Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -51-
Publicado en Nov 23, 2016
51.-¿Somos santos o navegantes?
Sólo soy un ser humano: carne, huesos, sangre y corazón. Le añado, quizás, un poquito de razón al habla y la escritura con la mano. Más allá de cualquier título vano ésta es mi tarjeta de presentación. Silencio por la noche; de día una canción y un libro abierto cual ventana de verano. Todas las horas una caminar repleto de aprenderes sencillos y de ideas buscando la meta indefinida. Y, sintiendo, poco a poco me completo un puzzle amigo lleno de mareas en el inmenso oleaje de la vida. A mí me pasa algo así como a Miguelito, que no es que sea precisamente un santo (por lo menos un santo de la devoción) pero he navegado ya por tantos mares y por tantos océanos que, al menos, me merezco un pequeño rincón en este planeta para poder soñar que lo soy. Me he mojado tantas veces que ni el santo Job me iguala esto de mojarme hasta la carne, hasta los huesos, hasta la sanre y hasta el corazón. ¡Cuantíisma razón tiene el refrán español que dice "algo tendrá el agua cuando la bendicen". Y es que los hechos deben reconocerse aunque el mérito no siempre puede ser evidente. Mírame... pero mírame bien... tengo otros ojos, tengo otra cara, tengo otro rostro pero soy un ser humano como tú. Que vive las mismas penas y siente las mismas alegrías. Tengo sueños idénticos a los tuyos. El mismo sol que te calienta a ti también me da sus rayos a mí. Y la misma lluvia nos moja a los dos. Tengo padre, hermanos e hijos como tú y como tú salgo todos los días al trabajo para tratar de alimentar a mi familia. Viajamos en el mismo autobús. Tomamos café en el mismo lugar. Al llegar la noche sentimos la misma angustia en nuestros corazones y las mismas vibraciones laten en ti y en mí. Pero, sobre todo, tú y yo junto a los demás formamos parte de la única raza humana que Dios situó en este Planeta. ¿Santos o navegantes? Quizás un poco de santidad pero, sobre todo, mucha navegación por los mundos heterogéneos que nos sirven de altares para nuestra sincera confesión. Confesamos hasta los pecados ajenos para poder sentir eso que se llama empatía hacia los demás. Y, al cargar con los pecados ajenos, un poco de santidad si que nos toca en el reparto de los beneficios. Una de las características que más distingue y dignifica a todo ser humano (hombre o mujer) es su condición de ser único e irrepetible; y esto se pone de manifiesto por su absoluta distinción como especie, es decir como hombre o mujer orientado u orientada hacia el mundo para realizarse ante la historia como ser corporal y espiritual, distinto a los demás por su manera específica de ser persona. La manera de ser, de pensar, su color, su forma, peso, la manera de vestirse, sus creencias, la manera de relacionarse, caminar, hablar, actuar, etcétera y etcétera. Todo ello configura a un ser humano como persona antes que como un simple individuo. Basta la actitud de persona que todo ser humano lleva implícita para decir que todo lo que como hombre o mujer hace o dice es propio de esa única persona. Un hombre o una mujer es hombre o mujer único e irrepetible en sí mismo o misma, diferente a todos los demás. Ahora bien, al decir que es único e irrepetible no debe hacernos pensar que estamos solos refugiados en nuestro egocentrismo pues nos relacionamos con el mundo y vivimos en sociedad. Italo Gastaldi decía: "yo soy yo y no puedo ser habitado por otro, ni representado, ni sustiutido por nadie". Y siguiendo el pensamiento de José Ortega y Gasset llegamos a la conclusión de que nuestra unicidad es única, inconfundible, que nos parecemos a los demás pero somos diferentes. Pero vuelvo a incidir en que vivimos junto a los demás y que la interioridad de cada uno de nosotros y nosotras es la que nos permite ser conscientes de lo que hacemos, lo que decimos y los que somos en relación con los demás que también poseen su propia unicidad e irrepetibilidad. La manera de gozar de la libertad (y hablo sólo de los que tenemos la fortuna de poseer cierta libertad porque existen muchos seres humanos que desgraciadamente no gozan de ella por imposiciones externas y ante eso hay que rebelarse) podemos ser responsables de nuestras opciones, pero no sólo para con nosotros puesto que al vivir al lado de los demás tenemos que pensar fundamentalmente en nuestra relación con ellos. Nuestro "yo" debe actuar con una actitud abierta y franca con los "otros" a los que debemos considerar hermanos o congéneres y procurar hacer del mundo un mundo mejor para mí y para todos a la vez. Porque el hombre y la mujer, siendo únicos, somos seres para el encuentro, para hacernos y enriquecernos culturalmente con los demás. La única forma de realizarnos como personas es cuando nos identificamos con los otros aún sabiendo que somos únicos e irrepetibles. Damos parte de nosotros a los demás y sólo de esa manera ayudamos a nuestra propia persona a crecer y lo que es mejor a ser libres y más humanos. Me cobijo en los acentos de tu nombre para besarte en el silencio de las noches y, hundido en el sueño de los siglos, ser hombre del viento y la sonrisa. Vengo de salir de la mañana traspasando el aire del atardecer y siento tu voz dentro del alma. Ahora quiero sentirte bien adentro de mis pensamientos donde nadie, salvo tú, princesa de mis cuentos, eres habitante del espacio. Despacio... despacio... mientras llega del alba la mañana. Entre las rendijas del momento te siento... y cuando el reloj suene distante presiento... el instante... el instante de darte ese milagro que es la sombra de mi calma. Calma... la noche guarda los secretos y, en medio de esta vida renacida, diez, cien, mil veces vivida... soy sencillo y transparente. Las agujas del reloj siguen cantando bajo el sonido dulce de las aves y en medio de la miel depositada en mis labios tengo tu ternura. Y perdura... perdura este aroma de canela hallada en el camino de mis años. A fuerza de ser tan joven como quieres soy tan joven como quiere la madrugada y después de haber nacido en las noches del suspiro... admiro tu estar en mi presencia. Es la esencia de las rosas que existen en la estancia. Si me dicen que navego hacia el destino de tu boca repleta de poemas voy y digo al viento vespertino que soy el que te adivina siempre mientras camino... camino... y camino... Un pájaro... una raíz... un hombre que se ha puesto como nombre tu voz llenando mi aventura. Y dejo atrás las huellas imborrables de un ayer cernido en mi entrañas. No eres la extraña pasajera sino quien subió al tren de mis miradas e hiciste un sitio a mis dolores. Aquellos otros amores fueron las frágiles y frias despedidas. Huidas... las palomas se quedaron en el viento del atardecer del sol y de las sombras. Aquí, tan dentro estoy de tu morada, que me cobijo con el sueño de tus ojos y, mirada tras mirada, siempre estoy en todo este presente. Ya el resto de la gente es sólo el recuerdo de la infancia que, bajo el sol naranja del poniente, sin estrellas me dejaron el sentir. Deseo ser siempre este existir de besos sencillos y sin sombras y tú me nombras mientras busco el infinito horizonte tras el monte, tras la colina, tras ese valle verde de la lluvia que me hace sentirte más adentro. En el centro de toda esta dulce andadura yo no quiero ninguna armadura para amarte como ama el ruiseñor y ser solamente ese señor, joven siempre y siempre joven que te da el beso de gorrión. Así es mi canción. Quererte más allá de ese espejo que ilumina tu rostro de belleza y estalla en el lago suspendido de tus ojos con certeza de estar siempre en ti dormido como movido por las dedos de la magia y amando tu cuerpo a mí adherido. Quizás esto no sea la santidad que exigen los señores de la religión pero no conozco otra manera de ser santo más que nombrar tu nombre mientras sigo siendo el navegante que acumula los sesgos del alba para despertar siempre entre tus brazos. Y es que, en definitiva, en la bahía de tus pensamientos tengo la barca encallada que en silencioso anochecer está por las estrellas guardada. En la bahía de tus pensamientos tengo toda mi alma. En la bahía de tus pensamientos una flor lila se encarna como divisa del sueño del porqué de tu mirada. En la bahía de tus pensamientos siempre hay algo y nunca nada. En la bahía de tus pensamientos flotan mis versos de mañana y al llegar el atardecer esos versos se hacen hadas. En la bahia de tus pensamientos viven las aves aladas. En la bahía de tus pensamientos cuando llega la noche blanca toda tú te haces gaviota alrededor de mi barca. En la bahía de tus pensamientos me dan las horas el alba. Santo o navegante. ¿Soy un santo o soy un navegante? Sólo puedo sentir lo que siento en esta marejada que es la vida. Según Fernando de Rojas, el autor de "La Celestina", "del pecado, lo peor es la perseverancia". Advertimos en esta frase-pensamiento algo así como un "aviso a navegantes". ¿Quiénes son los navegantes que naufragan en estos casos? La cuestión es que el pecado carnal no sólo existe sino que es; porque algunos piensan que al no ser (lo cual es totalmente falso) no se puede descubrir (lo cual es totalmente equivocado). Eso es un error de interpretación tan enorme como querer tapar la conciencia con un "si lo hacen los demás yo también lo hago". ¿Dónde queda, entonces, la personalidad? Tener que hacer lo que otros hacen es como no ser más que una nulidad, un cero a la izquierda, una manera de no tener valor alguno como persona porque se limitan a imitar y las imitaciones siempre son peores que los originales en el tema del que estamos hablando. Fernando de Rojas lo dejó bien claro y sin duda alguna. Miedo al mal. ¿Quiénes tienen miedo al mal salvo los que se introducen en el infierno del mal y se dan cuenta, demasiado tarde para sus desgracias, de que ya no pueden vivir sin ello? Tras las marchas de los condenados, quizás el viaje termina en lo desconocido, pero quienes conocemos las rutas por donde caminamos sabemos que siempre, tras el camino, debe haber alguna meta; porque, en caso de que no la hubiera, caminar no serviría para otra sino para fallecer, desfallecer y perder la identidad propia. Todo es cuestión de tener amor propio o no tener ninguna clase de amor. Ya lo dijo Fernando de Rojas. Yo añado que "el pecado carnal no sólo produce un vacío final sino, ante todo, un abismo mental". Ayer hubo hogueras encendidas. Hoy sólo hay cenizas apagadas. Si esto es santidad no puedo decirlo; pero sí afirmo que es navegar a pesar de las corrientes. Y todos los que estamos es que estamos vivos.
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