El chico de la fila de atrás (Guión) -7-
Publicado en Jan 02, 2017
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ELCHICO DE LA FILA DE ATRÁS (7)
 
Miércoles, 21.
 
- ¡Hola, Juan Manuel! ¿Cómo tú por aquí?
 
- Vengo a hacer una transación bancaria, Matilde.
 
- ¿Cuánto necesitas?
 
- Veinte mil euros.
 
- ¿Te refieres a que vienes a sacar veinte mil euros de la cuenta corriente de tu madre?
 
- Sí... claro... eso quiero decir...
 
- ¿Tienes alguna autorización escrita?
 
- No. Resulta que es muy urgente pero mi madre se encuentra muy enferma y no puede venir; así que me ha pedido a mí que le haga el favor.
 
- ¡Es mucho dinero, Juan Manuel, para dártelo sin la autorización escrita de tu madre!
 
- Tú si que no tienes autoridad alguna para impedirme que saque el dinero que le pertenece a mi madre y no os pertenece a ninguno de vosotros, los que trabajáis en la banca para aprovecharos de nuestros dineros.
 
- Es cierto, Yo sólo soy una auxiliar administrativa, pero veremos qué dice el Señor Don Öscar Molina Illescas.
 
- Para eso he venido. Para hablar personalmente con él de hombre a hombre.
 
- ¿De hombre a hombre?
 
- Eso he dicho. De hombre a hombre.
 
- ¡Jajajajaja! Me haces gracia cuando hablas de los hombres. 
 
- Qué más quisieras tú contar entre tus ligues a uno como yo.
 
- Acaba de empezar la mañana y  no quiero discutir con nadie; pero tendrás que esperar media hora hasta que llegue el Señor Don Óscar Molina Iniesta porque está desayunando todavía. Él siempre llega media hora después de comenzar la jornada de atención a los clientes.
 
- Esperaré media hora más o todo el tiempo del mundo... pero tengo que hablar con él...
 
- Te recomiendo que, para que no te aburras demasiado, leas la última revista que nos ha llegado y que está disponible en aquella mesa. 
 
- ¿A qué revista te estás refiriendo?
 
- De todas las que hay sobre la mesa, escoge la de "Ecuador".
 
- ¿La revista de la Agencia de Viajes "Ecuador"?
 
- Sí. Es la última que no has llegado y de vez en cuando publican artículos muy interesantes.
 
- Está bien. Como no tengo otra alternativa nada más que esperar media hora más me pondré a hojearla para hacer algo que valga la pena.
 
- Que te vaya de maravilla con Don Oscar...
 
- Y a ti con el de la Telefónica.
 
- Pues bien guapo que es...
 
Juan Manuel Fernández Fernández decidió no discutir con Matilde sobre si el de la Telefónica era más guapo que él o si él era más guapo que el de la Telefónica, se dirigió hacia la mesa donde reposaban las revistas para clientes, buscó la titulada "Ecuador" y comenzó a hojear buscando algún artículo interesante.
 
- ¡Ostras, Pedrín! ¡Este artículo titulado "Lo que algunos llaman personalidad" sí que me puede interesar bastante! ¡Ostias! ¡Su autor es Pepe Julián! ¿Cómo habrá conseguido que se lo publiquen en la Revista "Ecuador"? Voy a ver de qué se trata.
 
Y Juan Manuel Fernández Fernández comenzó en voz muy baja.
 
- Cuando miramos el mundo con los ojos internos de la introspección es cuando la persona se encuentra más cerca de alcanzar la sabiduría transmitida a través del equilibrio de los pensamientos, porque dejamos de pensar en los intereses de las apariencias y penetramos en la verdadera y honda condición de la vida humana. Para ello es necesario el equilibrio entre nosotros y todo lo demás: la contemporización de ver lo que hay de valioso en cada humano y ofrecerse las oportunidades necesarias para empatizar con las verdades no prejuiciosas y las realidades exentas de análisis condicionantes previos. Es importante aprender a vivir los propósitos del conocimiento desligado de cualquier tensión o pasión discordante. Cuando somos un "cuadro en blanco" es cuando podemos interpretar la trascendencia de nuestra personalidad propia tamizada por los contrastes con todo lo externo a nosotros.
 
Siempre estamos creciendo... pero para que ese crecimiento sea valioso no debemos perder el equilibrio de nuestros pensamientos para encontrar la evolución que nos formatiza como emulsores de personalidad. Lo que sea que hagamos en este sentido siempre será una acumulación de experiencias positivas de las cuales obtenemos resultados de sabiduría con ciertos niveles más o menos elevados según hallan sido las trascendencias obtenidas con tales experiencias; pero siempre debemos ir graduando con naturalidad nuestra maduración psíquica. Somos nosotros mismos quienes obtenemos el equilibrio natural de nuestros pensamientos cuando podemos ver las cosas no sólo desde nuestro propio punto de vista (lo cual es ya importante) y con las ideas a las que nos hemos acostumbrado, sino también desde todos los lados posibles... porque el pensamiento de un solo lado no tiene equilibrio en sí mismo.
 
Yo creo, como señalan los sufíes, que la conciencia está libre del cuerpo y de su confinamiento físico. Cuando liberamos equitativamente la conciencia de nuestro cuerpo físico hemos llegado a lo más alto de nuestra propia experimentación personal. Eso es encontrar el equilibrio de nuestros pensamientos.
 
No hablo de sentimientos profundos del corazón ni de éxtasis espiritual, porque lo que hace iluminada a una persona es el equilibrio de haber aprendido a conocerse a sí misma en el contexto general y natural de la existencia. La vida está siempre en continuo movimiento y por eso yo creo que la búsqueda de la perfección relativa (toda perfección es siempre relativa y depende de factores muy subjetivos) no es la quietud ni la inercia sino la evolución natural de nuestro equilibrio interno; eso que nos lleva a la actividad evolutiva a través de la percepción de las cosas y de la concepción de las mismas. Porque el equilibrio debe ser lo natural y ese hallazgo depende de la dirección que tome nuestro pensamiento.
 
Todo lo de afuera debe depender de nuestra estado interior y no a la viceversa ya que si nuestra interioridad depende de lo externo estamos mediatizados y alienados con visiones ajenas a nuestro propio pensamiento. Lo que importa en la libre dirección de nuestras vidas es el equilibrio natural. Lo que nos da seguridad. Lo que algunos llaman personalidad. No olvidemos nunca. No olvidemos nunca que la personalidad nos regala todo aquello que los demás quieren quitarnos. Y por eso cuanto más de lejos analizamos a una persona más de cerca observamos a su personalidad.  
 
- ¡Hola, Juan Manuel! ¿Qué estás haciendo aquí en lugar de aprovechar tu vida?
 
Juan Manuel levantó la vista. Ante él se encontraba el orondo y asmático Óscar Molina Illescas, Director General de aquella Sucursal del Banco Santander de la Calle Embajadores, número 108.
 
- ¡Vengo a hablar con usted de hombre a hombre!
 
- ¡Jajajajaja! ¡Es el primer gran chiste que oigo esta mañana! ¿Tú crees que yo tengo tiempo para escuchar a jovenzuelos como tú que no tienen dónde caerse muertos mientras yo tengo mi agenda de trabajo llena de citas con personajes famosos?
 
- ¿Agenda de trabajo? ¿Qué es una agenda de trabajo para los que son como usted que, a decir verdades, no saben ni lo que significa trabajar? ¿Es más importante una agenda de trabajo que atender a un ser humano?
 
- Mi agenda de trabajo está llena de los seres humanos que me interesan y no de jovenzuelos que deberían estar en el colegio estudiando en lugar de perder el tiempo.
 
- Y supongo que es verdad  que su agenda de trabajo está repleta de citas con personajes famosos...
 
- Pues sí. Es completamente cierto lo que te digo.
 
- ¿Famosos por la gran cantidad de dinero que poseen o porque tienen valor como personas?
 
- ¡Me parece que eres demasiado osado, Juan Manuel! ¿No sería mejor que te dieras unas cuántas vueltas por el barrio de Lavapiés para ver si te encuentras mejor contigo mismo que venir a mi propio despacho para insultarme con total descaro?
 
- No vengo en mi nombre propio, que sé que no vale nada para usted, sino en el nombre de mi madre Joaquina Sabina Fernández que, al parecer, debe valer muchísimo para su persona si es que usted es una persona.
 
Aquello fue como si le hubiese caido un rayo en la cabeza porque Óscar Molina Illescas, de repente, cambió por completo de actitud.
 
- ¿Vienes en nombre de tu madre Joaquina Sabina Fernández?
 
- Que yo sepa no tengo otra.
 
- Perdona, Juan Manuel, pero podías haber empezado por ahí.
 
-  ¿Tan difícil es para usted empezar por mí mismo en lugar de empezar por mi madre?
 
Óscar Molina Illescas se puso nervioso cuando Juan Manuel Fernández Fernández se levantó de la silla con el rostro más bien serio...
 
- Esto... ejem... es que no me lo esperaba... pero vamos a mi despacho... para... para hablar de hombre a hombre sin que nadie más esté presente...
 
Juan Manuel Fernández Fernández apretó sus manos cerrando los puños.
 
- ¿Es que tiene usted algo que ocultar?
 
- Pues no... pero ciertos temas de hombres... y supongo que tú ya lo eres... sólo deben resolverse de manera personal...
 
- Entonces le sigo, Don Óscar... pero no se olvide de que estoy aquí y existo... para lo bueno y para lo malo... ¿Me entiende?...
 
- Te entiendo. 
 
Una vez ya sentados frente a frente comenzó aquella especie de combate dialéctico.
 
- Vamos a ver, muchacho...
 
- ¡Oiga! ¡Oiga! ¡Nada de muchacho si no quiere que yo le llame a usted carcamal! Yo soy Juan Manuel y usted es Óscar. ¿He sido claro?
 
- ¡Jajajajaja! Está bien, señor Fernández Fernández.
 
- Pues resulta que sí... que yo ya soy todo un señor aunque tenga solamente diecisiete mientras hay quienes son tan adultos que dejaron de ser señores para ser solamente ladrones... y no lo digo por usted si es que usted no se considera ladrón.
 
Óscar Molina Illescas dejó de reírse y tomó, por fin, el asunto en serio.
 
- ¿Cuánto dinero necesitas?
 
- Mi madre quiere que yo saque veinte mil euros de su cuenta corriente que tiene un saldo positivo de veinticinco mil y como es dinero suyo solamente a ella le pertenece y no a usted.
 
- ¿Traes alguna autorización escrita?
 
- Traigo la libreta y la orden de ella. Para mí una orden de mi madre vale más que cualquier papel escrito.
 
Óscar Molina Illescas tomó la libreta que le mostraba Juan Manuel.
 
- Pues es cierto que tiene veinticinco mil euros de saldo positivo pero... ¿puedo saber para qué quiere sacar tu querida madre veinte mil en estos momentos de crisis?...
 
-¿Le pregunto yo a usted para que saca usted tanto dinero para acudir a ciertos lugares que es mejor no nombrarlos?
 
- ¿Te estás refiriendo que gasto demasiado en puticlubes?
 
- Si usted lo dice será verdad pero eso a mí no me importa lo mismo que a usted no le importa lo que hace mi madre con su dinero y no con el dinero de usted. ¿De acuerdo?
 
- De acuerdo. Pero la responsabilidad es tuya si ocurre algo anormal por culpa de estos veinte mil euros.
 
Óscar Molina Illescas apretó un botón de su teléfono...
 
- Dígame, Don Óscar.
 
- Señorita Cáceres, haga el favor de venir a mi despacho privado.
 
Pocos segundos después apareció un preciosa secretaria que llamó la atención de Juan Manuel.
 
- Es humana, chaval.
 
- ¿Quiere usted decir que no es una robot?
 
La secretaria sonrió la salida verbal de Juan Manuel pero no dijo nada.
 
- Juan Manuel, te presento a la señorita Marcelina Cáceres Bermejo. Me la encontré en un bar nocturno, de esos de los llamados de alterne, y la he convertido en una excelente y sensacional secretaria privada.
 
Juan Manuel se quedó mirando a la preciosa secretaria pero prefirió no decir nada.
 
- ¿Para qué me necesita, Don Óscar?
 
- Necesito que vayas al cajero con esta libreta de ahorros y saques veinte mil euros.
 
- ¿Tengo que hacer cola?
 
- Haz cola porque así tengo tiempo de aclarar ciertos asuntos con este hombrecito llamado Juan Manuel que acaba de ingresar en el mundo de los llamados adultos.
 
- ¿Alguna otra cosa más?
 
- De momento nada más a no ser que el Señor Fernández Fernández desee hacer otra operación.
 
- De momento prefiero no hacer ninguna otra operación pero quizás usted necesite alguna de carácter urgente.
 
- ¿Me estás amenazando?
 
-Le estoy advirtiendo.
 
Marcelina Cáceres Bermejo supo que ya sobraba allí y salió para hacer cola entre los muchos clientes que estaban esperando ser atendidos por el cajero Luis José Hernández Caja que sudaba ya la gota gorda ante el trabajo que se le estaba presentando.
 
- Bueno, Juan Manuel. No te preocupes por los veinte mil euros que en pocos minutos te los darás Lina.
 
- No está mal esa tal Lina.
 
- Y hablando de mujeres guapísimas. ¿Cómo está Quina?
 
- ¡Oiga, grasiento caballero o lo que sea! Mi madre no es Quina para usted sino la Señora Doña Joaquina Sabina Fernández. ¿Entendido? Además de ser usted un tipo casposo usa un perfume tan barato que tira de espaldas.
 
- No quise ofender a tu madre. Además, debo confesarte un secreto.
 
- Sus secretos se los confiesa usted al padre García porque yo ni soy el padre García ni soy el padre de nadie en el día de hoy. Cuando llegue a ser un día padre ya le avisaré con tiempo para que me confiese a mí sus secretos.
 
- Es que no puedo evitarlo, Juan Manuel.
 
- Está bien. Confiese.
 
- Yo he estado siempre completamente enamorado de tu madre, esa guapísima y escultural colombiana que está que se sale y que tiene a todos los hombres de Lavapìés completamente nerviosos cuando pasea por las calles, pero ella prefirió casarse con un peón de albañil antes que con un hombre tan interesante como yo que he llegado a ser no solamente Director General de una Sucursal bancaria del Santander sino el dueño y propietario de una de las mejores empresas productoras de queso de toda Europa como es ÓSMOLI. Si tu madre no hubiese elegido a un simple obrero de la construcción ahora no tendría que estar vendiendo ropa usada por la zona del Rastro ni trabajar todas las noches de los sábados y domingos en un bar de copas de tan mala fama como "Las Tigresas" de la Ciudad de los Ángeles.
 
- ¡Escuche, cabrón! ¡Mi padre será solamente un peón de albañil o un obrero de la construcción pero tiene un millón de veces más valentía que usted y una personalidad un millón de veces superior a la suya! Por eso mi madre tuvo el buen gusto de elegirle a él antes que a un tipo tan seboso y mantecoso como usted.
 
- ¡Mide bien tus palabras, chaval!
 
- Las voy a medir bien. Sólo son diecisete. Usted no le llega ni a las suelas de zapatos si se le compara con mi padre. Y si me sigue usted molestando piropeando a mi madre delante de mi cara le suelto dicisiete hostias. Una por cada una de las palabras bien medidas. ¿Quiere usted comprobar si es cierto o es falso lo que digo?
 
La tensa situacíón quedó cortada cuando entró en el despacho la secretaria privada Marcelina Cáceres Bermejo y le entregó los veinte mil euros a Juan Manuel Fernández Fernández con una amplia sonrisa.
 
- Cuéntalo, por favor. Son veinte mil euros completos.
 
- No hace falta. De chavalas tan guapas como tú siempre me fío. Si me los hubiese dado este tripero de Director General por supuesto que lo contaría porque ya se sabe todo lo ladrón que es precisamente con las personas más necesitadas.
 
Ante la impotencia de Óscar Molina Illescas, que no supo qué responder, la guapa Marcelina se despìdió de Juan Manuel con otra sonrisa.
 
- Adiós, guapo. Hasta luego.
 
- Adiós, preciosa. Hasta nunca.
 
Y ella salió del despacho, mientras Óscar Molina Illescas intentó utilizar otra táctica para agradar a aquel chaval que con tanto éxito se le había enfrentado.
 
- ¿Te gusta mi secretaria privada?
 
- Pues va a ser que sí. ¿La conquistó usted utilizando sus encantos personales o usando su podrido dinero?
 
- ¿Cómo dices, insolente?
 
- Ya se nota, y no hace falta más que verle y hablar de negocios con usted una sola vez para darse uno cuenta, hasta siendo muy tonto cosa que yo no lo soy. que no posee usted ninguna clase de encanto personal así que...
 
- ¿Qué insinúas?
 
- Que ha sido gracias a su podrido dinero. 
 
- ¿Alguna cosa más, muchacho, antes de que mande que te saquen a patadas de mi despacho?
 
- ¿Es que no atreve a hacerlo usted personalmente?
 
- ¿Algo más?
 
- Sí. Los quesos ÓSMOLI son los peores quesos que he probado yo en mi vida, Solamente los comí una sola vez y tuve que ir rápidamente a vomitar a la taza del water y en cuanto a su olor echan una peste a podrido que atufa a cien mil a distancia. ¡Qué asco! ¡Huelen a pies desde un kilómetro de distancia!
 
- ¡Escucha, desgraciado! ¡Si sigues hablándome de esta manera yo puedo hacer que a tu padre, al cual tanto le valoras como valiente y como hombre. lo trasladen a trabajar al peor y más olvidado puebo de Valencia! 
 
- ¿Ha dicho usted Valencia?
 
- ¡Si! ¡He dicho Valencia por no decir Palencia! ¿Por qué?
 
- Porque en principio creí que usted dijo Valencia recordando a su esbirro el Subdirector y Apoderado General Víctor Emiliano Valencia Renano, ese que llegó al Banco procedente de la Guinea Ecuatorial gracias a que usted le tiene totalmente enchufado. ¿Tan enchufados están ustedes dos; el blanco de la leche y el negro del cacao? Forman ustedes un equipo que me da hasta verdadera lástima. Ustedes, con todos cargos y experiencias a cuestas, solamente son simples chupatintas al servicio de avaros chupasangres. Dígaselo a Víctor Emiliano de mi parte.
 
- ¡Te estoy diciendo que soy capaz de coger el teléfono en este mismo instante y pedirle al mismísimo Presidente de Urbis que envíe a tu padre al más olvidado pueblo de Teruel por ejemplo!
 
- ¿Y cree que yo voy a consentir que usted cometa ese atropello de dictador contra mi padre? Atienda bien lo que le digo. Si se atreve a intentarlo hágalo en este mismo momento porque yo me pondré en contacto, inmediatamente, con alguien que es mi gran amigo personal, capaz de hacer público al mundo entero todas sus podridas trayectorias tanto profesionales como personales. Tanto usted como su morenito enchufado sólo saben ligar con mujerzuelas a pesar de estar casados y tener varias queridas más y eso es algo que si se entera mi amigo lo publica de inmediato al mundo entero además de lo de las borracheras que ustedes cogen todos los fines de semanas y el asunto de las drogas que ustedes controlan en todo el barrio de Lavapiés.
 
- ¡No! ¡No! ¡Olvidemos todo y vete con tu dinero sin armar más ruido, por favor! 
 
- Sabe lo que le digo. Que usted es tan cobarde pero tiene tantos millones robados al sencillo, pòbre y humilde vecindario de Lavapiés, que algún día el Rey de España le va a honrar concediéndole el título de Marqués de la Mierda Seca; que bien se lo merece usted y no se preocupe por ello que ya tendré algún día, cuando sea pintor de fama mundial, decirle a Felipe VI que no se olvide de distinguirle con el citado marquesado. 
 
- ¿Yo Marqués de la Mierda Seca?
 
- Pues sí. Usted y todos los que son como usted. Los que sólo pueden ligare con chicas como la Princesa de Éboli, que era tuerta, y por lo tanto son todas sus amiguitas muy cortas de vista. Hay que estar desesperadas para ir a la cama con usted y su compinche. O desesperadas o locas perdidas. Y como a usted le gusta tanto ser Presidente a lo mejor un día de estos nos da la noticia de que le han nombrado como el hombre que dirige la ONU. 
 
- No sabes ni lo que estás diciendo, chaval.
 
- Oiga, Óscar Molina Illescas... ¿a usted le gusta, por ejemplo, Shakira?
 
- Cómo no me va a gustar si le gusta a todos los hombres que somos machos de verdad.
 
- Pues no vuelva a pensar nunca jamás en mi madre y que tenga usted dulce sueños pensando en el cuerpo del deseo y no se proque usted por todos sus rivales en esto del soñar placeres porque hay pastel para todos! ¡Usurero! ¡Avaro! ¡Ruín!¡Mezquino! ¡Arrivederci Roma y tome pastillas de goma pero como se vaya usted de la lengua y se entere alguien que no tiene que enterarse vengo aquí mismo y se la corto!
 
- ¡Vas a terminar muy mal, chaval!
 
- Puede ser que yo termine muy mal pero cuando sea mayor no quiero ser como usted aunque termine viviendo debajo de un puente como Carpanta pero bien acompañado.
 
- ¡Sí! ¡Jajajajajaja! ¡Acompañado de las ratas!
 
- ¡Lo cual es mucho más agradable que terminar siendo solamente una comadreja solitaria sin nadie a quien contarle nada ni con quien compartir los más íntimos deseos! ¡Hasta nunca, ladrón! ¡Siga usted con sus horribles quesos que cuando uno los prueba le dan ganas de comer cerillas antes que repetir otro de ellos! ¡¡Váyase usted a hacer leches!!
 
Juan Manuel Fernández Fernández se fue de la Sucursal bancaria metiendo los veinte mil euros, en billetes de a cien, en el interior del bolsillo superior izquierdo de su cazadora de cuero de color negro y, comprobando que allí estaba también el reloj de oro puro de su bisabuelo, que había sustraído de la vitrina de trofeos de su padre, quien en su juventud fue el mejor deportista de Lavapiés habiendo sido, igualmente, varias veces ganador de las competiciones de billar de la Liga de Madrid, se encaminó lentamente en dirección del Berlin Cabaret de Madrid.
 
- ¡¡Lina!!
 
- ¿Me llamaba usted, Señor Director?
 
- ¡¡No quiero ver nunca más en mi vida a ese tal Juan Manuel Fernández Fernández!!
 
- Qué lástima.
 
- ¿Tú sientes lástima por un macarra como ese?
 
- Es que es muy simpático.
 
- ¡¡Pues no quiero volver a verle nunca más en mi vida!!
 
- ¿Y si se le presenta en sueños alguna de esas muchas noche en que sufre usted de pesadillas debido a lo usurero que es usted?
 
- ¿Cómo has dicho, secretaria?
 
- Que si usted no deja de acosarme tanto como tiene por costumbre terminaré por contárselo a ese tal Juan Manuel Fernández Fernández que dice, y yo creo que dice la verdad, que tiene  a un amigo que lo puede hacer público al mundo entero. ¡O deja usted de acosarme mientras babosea por la boca o se le acaba el chollo!
 
- Por favor... que nadie se entere...
 
- ¡Me parece que me ha comprendido bien y que sabe usted muy bien los que es acosar a las chicas guapas, cochino! Tengo guardada una revista "Ecuador" de hace varios meses porque hay un artículo, de Pepe Luis por supuesto, que le puede interesar para meditar un poco nates de hablar sin ninguna clase de sentido.
 
- Démelo, por favor, pero que nadie se entere...
 
- Tarde o temprano todos se van a enterar de algo que ya todos están enterados. Espere y le traigo la revista.
 
Marcelina Cáceres Bermejo salió y en pocos segundos estuvo de vuelta.
 
- Ahí le dejo a solas con su conciencia.
 
El repulsivo Óscar Molina Illescas buscó ansiosamente el citado artículo de Pepe Luis y leyó con gran avidez.
 
- El título es "Una entelequia llamada Libertad". Veamos qué dice.  Vivimos demasiadas entelequias. Esta vida que nos ha tocado conocer desde los tiempos más remotos de la Humanidad está llena de entelequias, rebosada de entelequias, rodeada de entelequias por todas partes menos por una llamada Ilusión. ¿Son las entelequias unas simples ilusiones que nos hacen creer que somos libres? Libertad. Hermosa entelequia compuesta de ingredientes que, al final de todos nuestros caminos, se desvanecen en un conjunto global llamado decepción.
¿Por qué nos decepciona la Libertad? ¿No será que la mayor entelequia en la que nos han hecho creer es precisamente la Libertad? Miramos a nuestro interior y nos vemos como incompletos, como faltos de algo esencial que necesitamos para autoconvencernos de que podemos ser algo más. ¿Qué es lo que nos sucede a los seres humanos para sentirnos siempre como incompletos; como ausentes, a veces, de esta pertenencia al conjunto total de nuestras aspiraciones? Algunos lo llaman Libertad. Es por eso por lo que no podemos entender la gran verdad de nuestras existencias.
Luchamos por autoconvencernos. Siempre estamos luchando por autoconvencernos. De vez en cuando, alguien lanza un grito desesperado desde el rincón donde se encuentra. ¿Y el eco? ¿Qué sucede con el eco de ese grito que a todos nos produce dolor en el corazón? Entonces nos miramos en el espejo de la sociedad y comenzamos todos a gritar con una desesperación llamada ausencia. ¿Qué nos queda a los seres humanos cuando descubrimos que gritamos porque alguien nos transmite el eco de su ausencia? ¿Y si fuera cierto que la Libertad es una entelequia que nos han impuesto los que dirigen esos hilos invisibles de lo intangible que, a la hora de la gran verdad, nos hace pensar que son ellos quienes quieren que seamos silencio?
El grito. Es el grito de la Libertad el que se nos hunde en el marasmo de las consignas. ¿Quiénes propugnan las consignas de la Libertad? ¿Quiénes nos han introducido en el grito de la desesperación? Volvemos a mirar a nuestro interior y, de repente, nos sentimos otra vez incompletos. ¿Qué es en realidad la Libertad? ¿Podemos gritar cuando ya no nos queda otra ilusión salvo la lucha para subsistir en un mundo dirigido por los que nos aplican la terapia de las entelequias? ¿Cuál fue el momento histórico en que nos dijeron que la Libertad la podíamos obtener por el simple hecho de ser seres humanos y humanas inmersos en la existencia de nuestras ilusiones?
La propuesta no es un conjunto de ilusiones que se disuelven en los gritos de la desesperación. La propuesta es poder rellenar nuestras ausencias (sinónimos del convivir como personas) con algo que, en verdad, sea tangible. Y entonces nos damos cuenta de que la Libertad es una entelequia. Y nos liberamos. Encontramos las verdaderas dimensiones de nuestra personalidad propia y nos liberamos de la Libertad. Esa es la respuesta.
 
Óscar Molina Illescas se sintió un don nadie de verdad. Cerró la revista y guardó silencio.


 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Miembro desde: Jun 29, 2009
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Descripción

Guión literario para cine.

Palabras Clave: Literatura Prosa Guión Narrativa Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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