Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -42-
Publicado en Nov 20, 2016
42.- El arte de engañarse a uno mismo.
¿Cuáles son las leyes que gobiernan la existencia humana? Digamos que son de dos formas distintas para entendernos: desde dentro de nosotros mismos o desde fuera de nosotros mismos. Es un par de percepciones distintas para un mismo viaje pero en sentidos opuestos. No es lo mismo salir desde un punto del inicio de nosotros mismos que salir desde un punto del intermedio de otros ajenos a nosotros mismos. Desde nosotros mismos llegamos siempre a saber de nuestras metas para nuestras existencias. Desde fuera de nosotros terminamos por no comprenderlas. Lo que ha variado fundamentalmente no ha sido el viaje que hemos realizado sino las perspectivas que hemos observado por nosotros mismos o las perspectivas que nos han obligado a observar otros ajenos a nosotros mismos. Llegamos todos a un mismo punto de encuentro pero tenemos distintas experiencias aunque hayamos realizado el mismo viaje. Mantenerse a flote entre estos dos axiomas no es tener dudas sobre lo que somos sino dudar de lo que otros quieren que seamos. Supongamos que nuestras vidas son cuentos. Podemos empezar por un “había una vez” (totalmente objetivo) y podemos terminar con un “y fueron felices” (totalmente subjetivo) pero, más bien, eso de empezar por el principio objetivo y terminar en un final subjetivo no nos construye ni nos deconstruye la verdad; solamente nos la representamos de distintas maneras. El territorio propio de nuestras historias presentes no es tanto cómo se empieza ni cómo se termina sino cómo hemos realizado el recorrido por cada página de nuestras vidas. Sospechar de estas leyes innegables es renunciar a vivir nuestras experiencias. Del viaje sacamos conclusiones para poder alcanzar la máxima expresividad de nuestras emociones dentro de nuestras historias; pero también hay que añadir esos imprescindibles matices que nos ofrecen todas las personas, animales o cosas, que han intervenido en nuestras historias. Debe haber siempre un punto de encuentro entre el “yo” (nuestro) y el “ello” (de los demás) para sacar impresiones que no sean solamente válidas para nuestro pensamiento sino, sobre todo, valiosas para nuestro sentimiento. De hecho, cualquier ser humano puede llegar a ser un héroe de su propia trascendencia si está viviendo de manera transcendental. Esto me remite a una frase de Maupassant: “Cuando no estaba presente, nunca se hablaba de ella, jamás se pensaba en ella”. Me estoy refiriendo a la Liberación y no a la Libertad. Gobernados por nuestros propios impulsos vitales podemos estar presentes o podemos estar ausentes. ¿Cuál de estas dos categorías es imprescindible para sentirnos verdaderamente realizados? No sé si toda nuestra concentración vital tenga la verdadera respuesta, pero sé que la respuesta más válida (e incluso más valiosa) depende de nuestra concentración vital. Imaginaos que sois un personaje de vuestro propio cuento. ¿Sois parte de los personajes principales de dicho cuento o sois personajes intranscendentes dentro de su argumentación? Porque no es lo mismo contar nuestros fragmentos narrativos (los porqués de nuestras existencias) que dejar que otros fragmenten nuestra realidad. ¿Cómo se lucha ante esta presión social? Imaginando que la realidad se apodera de nosotros hasta convertirnos en héroes liberados de axiomas externos. No nos sirven los paradigmas sociales (por mucho que los ideólogos quieran hacernos pensar) sino la escala de valores (y todos los valores son positivos pues en caso contrario no son valores) de nuestra propia grandeza humana; no de la grandeza que se supone dada por los demás sino la que se adquiere gracias a nosotros mismos. Esto es algo fundamentar para cimentar nuestro “yo” en medio de tantos “ellos”. ¿Conocéis algo sustancial que sea insignificante? No. Por su propia definición, y obviando las entelequias distorsionadoras, todo lo sustancial de nosotros mismos es lo más significativo de nosotros mismos. Y eso no nos viene desde un afuera ajeno sino de nuestro propio interior. Hay, a mi juicio, unas aptitudes y unas actitudes que debemos coordinar para poder realizarnos verdaderamente. Las aptitudes nos las impone nuestro propio criterio pero ¿qué ocurre con las actitudes? Por muy valiosas aptitudes que poseyamos, son las actitudes las que las validan o las invalidan. Eso es un problema conductual. Las aptitudes son presencia “estática” y sólo las actitudes responden a lo que son esas aptitudes que nos hacen ser lo que somos y, activadas por las actitudes, nos hacen ser lo que queremos ser; porque somos realidad más sueños. Si tus actitudes eliminan a tu realidad también eliminan a tus sueños y te convierten en un ser tan formalista que te hacen ser inservible para ti mismo y, sobre todo, para la sociedad a la que perteneces. Irrealizables e inservibles son los dos extremos de una misma causa: tu falta de realización personal. Cualquiera que haya vivido una experiencia es suficientemente capaz como para haber deducido lo que es a través de su experiencia y, en ese caso, se hace sustantivo. Encontramos, pues, que es lo sustantivo de cada uno de nosotros lo que hace desarrollar nuestra personalidad. Lo sustantivo es lo que hace tener una personalidad bien desarrollada cuando las actitudes son bien ejercitadas. A la falta de ese sustantivo positivo (recordad lo de la escala de valores ya citada) yo lo llamo incapacidad expresiva y, viceversa, al poseer ese sustantivo positivo tenemos una gran capacidad de expresiones propias. Si te expresas a ti mismo te expresas como tú mismo. ¿Dónde están ahí las implicaciones ideológicas? Están a la hora de saber si eres auténtico o te convierten en apariencia de auténtico. Tenemos la obligación social de ser personajes trascendentes con funciones transcendentales propias. Entonces yo me pregunto ¿por qué hay tantos seres simplemente intranscendentes? ¿No es una paradoja de la naturaleza humana? Pero la trama de lo valioso y lo invalidado no depende de lo que narran sobre nosotros mismos desde afuera de nosotros mismos sino de lo que narramos desde nosotros mismos hacia los demás. ¿Os dáis cuenta cómo el viaje, aún yendo desde un punto similar hasta otro punto similar, es distinto? La vida bien realizada es la vida bien narrada. Si dejamos que otros narren nuestras emociones, ¿qué sucede con nuestros sentimientos? Que, simplemente, desaparecen como prioridad y pasan a un nivel muy secundario o desaparecen por completo. Eso es lo que producen todas las ideologías. Cuando quieres contar tu propia historia tienes que hacer el esfuerzo de vivir tu propia historia. Yo digo siempre lo mismo: puedo dormir en miles de lugares diferentes o distintos pero siempre mantengo mi realidad impregnada por mis propios sueños. Si figuramos nuestros argumentos vitales es que vivimos nuestros argumentos vitales: causas fundamentales para poder realizarnos en un mundo que intenta apoderarse de nuestra realidad para convertirla en simple ficción. ¿La realidad supera a la ficción? Si dejas que te alienen las ideologías por supuesto que sí. Mas en el caso de que te hayas liberado, tu ficción es una realidad que no persigue ningún axioma para llegar a la conclusión de que, al liberarnos, somos un verdadero mosaico de todas nuestras ficciones que, por ello, producen nuestra realidad. La falta de sorpresas convierte la vida en una experiencia tan anodina y falta de interés que no merece la pena expresarla sino solamente aceptarla. ¿Es en realidad una libertad aceptar que seamos como los demás expresan nuestras necesidades humanas? Si a una necesidad humana la desnudas por completo, eliminas toda clase de sorpresas para realizarte como ser humano. Imaginaos el cuerpo humano. ¿Qué puede tener un cuerpo humano de sorpresa y de importancia cuando se desnuda por completo? Se ha perdido toda clase de sorpresa. No hay ninguna sorpresa. Lo que de verdad es interesante es imaginarnos ese cuerpo humano a la manera que lo imaginamos. Cuando lo vemos totalmente desnudo hemos eliminado la sorpresa y por tando su importancia. Algo fundamental a la hora de escribir y describir a los personajes humanos y sus acciones es mantener siempre viva la sorpresa y eso, traspasado al mundo de las existencias, se traduce en mostrarnos siempre dando lugar a que nos imaginemos tal como podemos llegar a ser. De todas las posibilidades humanas, las más atrayentes (y a su vez las más atractivas) son aquellas en las que nuestra personalidad se acrecienta con el misterio de nuestra identidad. ¿Conocéis alguna ideología que haga esto? Lo más inflexible que existe en el mundo humano es todo aquello que nos exige reflexionar para llegar a lo que ya han reflexionado de antemano sin contar con nosotros. Por el contrario, la flexibilidad de nuestros pensamientos propios nos sirve para liberar nuestros pensamientos sociales. ¿Por qué es así el proceso de la realización personal? Porque al carecer de pensamientos impuestos desde nuestro exterior somos capaces de crear y construir nuestro pensamiento desde el esfuerzo de construirnos a nosotros mismos. Vivimos para ser vividos. Vivimos para que nuestras vidas sean también parte de las vidas de quienes nos viven. No es cuestión de años pasados, de años presentes o de años futuros. Es cuestión de tiempo operativo.Tiempo operativo que tiene significación cuando su significado nos implica como seres auténticos que podemos ser imaginados por los demás a través del arte comunicativo de nuestras expresiones. Volvemos a hablar de las expresiones. ¿Somos expresiones de nuestras expresividades propias? ¿Sólo siendo así podemos hacer que los demás nos reconozcan cuando estamos presentes en los pensamientos ajenos? Solamente hay dos respuestas posibles: o nos valoramos o nos invalidan. Y es totalmente razonable que para que nos den validez a través de los pensamientos ajenos es necesario tener validez dentro de nosotros mismos. A eso yo lo llamo Liberación. Siempre sobrevivimos cuando nuestra persona fluctúa entre lo natural y lo creativo que sigue siendo parte de lo natural. Lo artificioso de las idelologías nos eliminan esas posibilidades. La actuación propia solamente se libera cunado podemos identificarnos con nuestra propia historia. Por ejemplo, cuando narramos nuestra antología personal estamos deshaciendo el reduccionismo al que nos someten las ideologías porque, en esos momentos de creatividad propia, estamos acreditándonos a través de las múltiples facetas de nuestra personalidad. La trampa en la que no debemos caer es descubrir todos nuestros secretos; por eso es necesario eliminar las normas coaccionadoras y elevarnos hacia nuestra propia dignidad. Tallando nuestra existencia estamos deshaciendo apariencias para cincelar creaciones. ¿Cuánta distancia existe entre una apariencia ajena y una creación propia? Es un amplio abanico tan abierto que sólo adueñándonos de nosotros mismos somos capaces de poder expresarlo en todas sus magnitudes. Es nuestra vida propia, cuando escribimos un cuento sobre nuestros propios principios, la que hace que nos estemos introduciendo en nuestros propios finales. Eso es lo contrario de lo aparente y lo superficial de las ideologías. Podemos ser agentes activos de nuestra propia historia o ser agentes pasivos de historias ajenas que se someten a lo que las historias ajenas nos proponen como realización colectiva ocultando que es una mera masificación. No es que tengamos que huir de lo colectivo sino que lo creativo de nuestro propio “yo” sea un colectivo de sí mismo; o sea, que seamos capaces de ser vividos por los demás cuando nos convertimos en vida para los demás. Pero casi siempre la emoción transmite erróneas traducciones de nuestra personalidad. ¿Qué hacer, entonces, con el mundo de las emociones? Motivarse hasta crear con todas ellas un mejor acomodo a nuestras sensaciones humanas. Sensibilidad podemos llamarlo. Entran entonces en juego los sentidos; esas ocho capacidades que no debemos imitar para construir un andamiaje propio que vaya representándonos, en el escenario social, capítulos tras capítulos, sin impostura alguna. Muchos creen que la impostura nace de la necesidad. Falso. La impostura nace de la capacidad ajena que nos quiere limitar. Cuando más sueñas tu propia identidad más estás comunicando sin ninguna clase de impostura sino con una gran verdad que se resume de la siguiente forma: “Si estamos viviendo es porque soñamos que estamos viviendo”. No es que la vida es un sueño (como dicen muchos poetas, escritores y personas pensantes) sino que el sueño es una vida. ¿No va a suceder nada cuando creamos nuestra propia dimensión humana? Por supuesto que suceden muchas cosas más que las que nos imaginamos. Sucede que somos desligados de toda superficialidad ajena (la que nos quiere imponer cualquier ideología del color que sea) y estamos capacitados para reencontrar un mundo mejor donde poder experimentar nuestra vida. La vida no es un sueño. La vida es un relato. No es lo mismo. Lo que sucede es que en el relato existen grandes cantidades de sueños. Nadie juzga nada que desconoce, salvo los ignorantes, porque nadie se atreve a profundizar tanto en lo que desconocen salvo los ignorantes, por temor a quedarse atrapados en lo que desconocen salvo los ignorantes. Y, sin embargo, lo verdaderamente interesante es atreverse a ello. Podemos referirnos a la creatividad como el hecho de ser lo que deseamos ser sin dejar de ser lo que somos. O sea, que evolucionamos cuando deseamos ser lo que todavía no somos pero queremos llegar a ser. ¿Quiénes se nos interponen en este relato de nosotros mismos? ¡Las ideologías! ¿Una historia con coartada? ¿Podemos expresar una historia con alguna clase de coartada? ¿Por qué no? La coartada creativa no es una traición sino un instante de felicidad que no debemos regalar a nadie sin defenderla. Siempre debemos estar dispuestos a cortejarnos a nosotros mismos para vivir nuestra historia. Así podemos superar a la soledad de los auténticamente autónomos. Autonomía propia. ¿Realismo o Ilusión? Ninguna de estas dos cosas en su totalidad. Parte de la esencia de nuestra realidad abarca toda la consistencia de nuestra ilusión. Todo el mundo gira sobre un eje lo mismo que todos los personajes de un cuento giran sobre una idea. ¡He ahí la respuesta! Creer en nuestras ideas y evolucionar alrededor de nuestras ideas. El punto de origen es como el de los demás. El punto de llegada tal vez no. Pero lo importante no es que, al final, estemos introducidos en el mismo mundo que todos los demás sino que hacemos el viaje con nuestras propias dimensiones humanas. Saber cualquier cosa no es aprender cualquier cosa sino seleccionar las cosas que aprendemos. A eso se le puede llamar carácter propio; una especie de caracterización independiente (no independentismo sino independiente) que nos convierte en autónomos pero siempre consecuentes con la evolución de esa idea primigenia (y primaria) donde hemos iniciado todos juntos el viaje. Nos podemos categorizar como seres presentes cuando el mecanismo de nuestra narración personal es, justamente, lo que opera desde nuestra idea primigenia (y primaria) para circular no en redondo sino en espiral. Porque, y aquí viene algo muy importante a considerar, todas las ideologías son circulares y te constriñen en un mismo círculo mil veces repetitivo y del que no se puede salir si quieres ser coherente con la ideología que has aceptado seguir, mientras que todo el conjunto de las ideas (no ideologías sino ideas) nos hace evolucionar de manera espiral y ascendente. La cuestión está muy clara y es otro vez dualista: o te ideologizas o te liberas. Esa es tu decisión. ¿Qué es entonces la existencia? Una antología de nuestras ideas asumidas como propias aunque sean tangentes con otras ideas ajenas. Eso es mucho más que ser parte de un conjunto en el que has diluido tu existencia porque decides, por ti mismo, que quieres pertenecer a un conjunto cerrado. Pero también puedes decidir formar parte de un conjunto abierto. Tu presencia supone, o debe suponer, mucho más que complacer a quienes quieren que les complazcas. Tu presencia es complacer a tu propia existencia. Unamuno hablaba de una idea superior. Quizás llevaba razón en el sentido de que cada ser humano es una idea superior de la Creación divina que o se diluye en el conjunto de las ideas inferiores (llamadas ideologías) con las limitaciones de ser pasivo para llegar hasta dejar de ser o eres tu propio “yo” para poder ser alejándote del todo “ello” que los ideólogos buscan de ti. ¿Y qué es eso que lo ideólogos buscan de ti sino una total alienación? La probabilidad de que caigamos en las trampas de lo aparente hace que muchos naufraguen en medio del viaje. A ese facilismo del abandono solamente lo supera la convicción de nuestra verdadera identidad y nuestra verdadera identidad no es un catálogo de idoleogías (por muy brillantes colores con las que nos las ofrezcan) sino un verdadero panorama compuesto por nuestros ocho sentidos. No hay lugar para las imitaciones si quieres ser auténtico y verdadero. Imitar a los ideólogos nos castra la capacidad de vivir con expresividad propia; pero los autónomos e independientes (no independentistas sino independientes) no adoramos ninguna imagen poderosa sino que nos imaginamos en el íntimo ejercicio de nuestro pensar, que debe evolucionar cada día para pasar de idea inferior a idea superior y de idea superior a idea más superior todavía. Esa es la espiralidad de la que antes os hablaba. Las construcciones de lo que pensamos o es la consecuencia de los que sentimos o, simplemente, deja de ser una autonomía independiente propia para sucumbir hundidos en las apariencias ajenas. Cada ser humano es como cada escritor; busca su estilo, su ritmo, su distancia. Lo que es propio de cada uno es el estilo de cada uno. Lo que es innato de cada uno es el ritmo de cada uno. Y lo que es presente de cada uno es la distancia de cada uno. No vivimos de un tirón (aunque algunos así lo hagan y así lo prediquen) porque eso de que de un tirón se es feliz es totalmente falso. Vivimos con ritmos y, a la vez, con pausas. Esto es tan evidente que quienes lo niegan se hunden en la infertilidad de sus personalidades por mucha fama social que hayan conseguido. Cada cierto tiempo tomamos un respiro para poder categorizarnos, en alguna medida, nuestra presencia dentro de la sociedad. Son los libertinos (no los bohemios sino los libertinos porque son dos cosas opuestas) los que viven de un solo tirón y cuando han dejado de hacerlo han sucumbido por completo. Tiempo, espacio y acción son tres componentes de la Liberación. Tiempo genuino para ser como somos, espacio libre para movernos como nos movemos y acción propia para vivir como deseamos. Yo nunca escribo, a priori, para los demás porque eso me parece una hipocresía, una falacia y una mentira más o menos pensada. Yo escribo, a priori, para realizarme como ser humano. No es que a los demás no los considere importantes sino que sus importancias no me delimitan ni mi tiempo, ni mi espacio ni mi acción. Algunos han dicho que puedo ser impenetrable. Eso es tan falso como llamarme indescifrable. A mi parecer, vivir tus historias propias no es ser hermético (como suelen hacer esos ideólogos que tanto me critican) sino saber que estás viviendo para ser trascendente y transcendental. Y eso no es impuesto fuera de mí mismo sino que lo sustento desde dentro de mì mismo. Los demás analizan, pero tener personalidad propia es mucho más que un análisis de tus contenidos porque consiste en alcanzar a tener u obtener una forma de entender la vida ajena a los intereses creados de antemano. Vaya por delante un propósito original y habrás obtenido una obra genuinamente tuya. O somos origen de nuestras conciencia o la consideración hacia nosotros mismos se nos derrumba por culpa de las acciones ajenas a nuestras conciencias. El ámbito natural de nuestros propósitos no debe ser nunca invadido por otros propósitos ajenos a nuestra voluntad. La conciencia propia sólo es mostrar voluntad y ponerla al servicio de nuestro noble propósito no contaminado por las ideologías. De esta manera, nuestro propósito nos erige en seres válidos, socialmente hablando, porque así poseemos una personalidad propia dentro del conjunto de las personas con las que convivimos. La mayor hondura de nuestra personalidad no reside en imitar a los “grandes hombres” sino expresar nuestra propia condición dentro de nuestras propias respuestas a nuestras propias inquietudes. Y es que al haber esa clase de inquietudes propias hacemos el viaje que queremos y no el que nos quieren imponer. Hay millones de historias que no nos conciben como personas sino como simples elementos pasivos (ideologías al descubierto), pero hay también millones de historias que pueden movilizarnos hacia la búsqueda de ese propósito que nos hemos marcado como meta subjetiva dentro de la objetividad más o menos coherente. ¿Qué es ser coherente? ¿Ser objetivo o ser subjetivo? Lo más coherente es aprovechar nuestras subjetividades para ser lo más objetivos posibles con nuestra individualidad elevada a la categoría de lo socialmente reconocible. Muchos demagogos se pierden en la insustancialidad cuando profundizamos en sus “diálogos” que son ajenos a nuestras expectativas. Las verdaderas coherencias nacen de nuestro viaje y no de los viajes de los “grandes hombres” que, a la hora de la verdad, no son tan grandes como ellos mismos dicen o les hacen creer y que, sobre todo, siempre o casi siempre, ocultan intereses propios para convertirse en “héroes”. Al final, por muy “cerrados” que quieran ser para que no los descubramos en sus incoherencias, son como “libros abiertos” y, con sorpresa, vemos en sus páginas escritas lo que no quieren que descubramos. Por otro lado, debemos especificar que no estamos hablando de ser individualistas (y mucho menos independentistas) sino de seres individuales al servicio de unas causas que nos imbuyen desde afuera pero que nacen en nuestro interior humano. O estamos convencidos de eso o no valemos para convencernos a nosotros mismos que es el primer paso a dar para obtener conciencia. ¿Qué pretende el mundo de las ideologías formulando cuentos sobre un mundo mejor para todos? ¿Nos pasan o no nos pasan factura cuando alcanzan el poder? ¿Cuál es el verdadero origen del mundo de los ideólogos? ¿Tienen propósitos incluyentes para quienes no les seguimos o nos excluyen en la realidad? Ni ellos mismos lo saben pero todos lo entendemos. El cuento ideal es aquel que nos transforma pero no para estar sometidos a ningún poder ejecutivo ajeno a nuestros sueños. El cuento ideal es aquel que protagonizamos en nuestra propia intimidad; el que nos cambia las actitudes pero respeta nuestras aptitudes. El cuento ideal nos evoluciona pero no nos deconstruye sino que nos proyecta hacia una vida menos superficial y más expansiva. ¿Conocéis alguna ideología que nos permita expansionarnos más allá de sus límites de obligado cumplimiento? Alguien va dentro de la piel de sí mismo cuando es verdero, auténtico e independiente (pero no independentista). ¿Qué buscan entonces los ideólogos en la realidad? Que todos tengamos la misma piel que ellos sea cual sea su color. Pero el cuento ideal no es hacernos síntesis de una totalidad descatalogada por falta de esencia personal sino que nos hace mostrar una personalidad propia en un mundo donde la síntesis sea alcanzar esa propia personalidad para poder comprobar que, a través de ella, podemos pensar en unas ideas más perfectas. No existe la perfección absoluta pero quienes nos movemos en el mundo de las ideas nos liberamos de conceptos prefabricados para hacernos creer que nunca vamos a poder ser como queremos ser en base a respetar nuestras propias aptitudes. El universo de nuestras ideas no pertenece a nigún ismo sino a aquel que hemos elegido como pertenencia de nosotros mismos. Las ideas no convergen siempre en un mismo punto de vista (pues eso sería la alienación como ya estamos viendo en muchas partes del mundo) sino que pueden converger en una pluralidad de puntos de vista que, en conjunto, sirva para hacernos concretos. Huimos de lo abstracto de las ideologías (ideas sometidas a la criba de los intereses) para vivir nuestro propio mundo onírico (y por lo tanto concreto) de nuestras propias sensaciones como seres humanos liberados. Si queremos cambiar el mundo quizás ha llegado ya la hora de saber de verdad quiénes somos cuando despertamos a esa realidad que nos rodea. Lo que más fascina a un ser humano es poder mirarse en el espejo y verse reflejado como héroe de su propia existencia. ¿Qué heroicidad existe en los manipuladores de las imágenes sociales y políticas? Cuando nos paremos a pensar en esto es cuando nos debemos dedicar a formatear nuestra liberación sensorial. Nuestros sensores anímicos son los que detectan si estamos siendo nosotros o estamos siendo sucedáneos de nosotros. Al elegir, por ejemplo, una idea no nos debemos mover por su estructura, más o menos atractiva, sino por su verdadera esencia liberadora. Existen suficiente número de ideas para elegir a las esenciales, a esas que, normalmente, no coinciden con ninguna ideología preestablecida de antemano fuera de nosotros mismos y de nuestras emociones sensitivas. He aquí el asunto de las emociones. Al escribir nuestras propias historias nos debemos emocionar como si estuviéramos descubriendo accesos a nuestra propia personalidad; si eso no ocurre es que tu propia historia no te pertenece y la están escribiendo otros por ti. Esto, en forma de sentimientos, significa moverse dentro de tu personalidad o moverse dentro de la alienación. Y es que nuestra propia personalidad es ese concepto que se refuerza energéticamente gracias a la dinamia que nos convierte en verdaderos. A veces incurrimos en la falsa creencia de que existen, entre los seres humanos, los salvadores de nuestra independencia. ¿De verdad han existido o existen esos héroes? ¿O solamente han sido imágenes que nos han proyectado como aspiraciones a las que debemos suspirar aún en contra de nuestra propia voluntad? Todo lo escrito sólo sirve cuando todo lo escrito nos libera de héroes impuestos como condición previa para poder elaborar nuestra propia heroicidad al leer lo escrito. No creo que los cuentos ideológicos tengan mucho que ver con nuestras historias humanas tomados de uno en uno. Y es que siendo singulares construimos el mundo que soñamos y podemos soñar siempre cuando somos singulares. En el principio de todos nosotros se ubica la expresividad, no el verbo (que viene después) sino la expresividad. Eso lo podemos entender todos con meridiana claridad. ¿Y qué es esa expresividad con la que nacemos todos? ¿Una causa o una consecuencia? Los ideólogos pregonan que es una causa. Sin embargo, lo que de verdad es es una consecuencia. Lo que sucede, en el mecanismo de la sociología ideológica, es que sitúan en primer lugar sus causas pera coaccionar nuestra intencionalidad personalista. Somos personas como primera consecuencia de la Creación de Dios. Así que la causa no es la primera expresión de nuestras existencias; y queda demostrado que lo que devenga de nuestra expresividad es una causa producida en el mismo momento en que comenzamos a percibir la realidad. Ahora bien, ¿la realidad existe o es un reflejo de nuestra expresividad? Opino que es un reflejo de nuestra expresividad incluida dentro de una consecuencia temporal. Y tampoco el tiempo se produce por causas sino por una consecuencia entre nosotros y nuestra identificación histórica propia. El compromiso de todo ser humano es como el compromiso del escritor que quiere acompañar a su lenguaje con las percepciones de su propia expresividad sin los límites de los trámites compuestos como normas. Y lo hacemos para poder triunfar como escritores. Siguiendo con este ejemplo, no triunfamos por escribir más o mejor; triunfamos por escribir con más cantidad de conciencia. No creo, para nada, en los mitos literarios. Cuando escribimos nos vamos identificando porque expresamos palabras alambiqueadas en nuestras forma de percibirnos siempre inacabados (en contra de los que nos predican las ideologías), porque el ser humano siempre inacabado está siempre efectuando el proceso de nuestra propia identificación ilimitada. Esto, trasvasado al mundo social y político, es como decir que no nos enfrentamos al mundo sino que en el espejo del mundo se refleja lo que nosotros mismos queremos ser. Puedo contar, como anecdotario concreto, que muchos son los que creen que escribo para combatir lo que escriben los demás. Eso es totalmente erróneo porque es completamente falso. Si escribo es para forjarme un espíritu mejor, no mejor que el de los demás, sino mejor para mí mismo. El compromiso de estar viviendo no se basa en la creencia de estar vivo sino en la convicción inclaudicable de que estamos viviendo en el mundo de las palabras. Y las palabras o se usan o se quedan vacías de existencia. Las palabras. He aquí el verdadero alambique y el verdadero crisol donde se elaboran las realidades. Atascados en la indiferencia no se puede percibir este proceso de creatividad que, o nos acerca a un mundo de paradojas expresivas o nos aleja hacia un punto oscuro donde lo único existente es la extrañeza del vivir. Y, sin embargo, vivir de verdad es una de las paradojas expresivas que se hacen reales cuando las imaginamos como la finalidad del proceso creativo y comunicativo. Entre las distintas versiones que existen sobre los humanos, los ideólogos siempre eligen a las que más les interesan para el “color” de sus ideologías. Yo propugno algo muy diferente. Propugno un mundo onírico de palabras que nos hagan más habitables con nosotros mismos para luego ser más habitables con los demás. Propugno que, al mirarnos en el espejo social y político, sepamos que podemos evolucionar sin tener que renunciar a lo que somos. Propugno que podamos mejorarnos cuanto más nos liberemos. Propugno que podamos alcanzar nuestras propias cumbres aunque sean ajenas a las de los ideólogos (o precisamente por eso). La práctica material de las vivencias humanas forman la función que debe ser alimentada por la espiritualidad de las almas humanas. El laberinto teórico hacia el que debemos caminar no puede ser una entelequia ideológica con la que no podamos salir de dicho laberinto, sino una posibilidad real y creativa para forjarnos el movimiento en espiral del que hablo cuando me refiero a las ideas. ¿Qué son las ideas de un escritor sino la extracción connatural de su propio espíritu? El sueño de muchos es creer que la vida se acaba cuando las ideologías se mueren porque no encuentran más salida que ellas mismas y ellas mismas ya se han auto eliminado por inercia de su radicalismo. Esa muerte es falsa porque no es un verdadero sueño. El sueño verdadero de los seres humanos es aquella convicción que nos hace saber que la realidad más la fantasía (Razón más Imaginación) crea otra realidad mucho mejor que la que tenemos. El reto de la vida no consiste en ser parte alícuota de lo mayoritario (masificados a pesar de sus voluntades porque las tienen dominadas por los ideólogos) sino ser parte esencial de un gran sueño onírico dentro del cual todos, y cada uno de nosotros, ocupemos un lugar predicativo. ¿Qué es un lugar predicativo dentro de la vida? Es el objetivo consustancial con nuestra propia historia original, ese que nos ofrece las verdades de nuestros porqués. Si al preguntarnos por qué estamos en la vida encontramos la extraordinaria capacidad de expresarnos sin prejuicios ideológicos excluyentes es que estamos en el principio de nuestra propia identidad y esa es la historia en la que ya no somos solamente personajes, sino también autores plasmando en la configuración de los diversos personajes interpretaciones propias de nuestra identidad humana a lo largo de todas nuestras existencias. En el comienzo están las primeras ideas sea cual sea el ámbito al que nos ha incluido la geofísica humana; pero después, una vez ya liberados (si hemos conseguido liberarnos de esa esclavitud) escapamos de ese ámbito ajeno y obtenemos los medios suficientes para explicarnos a través de los muy diversos personajes que interpretamos a lo largo de toda nuestra existencia. No hay cosa más impersonal que no poder interpretar esos personajes que nos explican el motivo de nuestra esencia humana. Verosimilitud. Esa es la palabra adecuada para poder interpretarnos como ejes fundamentales de nuestro “yo”. No es la comparación con los demás ni tampoco es la competición contra los demás como muchos lo malinterpretan. Es saber que estamos liberados y ofrecemos a los demás nuestra liberación. Todas las ideologías coartan y coaccionan a nuestros espíritus. Suelo llamarlo la alienación de las novedades. Seguir siendo fiel a nuestra propia manera de estar presentes en el mundo es tener fe aunque sea sin pretenderlo. A propósito de esto también tengo ya escritas muchas otras reflexiones. Pero ahora me pregunto ¿cuál es la verdadera versión de las alienaciones de un ser humano sean tempranas o sean tardías? La respuesta es la anulación como persona para quedarse convertido solamente en gente. Cuando contamos nuestras historias personales otorgamos un homenaje a nuestra identidad y para ser algo tan importante e impactante en nuestras vidas hay que saber tratarse con la inocencia de nuestras primeras ideas que luego, con el paso de nuestras acciones, nos van concienciando como seres humanos con voz. ¿Qué es la conciencia sin voz? Una anulación personal a la hora de ejercitar la libre crítica que acompaña a nuestras acciones cotidianas. Por eso es necesario del todo poder tener voz y expresarla de cara a los demás. Las segundas ideas no son siempre las más adecuadas y, por eso, es necesario evolucionar pero no olvidarnos de nuestras ideas primarias. ¡Mucho cuidado con las novedades ideológicas porque suelen contener muchas mentiras presentadas como novedades libertarias! Olvidar lo que somos es someternos a las circusntancias ajenas que son aprovechadas para engañarnos con ofrecimientos falsos adornados de novedades benefactoras que luego no se realizan. Lo hemos visto muchas veces repetido en todo el mundo. Así que, estando alertados de esos peligros de novedades que surgen no se sabe bien de qué manera, no sólo somos lo que somos sino que somos, también, lo que siempre queremos ser. Y si ese siempre querer ser no va acompañado de siempre sentir (y por eso digo que hay que tener mucho cuidado con las novedades ideológicas que son trampas disfrazadas de libertarismos inicuos) es que hemos perdido partes esenciales de nuestra identidad. Luego vienen los recuerdos. Por cada idea nueva surge una acción nueva y por cada acción nueva se filtran esas motivaciones que vienen juntas en un mismo envoltorio anímico: el alma de nuestras propuestas de vida. Cualquiera puede permitirse la labor de desestructurar sus propios esquemas (cuidado con ese tipo de novedades) pero, al hacerlo, se deconstruye como ser humano. Encontrar una salida a nuestra personalidad es darse el suficiente crédito como para no enredarnos (ni que nos enreden aprovechando las crisis y las confusiones sociales y políticas) en el pathos social de quienes nos quieren reducir a meros comparsas de sus nuevas creencias. Todos tenemos creencias pero todos tenemos capacidades innatas para descubrir falsedades disfrazada de verdades. En otras palabras, todos tenemos esas capacidades que digo innatas ya que coinciden con nuestra dignidad y no puede existir la dignidad cuando dividimos nuestro ser en pedazos aislados, en comprotamientos que se disuelven en caprichos ideológicos aprovechando coyunturas para explotarlos y hacernos creer que son la solución. Las nuevas concepciones de nuestro futuro se basan, siempre, en las acciones que nos configuran como seres humanos que nos cuestionamos los valores y establecemos una escala positiva (todos los valores son positivos porque si no son positivos no son valores) para seguir creando nuevas ideas que no sean coyunturales sino que tengan lo solidez de nuestras secuencias vitales. Darse cuenta de muchas cosas que llamamos valiosas a veces no son más que apariencias. Tenemos que darnos cuenta de que tenemos, a pesar de todas las crisis habidas o por haber, muchas ideas buenas para crearnos una disciplina de trabajo que se llama construcción (no destrucción sino construcción) de nuestra intensidad humana. Si abandonamos esa creación quizás no nos merezcamos otra cosa sino que otros, ajenos a nosotros y normalmente advenedizos que se aprovechan de nuestra inseguridad, sean los autores de nuestras vidas. Tratar de los asuntos inherentes a nuestro propio viaje no debe ser el absurdo de estar sujetos a los viajes ajenos por muy bonitos que nos los quieran hacer creer que son. ¿Cómo podemos tener experiencia suficiente como para no entrar en el juego de lo trivial a la hora de saber qué viaje nos conviene más? El uso de la razón. Usemos el uso de la razón para poder soñar bien. Una cosa siempre es cierta. Lo que yo hago conmigo mismo es lo que le hago a los demás. Basta analizar el producto final de lo que es ser un ser humano (y humanitario) para poder comprender hasta qué límite subsiste el funcionamiento de nuestra liberación y no venderlo a cualquier advenedizo que se quiere apoderar de ella forjando momentos de incredulidad y crisis identificadora. Si mis libros (pongamos este ejemplo literario) son también parte de mi vida es porque mi vida puede ser expresada en mis libros. Lo que se oculta (insisto en el punto de tener sumo cuidado con ciertas novedades apologéticas y demagogas) es, muchas veces, lo que nos define; así que hacer descubrimientos nuevos de nuestra personalidad, día tras día, es lo que nos hace evolucionar como personas sin olvidar nuestras ideas primarias y primigenias o sustituirlas por segundas ideas que no se han constrastado debidamente y que se presentan de manera abstracta para engañar a nuestro “yo” con lo del “río revuelto ganancia de pescadores”. Esta predisposición a los nuevos descubrimientos diarios puede y debe ser confirmada cuando al mirarnos en el espejo de nosotros mismos (que va más allá del espejo social y político) no te arrepientes de verte psicológicamente realizado. La forma no es la esencia, pero la forma es una parte muy importante de la esencia. ¿La vida es una novela? Podríamos imaginarnos que la vida es una novela. Entonces la pregunta siguiente es ¿soy protagonista principal de la vida? Poco a poco te puedes ir dando cuenta de cuánto representas en la vida o cuánto has dejado de representar en la vida. Lo que debemos confirmar es si esa vida a la que pertenecemos es la nuestra o es la que nos han impuesto los ideólogos cualquiera que sea el color de sus ideologías o si son muy novedosos o nada novedosos. Cada vez que incursionamos en nuestra íntima personalidad (la que vemos en el espejo de nuestro ser más allá del espejo de los social y lo político) nos damos cuenta de que el final no es nunca invencible. Podemos crear un inicio desde otro inicio. Podemos cambiar el viaje que nos han impuesto por el viaje que tenemos que descubrir; puesto que, descubrimiento tras descubrimiento, las posibilidades de ser cada vez más sólidos en nuestras creencias es ese imprevisto discurrir que no controlan las ideologías sino el sentido común. La parte correspondiente al sentido común es la que nos revela como verdaderamente existentes. ¿Cómo aventurarse en el proyecto de vivir las fantasías sin distorsionar nuestra realidad? Creciendo. Siendo cada vez más conscientes de que, en primer lugar, nos necesitamos a nosotros mismos antes de ser parte de los demás. La razón no tiene por qué ser opuesta a la fantasías. Pueden ser y, en verdad lo son, dos pasajeros del mismo viaje. Si tenemos imaginación es que todavía tenemos muchos sueños para aportar a esa sociedad que está necesitando ideas para acumular futuro. Yo me pongo a escribir. ¿Qué es lo que estoy escribiendo? Muchos pensarán que es lo que sale de mi cerebro. ¿Y si os dijera que no es mi cerebro quien dirige lo que yo escribo? ¿Cuál es entonces la alternativa? Saber que lo que emociona no sale del cerebro sino del alma. También tenemos la suficiente capacidad espiritual para ser quienes somos en medio del naugragio de las ideologías. Hablo de autonomía y de independencia que son cosas muy diferentes, y hasta opuestas, al libertarismo y al independentismo; porque la Razón no tiene por qué estar separada de la Imaginación; hablo de que la Imaginación es la que preside la triple composición humana (cuerpo, alma y espíritu). Dios nos imaginó antes de crearnos y, al imaginarnos, produjo esa consecuencia (consecuencia y no causa como dicen los ideólogos) de la que antes hablé. Cuanto más tiempo vivo más me doy cuenta de quién soy. No todos los seres humanos tienen esa capacidad porque no es que no la hayan tenido nunca sino porque la han vendido al ideólogo que más les ha convencido hasta anular sus propias ideas.¿De qué libertad hablan quienes proclaman que su razón es la mas conclusiva? Lo más concluyente de toda nuestra existencia es esa virtud que tenemos para imaginarnos ideas y hacerlas reales a partir de la fantasía. Muchos creen que algo es algo y, sin embargo, olvidan que algo es muy poco y no es todo lo que esperamos (y esperan los demás) de nosotros mismos a no ser que hayamos hipotecado nuestra vida hasta alejarla de nuestro alcance. Invento continuamente ideas para crearme continuamente mucho más viaje. Esa es la verdadera respuesta. ¿Creer es bueno o creer es malo? Estamos hablando de seres humanos racionales y querer reducir esa complejidad a un simple asunto de ser bueno o de ser malo es improcedente. Sabemos que existe lo bueno y que existe lo malo pero, entre ambas realidades, el ser humano racional debe entender lo que surge de lo profundo de su corazón. La mejor oferta para nuestra realización personal es la que más beneficios nos ofrezca. No es un egoísmo individualista sino una firme posibilidad de llegar a ser lo que estamos pretendiendo llegar a ser. Hay pocas tareas más enojosas y aniquiladoras para un ser humano que el esfuerzo de reflexionar sobre su propio destino. Entre la falsa modestia y el disparate irracional muchos deambulan por la vida en vez de ejercitar sus dones con la posibilidad de alcanzar esos sueños que habitan en el fondo de sus ilusiones. La ilusión no tiene por qué ser una utopía sino una persistencia en instaurar en tu vida un mundo intrincado de deseos nobles que, por ser nobles, nos elevan a una categoría superior no por prepotencia o soberbia (ni tan siquiera por vanidad) sino por posibilidades que se presentan en forma de realizaciones que nos hacen evolucionar hacia un estado mejor. La tarea de sacar a la luz lo que flota dentro de nuestra persona no es una historia cualquiera ni de un cualquiera; es nuestra propia historia y en ella nos debemos de vivir, sin tener que aceptar una vida grisácea y una grisácea existencia. ¿Es la existencia grisácea a lo que aspiramos en esta vida? La archifamosa renunciación no es más que la falta de carácter para abandonar la vida gris y llegar a la luz de una nueva realidad de tu propia existencia. Y lograr eso no depende de nadie salvo de nosotros mismos. Siempre aletean, en el fondo de nuestros sentimientos, las percepciones de que podemos valer mucho más que los demás creen que valemos. Pero para conseguirlo hay que ser valientes y decididos para evitar las pesadillas de un mundo que no nos llega a complacer lo suficiente porque está basado en decisiones ajenas que intentan anular nuestros sueños propios generalmente por envidia. No somos muebles para ser usados hasta envejecer, ni somos paisajes para ser admirados con la simple contemplación. Somos seres humanos que necesitamos aprovechar el tiempo para que nuestros sueños no se queden solamente en pensamientos más o menos grandes que, a la hora de la verdad, nos eliminan las ilusiones cuando no los llevamos a la práctica. Una imagen es sólo una imagen pero una vida es un largo proceso que consiste en poner en desarrollo las facultades intelectivas que nos pueden elevar a esa propuesta de sentirnos en verdad realizados. Una verdadera propuesta de vida no es nunca, o no debería ser jamás, un diseño que nos han creado personas ajenas a nuestros sueños. Lo intuitivo y lo poético se rescata siempre del subconsciente propio; un subconsciente que lo ponemos en ordenamiento y que deja de ser una representación simplemente imaginativa para ser una realidad concreta. Es necesario buscar oportunidades de mejorarnos en todos los sentidos físicos-mentales y materiales-espirituales. Superar los tabúes es escaparse de lo inaccesible hasta llegar a lo inalcanzable. En principio parece un contrasentido y, sin embargo, es lo más razonable que nos puede ayudar como seres humanos racionalmente realizados. Hablar es conocerse y reconocerse. El mensaje hablado es, al igual que el mensaje escrito, el instrumento con el que edificamos nuestras fabulaciones, sea para convencer a los demás o sea para llegar a llenar nuestros momentos vacíos. No tenemos que justificar, ni tampoco mendigar ni exigir nada. Lo que tenemos que hacer es movilizar nuestras capacidades en la única dirección importante: nuestro propio destino. Entre lo que hablamos y lo que escribimos hay un espacio libre que necesitamos saber darle la suma importancia que tiene, porque nos reaviva para llevar a cabo las cosas importantes de las que hemos dejado constancia cuando hablamos y cuando escribimos. Todo se cuenta. Todo se escribe. Pero, sobre todo lo que se cuenta y se escribe, todo se vive. Por eso todo se preserva como un icono de nuestra personalidad. Si no somos capaces de crear la crónica de nuestra evolución personal nadie va a saber interpretarnos adecuadamente salvo bajo el prisma de su propio interés (que no coincide casi nunca con el nuestro porque todos somos diferentes) salvo escasas excepciones. Estos deseos íntimos y profundos coinciden siempre con nuestra realización personal; pero el mundo de las ideologías intentarán destruir lo que somos por dentro para dejarnos solamente en lo que somos por fuera porque les interesa manipularnos continuamente. Aquello que elimine nuestros objetivos de realización personal no debemos aceptarlo como guía a seguir porque nos anula. Nuestros afanes nos definen por sí mismos y la sinrazón ajena intentará siempre que no los lleguemos a cumplir porque sólo son alienaciones y no liberaciones. Esto es algo tan importante de entender como lo es contabilizar las pérdidas o las ganancias que obtenemos al seguir dichas ideologías ajenas o a seguir nuestros propios criterios; porque al ser nosotros mismos lo que somos es lo que no nos niega lo que queremos llegar a ser. Y los demás son solamente cuentos sin sustancia alguna para nuestras necesidades humanas. Por eso resulta que hay tantas gentes, sin personalidad definida y sin realización alguna, que motivados por la envidia intentan desalojar de nuestras personas las ensoñaciones que nos convierten en seres felices. Y llegamos al asunto principal de todo este ensayo dialéctico: ¿amamos de verdad a nuestra propia condición humana o solamente la consideramos como una necesidad social de obligado cumplimiento aun en contra de nuestra voluntad? Porque si es una necesidad social de obligado cumplimiento en contra de nuestra voluntad, apaga y vámonos. Si el objetivo final de nuestra personalidad no es el amor hacia nuestras convicciones, ¿cuál es la esencia de nuestra personalidad? Sin tener en cuenta nuestra capacidad para calibrarnos como verdaderos seres humanos no es posible la realización personal sino solamente una especulación de apriorismos que nos eliminan nuestra esencia y la sustituye por cualquier otra circunstancia ajena a nuestra realización. O amamos de verdad nuestros proyectos que consideramos vitales o es mejor renunciar a nuestras reivindicaciones sociales para ser meros objetos sin conciencia ni voluntad propia. Lo que tenemos que sentir es una consideración profunda hacia nuestras personalidades y conjugar nuestro “yo” personificándolo en nuestros sueños y, de paso, alcanzar el status social de seres genuinos, unívocos, liberados de toda lacra y de poderes ajenos a nuestros nobles objetivos. Debemos dignificarnos en todas nuestras dimensiones que no provienen de los grupos de poder externo sino directamente de ese Dios que está a favor de la justicia y de la dignidad de todos los seres humanos. ¿Nos amamos lo suficiente como para poder amar a los demás? ¿Cuánto de verdad significativa nos damos a nosotros mismos a la hora del significado hacia los demás en el contexto general de nuestras existencias propias? ¿Quiénes intentan diluir nuestra personalidad porque no deseamos ser iguales a ellos? La personalidad no se basa en conceptos más o menos elevados de las ciencias sociales y las ciencias políticas sino en realizaciones personales más o menos alcanzadas. De nuestras propias historias nacen nuestros propios sentimientos. ¿Y qué ocurre entonces cuando quieren fragmentarlos, dividirlos, destruirlos a través de insignificantes relatos que ellos dicen vitales pero no poseen consistencia alguna ni ninguna clase de interés para nosotros? O somos los héroes de nuestra continua cotidianidad o nos han robado nuestros propios principios sin tener en cuenta cuáles queremos y deseamos que sean nuestros logros como personas. Construír mitos falsos es propio de quienes nos intentan eliminar de la conciencia social. O somos conciencia o dejamos que nuestra conciencia dé paso a los intereses ajenos y se nos hunde en los intereses ajenos. Los humanos conceptos. Entremos en el tema de los humanos conceptos. ¿En qué sentido y en qué dirección se encuentran, hoy en día, los humanos conceptos? Si nuestra existencia debe perderse en una globalización caótica e impersonal no merece la pena sentirse solidario de esas causas; porque la solidaridad comienza con una propuesta humana que hay que amarla de verdad y acaba con una propuesta humana que ha sido amada desde su principio soñado hasta su culminación realista. A pesar del caos social y político y la impersonalidad de muchas gentes que todavía no han llegado a ser personas, sigo insistiendo en que no solamente somos humanos sino que poseemos reflejos divinos que nos elevan a la categoría de seres superiores. Pues bien, defendamos esos reflejos de Dios para elevar nuestras conciencias y ser partes inseparables del conjunto formado por nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras buenas acciones. Y eso sólo se produce cuando en primer lugar interiorizamos esa pertenencia a la humanidad e inmediatamente la llevamos a la práctica sólo porque amamos dicha pertenencia a la humanidad. Eso es lo que no debemos vender nunca jamás a ningún ideólogo porque son ideas nuestras que nos definen lo que somos. Escribí mi primera historia de interés humano, Setamor y Bisalma, cuando más necesitaba ser humano, pero la llama de nuestras condiciones no son identificaciones ajenas; son las propuestas que nos narramos en medio de esa soledad creativa que tanta intensidad produce en nuestro diario vivir. Día tras día, durante toda nuestra existencia, debemos continuar visionando nuestras dimensiones como personas, hasta un punto de encuentro con el mundo sin tener que claudicar de nuestra singular condición individual. O sabemos qué significante y qué significado poseemos o habremos pasado por la vida sin haber encontrado nunca nuestro verdadero lugar. Y el verdadero lugar de cada persona es ser, precisamente, persona. Esperar que la ideologías confirmen nuestra dignidad humana es sucumbir ante la demagogia de sus dialécticas. ¿Acaso existe alguna ideología carente de demagogia dialéctica y qué es la demagogia dialéctica? Voy a explicarlo de tal manera que todos entendamos por qué causas debemos luchar y algunos ya estamos luchando. ¿Luchamos por nuestra consistencia humana o dejamos en manos de los demagogos que nos den una condición que nos haga, en verdad, ser quiénes queremos ser? La demagogia dialéctica jamás nos va a dar dicha condición porque elimina, de un solo plumazo, nuestras liberaciones para ofrecernos algo que no significa mas que una miserable condición de supervivencia tratándonos como objetos de sus intereses. ¿Y qué sucede cuando somos objetos suyos si queremos alcanzar la búsqueda de esa dignidad que nos merecemos por ser personas humanas? Que nos seguirán intentando destruir como seres humanos para seguir convirtiéndonos en marionetas nada más. Ante todo este panorama, tener miedo es esa carencia de personalidad que intentan introducirnos a la fuerza a través del lenguaje intimidador para que dejemos de luchar por nuestras reivindicaciones que nos llevan a alcanzar nuestra realización humana de persona en persona. No conozco ninguna ideología que renuncie a sus principios para aceptar nuestras inequívocas existencias. Si existiese una sociedad completamente limpia de demagogias dialécticas habríamos alcanzado esa clase de civilización de seres humanos considerados, antes que nada, personas. Punto de inflexión: ¿somos lo que intentamos ser o tiramos por la borda, durante el viaje, nuestras idiosincrasias para diluirlas en la insustancialidad? Lo soñado es lo que comienza a ser la característica propia de la persona y en ese punto de inflexión es cuando nos conocemos a nosotros mismos y a nuestro destino común como comunidad humana. Dejamos abiertas nuestras preguntas para poder confluir, en algún punto de nuestras existencias, como seres unidos por la razón de la concordia. ¿Y cómo se puede entender una concordia cuando las ideologías luchan fieramente entre sí para ofrecernos solamente sus intereses? Pese a la querencia por demostrarnos que somos válidos y valiosos es necesario practicar nuestra valía y nuestra validez dentro del conjunto social sin claudicar a los intereses ajenos a nosotros mismos como personas; porque esa valía y esa validez no nos las regalan ninguna ideología por mucho que nos prediquen sobre libertades totalmente inexistentes. ¿Cuál es esa panacea de Libertad que nos proponen las gentes que se mueven sólo por los intereses de alcanzar sus éxitos pero que no les importan nuestros fracasos? ¿Cuáles son esos fracasos de nuestra personalidad que aprovecha la demagogia para querer mostrarse como héroes de hazañas artificiosamente creadas para convencernos de que ellos son nuestros salvadores? La única salvación que existe es nuestra propia conciencia y si nuestra propia conciencia queda anulada nos hemos anulado nosotros mismos. Mucho tiempo después de habernos mirado en el espejo de nuestra personalidad, podemos volver a revisar cuáles son los alcances producidos en medio de las verborreas ficcionadas. ¿Somos solamente una ficción en manos de visionarios enloquecidos por el ansia de alcanzar poderes? Si nos preguntamos a nosotros mismos para podernos definir dando pasos firmes durante el viaje que hemos elegido libremente podemos reconocer que esa es nuesrtra realidad. ¿Dónde comienza el futuro que se inicia en nuestro despertar? En lo que hemos soñado como aventura personal. Y es entonces, cuando nos encontramos antes nuestras propias incógnitas, el momento adecuado para decidir si estamos construyendo nuestras propias ecuaciones sociales o las estamos dejando en manos de la demagogia sin conciencia y fracasamos al aplicar nuestros sentidos a una verdad que no es la nuestra. Dije, y vuelvo a decir, que sólo siendo autónomos independientes (no individualistas independentistas que son lo contrario a lo que propongo) tenemos personalidad propia que no se desgaja del conjunto general de la sociedad en la que vivimos y a la cual pertenecemos en su totalidad. Lo que yo creo que es funcional no es el individualismo partidista sino la conjunción homogénea de nuestra individualidad que se encuentra en un proyecto común con las demás individualidades. Eso es ser humanos en lugar de números que los ideólogos contabilizan para salir vencedores sin dar más valor a esos números que las estadísticas que les convierte en vencedores o vencidos sin preocuparse de los seres humanos como individualidades con personalidad única cada uno de ellos. Debemos ser identidades y no números ni cifras estadísticas de sondeos ideológicos ¿Vivimos un imposible? ¿Pedimos una utopía? ¿Nos estamos auto engañando? Resulta que lo que nos hacen pensar, o intentan hacernos pensar mejor dicho, es que nos neguemos a nosotros mismos indicándonos que es imposible crear una construcción humana que no esté contemplada en la ideología que nos ofrecen y que la utopía es tan irrealizable como alcanzar sueños ajenos a los suyos. ¿Es que todo lo soñado es solamente doblegarnos a principios ideológicos que ellos dicen que es la realidad? Estamos siempre dando vueltas a círculos viciosos y lo que hay que conseguir es salir de esos círculos viciosos y luchar por construir espirales de evoluciones personales (como ya lo he explicado) para no ser partes añadidas sino partes participativas. Dos temas totalmente diferentes. Ser solamente unos añadidos nos elimina la participación personal para convertirnos en meras presencias pasivas que sólo sirven para aumentar el poder de quienes quieren apoderarse de nuestras ilusiones. ¿Y por qué las utopías sólo son vanas ilusiones según dicen ellos? Porque no nos explican bien lo que son las utopías para que no descubramos que son posibles de llevar a cabo, posibles de ser vividas y posibles de dejarlas como herencia a los humanos del futuro que, resulta, que somos nosotros mismos. ¿Y la capacidad de reciocinio? ¿Qué es y en qué consiste la capacidad de raciocinio? Voy a ser breve pero concreto. La capacidad de raciocinio es lo que sirve para entender que estamos siempre presentes en el viaje y que no somos seres pensados sino seres creados. Estamos en medio de la Creación de Dios para poder significarnos a través del raciocinio (uso de la razón); pero dentro del raciocinio siempre existen nuestros sueños, que son proposiciones de desarrollo y todo desarrollo pasa siempre por ser inteligentes. Si somos inteligentes huimos de las peleas ideológicas para imbuirnos y llenarnos de profunda personalidad propia con la que participamos en el conjunto global de nuestras sociedades. Debemos participar en la construcción de la sociedad de manera horizontal a través de plataformas que sean ciudadanas para poder, de esta manera, ser sujetos activos y no objetos pasivos. Tenemos una capacidad inmensa para poder cambiar la realidad. No es un cuento de género fantasioso sino una completa historia fantástica donde podemos introducir nuestra personalidad y comparecer ante el mundo como seres liberados que llegamos al punto de encuentro en nuestro bagaje proyectivo. Todo consiste en cambiar el sentido de la dirección en que queramos que giren nuestras existencias. Si somos capaces de no tener prejuicios somos capaces de poder transformarnos. Y si nos transformamos de manera progresiva es que estamos capacitados para desarrollar nuestros sueños sin tener que eliminar juicios ajenos sino superar a los juicios ajenos para mostrarnos lúcidos y lucidos a la hora de construir una vida mejor, un mundo donde la persona sea, en verdad, integral. Opino que integrarnos en un conjunto no es eliminarnos como personas sino ser personas para poder introducir en dicho conjunto las características que nos definen. No las características con las que nos definen los demás sino con las que nos definimos nosotros mismos sin que nadie nos oblige a hacerlo. Toda obligatoriedad conlleva una pérdida de nuestra condición humana cuando no se corresponde con nuestro deseo de ser quienes hemos decidido ser. De hecho, las personas que han llegado a alcanzar su realización personal son las que han luchado siempre “contra corriente”, siempre huyendo de la mediocridad en la que muchos viven dirigidos por conciencias ajenas a ellos. Quienes han logrado escapar de esas arbitrariedades dirigidas por otras personas ajenas a sus principios han conseguido llegar a las metas impuestas pro ellos mismos. Y en ese camino han encontrado y encuentran sus verdaderas respuestas. Al final de cada camino siempre hay un motivo suficiente como para saber que no hemos equivocado nuestro viaje porque hemos decidido no ser como nos quieren imponer que seamos sino que hemos tenido que librar las suficentes batallas hasta vencer y obtener nuestra propia personalidad a pesar de todos los opositores que han estado queriendo siempre anular nuestra autonomía e independencia propia. Los ideólogos nos consideran solamente cuando somos partes de esas ideologías que ellos pregonan; pero para vivir nuestros sueños es necesario poner nuestros ocho sentidos al servicio de nuestra liberación. ¿Qué ideología social y política nos ofrece la oportunidad de conseguir toda nuestra realización personal? La respuesta es ninguna si no pertenecemos a sus intereses creados. Todas las ideologías sociales y políticas nos buscan solamente para que seamos un número más en todas sus estadísticas donde cada ser humano no vale más allá del número que ocupan dentro de las cifras impuestas por los poderes de las ideologías. Hay otro camino más gratificador para quienes nos encontramos en la lucha por no seguir otras huellas sino las que nos han liberado porque no formamos parte de las batallas cruentas que enfrentan a unas ideologías contra otras sin tener en cuenta cuántos millones de seres humanos han muerto y mueren por culpa de dichas batallas. Esas huellas que seguimos los liberados son las de Jesucristo.
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