conocimiento humano se hizo mucho más semiótico (por la abundante comunicación individual y colectiva que se ha desarrollado) que la propia capacidad intelectiva de sentirnos con vida suficiente. Se hecha en falta una filosofía ética válida para el siglo XXI. Una filosofía actitudinal que busque concienciar para llenar el actual vacío del espíritu humano. No es la aplicación del racionalismo que nos ha defraudado tras su inicial resplandor. Hay que encontrar una nueva explicación idealística que, desgraciadamente, no cuaja en algo práctico y vivible para muchos humanos en la actualidad. Tras 1960 se desarrolló una “filosofía técnica” que quedó siempre encerrada en las aulas universitarias y en las revistas especializadas y que supuso un nivel de complejidad muy elevado para su comprensión. Es por eso que muchos pensadores sociales han determinado ya que la filosofía ha muerto después se sus últimos estentores: la filosofía analítica de las últimas décadas, la filosofía hermenéutica de Gadamer (quien influido por Husserl y Heidegger combinó la dialéctica de Hegel y la tradición hermenéutica de Dilthey diciendo todo aquello de que el conocimiento se origina a través de la experiencia de la verdad ejecutada en el horizonte del lenguaje y que el humano comparte a través del habla entendible y es imposible evitar la interpretación de la vida), la filosofía de la crítica de la sociedad, de Habermas (que señaló que radicalizar el positivismo, la ciencia y la investigación moderna como objetivos prioritarios y esenciales nos había llevado a la alienación por el manejo y los intereses de los poderes del Estado que siempre logran despolitizar el pensamiento ciudadano para introducirlo en el consumismo materialista y despojarle de conciencia) y la filosofía postestructuralista (desde Foucault hasta Derrida pasando por Deleuze) que aborda el lenguaje de los textos (orales o escritos) como algo relativamente inasible ya que se demuestra que un texto no es un logocentrismo con una sola interpretación, sino que tiene muchas y distintas lecturas e interpretaciones… hasta hacer que la existencia del pensamiento se haga inevitablemente incoherente. En definitiva, la propuesta de que hemos llegado al final de la filosofía nos hace plantearnos si estamos ya en el último callejón sin salida para la Humanidad. Otros, más optimistas, dicen que no, que se está elaborando una nueva vía que aclare el panorama vital del siglo XXI. Podría ser incluso que, debido a la desespiritualización humana en que vivimos actualmente, tenga que ser necesario volver de nuevo a empezar, volver a arrancar de las sustancias pitagóricas y los planteamientos socráticos de la Antigua Grecia para elaborar y levantar la creación de una nueva Civilización Humana. En fin. Ya todo puede pasar… pero es urgente que se aclare el caos existencial de hoy en día y que pueda haber una propuesta de estabilización para que volvamos a sentir la importancia de nuestras existencias. El mirlo y la filosofía que te convierte en científico de las pequeñas cosas que hacen grande a la vida. La filosofía de las pequeñas cosas. ¡Qué grandeza contiene la ciencia de la filosfofía de lo cotidiano!. Yo aprendo muchísimo más con la cultura de un lápiz que con cuarenta canales digitales neurotizando mis neuronas. Ese estado de sensación que nos producen las cosas pequeñas y que con tanto acierto llegamos a presenciar me guía a una filosofía que está impregnada de verdadera sustancia… mucho más que las inútiles presencias de rostros televisivos que se engalanan de pánfilas posturas seudoculturales. En fin, que pienso que es cierto que en la punta de un lápiz (el lápiz de cualquier ser humano) hay muchísima más inteligencia que en la punta de un pirulí gigantesco.
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