Elemental, querido hermano... (Diario)
Publicado en Nov 21, 2016
Cayó la primera barrera de los bachilleres. Elemental. Si unía todos los elementos necesarios alcanzaría la segunda etapa de aquella carrera contra reloj en que se había convertido el tiempo. Retirado Gimi del San Isidro de Madrid, lo que yo tenía que seguir haciendo era continuar creciendo en el liderato que ya no sólo apuntaba necesidades infantiles y adolescentes sino que comenzaba el terreno más dificultoso de la juventud. Era necesario, por lo tanto, demostrar a todos los del aula de Quinto de Bachillerato que yo no era como Gimi. Yo no era el hierático personaje de los castigadores de chavalillas indefensas. No. Yo era el inicio de un líder que se preparaba para dar a las chicas la verdadera dimensión de mis sentimientos. ¿Admirarlas mientras pensaba en cuál debía ser la mejor manera de prepararse para resistir el asalto femenino? Posiblemente eso era lo que yo estaba llevando a cabo, desde el barrio, durante aquel Curso de Quinto de Bachillerato mientras forjaba mi verdadero caminar por las vías de mis propios recursos; aquel aliento de personalidad que había recogido de las expresiones de mi padre cuando me miraba intentando hacerme comprender que o tomaba las riendas del liderato o se desmoronaba todo el andamiaje que él había estado construyendo con la pasión contenida mientras confiaba plenamente en mis posibilidades.
Desviado Gimi del liderato democrático alguien de la familia tenía que conducir por la ciudad de nuestras crianzas a Califa y a Fantini durante aquel tiempo del San Isidro de Madrid. No era cuestión de copiar los errores ajenos sino de construir aciertos propios. Si Gimi no permitía que en su equipo de fútbol nadie le quitara el mando de director de orquesta yo tendría que ser el llamado para liderar a los "espartanos" qiue esperaban a que uno de los dos fuese el que tanto esperaban para guiarles por el camino de las victorias. Alguien serio pero que no tuviese ningún reparo a la hora de empatizar con las sonrisas y con todos ellos. No un líder despótico que sólo dejaría en sus recuerdos una huella de rencor sino un líder democrático que les hiciera saber todo lo que valían cada uno de ellos cuando llegara el esfuerzo de unirse en un solo obejtivo: ganar triunfando, empatar con honra o perder una batalla pero ganando la guerra. Era una forma de entendimiento que, hasta entonces, nadie había logrado inculcarles en el periplo que debía transcurrir entre el Bachillerato Elemental y el Bachillerato Superior. Que yo lo consiguiera sólo dependía de mi propio carácter y la naturaleza que había impregnado en mi personalidad esa llamarada "espiritual" que me alejaba de la soledad primaria y me iba proyectando hacia la compañía de todos ellos que iban nutriendo mis sueños reales ya desarrollados en las noches de los mil desvelos; aquellos tiempos infantiles y adolescentes que habían formado mi cuerpo físico y un temperamento juvenil al servicio de los demás. Como yo había elegido la ruta del placer controlado por mi propio espíritu, para mí las chavalas no eran objetos que se abandonan en medio de las emociones que se desatan de manera esquiva, sino que las iría conociendo mientras repesentaba los roles apropiados en aquel teatro de vida que flotaba en el aire de las imaginaciones pero que se harían realidades fuera de cualquier oscurantismo desolador. Por eso estada estudiando tanta Literatura y por eso me entusiasmaba la Historia del Arte para ir comprendiendo lo que era una mujer. A través del silencio creador pero recorriendo con la observación continua a esa mujer que ya formaba parte de mi carácter como líder que no temblaba ante la responsabilidad de quedarme con ella a solas. Era elemental, querido hermano. Y así fue cómo hice todo aquel camino hondo y profundo que nunca se quedó, para nada, en la simple superficie.
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