Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -61-
Publicado en Nov 25, 2016
61.- Desmontando a Jackie.
Comencemos el asunto transcribiendo, textualmente, lo que en su día escribió Luis Martínez apoyado por un comentario que dice así: "Pablo Larraín compone un retrato doloroso, bello y muy educado de la viuda de Kennedy, a la vez que Terrence Malick insiste en su monomanía de estrellarse contra el cielo". El texto dice lo siguiente: "En su reflexión sobre el nacimiento de la filosofía, el pensador Giorgio Colli coloca a la locura en su origen. Y hace hablar al propio Platón. "Los bienes más grandes llegan a nosotros a través de la locura", dice el griego y acto seguido distingue cuatro tipos de "manía": profética, mistérica, poética y erótica. Puesto que el conocimiento del futuro es, por así decirlo, lo que define a la sabiduría, ésta depende necesariamente del vicio de la adivinación. Pero antes incluso de todo está el mito. Y más concretamente, el de Apolo, el dios que conoce el porvenir. En definitiva, y resumiendo mucho, las primeras claves de cualquier conocimiento cabal de quiénes somos pasa por la capacidad del mito de explicar la parte más íntima de nosotros. El miércoles Venecia nos dio su particular lección de filosofía presocrática y lo hizo de la mano de "Jackie", de Pablo Larraín, que no es más que un doloroso, cristalino y bello tratado de mitología. La nuestra. Cabría añadir que Terrence Malick también contribuyó con una clase extra de la misma materia de la mano de "Voyage ot fime". Pero eso es otra historia. La propuesta del director chileno se detiene en cuatro días en la vida de Jackie Kennedy, los que siguieron al asesinato de su marido el 22 de septiembre de 1963 en Dallas. Cuenta el cineasta que su intención es crear "una ficción desde la intimidad de lo privada". Y añade: "La idea no es explicar quién fue, sino acercarse a una narración emocional que nos permita estar dentro de ella". Y le creemos. La película detiene la cámara a escasos centímetros de la protagonista interpretada como gusta en la ceremonia de los Oscar por Natalie Portman. Se trata no tanto de reconstruir o imitar la realidad como de recrearla por dentro y hacerla posible en los estrictos márgenes del mito. Pues básicamente, y por encima de cualquier consideración, Jacqueline Lee Bouvier Kennedy Onassis, ése era su nombre completo cuando murió, era y es una diosa pagana que encarnó como nadie la ilusión del poder cercano, por humano y herido. Puro mito. Nadie sufrió en público con tanta elegancia, con tanta espectacular humildad, valga el contrasentido. Y ella o, mejor, el personaje creado por Larraín, lo sabe. Es tan perfectamente consciente de que sólo la imagen pública de su figura importa que repasa con cuidado las notas del reportero que le entrevista; que se niega a cambiarse el vestido tras el asesinato para que el mundo contemple los estigmas de la sangre; que se obstina en organizar un funeral a la altura del de Lincoln; que pasea su dolor por las calles de Washington en una liturgia profana retransmitida al mundo... que contempla, ya al final, cómo los grandes almacenes de las grandes avenidas colocan en los escaparates maniquíes con su figura. Ella sabe que pertenece a los demás. Como los del bello y profético Apolo, también los símbolos de "Jackie" son los de la lira y el arco, las representaciones del amor y la muerte. Sólo el mito permanece. Al contrario que en sus anteriores trabajos, esta vez Larraín opta por la transparencia. Ni rastro del gesto desabrido y trastornado de "Post-mortem", también una cinta sobre otro magnicidio (el de Salvador Allende), y también muy lejos de la premisa de su reciente "Neruda", una lectura furiosa del poder para la pasión, la carne y la revolución del poeta. "Jackie" es, fundamentalmente, una película educada. Para bien y, por supuesto, para mal. "Es simplemente una ilusión que habla de la belleza, el amor y el deseo". Es decir, de lo que tratan todas las películas", dice Larraín sobre su trabajo. Lo cierto es que es difícil sustraerse al encanto doloroso, digámoslo así, de una película que navega sobre la retina del espectador como una cantata de aire místico. Desde la primera escena, el director evita la tentación de la catarsis, el feo vicio del melodrama. Toda la película vive pendiente del gesto entre la alucinación y el pánico de su protagonsita. Siempre al límite de lo posible. Por supuesto, y viniendo del director de 'El club', por ejemplo, confunde (no diremos decepciona) la voluntad explícita de seguir palabra por palabra el discurso oficial. La Jackie que imagina un director que ha hecho de cada uno de sus trabajos una máquina de demoler prejuicios no cuestiona nada, no rebate nada, no rompe nada. No ofrece más que una bella y reposada lectura de una herida con los modales de, otra vez, de mito. Eso sí, el mito más cerca de la locuta que ha dado la historia reciente. Y, por ello, como decía Platón, el que mejor nos define y que, por tanto, precede a cualquier conocimiento de lo que somos. Bebamos de otra fuente para constrastar ideas. Me refiero ahora a Infobae.es y este otro texto es otro pretexto para construír mitos con la saludable idea de desmontarlos inmediatamente después: Se trata de "Jacqueline Kennedy Onassis: A Life Beyond Her Wildest Dreams" (Jacqueline Kennedy Onassis: una vida más allá de sus sueños alocados), escrito por Darwin Porter y Danforth Prince. Publicado por Blood Moon Productions un 7 de junio. El matrimonio con Kennedy se concretó en 1953. Al principio fueron felices, y ella se refería a él como "el amor de su vida". Pero a medida que JFK escalaba en la política estadounidense, la relación se complicaba. Todo cambió el 20 de enero de 1961, cuando él asumió la presidencia. Las infidelidades de Kennedy comenzaron a ser cada vez más frecuentes. El affaire con Marilyn Monroe fue sólo el más famoso de una larga lista. Jackie estuvo al tanto de todo, pero no estaba dispuesta a quedarse sentada en su casa y uno de sus primeros amoríos fue con el actor William Holden. Su vida sexual con John Fitzgerald Kennedy no era para nada satisfactoria. "Sabía que las mujeres no lo consideraban un gran amante. Cuando teníamos sexo, él inmediatamente se daba vuelta y se dormía. Entonces yo me quedaba escuchando sus ronquidos, casi llorando por mi falta de satisfacción como mujer", confesaba a sus íntimos. Este padecimiento cotidiano la llevó a una creciente depresión. En 1957 una discusión con Kennedy terminó con Jackie corriendo en la calle, semidesnuda y gritando. Pasó una semana en un manicomio, sometida a repetidas sesiones de electroshock. El nacimiento de sus hijos cambió en algo la situación. Tras el asesinato de JFK, el 22 de noviembre de 1963, dos de sus nuevos amantes fueron Robert ‘Bob' Kennedy y Edward ‘Ted' Kennedy, hermanos del difunto presidente. El crimen de Bob le abrió las puertas a Ted, quien estuvo a su lado en cada una de sus crisis, y se convirtió en el hombre con el que ella podía contar. "Siempre estuve enamorado de Jackie, desde el comienzo. Cuando Jack (JFK) murió, sabía que también estaba viendo a Bobby, pero eso no me detuvo", contó Ted en privado. Las estrellas de Hollywood también fueron una debilidad para Jackie. Según el libro, pasó por la cama de Marlon Brando, Paul Newman, Warren Beatty, Gregory Peck y Frank Sinatra, entre otras celebridades. En 1968 apareció en su vida un nuevo pretendiente, uno mucho más poderoso que cualquier otro: el magnate griego Aristóteles Onassis. Tras una breve relación, durante la cual mantuvo sus encuentros sexuales con Bob y Ted, se casaron ese mismo año. En 1975 enviudó nuevamente y ya no volvió a casarse. Sin embargo, según la biografía, hasta su muerte, en 1994, estuvo rodeada de hombres. Algunos amigos y nada más. Otros, apasionados amantes. Que John Fitzgerald Kennedy "le ponía los cuernos" a su esposa Jackie desde el primer momento en que se casaron era una verdad a gritos; pero Jackie no puso "el grito en el cielo" como ponía siempre, por supuesto, la diosa Hera ante las infidelidades de su esposo el no menos dios Júpiter, pero ni John era un dios ni Jackie era una diosa; así que quedaba, como recurso infalible para "el continuo salto a la fama" la sonrisa de Mona Lisa. Observando minuciosamente las fotografías en las que aparece Jackie tras la muerte de John se descubre una sonrisa misteriosa, una sonrisa entre impenetrable e infernal que la convirtió en "La Gioconda" de los años 60 y 70 del siglo XX. Así que, aunque algunos dicen que fue el "Ku-Klux-Kan" quien mató a Kennedy y aunque otros afirman que fueron los agentes secretos de Fidel Castro (que estaba, por cierto, verdaderamente loco terminal), ¿qué pasaba con la enigmática sonrisa de Kackie?, ¿fué la sonrisa de la Mona Lisa neoyorkina (o La Gioconda del siglo XX) partícipe directa de dicha muerte? Pensemos en la sonrisa. Desatiendo el mistero de Jackie y desmonto su mito como fiel enamorado que nunca traicionó y nunca ha sido traicionado: En lo violeta de tu sonrisa baila la fiesta del torrente alegre y yo silbo como una centella una canción de amor sin ruídos. Esta mañana estoy nadando en el vacío sonámbulo de la aurora de primavera, mientras la vida flota en la luminosa estela de un pequeño rayo de luz. Hay un silbo de onda pura en las hojas frescas del almendro y un bosque de corales y de náyades sueño en las borradas huellas de mi paso. Las alas del viento traen perfume misterioso como rumor legado de la creación entera y una alfombra de blancas perlas se mece sobre los gnomos y los elfos del bosque. Entro en el bosque que atraviesa el mundo y me acerco a la idea de un planeta sin forma; un planeta distinto a todos los conocidos que ha dejado de girar sobre su eje para hacer visible esta instantánea de bosque, nubes y bruma matinal. Más allá, dónde aparece el sol, la existencia se hace luminosa en el éter y yo me adhiero a las plantas del camino para ser siplemente ámbar de arrebatado sonido. Al igual que lo es el infinito también aquí el tiempo es una línea horizontal con la tierra y con las casas. Los habitantes del planeta surgen por las esquinas y los costados abiertos y ya, compuesto de ojos habituados a vernos, me acomodo en el perfume de las rosas rojas. Desmontando a Jackie. Fidelidad a prueba de bombas. Hablemos de una sonrisa de mujer auténtica para olvidar mitologías que el tiempo se lleva entre sus horas. Empecemos por decir algo así como "con tu sonrisa más grande, mujer, te liberas de la violencia y te conviertes en libertad". Desmontemos a Jackie y filosofemos sobre la sonrisa. Los gestos de la cara son indispensables para interpretar correctamente cualquier actitud; basta un detalle bien entendido para captar cualquier expresión facial que denota un determinado estado de ánimo. Desde luego que, cada expresión, dependerá de la multiplicidad de códigos sociales que pertenezcan al sujeto expresivo y también códigos culturales que se establezcan según las circunstancias anímicas y orgánicas del individuo. Hablemos, por ejemplo, de la sonrisa. La sonrisa, como sabemos, es un elemento gestual que dice mucho. Se sonríe frente a una satisfacción, frente a un estado de placidez y de alegría, pero en el fondo ¿qué es la sonrisa?. Si partimos del hecho de que es una respuesta muscular momentánea frente a la reacción natural de una delicada excitación nerviosa, automáticamente la asociamos con la idea de un sentimiento agradable que tiene la misma significación que una expresión verbal como producto de un sentimiento grato. Sin embargo, no siempre la sonrisa es natural, espontánea. Hay sonrisas aprendidas como la llamada sonrisa social. De ella el sociólogo Kostolany ha dicho que es aquella en la cual el movimiento reflejo es imitado por una imposición, sin tener para nada en cuenta ninguna reacción fisiológica de satisfacción. En esta no espontaneidad de la sonrisa debemos tener en cuenta la sonrisa fría, despectiva e irónica que es signo de superioridad, o aquella sonrisa defensiva que sirve para no ser maltratado o menospreciado por el otro. Si bien, por un lado, la sonrisa puede ser motivo de aplacamiento, lo es también de cortesía cuando queremos agradecer sin hacer uso de la palabra. La llamada sonrisa descarga se da cuando cometemos involuntariamente algún atropello contra otra persona y enseguida reaccionamos con un sinnúmero de excusas verbales y una amplia sonrisa. La sonrisa furtiva que apenas se esboza la sacamos frente a un desconocido como señal de reconocimiento de una situación momentáneamente común: por ejemplo cuando subimos el ascensor o nos vemos sentados en un transporte público junto a otra persona, etcétera. La sonrisa de condescendencia se da cuando la otra persona tiene cierta superioridad intelectual, social, económica o por edad y se sonríe como haciéndole un favor. La sonrisa automática se emite sin fijarse en nadie, es decir, se la asume con la mayor superficialidad, por pura cortesía, para ser amable y no dar impresión de mal educado, tal es el caso de una autoridad o de un personaje importante que entre tante gente que lo conoce tiene que sonreír a todos. La sonrisa excesiva nos desconcierta porque no es fácil darnos cuenta si el que la emite lo hace por su jovialidad amplia o porque encubre algún sentimiento que uno no conoce y por lo mismo nos sentimos incómodos ante ella porque no sabemos a qué atenernos. Que tu sonrisa sea siempre sincera, contagiosa, para que seas siempre natural; porque la sonrisa, como medio de comunicación, debe propender a la reciprocidad, una sonrisa que cause placer al que la da y al que la recibe y que fortalezca los lazos de unión entre las personas, puesto que es esencial para estructurar mejor las relaciones con los que nos rodean. Si de las sonrisas pasamos a la risa, juntas deben producir un respetuoso sentimiento de comunicación y camaradería. Si dentro de un grupo no podemos reír, es como que nos sentimos marginados y pensamos que o estamos de sobra en dicho grupo o los demás se están riendo de nosotros. Propendamos a que nuestra risa no sea agresiva ni escandalosa ni que ponga al otro jamás en una situación de inferioridad pues la risa, cuando pasa a ser burla, desencadena serias hostilidades que pueden ser motivo para mayores percances. La sonrisa y la risa deben ser sanas, espontáneas, naturales y efectos activos de una simpatía para con los demás. Tal como yo mismo dejé escrito el día 10 de agosto del año 2009 después de Jesucristo: "Es mucho más sabia una simple sonrisa que millones de carcajadas". Yes que yo he pensado siempre y todavía sigo pensando que la felicidad consiste en estar siempre con la voz humana convertida en sonrisa. Desmontando a Jackie uno se da cuenta de que es verdad. Los enigmas quedan para quienes no tienen más que hacer que traicionar continuamente a la otra parte de su pareja. Desmonto a Jackie y su enigmática sonrisa de perfidia por el fallido amor y termino sonriendo mientras medito. Puede ser que para ser humanos tengamos que aprender a sentir la humildad de ser seres no tan superiores. Quizás esa manera sea la más correcta para sensibilizar el corazón hacia las relatividades de esta vida que experimentamos como experiencia única. De la cabeza al corazón, amigos y amigas de lecturas, puede haber una distancia o tan infinita como del cielo al mar o tan cortísima como de la canción a la armonía. Todo depende de quién usa la cabeza y para qué la usa y de quién utiliza el corazón y para cuánto lo usa. Sólo me queda añadir que podríase señalar, en base a mi propio pensamiento, que "a mente más amplia corresponde corazón más ancho y a mente más estrecha corazón más ruín". Desmontando a Jackie: con una cabeza más humana y un corazón más sensible conseguiríamos ser más honestos y humildes a la vez.
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