Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -64-
Publicado en Nov 25, 2016
64.- La paradoja del racista.
La primera pregunta (esencial pregunta además) no es ¿qué piensan los racistas? sino que debe ser ¿los racistas piensan?. Y todo ello porque si los racistas pensasen (que no existe ninguna clase de duda en saber que no piensan) se darían cuenta de que todos los seres humanos tenemos la sombra negra. Yo admiro a los dálmatas porque los dálmatas son, al mismo tiempo, blancos con manchas negras y negros con manchas blancas y, a pesar de ello o precisamente por ello, no tienen ninguna clase de complejos ni de superioridad ni de inferioridad; puesto que para ellos un perro es un perro sea el color de la piel que tenga un perro. Lo cual no sólo lo admiro sino que lo aplaudo. En cierta ocasión, dando clases en un colegio de Ecuador, les hice la siguiente pregunta a los alumnos y alumnas de unas de las aulas en donde yo impartía conocimientos y, si se puede decir sin ánimo de vanidad alguna, sabiduría humana: ¿de cuántas partes nos componemos los seres humanos? Todos ellos y todas ellas me contestaron que de 3 partes: cabeza, tronco y extremidades. Les demostré a todos ellos y a todas ellas que se habían equivocado por no pensar detenidamente bien en la respuesta que debían haberme dado. Y les hice conocer que todos los seres humanos nos componemos no de 3 partes sino de 4: cabeza, tronco, extremidades y sombra; advirtiendo que cualquiera que fuera el color de nuestra cabeza, de nuestro tronco y de nuestras extremidades, lo que no dejaba lugar a duda alguna es que neustra sombra siempre es negra. Otra cuestión que expliqué en su momento oportuno y que ahora traigo a la memoria de mis lectores y lectoras, es que en este mundo hay tres grupos de personas que no son ni racistas ni xenóbos. Estos grupos son los tres siguientes: 1.- Los millonarios no son ni racistas ni xenófobos porque se casan entre ellos (aunque algunos lo hagan por interés crematístico) sin tener para nada en cuenta el color de piel de su pareja ni el lugar donde nació. 2.- Los artistas de todo tipo no son ni racistas ni xenófobos porque se casan entre ellos (aunque algunos lo hagan por intereses de fama y marketing) sin tener para nada en cuenta el color de piel de su pareja ni el lugar donde nació. 3.- Y el tercer grupo son los inteligentes porque se casan entre ellos sin ninguna clase de interés por medio y no tienen para nada en cuenta el color de la piel de su pareja ni el lugar donde nació. Todos los demás son racistas y xenófobos y, como he dejado bien claro que no lo son ni los millonarios, ni los artistas de todo tipo ni los inteligentes, sólo nos quedan los tontos; lo cual significa que los racistas y los xenófobos son, sin remedio alguno, tontos del todo y para siempre. Nunca he sido jamás un racista y nunca seré jamás un racista; porque pienso que el racismo es una de las lacras más nocivas que exite entre los seres humanos. Pero hay casos que claman al cielo y es justo denunciarlos. España es bien conocida, en el mundo entero, por ser patria de personas generosas que abrimos las puertas a todos los que vienen en búsqueda de un lugar mejor para vivir. Y está bien claro que no todos los extranjeros han venido a España para trabajar honradamente sino para vivir de gorra a costa de la generosidad de los españoles. En este sentido yo fui testigo de un hecho verdadero y real. Aconteció durante la primera década del siglo XXI. Escondido en los montes de Crevillente, aislados del mundo entero, existe un campamento de REMAR para atender a personas que tienen problemas de hambre pero, sobre todo, de alcoholismo y drogadicción. Yo estuve allí, en dicho campamento, durante un mes obervando qué es lo que ocurría dentro de aquel círculo de personas y, de común acuerdo con Pachi, estuve observando atentamente. Sucedieron muchísimas cosas durante aquel mes; tantas como para escribir un libro de más de mil páginas, pero hoy me ha venido a la memoria el caso que voy a llamar "El que vino a España a cagar". ¿Quién era el citado personaje? ¿Qué hacía el citado personaje en medio de aquellas personas? Como REMAR es una institución cristiana es justo llamar al pan pan y al vino vino. El personaje en cuestión es hindú, o sea nativo de la India asiática. Las primeras sospechas que tuve es que no era gordo, normalmente gordo, sino exageradamente gordo; quiero decir que era gordísimo, impropio totalmente de una persona que pasaba hambre. Después vi cómo buscaba bronca con todos los que encontraba a su paso; incluso a mí me quiso provocar pero la mandé a la mierda. Aquel tipo, adorador del dios indio Shiva, no era trigo limpio; pero le tenia psicológicamente dominado a Manolo I, el dirigente superior del campamento, y no a Manolo II con el cual estuvo a punto de liarse a tortazos en alguna ocasión. Manolo I decía del hindú, cuyo nombre no recuerdo ni deseo esforzarme en recordar, que era todo un pedazo de pan. ¡Vaya pedazo de pan en forma de chivato, pelota y traidor! Vi con mis propios ojos cómo, en Madrid, se bautizó como cristiano de manera aparente y sin fe alguna, porque al día siguiente de su bautismo se enzarzó en una pelea verbal descomunal con un tal Flecha (ex legionario) que, a pesar de que la culpa de la discusión la tuvo el gordinflón hindú, tuvo que hacer el petate y marcharse camino de Zaragoza por no darle dos hostias bien dadas al adorador de Shiva. Al día siguiente, después de haberse bautizado como cristiano para aparentar ante los demás que era buena persona, se enzarzó en otra pelea todavía más descomunal con Manolo II, el ayudante de Manolo I, quien le dijo que le iba a cortar el cuello como siguiese con aquella conducta. Recuerdo también que una mañana llegó un hombre español, ya adulto, para ver si podía quedarse en el campamento por algunos días. Lo primero que hizo aquel hindú, que después de haberse bautizado para engañar a todos (como se demostró cuando se quedó embelesado con un reportaje de televisión dedicado al dios Shiva del cual hablaba el hindú maravillas y amorosa admiración) fue enzarzarse en otra pelea descomunal con el español que había recientemente llegado, el cual no se cortó ni un pelo y le dijo, antes de marcharse sin quedarse ni una sola noche a dormir con los demás, algo que era una verdad como un templo. Lo que le dijo, bien dicho, fue: "¡Tú a que has venido a España! ¿A cagar?". Descubrí, por comentarios de personas que le conocían y que circulaban por todo el campamento, que el gordinflón hindú era, nada más y nada menos, que hijo de un alto cargo en la Embajada de India en España. Cuando me despedí del campamento el híndú no se atrevió ni a dirigirme la palabra pues sabía que yo le había descubierto el juego que se traía entre manos. Y todo esto fue real y verdadero. Ni soy racista ni lo seré jamás pero, como buen cristiano que soy, me limito a contar hechos objetivos llamando a cada cosa y a cada caso por su propio nombre y sin tener que usar eufemismos para no engañar a nadie. Existen numerosos testigos presenciales. Como posdata a estos hechos, y porque considero que es mi obligación cristiana hacerlo conocer a quien no lo sabe, en el contexto religioso del hinduismo Shiva es uno de los dioses de la Trimurti ("tres-formas" o "Trinidad hinduista"), en la que representa el papel de dios destructor. ¿Se había introducido en aquel campamento el hindú de marras para destruir la labor humanitaria de REMAR? Pues sí. Esa era la única labor por la que se introdujo en el Campamento de REMAR (Primera Fase) de los montes de Crevillente (en la provincia de Alicante y no muy lejos de Elche). Más de lo mismo. Desde el año 1994 hasta el año 2000 (después de Jesucristo ambas fechas) los conocí muy bien conocidos en la República de Ecuador. En la ciudad de Quito tuve ocasión de jugar al fútbol (por supuesto que cuando ellos querían y no cuando yo lo necesitaba porque necesitarles nunca los necesité ya que había jugado yo ya tanto fútbol en mi vida que me dejasen jugar o no me dejasen jugar me era totalmente indiferente) en los potreros de hierba, en las campos arenosos, sobre las duras losas pedregosas de patios de iglesias o sobre las durísimas aceras de las calles. Todos ellos se llamaban cristianos, "angelitos" cristianos, que hablaban del amor a los demás, del pacifismo como forma de manifestación humana, ejercitando el "fair play" o juego limpio, como entendimiento de lo que debe ser el compañerismo en un deporte colectivo como el fútbol. Sorpresas. Me llevé muchas sorpresas con estos "angelitos" cristianos que tanto acudían a la Iglesia de El Verbo para aprender cómo ordena Jesucristo comportarse con los demás aunque sea solamente jugando al fútbol. Sin piedad de ninguna clase se atacaban los unos a los otros con tal coraje, virulencia violenta, agresividad y hasta una mezcla de venganza y odio... que se aplastaban los unos contra los otros estrellándose contra las paredes de los patios, estrujándose contra las paredes de las aceras, sacudiéndose patadas a diestro y siniestro de una manera que saltaban las chispas incendiarias, los golpes bajos dados a traición, las patadas a seguir propias del rugby y no del fútbol, las faltas de respeto de uno para con el otro, la chulería de reírse del rival... Estaba de moda entre ellos, por ejemplo, decir antes de iniciar un partido de fútbol que el que perdiera era el más indio; lo cual es expresión racista incluso aunque la diga todo un pastor evangélico de El Verbo, como aquel tal Antonio Pástor que bailaba chulescamente, mofándose de los rivales, cuando metía un gol con el menor esfuerzo ya que sólo se situaba en sus lugares favoritos y obligaba a todos los demás que le pasaran el balón haciendo todo el esfuerzo para él. Y eso que predicaban continuamente, los "angelitos" cristianos, que los pastores, los líderes, los maestros, los ancianos... deben ser los servidores a los demás y no los servidos por los demás. Y en el fútbol aquello de que el que perdiera era el más indio lo decía el pastor mientras todas sus "ovejitas" reían como ratas el chiste racista menos, supongo, que el humilde indígena otavaleño, de nombre Humberto, que se estaría acordando del padre de todos aquellos que se burlaban de él. Y estaba lo de jugar ansiosamente el primer partido, el segundo partido, el tercer partido, el cuarto partido... mientras yo, sentado fuera del campo, esperaba a ver si había un poco de suerte y se celebraba un quinto partido para tener ocasión de jugar unos cuantos minutos aunque sólo fuera para hacer acto de presencia y demostrar a todos aquellos "jugones angelitos cristianos" cómo se debe jugar bien a este deporte. ¿Sería por eso por lo que no me dejaban jugar apenas y cuando me dejaban jugar no permitían, madre mía que amables y amorosos eran, que lo hiciera en mi lugar verdadero de número 8? ¿Sería por eso por lo que, cuando jugaba sin que ellos tuvieran prejuicios contra mí -cosa muy rara por cierto pero que ocurría de vez en cuando- les daba toda una verdadera lección de lo que es jugar al fútbol con inteligencia y no a la manera de bárbaros rompe huesos? ¡Y eso que se llamaban cristianos! ¿Será por eso que aquel pésimo jugador al que llamaban Pavel -que hasta nombre de checo en vez de chico tenía- me dejó un día sin poder jugar porque le demostré en alguna ocasión cómo juega al fútbol un hombre y no un imberbe "chulito" como era él aunque no se comía ni una rosca ni en lo del fútbol ni en lo de las chavalas guapas?. Apunto todos estos datos en mi Diario personal porque en los "angelitos" crsitianos de El Verbo de Quito, no encontré jamás rasgos de amor hermano, ni de compañerismo (había que pedirles hasta "poniéndote de rodillas" que te pasaran el balón, había que ir a buscar el balón cuando algno de ellos lo había lanzado fuera del campo pero no iba a por el balón, había que subir y bajar todo el terreno de juego mientras los más "destacados" cristianitos del Verbo se tocaban los cataplines y se quedaban allá, perdidos en la portería de los rivales cuando habían perdido el balón por culpa de su individualismo. ¿Y eso es el cristianismo de El Verbo? ¿Es la educación del individualismo más egoísta en lugar de jugar como compañeros, amigos y hermanos. lo que se enseñaba en aquel colegio evangélico? Termino diciendo que tanta repulsa me daba a mí jugar con ellos que siempre que estábamos esperando a que hubiese jugadores suficientes para jugar 11 contra 11, yo me alegraba enormemente cuando llegaban los rechazados y repudiados "chicos de la calle" que saltaban las vallas porque no tenían dinero para pagar la entrada y, si les faltaba alguno para completar el equipo, yo me iba de inmediato a sus filas. Era cuando realmente yo, fuera cual fuera el resultado, jugaba feliz. Con los "chicos de la calle", con los que nunca iban a las iglesias que se creen santificadas por orden y mandato del grupo de sus ancianos en vez de por Jesucristo, con los más mal vistos por aquellos "angelitos" cristianos. Era mucho más feliz cuando jugaba con los que ellos llamaban "los condenados". Y es que a la hora de medir los pecados, mientras los "angelitos" de El Verbo tenían de todo menos de ejemplo para los demás, los humildes y pobres chavales de la calle eran, al menos, ejemplo de cómo ser verdaderos compañeros para lo bueno y para lo malo... que es lo mínimo que se debe pedir a los seres humanos que predican el amor... aunque se trate o, precisamente porque se trate, de un indio de Otavalo.
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