Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -53-
Publicado en Nov 23, 2016
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53.- La buena y la mala eutanasia.
 
La pregunta que todos nos debemos hacer es la siguiente: ¿existe alguna muerte que sea buena?. Muchos confunden la muerte con la suerte. En caso de la suerte sí que podemos decir que existe la buena suerte y existe la mala suerte; pero en caso de la muerte (y por favor a ver si oímos bien y no confundimos suerte con muerte) desde luego que sólo existe la mala muerte y nunca jamás una muerte es buena. Una de las mejores definiciones que he leído yo sobre la muerte la dijo exactamente una mujer. Me estoy refiriendo a la chilena Isabel Allende, hija precisamente de Salvador Allende, la cual ha escrito lo siguiente: "La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo". Eso sí que es creer en la existencia eterna y lo demás son simples ganas de hablar por hablar. La escritora chilena Isabel Allende tiene siete años más que yo, pero coincidimos en cosas tan transcendentales como la citada anteriormente. Para mí tampoco existe la muerte y, por lo tanto, al no existir la muerte no pueden existir ni la buena ni la mala sino la vida.
 
Mi experiencia siempre ha sido completamente sincera. También sufrí la inseguridad y el temor, pero jamás fue por pensar en la muerte. Yo sólo pensaba en la vida mirando hacia el futuro más allá de que me llegase la muerte o no me llegase. ¿Cómo combatir el temor a la muerte que a tantas personas les condiciona sus vidas?. Como siempre han hecho los más tímidos da la Historia humana. Dando un paso hacia adelante en vez de echarse para atrás. Recuerdo, por ejemplo, que me daba mucha vergüenza hablar en público (el tiempo me convirtió en un gran orador en público pero en aquellos tiempos que ahora estoy citando me daba miedo hablar en público no por complejo de inferioridad sino por timidez). Entonces decidí que la mejor forma de combatirlo era hablar en público. Parece una paradoja pero así combatía yo mi inseguridad y así conseguí vencerla definitivamente. Por ejemplo fui capaz de salir al escenario de una obra teatral. De acuerdo que era un personaje muy secundario, pero había que salir ante el público, hacer gestos teatrales y decir sólo una palabra: !Quieto!. Y no era cuestión de quedarse quieto si quería superar aquella inseguridad. Así que lo hice. Aquello fue la mejor manera de combatir mi timidez. Eso es lo que debemos plantearnos para combatir el miedo a la muerte.
 
Muchos son los que hablan de si la eutanasia es un derecho de la propìa persona que la desea o, por el contrario, nadie debe matar a nadie bajo ninguna circunstancia. En cuanto a ese asunto sólo puedo insistir en que jamás conocí el temor a la muerte. Con el paso de los tiempos he visto ya morir a suficientes personas conocidas como para pensar en la muerte pero no con temor sino como una curiosidad y, sobre todo, para vivir y escribir sobre la vida. Otra paradoja que nos sucede a los que sufrimos, durante años, de esa inseguridad llamada timidez. Hice otros actos más personales para combatir a la timidez pero no los cuento; primero porque ya con una muestra es suficiente; segundo porque son muy personales y tienen que ver con las mujeres; y tercero porque ya están totalmente superados. Sigo siendo un poco tímido, como sucede con todos los verdaderos bohemios (y no con esos que se llaman bohemios pero no lo son porque çunciamente practican los vicios como el de la borrachera por poner un ejemplo claro) pero no es ya ninguna inseguridad y nunca me llegó a ser verdadermaente un complejo. Podría citar algún otro tema de esta inseguridad pero algún lector o lectora podría decir que era un complejo y no era verdaderamente un complejo sino una inseguridad (cosas muy diferentes por cierto).
 
Ahora bien, si nunca tuve temor a la muerte esto no quiere decir que no tuviese, en mi vida, un temor (como en la vida de todos los hombres); pero este temor se llamaba soledad. Viví un largo tiempo la soledad, conozco perfectamente lo que es la soledad y sé lo que significa tener temor a la soledad porque la he experimentado directamente. Pero eso también fue ya superado y, además, tenía preparado el volver a convertirme en un niño, solamente en un niño y nada más que un niño, renunciar a crecer, dejar de ser hombre (cosa por otro lado que me era imposible pues ya era hombre desde los siete años de edad) aunque fuera de manera aparente con tal de no vivir en la soledad. Pero, en medio de ese temor a la soledad, seguía soñando... soñando... con ella... no con la soledad sino con la mujer... porque la mujer (en sentido individual dentro de la generalidad de las muchas que he conocido) siempre ha sido, cada una de ellas que conocí, una aventura, un libro donde poder grabar mis experiencias a través de la pluma y un avanzar en el crecimiento de mi personalidad. Por eso no solo no he sido nunca machista sino que me he encontrado siempre más a gusto con las mujeres que con los hombres a pesar de haber tenido bastantes amigos. Eso es amar la vida y no pensar jamás en la muerte sea la eutanasia un derecho o sea la eutanasia un pecado. Para decidir sobre ese asunto primero hay que pensar en la muerte (cosa que jamás se me ha ocurrido practicar) y después hay que considerar que existen "doctores" en dicha materia; y yo de "doctor" no tengo nada porque sólo soy, de momento, licenciado. Si la vida me ofrece un doctorado pido a Dios que, por favor, sea "honoris causa" (que es causa para ser todo un gran honor) y que yo esté vivo para poder disfrutarlo.
 
La mejor definición que se me ha ocurrido a mí hacer sobre la eutanasia (sea pecado o no sea pecado decirlo) ha sido la siguiente: "Vivir es una experiencia que no tiene reemplazo. Vivimos la vida tal como sentimos la vida. Por eso no existen las edades sino las presencias o las ausencias". Mejor manera de explicar este asunto tan espinoso de la eutanasia no se me ha ocurrido jamás de los jamases. Y es que si nos aferramos a la vida algo sacaremos de provecho. Eso, al menos, es lo que siempre he pensado yo. Y permitidme, amigos y amigas de lectura, que termine este párrafo con cierta dosis de filosofía existencial esperando que me comprendáis del todo: "en el oscuro sótano, sólo lleno de "luces de plástico" y "luces marmóreas de neón", siempre sucumben aquellos a los que les atacan las neuronas y destrozan la vista, el cabello y los nervios. Por eso algunos caen en crisis y los tienen que sacar rápidamente de alli". Supongo que algo tendrá que ver con la eutanasia.
 
Ahora bien, tengo que confesar y confieso (sea pecado o no sea pecado el confesarlo) que lo más parecido que yo he conocido sobre la eutanasia ha sido a la Atanasia; pero estaba muy viva y no deseaba para nada morir. Me estoy refiriendo a la Atanasia de Egina; que fue una mujer pìadosa, metida después a monja, que es venerada como santa por la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Nacida la Atanasia en la isla griega de Egina en el siglo IX después de Jeuscristo, quería hacer vida religiosa, pero su familia le obligó a contraer matrimonio con un joven rico, oficial del ejército, que murió 16 días después en un combate contra los árabes que habían asaltado la costa. La Atanasia quiso entonces tomar los hábitos religiosos, pero sus padres le persuadieron para contraer un nuevo matrimonio, nuevamente con un hombre rico y muy devoto. Como ella se libró en la oración mediante la caridad, repartiendo alimentos entre los pobres y los llamados "tsigani" que, muy probablemente, eran gitanos, al hacerse grandes, acordaron separarse para hacer vida religiosa y prepararse para la muerte. Ella formó una comunidad de religiosas en su casa, llevando una vida de gran austeridad bajo la dirección espiritual del abad Matías. Éste les sugirió que fuesen a un lugar solitario para hacer vida retirada y marcharon a Tamia, donde fundaron un monasterio. La fama del monasterio llegó a la emperatriz bizantina Teodora, que la llamó a Constantinopla y la nombró consejera para restaurar el culto en las imágenes después de la iconoclastia. Pasó siete años hasta que en el año 860 después de Jesucristo volvió al monasterio de Tamia y murió pasados pocos días. Eso es lo más parecido que yo conozco de la eutanasia aunque me parece que no tuvo que ver nada con ella.
 
Por último sólo puedo decir (sea pecado o no sea pecado decirlo) que en cierta ocasión hubo algunos "chiquilicuatros" que me hablaron de la eutanasia. Fue entonces, cuando la cantidad de mi rebeldía era tanta por culpa de tanta injusticia inhumana, que se me ocurrió echar "humo de pipa". "La pipa de Pepe" decían las chavalas a las que les caía simpático sin yo desearlo. Porque la lucha era verdadera. El humo de la pipa eran las señales de que seguían teniendo incluso más vida que antes y menos muerte a pesar de que ellos quisieran lo contrario. ¡La pipa de Pepe! se oia de vez en cuando entre las compañeras femeninas que buscaban su liberación y aquel humo de pipa era una especie de esperanza para ellas. Eso destrozaba los nervios no sólo al "carnicero" sino también al "comedor de magro de cerdo" y a todos sus secuaces jefezuelos o aspirantes a jefezuelos. El humo de mi pipa cegaba los ojos de aquellos "diabólicos " personajes que, enfurecidos, intentaron aumentar más la velocidad de las máquinas de los números, probando nuevos programas de alienación mental. Pero mi sonrisa se convirtió entonces en verdadera risa... para combatir precisamente su maldad y empezaron a estallar mis carcajadas. Casi nadie podía resistir aquellos ritmos de trabajo en "el sótano de la muerte". Casi nadie entendía las carcajadas de mi humor pero el humo de la pipa de Pepe hacía rechinar los dientes a algunas brujas que había por allí como si se los estuvieran moliendo en unos recuencos. Y yo, sin saberlo, me estaba acercando a un final. Sería la muerte o sería la vida... pero ya no sonreía sino que me reía de ellos abiertamente... y ya no en silencio sino a viva voz. ¡Era la vida la que se me estaba acercando auque ellos querían llevarme a la muerte!. Así que, sobre el asunto de si la eutanasia se puede hacer o no se puede hacer ya no tengo nada más que decir que lo siguiente: "La Vida es la mejor locura que inventó un genio llamado Dios".
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