Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -91-
Publicado en Dec 07, 2016
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91.- Consecuencias deseadas. O quizás no.
 
Tengamos las ideas claras de una vez por todas y de manera definitiva sin subterfugio alguno.  Ni la homosexualidad ni el lesbianismo son productos de la naturaleza humana tal como la ha creado Dios. Todos los homosexuales son productos del machismo y todas las lesbianas son productos del feminismo; o sea, que no son productos de la Naturaleza sino consecuencia de los vicios humanos. Así que no busquemos ninguna explicación sociológica, psicológica o psiquiátrica para intentar justificar lo que es injustificable. Dios creó al hombre como hombre y con los atributos de hombre (un Adán con cabellos muy cortos) y Dios creó a la mujer como mujer y con atributos de mujer (una Eva con cabellos muy largos). Fue después, a través de los vicios sexuales, cuando el homosexual pasó a tener los cabellos muy largos y la lesbiana pasó a tener los cabellos muy cortos.
 
El paso del tiempo nos convierte en figuras históricas cuando nos dedicamos a existir fundidos en la mítica condición de sobrevivientes de eso que algunos llaman imaginario colectivo. ¿Imaginamos que somos personas relevantes o es la sociedad la que nos convierte en relevancias unívocas? No equivoquemos el ser inspiraciones de la mayoría del pueblo con existir dentro de la masa. Podemos obtener un grado de eternidad cuando rememoramos nuestra aventura de ser protagonistas de aquellos sucesos que cada día nos sirven para el desarrollo de nuestras historias. ¿De qué historias estoy hablando.
 
Hablo de estar viviendo con nuestra propia filosofía colectiva individualizada en cada suceso cotidiano que nos ha tocado representar. Existe la certeza de que, pensando, podemos llegar a alcanzar aquello que estamos soñando. Y es que pensar y soñar son dos verbos tan transitivos que nos hacen cruzar la línea de lo imposible cuando optamos por ser más independientes que las ofertas que todos los políticos nos prometen como solución a nuestros problemas personales. Si somos personas somos mucho más que dimensiones politizadas. Han politizado los vicios y lo que estamos viendo, hoy en día, son las consecuencias de haber politizado los vicios.
 
Todos podemos cuando queremos pero ¿qué es, en realidad, lo que queremos? ¿Queremos construír una sociedad verdadera tal como la creó Dios o queremos destruirla construyyendo una sociedad falsa donde todo es absolutamente válido aunque vaya en contra de la natiuraleza con la que Dios nos creó? Recuerden siempre lo de las causas y las consecuencias.
 
Podemos estar hablando horas enteras sobre las causas y las consecuencias, sobre los cálculos de posibilidades y de probabilidades, sobre el azar y sobre tener buena suerte o mala suerte en la vida y en lo que hacemos en la vida. Nada de eso existe en la realidad sino la Misericordia de Dios para quienes tenemos Fe en Él. Hay una frase muy famosa que dice "a quien madruga Dios le ayuda". Muchísimos son los hombres que dicen que lo que consigues en la vida, los premios y los triunfos que logras, son debido a la suerte. Volvamos a repetir la frase otra vez y pongamos ahora mucha más atención al leerla. La frase dice "a quien madruga Dios le ayuda". ¿Es la suerte la que ayuda a los que madrugamos con la intención de alcanzar éxitos en nuestras vidas personales y profesionales? Si lo hemos leído con la máxima atención se comprueba que dice "Dios le ayuda". ¿Es la suerte o es Dios quien ayuda a que consigamos éxitos y obtengamos premios porque somos madrugadores y diligentes en nuestras tareas humanas? Es Dios. Se demuestra que no es la suerte (porque la suerte no existe) sino la Misericordia de Dios (porque Dios sí existe). No hay otra alternativa que creer en Dios o no creer en Dios, porque la vida es siempre binaria. O tienes Fe en Él o no tienes Fe en Él. Triunfar en la vida (y digo tener éxito y no fama porque la fama no tiene importancia mientras que el éxito sí que es importante) es tener Fe en Dios y no dejar que la suerte decida. Porque Dios sí existe y la suerte no existe. Lo he comprobado millones de veces a lo largo de mi vida y en todas las áreas y esferas tanto en lo privado como en lo social.
 
Escucho a muchos hombres y mujeres decir que yo tengo mucha suerte en la vida. Eso es totalmente falso. Y también me hace mucha gracia escuchar a muchos hombres y a muchas mujeres que, con total vanidad y soberbia, van diciendo continuamente lo de "me he hecho a mí mismo" o lo de "me he hecho a mí misma". Voy a desmontar esa falsa creencia con unas simples y sencillas palabras. Poned atención. ¿Quién ha hecho este mundo? Supongo que ya sabréis que ningún ser humano tiene capacidad para haber creado el mundo. El mundo lo ha hecho Dios y, por lo tanto, todo lo que hay en el mundo, incluidas las personas, las ha hecho el Hacedor del Mundo y ese Hacedor es Dios. ¿Descubrís ya que es una vanidad y una soberbia decir que "me he hecho a mí mismo" o "me he hecho a mí misma". Si no fuese por la Misericordia de Dios nadie alcanzaría el éxito. Dios, por lo tanto y gracias a su Misericordia, nos hacer triunfar si tenemos Fe en Él. En este mundo sólo podemos tener dos opciones: o creemos en Dios o no creemos en Dios. Para obtener la fama no hace falta creer en Dios porque es la vanidad de las vanidades (como dijo Jesucristo) pero para tener éxito y ser un trunfador en la vida (esfuérzate y sé valiente dice la Biblia Cristiana) es necesario y obligatorio creer en Dios y ser lo necesariamente humilde como para reconocer que ha sido la Misericordia de Dios la que ha hecho que seamos exitosos y hayamos triunfado de verdad.
 
¿Qué es la suerte? Nada. La suerte es nada porque la suerte no existe. ¿Qué es el azar? Nada. El azar es nada porque el azar no existe. Lo que sí existe es el Destino. Y ningún destino tiene algo que ver con la suerte (que no existe) ni con el azar (que tampoco existe). El Destino de cada uno de nosotros y de cada una de nosotras sólo depende de Dios y sólo existe gracias a Dios. Si estamos destinados para triunfar (no para ser famosos sino para triunfar y ser reconocidos como triunfadores) es porque tenemos una Fe rotunda, y sin duda alguna, en que Dios existe y tiene Misericordia de quienes creemos en Él. En mi caso particular, y en el caso de mi esposa (yo siempre la llamo mi Princesa pese a quien pese) siempre hemos reconocido que todos los premios conseguidos o por conseguir y todos los éxitos conseguidos o por conseguir, se los debemos a la Misericordia de Dios. Lo sabemos y por eso lo vamos publicando a todo el mundo entero; pero sucede que hay muchos que no entienden estas cosas tan fáciles de entender que hasta las entienden los niños. Todo eso les sucede por no leer la Biblia Cristiana donde viene expresado multitud de veces.
 
Voy a poner un ejemplo práctico a través de mi Mágico Solitario. He jugado una primera partida y he conseguido un total de 2 puntos porque he puesto la suficiente Fe en Jesucristo para conseguir algún punto por poco que fuera. Dios ha visto mi Fe y me ha concedido 2 puntos. Pero Dios quiere que, cuando tenemos Fe, le pidamos más y Él nos lo dará (lo dice la Palabra de Dios en la Biblia Crsitiana). Entonces he decidido jugar con más Fe para ver si Dios hace que consiga una puntuación mayor. Dicho y hecho. He puesto más Fe en la segunda partida y Dios me ha concedido 11 puntos. Jesucristo sigue diciendo que tengo que poner más Fe todavía y que el Padre Dios me concederá más puntos. En la tercera partida he puesto mucha más Fe y he logrado, gracias a la Misericordia de Dios, obtener un total de 13 puntos.¿He sido yo el que ha logrado superar mis puntuaciones gracias a la suerte? No. No ha sido la suerte sino que yo he depositado la Fe en Jesucristo y Dios me ha regalado los 13 puntos. Yo no he hecho nada para conseguirlo excepto esforzarme y ser valiente. He dejado que fuese la Fe la que jugara y con Fe y por Fe he jugado. Nada que ver ni con la suerte ni con el azar. Ha sido de nuevo la Misericordia de Dios.
 
Reconocer que la suerte o el azar no existen sino que lo que existen es la decisión y la voluntad de Dios, que es quien nos hace tener éxito o no tener éxito, es ser un hombre verdadero que es hombre y no otra cosa (o una mujer verdadera que es mujer y no otra cosa) que sabe y conoce la Verdad de Dios. Para llegar a ser un famoso o una famosa no se necesita la ayuda de Dios, pero es que la fama (por sí sola) es una vanidad y sólo sirve para ser vanidosos y soberbios que, a la hora de la verdad, nos tienen envidia a quienes solamente tenemos éxitos gracias a la Misericordia de Dios y con ello alcanzamos una fama no sustentada ni en la vanidad ni en la soberbia humanas sino en la Decisión y la Voluntad de Dios. Por eso siempre que hemos triunfado o que nos han felicitado por algunos de nuestros trabajos hemos dicho bien claro, bien alto y en público, que ha sido Gracias a Dios tanto a nivel personal como a nivel social.
 
Ha llegado la hora de la Gran Verdad. Voy a intentar superar los 13 puntos obtenidos en la tercera partida jugando una cuarta partida del Mágico Solitario pero poniendo todavía mucha más Fe en Dios para conseguirlo. Esfuérzate y sé valiente me ha dicho Jesucristo. Yo tengo más que suficiente con mis 13 puntos pero Dios me pide que le ponga a prueba otra vez. Yo no me merezco más de 13 puntos pero Jesucristo me dice, hablando otra vez conmigo, que puedo merecer mucho más si mi Fe en el Padre es todavía mayor. Así que he jugado la cuarta partida, he puesto toda mi Fe en ella y, ¡asómbrense si quieren!, de nuevo la Misericordia de Dios ha hecho que obtuviera, ahora, un total de 34 puntos. Ni la suerte ni el azar han sido las causas de este éxito "in crescendo" (2-11-13-34) porque ni la suerte ni el azar existen. Solamente ha sido la Fe que he puesto en el juego que es, por otro lado, solamente una parábola, un ejemplo real para explicar cómo funciona la Fe y cómo responde Dios cuando se tiene depositada toda la Fe en Él.
 
La suerte no existe (como tampoco existe el azar) sino que son nuestras actitudes ante Dios las que hacen que tengamos cada vez mayores éxitos o no logremos nada más que una fama superflua que a nadie deja satisfecho. Es por eso por lo que quienes triunfan están contentos y los que tienen mucha fama siempre están descontentos, en crisis o incluso se suicidan cuando piensan que la suerte les ha abandonado. Recuerdo un texto que yo escribí el día 29 de diciembre del año 2009 después de Jesucristo, junto con mi hermano Jaime. Fue hace exactamente 7 años y dice así:
 
Gal Costa define por sí misma la dulce voz de la mayoría de las cantantes brasileñas, que encantan y emocionan al mismo tiempo. Dentro de su LP "Luna de miel" una de las canciones más destacadas es la de "Sorte", que en un momento de su letra nos explica algo muy interesante: "El futuro pertenece a quien no lo espera. Normalmente, la suerte está con quien no se da ni cuenta".  La suerte ha sido siempre una de nuestras más felices amigas. O por lo menos, nos hemos referido a ella en multitud de ocasiones. Nos ha venido muy bien para tener a quien culpar cuando se trata de nuestros errores, o si estamos pasando por situaciones que no podemos controlar. En ese momento, abrimos nuestras manos, ponemos cara de "no se puede hacer nada", y decimos "¡Qué se le va a hacer, es la mala suerte!".
 
Bien. Pues yo os digo que la existencia humana no es cuestión de suerte: ni de buena ni de mala suerte. Porque la existencia humana va más allá de los límites de la suerte. No es una ruleta de azar en la que confiamos a cierto número para conseguir nadar en la abundancia. Más allá de la inexistente suerte, construimos nuestros futuros en base a nuestras conciencias. Y la conciencia, amigos lectores y amigas lectoras, no tiene ningún número que la acompañe. Es la expresión vital de la presencia de Jesucristo. Algunos pseudo pensadores, líderes erráticos, han diseñado miles de teorías sobre la suerte desde lo tiempos de la Antigüedad. Han valorado algunos números y han desvalorado a otros. Pero la vida, la verdadera vida humana, no se mide con los números de la buena o de la mala suerte. La vida humana se mide con la Fe o con la falta de Fe.
 
También hablamos de la suerte para referirnos a los demás: sobre todo a aquellos que tienen más (o alcanzan lo que creíamos que estaba reservado a nosotros como, por ejemplo, aquella joven de la que estábamos todos enamorados) y creemos que lo han conseguido sólo por "suerte". Pero creo que lo importante es que hoy hagamos un pequeño esfuerzo y dejemos de referirnos a los demás y, sobre todo, dejemos de quejarnos por lo que nos falta. Hay quienes creen que el amor se alcanza por la "buena suerte" y que aquella joven de la que todos estábamos enamorados se casó con alguien que había encontrado una herradura en su camino. No. Aquella joven que se casó con el otro lo hizo porque el otro caminaba en su búsqueda desde que le penetró en lo profundo de su alma. No. No es cierto que la "buena suerte" sea la que hace que el otro se case con la mujer de la que pensamos que es nuestro amor. Muchos juegan a conquistar el amor sacando décimos de la "lotería" de la vida. Pero la vida no es, ni tiene nada que ver, con ninguna "lotería", con ningún "bingo", con ninguna "quiniela", con ningún "bonoloto", con ninguna "primitiva". El amor es tan primitivo como la aparición de un hombre (un Ádán con atributos de hombre y el cabello muy corto) y una mujer (una Eva con atributos de mujer y el cabello muy largo)  sobre la Tierra. Y se basa solamente en cuestiones de espíritu... sí... de espíritu y no materia.
 
Normalmente el futuro pertenece a quién no lo espera... Mejor dicho, el futuro pertenece a aquel que ha aprendido a disfrutar de lo que tiene, y no quejarse por lo que no tiene. La chica de la que estábamos falsamente enamorados se casó con quien sólo la tenía a ella y nada más... Si eres desgraciado por lo que no tienes, pasarás toda tu vida en un mar de lágrimas, esperando que la ruleta del casino te de la inmensa fortuna con la que poder comprar el amor de la mujer del otro. Pero no hay nadie que pueda llegar a tener el mundo entero para conquistar el amor: siempre desearás algo más de lo conseguido intentando que el número de la "suerte" te guíe a ella. Imposible. Ella se casó con quien le dio todo a cambio de nada. Y todo lo que tenía el otro sólo se resumía en una pequeña sonrisa y una vida de bohemio elemental. No. No es cuestión de suerte que aquella por la que todos jugábamos a la "rueda de la fortuna" se casara con quien sólo tenía como fortuna una guitarra y una canción. Siempre serás un ser desgraciado si crees que la "suerte" hará que la arrebates de su corazón.  Por eso es mejor trabajar ahora. No esperar a que llegue nuestra "suerte". Es mejor disfrutar de lo que tenemos, y no llenar nuestro corazón de deseos imposibles sino de utopías que sólo se alcanzan a través de los milagros de Jesucristo. Esa joven de la que todos creemos falsamente estar enamorados se casó con su poeta por la simple razón del milagro de la Transformación a través del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo jamás es un "número"... jamás es una "lotería"... jamás es una "rifa"... No... Aquel poeta que se casó con ella no estaba jugando a la "buena suerte"... sólo tenía Fe...

Hay un dicho bíblico que dice: "El que observa el viento no siembra, y el que mira las nubes no siega". Amar consiste en sembrar y segar más allá del viento... más allá de las nubes... más allá de la "buena" o la "mala" suerte. Normalmente las cosas buenas aparecen cuando uno no se da ni cuenta. Siempre lo mejor es hacer nuestro trabajo bien, disfrutar de lo que Dios no da, y no desanimarnos... porque el futuro ya llegará a su tiempo. ¡Y el futuro no es cuestión de "números de la suerte sino lo que tú estás soñando ahora mismo con la Fe, por la Fe y gracias a la Fe!. Yo soy el afortunado que se enamoró de Ella desde que Ella nació y sólo gracias a mi Fe y a la Misericordia de Dios conseguí que Ella se casara conmigo. Amén.
 
Permitidme ahora que poetice sovre la "filosofía" de nuestra naturaleza humana y de cómo vamos evolcuionando a través de las causas que se transforman en consecuencias: No somos como pensamos. Cada día, de improviso, cambiamos. Ningún espejo refeja nuestra cara. Cada hora, cada instante, despertamos y somos un nuevo enigma cuando andamos. Vamos siempre y nunca repetimos pisadas. Nuestra mirada busca el sueño del pasado, pero somos breve lamento sin podernos detener... sin podernos detener... Asi es el mundo y así es la vida: sólo vivimos en la trampa siempre repetida del instante fugaz. Viajamos como un haz. Somos el viento acariciado por las manos y la frente, invariablemente anclados a los sueños de un presente. Toda nuestra vida es sólo una etapa pendiente tan lejana como puede ser la existencia. Tan corriente. Y en esa etapa estamos todos tan lejos que no podemos parar ni pensar en retrocesos para volver a empezar. Esa sonrisa nuestra es sólo un breve respiro como el humo del recuerdo, como el polvo del camino. Es sólo un eco divino. Estamos tan lejos que nunca nos queda tiempo para poder regresar. Lo nuestro es el pasar. La vida siempre es movida y nadie entra ni sale por la puerta escondida. La vida siempre es movida y el tiempo irrepetible se queda en el umbral. No somos siempre igual. Cada día vivimos un lamento. Andamos y sólo somos los hijos de un momento.
 
Tomamos conciencia de lo que somos: hombres como hombres de verdad y en verdad mujeres como mujeres tal como Dios nos creó a través de la Naturaleza y no como producto de los vicios. Así que sigo poetizando. Conciencia de distancia y soledad adornada de ideas y de nombre... mórbidas siluetas de esperanza reportándose en lejanos horizontes que libran batallas de ansiedad en forma de análoogos monólogos conformes. Un lugar para las garzas blanquecinas de ternura y cariños sin pronombres. Un desapego, una calma y una furia desatada con  los vientos violentos del redoble. Ensueños isloteños que renacen en le profundo fondo de la enorme presencia solitaria del vacío que esconde la existencia de mujeres y de hombres. Somos tribus de difíciles leyendas escritas en el eco fermentado de las noches y vivimos, en cierto modo pasajero, concovando las venidas y los adioses de los dioses. Construímos matrimonio con las olas ruidosas y prolíficas del doble pensamiento que azota las riberas del cerebro que se eleva y que se esconde. Región de tempestades y de calmas cual volcanes orquestando sus pasiones en volúmenes de lavas y cenizas que forman y conforman sensaciones. Hay una identidad en cada playa y un desarrollo de historia en cada borde rocoso y resistende de la duda que, curiosa, rodea la idea disconforme. Y dentro del entorno salinoso, con las algas del pensamiento acorde y azúcares de cañas ilusorias que endulzan el deseo de lo más noble somos, en el océano de la vida, hijastros de una isla multiforme,
 
Así que nazco como hombre y vivo como hombre porque Ella nace como mujer y vive a mi lado como mujer. Por eso otra vez poetizo. Estoy dentro del amor tan mío que en las yemas me retoñan los sentires atorados de surcos matinales, y en los momentos extraños y diversos se me abren las esperanzas. De amor perduro y vivo como si el alma rebosara dalias que no tienen final. Soy del canal amoroso un regazo pleno de palpitares colindantes que me llegan en forma de perfumes corriendo entre los vientos, conduciéndome al olor de las retamas y al riego que mí cuerpo necesita. Canto este modo de salvar la vida palpando los surcos de sus labios rojos y el sello de luz sobre mis actos. Un poco niño sí, un poco niño, pero amando en toda mi palabra el son del gozo liberado. El alto caminar de mi corriente me da el calor de los sentidos mezclándome en la parda quietud de los fértiles terrenos. La única voz que nace de esta Tierra tiene la sombra por dentro y el beso que nace de su boca es un peregrinaje de espesura. Aquí tenéis, en sueño y alma, al hombre de vuelo vertical colmado en su sed por los aromas y la pasión multiplicadas. Un manantial de vida contenida derramo en forma de cascadas para dar comienzo al nuevo tiempo y poder volar en fantasía. ¡Nazco, por fin, en este día! 
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Filosofía

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