Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -77-
Publicado en Dec 01, 2016
77.- Ricos herederos, haceros a vosotros mismos.
Dos citas bíblicas se refieren a "te ganarás el pan con el sudor de tu frente" y "todo trabajador tiene derecho a un salario digno". ¿Cuál es, entonces, la mejor herencia que una generación humana puede dejar a la generación humana siguiente? Sin duda alguna que la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos, nietos, bisnietos, tataranietos... se llama trabajo para sean ellos mismos los que se realicen como personas y puedan encontrar la abundancia de felicidad que produce. Digamos, entonces y con plena conciencia social, que el trabajo es esa actividad humana que nos engrandece y enriquece como personas y nos convierte en seres valiosos para nuestra Historia, aquí en la Tierra, desde que Adán y Eva abandonaron el Paraíso y nos dejaron, como herencia para la posteridad, abiertas las oportunidades de hacer algo más práctico y más positivo que ser solamente espectadores de la vida. De simples espectadores fue gracias a Adán y Eva que pasáramos a ser actores. Y no hay duda alguna de que se pasa mejor la vida cuando no somos solamente espectadores pasivos -aburriéndonos por culpa de la inactividad de la vida contemplativa- sino cuando subimos al escenario y pasamos a realizar roles de actores principales. Es entonces, cuando actuamos en primera persona y con transcendencia hacia el futuro, cuando nos realizamos como personas (hombres y mujeres) porque ya tenemos metas por las que luchar trabajando día tras día desde que tenemos la edad justa y necesaria para hacerlo. Sobre el escenario representamos un rol activo que sirve para ofrecer algo a los demás y eso no se logra siendo rémoras, cargas pesadas para la sociedad, ya que somos capaces de valernos por nosotros mismos y de hacernos a nosotros mismos algo así como un ejemplo a seguir. No hay duda de que cuantas más anécdotas vitales podamos contar a nuestras generaciones futuras (cuanta más capacidad narrativa les podemos ofrecer) mejor herencia les estamos legando. Nos realizamos como personas cuanto más trabajo producimos para el bienestar no sólo de nuestra propia familia sino de todas esas familias que buscan su dignidad. Incluso cuando el trabajo que nos toca llevar a cabo (normalmente temporal hasta que encontramos el que de verdad nos satisface por completo porque llena todas nuestras aspiraciones personales) hay que trabajar con mente positiva, hay que mostrar alegría en el trabajo, hay que dar ejemplo de que somos capaces de convertir un trabajo rutinario y aburrido en un trabajo alegre y entretenido. Cuando más agotado estaba ya de soportar tanta injusticia, tanto sufrimiento, tanta persecución… ¡llegó por fin el día en que, siguiendo el hilo de mi Princesa (aquella Ariadna a la que yo llamo Lina porque es acrónimo de Liliana y es mi esposa) no lo pensé mucho, aunque reconozco que pasé algunas noches en vela, y me decidí. Estaba acertando aunque yo no lo sabía. Nadie me ayudó a dar el paso adelante; todos los falsos compañeros me decían que era una bobada salir hacia lo desconocido; mis amigos no me ayudaron tampoco y entonces, yo solo, tuve que negociar la salida con los avarientos banqueros. Sé que me robaron mucho dinero… me llamaron loco y hasta me dijeron que era echarle demasiado valor a aquello que los amigos consideraban una equivocación y un riesgo innecesario. No sabían que era lo que estaba soñando desde lo siete años de edad. No. Existe una canción que dice: “Si tú me dices ven lo dejo todo”. Lo dejé todo y me fui con mi Princesa y mis dos hijas porque iba a conquistar la herencia que me correspondía después de tantos años trabajando en lo que nunca me realizaba como persona aunque jamás perdí el humor ni mi capacidad para sonreír ante tanta adversidad temporal. También existe un dicho popular que dice: “Nadie es profeta en su tierra”. Y yo quería cumplir mis otros sueños: ¡Aún me quedaban tres sueños por cumplir en mi vitalidad humana! No sólo había tenido ya una hija, sino dos. Me faltaba escribir un libro, ser periodista y plantar un árbol. Era necesario alcanzarlo saliendo de aquel laberinto infernal a pesar de que, por ello, me robaron tanto dinero. No me importó. Cojí mis libros, cojí mis hojas blancas, cojí mis bolígrafos y sólo les dije adiós. ¡Salí por fin del laberinto porque tuve suficiente valor, con la ayuda de Lina quien sostenía el hilo conductor que me hizo salir de allí!. Allá, en las Américas, llegaría la ocasión de alcanzar el triunfo. Sé que de todos los amigos, amigas, compañeros y compañeras, que tanto estaban a mi lado cuando tenía dinero ahora sólo me quedaban tres: dos compañeros y una compañera. Fueron los tres únicos que me invitaron a comer en un restautrante para despedirse de mí y me regalaron un mechero dorado. Eran Arribas, Parrondo y una chavala de la cual no recuerdo nada pero que mi imaginación la transformaba en mi propia Princesa pero con otro rostro, otro cuerpo y otra sonrisa… ¡cómo tantas veces había ocurrido en mi vida!. Años después fue cuando escribí en su recuerdo: “tener un amigo verdadero es una fortuna; tener dos amigos verdaderos es un tesoro; tener tres amigos verdaderos es un milagro”. Y lo mío, aquella singular despedida del BHA, fue todo un milagro porque eran tres. Me fui y me dije a mí mismo: algún día volveré a mi patria española con el triunfo y el éxito obtenidos. Me fui por una larga temporada de años pero sólo lo hice para poder cumplir con mis sueños y ayudar a mi Princesa a cumplir los suyos. Por eso le escribí una carta a Andrés donde, recordando a Juan Marsé, le decía: “Si te dicen que caí algún día volveré”. Ya había salido de aquel laberinto infernal y aunque había batido el récord de inasistentes en una comida de despedida de cualquier empleado o empleada del BHA supe que eran tres solamente pero tres verdaderos. Mejor tener presentes a tres compañeros verdaderos que a mil falsos amigos como tuvieron otros en sus despedidas. ¡Qué manera más lúcida de plasmar en una breve despedida situaciones sociales verdaderamente escalofriantes! ¡Vaya manera más profunda de exponer la realidad vivencial de un mundo que navegaba ya en pos del materialismo absoluto! Querer trabajar en lo que deseas trabajar y encontrar la oportunidad que tanto has buscado en tu vida laboral es una manera clara, directa, alegre y completamente viva, para transmitir esa herencia a nuestras siguientes generaciones familiares. Es como leer. O se hace todo con amor o le falta la chispa que introducimos en este poema existencial en que podemos transformar la rutina diaria. Yo siempre he cantado al trabajo para dejar mi canto como herencia para mis descendientes sin perder, jamás, de vista la conciencia y la referencia a la justicia social: en el viento huracanado de los campos el labrador con su trabajo suda y como no tiene más que una muda viste siempre con el mismo andrajo. Que le basta saber que los hipocampos son seres míticos mientras él saluda al sol con las espalda totalmente desnuda mientras no le faltan manos para el trabajo. Y también puedo añadir algo más: en el verde olivo de la verde rama tiene su nido en forma de hogar el gorrión humilde que quiere holgar a la sombra clara de los olivares. Que el mundo es su sencilla cama donde este gorrión se pone a rogar al Señor Jesucristo para desahogar sus duras penas con sus nobles piares. Los sonetos me sirven para medir los trabajos que he debido de llevar a cabo hasta encontrar aquel en el que toda mi persona completa se realiza con plenitud. El trabajo es sagrado porque está bendecido directamente por Dios. Una forma cristiana de servirle mientras combatimos el hambre y la sed de todos quienes nos rodean y con quienes compartimos el pan y el vino jornada tras jornada tal como Jesucristo nos enseñó en la cena de su despedida. Leed a continuación lo que hay que hacer, en muchas ocasiones, para poder alcanzar la liberación siendo trabajador indesmayable para ofrecerle esa herencia a nuestras siguientes generaciones. Es parte fundamental de la herencia que nos eleva, dentro de las categorías humanas, a las más altas cumbres de la nobleza personal. No sólo se quedaron boquiabiertos y mudos sino que, cuando qusieron reaccionar, ya estaba yo totalmente recuperado del esfuerzo sobrehumano que tuve que hacer para escribir la gran novela “Setamor y Bisalma”. Entonces fue cuando de nuevo los envidiosos crecieron en número y comenzó el odio y la burla. Me castigaron, ahora, enviándome lejos de aquellas chavalas que tanto me gustaban fisicamente y a las que tanto admiraba por su personalidad, a un oscuro sótano sólo lleno de luces “de plástico”, “luces marmóreas” de esas de neón que te atacan las neuronas y destrozan la vista, el cabello y los nervios a los más débiles. Por eso algunos cayeron en crisis y los tenían que sacar rápidamente de alli. Sin embargo aquel nuevo castigo me hizo más grande y mayor. Crecí espiritualmente mucho más de lo que ellos podían imaginar. Aquel sótano de “luces de neón” blanquecinas y de aspecto mortal era, en verdad, una liberación para mí. Me habían hecho más libre cuanto más encadenado a ellos me querían hacer. Además, para más inri, también hubo otras chavalas guapas, atractivas y con personalidad muy cerca de mí. Los machistas se las daban de machos y el enemigo pensaba que poniéndome en una máquina silenciosa (apartadas ya las máquinas de los ruidos) afectaría mi mente. Es verdad que las máquinas de aquellos tiempos, que no tenían nada que ver con el Internet y las computadoras de ahora, destrozaban la moral, mientras te alienaban porque sólo eran números… números… ¡más y más números!… y todo ello a una velocidad vertiginosa. ¿Qué conseguían con ello? Intentar doblegar a los rebeldes contra el “sistema” a través de la alienación y la enajenación mental. Por eso, de vez en cuando, algunos de mis compañeros de trabajo (amigos o enemigos que eso da lo mismo) caían bajo sus efectos “mortíferos” y tenían que ser trasladados a otros Departamentos. En realidad sólo fuimos dos los que pudimos soportar aquel ritmo infernal de números… números… y más números a toda velocidad (Parrondo y yo) mientras los demás (las mujeres las dejo aparte) quedaban completamente anulados como seres humanos con pensamiento propio… por eso estaban siendo preparados y aleccionados para seguir murmurando contra mí e insultándome a mis espaldas. Porque yo seguía gritando !!!LIBERTAD!!! y no lo hacía pidiéndola para mí porque yo era de verdad libre a pesar de sus maniobras psicológicas sino que estaba pidiendo Libertad para ellos… precisamente para quienes murmuraban, me traicionaban y me insultaban a mis espaldas. Yo seguía con mi sonrisa bohemia mientras las fobias de algunos les hacía aumentar y acumular su odio hacia mí (¡y pensar que era por ellos por los que yo estaba luchando!) mientras crecían, a la par, sus frustraciones y sus complejos de personalidad pues fuera del Banco ya no eran “nada”. Cuánta mayor velocidad imprimían a las infernales máquinas de los números (con pantallas que atacaban y afectaban la vista mientras a algunos les producian cefalias y otras enfermedades cerebrales) mayor era mi resistencia. Sólo Parrondo aguantaba el mismo ritmo que yo. Ahora me doy cuenta de que era necesario soportar todo aquel castigo brutal e inhumano para conseguir mi liberación definitiva de aquel leberinto infernal que era, por decirlo con una metáfora, “el sótano de la muerte” y que en tal sentido los más rebeldes llegamos a proclamarlo públicamente yendo a trabajar, en una fecha determinada, todos vestidos de luto negro, corbatas negras y hasta brazalete negro. Yo fuí uno de los que me vestí de negro para seguir gritando !!!LIBERTAD!!! contra aquel sistema y fui uno de los que, como mi labor de escritor crecía en cantidad y en calidad, colgaba panfletos e historias humorísticas en contra de aquellos “salvajes” sin conciencia obrera. Me impusieron a un jefe “carnicero” pasa ser más fuerte el castigo ya que el “comedor de magro de cerdo” había sucumbido en el intento. Intentaron apartarme de mis compañeros para no poder hablar con ellos. Quisieron, a través del “carnicero” imponernos la Dictadura del Silencio y como no lo consiguieron entonces idearon otro diabólico plan: poner “hilo musical” mientras trabajábamos. ¿Por qué nos ponían música mientras trabajábamos? Los que habían caído en la alienación y en la enajenación mental sin darse cuenta de ello, creían que era para distraernos de las pesadas cargas. Era todo lo contrario. Era para que no pensáramos más que en los números y para cortar todo tipo de comunicación interpersonal entre los compañeros.¡Volvieron a sucumbir!. Los que no estábamos ni alienados ni enajenados mentalmente seguimos comunicándonos entre nosotros pero, además, ahora con muchas más risa que era la manera que más le molestaba al “carnicero” y al “señor Pérez más su ayudante Gil”. Hasta, con perdón para las personas inocentes, tenían apellidos pusilánimes y hasta simples (con perdón repito de quienes se apelliden así porque están fuera de esta batalla). Fue entonces, cuando la cantidad de mi rebeldía era tanta por culpa de tanta injusticia inhumana, que se me ocurrió echar “humo de pipa”. “La pipa de Pepe” decían las chavalas a las que les caía simpático sin yo desearlo. Porque la lucha era verdadera. El humo de la pipa eran las señales de que seguían teniendo incluso más vida que antes y menos muerte a pesar de que ellos quisieran lo contrario. ¡La pipa de Pepe! se oia de vez en cuando entre las compañeras femeninas que buscaban su liberación y aquel humo de pipa era una especie de esperanza para ellas. Eso destrozaba los nervios no sólo al “carnicero” sino también al “comedor de magro de cerdo” y a todos sus secuaces jefezuelos o aspirantes a jefezuelos. El humo de mi pipa cegaba los ojos de aquellos “diabólicos ” personajes que, enfurecidos, intentaron aumentar más la velocidad de las máquinas de los números, probando nuevos programas de alienación mental. Pero mi sonrisa se convirtió entonces en verdadera risa… para combatir precisamente su maldad. Y empezaron a estallar mis carcajadas. Casi nadie podía resistir aquellos ritmos de trabajo en “el sótano de la muerte”. Casi nadie entendía las carcajadas de mi humor pero el humo de la pipa de Pepe hacía rechinar los dientes a algunas brujas que había por allí como si se los estuvieran moliendo en unos recuencos. Y yo, sin saberlo, me estaba acercando a un final. Sería la muerte o sería la vida… pero ya no sonreía sino que me reía de ellos abiertamente… y ya no en silencio sino a viva voz. !Era la vida la que se me estaba acercando auque ellos querían llevarme a la muerte!. Me despido a lo Elsa Baeza como ejemplo de lo que os quiero transmitir: Creo Señor firmemente, que de tu pródiga mente, todo este mundo nació, que de tu mano de artista, de pintor primitivista la belleza floreció, las estrellas y la luna, as casitas y las lagunas, los barquitos navegando sobre el río, rumbo al mar, los inmensos cafetales, los blancos algodonales y los bosques mutilados por el hacha criminal. Los inmensos cafetales, los blancos algodonales y los bosques mutilados por el hacha criminal. Creo en Vos, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero, albañil y armador. Creo en Vos, constructor del pensamiento, de la música y el viento, de la paz y del amor. Yo creo en Vos Cristo Obrero, luz de luz y verdadero unigénito de Dios, que para salvar al mundo, en el vientre humilde y puro, de María se encarnó. Creo que fuiste golpeado, con escarnio torturado, en la cruz martirizado, siendo Pilatos Pretor, el romano imperialista, puñetero y desalmado, que lavándose las manos, quiso borrar el error. El romano imperialista, puñetero y desalmado, que lavándose las manos, quiso borrar el error. Creo en Vos, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero, albañil y armador. Creo en Vos, constructor del pensamiento, de la música y el viento, de la paz y del amor. Yo creo en Vos compañero, Cristo humano, Cristo Obrero, de la muerte vencedor, con el sacrificio inmenso, engendraste el hombre nuevo, para la liberación. Vos estás resucitando, en cada brazo que se alza para defender al pueblo del domino explotador, porque estás vivo en el rancho, en la fábrica, en la escuela, creo en tu lucha sin tregua, creo en tu resurrección. Por que estás vivo en el rancho, en la fábrica, en la escuela, creo en tu lucha sin tregua, creo en tu resurrección. Creo en Vos, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero, albañil y armador. Creo en Vos, constructor del pensamiento, de la música y el viento, de la paz y del amor. Creo en Vos, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero, albañil y armador. Creo en Vos, constructor del pensamiento, de la música y el viento, de la paz y del amor. Creo en Vos, constructor del pensamiento, de la música y el viento, de la paz y del amor.
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