La fierecilla indomable (Relato)
Publicado en Jan 15, 2017
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Se da por buena la historia del vagabundo. En la posada, hasta los más escépticos dan por cierto que él nunca perdió la pista y el eco de sus palabras todavía resuena entre las cuatro paredes de aquel lugar.
 
- ¡Yo os garantizo que hice lo que he contado!
 
Amablemente le han invitado a que repita los sucesos y hasta los criados se sientan para escucharle.
 
- ¡Si queréis que os repita cómo lo conseguí que alguien me invite a un aguardiente!
 
Un señor de esos del mal dormir saca su bolsa y deposita un doblón sobre la mesa.
 
- ¡Yo os reto a que me demostréis cuánta veracidad existe en vuestro relato y cuánto os habéis inventado para beber a costa de los inocentes!
 
El vagabundo sólo sonríe y le mira de frente al de los dineros.
 
- ¡Supongo que os los habéis ganado con el sudor de la frente de esos inocentes a los que estáis citando!
 
La tensión se hace dueña del escenario.
 
- ¿Tirano yo?
 
- Por favor, no os molestéis tanto en definiros.
 
Todos creen que el reto va a terminar con mala suerte para el que sólo tiene por fortuna un maravedí que arroja sobre la mesa; mientras se dirije a todos los mirones.
 
- Señores... esto no ha hecho más que empezar...
 
El señorito empieza a darse cuenta de que la noche cerrada enseña sus cruces a quienes alardean demasiado. Y es entonces cuando el vagabundo recita.
 
- De los arenales vengo
a los arenales voy
mientras yo me entretengo
en saber quién yo soy.
 
Interviene entonces el posadero.
 
- ¡Como me llamo Hortensio Vida Urreta jamás vi lance tan apasionante!¡Os toca a vos, caballero!
 
El de la bolsa bien repleta comienza su turno.
 
- No importa saber quién es
quien no tiene nombre
porque es pobre hombre
para tanta mies.
 
El viento azuza en las ventanas mientras se oye crujer la madera del portón. La moza que escancía vinos y aguardientes lanza un aviso.
 
- ¡No vale dar los golpes tan bajos, señorito de buen postín!
 
Pero el vagabundo la consuela como mejor puede.
 
- ¡No sufráis por mi, bella dama,
que yo al menos tengo cama
aunque sea en un serón;
mientras que este señorón
jamás ha dormido en la calma.
 
- ¿Me estáis llamando deshonesto?
 
Todos miran al rostro del vabundo por ver si se ha amedrentado o sigue con su discurso. Restulta que no se le nota nervioso.
 
-  Se llama honestidad a ser un hombre que duerme en muchas camas diferentes pero siempre con la misma mujer. ¿Podéis vos decir lo mismo?
 
- ¡Un labrador cualquiera
nunca se me atreviera!
 
- ¡Pues os habéis encontrado
en este momento atrapado! 

El señorito de la esclavina con la cruz dorada interpreta que es necesario demostrarlo.
 
- ¿Va de apuesta por apuesta a ver quién a la moza consigue?
 
- ¡No me gusta regañar con nadie así que os complazco en el gusto!
 
Una pérfida sonrisa se asoma a los labios del poderoso,
 
- ¡Bien comenzado el lance!
 
- ¡Rogad porque no os de alcance!
 
- ¡Si pierdo yo esta apuesta me aparto del mundo entero!
 
- ¡Pues mal se os ve ya el plumero!
 
En toda la amplia estancia se empiezan a cruzar apuestas entre los hombres más avezados, los jóvenes observan asombrados y sólo hay dos mujeres, dejando aparte a la moza, que comienzan con sus rezos tras santiguarse como santas.
 
- ¿Veis a esas nobles señoras?
 
El vagabundo sí que las ha visto desde hace ya un buen tiempo.
 
- ¡Supongo que estarán calladas!
 
- ¡Me servirán de coartadas.
si es que se entera mi dama,
diciendo que de la cama
os he echado a patadas!
 
- ¡No digáis bravuconadas!
 
- ¿A qué viene esa insolencia
si no tenéis ni solvencia?
 
- ¡No ofende quien lo quiere
sino quien la moza prefiere!
 
La moza, de buen ver por todas las partes por donde se la mire, sigue sonriendo a su aire y sin darle importancia al lance; pues bastante trajín le ocupa ir sirviendo vinos y aguardientes a todos los que están llegando.
 
- ¡Veo que os habéis callado!
 
El señorón acaricia la empuñadura de su espadín.
 
- ¡En cuanto recobre las ganas he de partiros en dos!
 
El posadero ve que la cuestión se desvía demasiado y peligra su negocio.
 
- ¡Caballero yo os ruego
que no eche leña al fuego!
 
- No es mi intención el matarlo
mas un escarmiento merece.
¡Este mendigo se crece
si no hago por fin callarlo!
 
Uno de los apostadores, alto y fuerte como un roble, interviene en la disputa.
 
- ¡Como me llamo Bautista que nadie matará a nadie si no es pasando por encima de mi persona!
 
- ¡Os recomiendo apartaros antes de que sea tarde!
 
- ¿Estáis dispuesto a retarme?
 
- ¡Después de que al piojoso le haya partido en dos!
 
La mayor de las dos viejas que están rezanzo, grita.
 
- ¡Que no haya sangre, por Dios!
 
De este modo tan patético siguió el debate de los dos. El vagabundo primero y después le siguió el del don.
 
- ¡Si esa moza no es tonta
inclinará la balanza
no por el que tiene panza
sino por quien mejor se lo monta!
 
- ¿Es que pensáis derrotarme
con sólo palabrería?
 
- ¡Yo no soy un señoría
mas tengo la valentía
de quienes pasamos hambre!
 
La moza, por fin interviene dirigiéndose al caballero.
 
- ¿He de servir a los dos
para que haya concordia
y se acabe la discordia
entre el mendigo y vos?
 
Rieron todos la ocurrencia.
 
- ¡Ya veo que esto comienza a salirse de sus casillas!
 
- ¡Vos lo habéis querido, caballero!
 
- ¿No sabes que la delicia
es para quien tiene dinero?
 
Fue Bautista quien alzó ahora su voz mientras la moza reía.
 
- Si este duelo no termina
¿A ver quien por fin la domina?
 
- ¿Por qué no te atreves, Bautista?
¿O es que te crees un artista
de esos que pintan mujeres
con oficio de florista
para decir que son flores
lo que una hembra necesita?
 
El posadero dejó bien claro que nadie se iba sin pagar pero, como no era poeta, lo dijo con prosa directa.
 
- ¡Quien quiera de aquí escaparse creyendo que estoy despistado que se atenga a los avatares de su destino! ¡Pobre del desgraciado que me tome por tonto y no quiera pagar el vino o el aguardiente tomado! ¡No le arriendo la ganancia!
 
- ¡Tenéis bastanta arrogancia! -dijo un bebedor sediento.
 
- ¡Y vos parecéis muy grasiento
para daros tanta importancia!
¡Burro de mal asiento!
 
Fue el caballero del reto quien calmó la tensión.
 
- ¡Aquí sólo hablamos de suerte
quiénes no tienen miedo a la muerte!
 
- ¡No por decir esa cosa
vais a llevaros la rosa!
 
La moza sonrió al vagabundo por aquel piropo espontáneo mientras le daba una sonora bofetada al jovencito que había intentado, sin éxito alguno, pellizcarle el trasero. 
 
- ¡Si eres hombre intenta besarme
en lugar de pellizcarme!
 
El jovencito, corrido del todo, agachó la cabeza y guardó silencio mientras todos se reían de él y el posadero no se pudo aguantar.
 
- ¡Toma Tomás!
¡Una sola no más!
 
Así que el caballero elevó de nuevo su ánimo.
 
- ¡A todos he de deciros,
los que estais aquí presentes,
que o sois todos valientes
o yo he de maldeciros!
 
Un silencio sepulcral, por miedo al espadín, hizo que todos callaran. Fue cuando el gallo cantó.
 
- ¿Habéis oído ese canto? -dijo de nuevo Bautista.
 
Le contestó el posadero.
 
- ¡Es señal de que este encanto
nos ha cegado la vista!
 
La moza volvió a sonreir pero no se quedó callada.
 
- ¡No les deis ninguna pista!
 
Y los dos se siguieron retando mirándose frente a frente.
 
- ¡Yo os juro, insolente,
que habéis de terminar muy mal!
 
- ¡No me asusta el vil metal
de vuestro oro candente
pues he de hincarle el diente
no en el delantal
sino en lo que ella presiente!
 
- ¿De verdad os creéis valiente?
 
- ¡Yo no me tomo por tal
pero eso lo dice la gente!
 
- ¡Pues aquí no hay otra manzana
que esté en verdad tan sana!
¡Y si alguien ha de probarla
no será un indigente
el que llegue a catarla!
 
- ¡Toma castañas calientes! -dijo Bautista entre dientes.
 
El caballero siguió tomando la delantera.
 
- ¡Tenéis acaso un espejo
para ver que sois pendejo!
 
- ¡Vos solo sois ya pellejos 
de vino tan bien saciado
que no habeís acertado
en la ocasión ni de lejos!
 
- ¡Probemos entonces en prosa
por ver qué nos dice la hermosa!
 
Y los dos dejaron la poesía para seguir la porfía.
 
- ¡Pardiez que sois ignorante con tanta cháchara palurda! ¿Quién habrá consentido que un señorito como vos en esta posada haya entrado! ¿No veis que hasta el gato se ha escondido bajo las faldas de aquella buena mujer, la más vieja de este lugar, que reza con tanta gracia que parece que es muy santa porque en la vida sólo se dedica a rezar, rezar y rezar?
 
- ¡Me llamáis a mí gentuza, pero puestos a compararnos, si de mí huyen los gatos, de ti huyen los sapos!
 
- ¡Mira quien va a hablar que se cree un semidios cuando solo semihombre es!
 
- ¡Ne me saqueis el mal genio u os hago ahora mismo callar con unos buenos latigazos que jamás olvidaréis en la vida!
 
- ¡Como se nota que demente habéis debido nacer!
 
El poderoso caballero no aguantó que le llamase loco.
 
- ¡Miserable pordiosero
yo no sólo tengo dinero!
 
Pero el vagabundo no se arredró.
 
- ¡Pedante! ¡Pendenciero!
¡Jamás habéis sido sincero!
¡Si dijéseis la verdad
os daría tanta vergüenza
que hasta el más sinvergüenza
sabría de vuestra heredad!
 
El posadero vio de nuevo que peligraba la posada y el negocio.
 
- ¡Hagan por fin la paz
y que decida el destino
quien de los dos es capaz
de conquistarla con tino!  
 
Entró, en ese momento, un forastero embozado.
 
- ¡Vaya día más horrendo!
¡Ni un sólo botijo vendo!
 
La moza le atendió rápidamente.
 
- ¡Tenemos vino en abundancia!
¡Y si de aguardiente hablamos
tenemos lo que llamamos
tumba hombres con  paciencia!
 
Bautista estaba molesto.
 
- ¿Cómo eres tan casquivana
qué prefieres a un forastero?
 
Intervino el posadero.
 
- El negocio es lo primero
porque de cara al mañana
no sólo existe enero.
 
- ¡Vaya con la jarana!
¡Yo ya tengo preparado
un buen lote de ganado
para la carne y la lana!
 
Los dos contendientes volvieron a la carga y esta vez ya sin poesía para hacer más trascendente la conquista de la moza sonriente.
 
- ¡Que es para mí es seguro, porque esta brillante esclavina la ha absorbido el seso!
 
- ¡No e os creáis que ha sido a vos sino que a mí ha mirado!
 
- ¡Pero si un hambriento no puede alimentar a una moza tan guapa y tan maciza ni en presente ni en futuro! ¡Anda a comer pan del duro!
 
- ¡Yo podría tocarle las castañuelas durante todo el invierno!
 
- ¿Pero no habéis dicho en antes que nunca cambiáis de dama?
 
- No convirtamos en tragedia lo que sólo es una apuesta y ya veremos si llegada la hora no duermo con ella la siesta!
 
A la moza no le gustó demasiado.
 
- ¡Un momento, vagabundo!
¿Habéis corrido tanto mundo
y no sabéis distinguir
entre una que no vale
y otra que sabe discernir
lo que es falda y lo que es valle?
 
- ¡Poetisa nos has salido!
 
- ¡Lleváis razón, caballero,
ahora estoy yo molido!
¡Creo yo que es demasiado
darse tan pronto vencido!
 
La moza se puso en jarras.
 
- ¿Quién de los dos se atreve
a meterme la mano el primero?
¿Seréis vos, gran caballero?
¿O el vagabundo que no se mueve?
 
Los dos retadores se quedaron mudos ante la risa del posadero.
 
- ¡Jajajajaja! ¡Que grande es la salida
que os ha dejado cortados!
¡Ahora miráis a los lados
midiendo bien la distancia
que existe hasta la puerta!
¿No decís que de picos pardos
sois los mejores en ciencia
y ahora ya estáis agotados?
 
El forastero embozado metió baza en la discordia.
 
- ¿De modo que hay una apuesta
para llevarse a la moza
que no parece dispuesta
a vivir en una choza?
 
El caballero de la bolsa bien llena de dineros escudriñó el rostro del forastero antes de dirigirse al vagabundo.
 
- ¿Has oído ya bien, vil gusano,
que hasta un extraño forastero
sabe que soy caballero
y tú solamente un fulano?
 
- Si de fulanos hablamos
más fulano es quien presume
de oler a buen perfume
que solo son los reclamos
de alquien que nunca puede
alzarse con la victoria
porque al final siempre pierde
a su amada y a su novia.
 
- ¿Y tú a qué hueles, insolente!
 
- ¡A algo más bien caliente!
¡Pues el bronce de mi alma
se ha dorado desde oriente
y no como quien reclama
dejando de ser persona
para pasar a ser comadrona 
y no caballero andante
en esta vieja casona
donde busca ser amante!
 
Efectivamente, aquella posada fue, en sus tiempos, la casa grande de un noble; así que el forastero embozado miró y remiró a la moza, de arriba a abajo y de abajo a arriba, y viendo que era la más hermosa hembra por él conocida jamás decidió participar sentándose con los contendientes.
 
- ¡Tercio yo en la contienda,
pues más emoción dan los tríos
en esto de los amoríos
para que todo se entienda!
 
- ¿Aceptáis vos, pedigüeño?
 
- ¡Sí! ¡Así venceré más risueño!
 
- ¿De verdad pensáis vencer?
 
- ¡Vencer y además convencer
a esta moza idomable
que yo soy el más amable
y me tiene que querer!
 
La mayor de las dos mujeres que rezaban levantó la voz.
 
- ¡Ay. Dios mío, qué vergüenza
me da este pobre destino!
¡Ni en mi querida Sigüenza
se ha visto tal desatino!
 
Ahora los tres empezaron en prosa con más o menos elevaciones de tono. Comenzó el caballero.
 
- ¡Ella parece diabla pero yo la domaré como se doma a las yeguas en las tierras montañesas! ¡Brava es pero muy hermosa!
 
Le siguió el forastero embozado.
 
- ¡A esta moza la curo de todas sus fantasías!
 
Y el vagabundo terminó esta primera ronda.
 
- ¡Un torrente de pasiones inunda ya a mi alma y juro que no me marcho sin haberla yo catado!
 
Se escuchó otra sonora bofetada que la moza le arreó al jovencito que había recibido la primera.
 
- ¡Pero si no hice ahora nada!
 
- ¡Mas lo pensaste, monada!
 
Los tres contendientes seguían con su combate dialéctico comenzando ahora el caballero de los dineros.
 
- ¡En lugar de quedarme quieto voy a entrar en acción ante de que llegue el alba!
 
Le tocó el turno al vagabundo.
 
- ¡Si deséais tanto amarla os digo que no pasáreis del intento y será vano vuestro empeño, majadero!
 
Terminó hablando el forastero embozado.
 
- ¿Ya estamos los tres preparados?
 
El posadero se frotaba las manos.
 
- ¡Va llegando nueva gente!
¡Esto se pone caliente!
 
Los tres contendientes estaban ya desbocados. Empezó ahora el vagabundo.
 
- ¡Yo he de probar el bocado y a los dos dejaros en ayunas!
 
Le siguió el forastero embozado.
 
- ¡No ha nacido ningún pariente ni de usted ni del caballero para que canten victoria poque esa moza es la mía!
 
Y terminó el caballero.
 
- ¡De todos los locos del mundo, ustedes son los primeros! ¡Esa brava y hermosa muchacha sólo será de mi cama!
 
La más vieja de las dos mujeres santurronas dio otro alarido.
 
- ¡¡Sinvergüenzas! ¡Irrespetuosos!
¡En vez de personas sois osos!
 
Un orondo comerciante escribía en un pliego con su pluma y el tintero.
 
- Estoy siendo fiel testigo de una locura tan grande que si yo fuera escritor y no solo un escribiente, de esos que saben bien escribir, ganaría fama y dineros; pero no he conocido mayor absurdo en mi vida que este lance de tres orates salidos de algun manicomio de estas tierras porque más parecen de Júpiter, de Saturno, de Urano o de alguna otra galaxia.
 
Se le acercó la moza y se situó muy cerca de él, casi rozándole las piernas. 
 
- ¿Qué escribís en ese pliego
si sois comerciante de espliego?
 
- ¡No me pongáis más caliente
porque yo soy un buen cliente!
 
- ¿No deséais aguardiente?
 
- ¡Lo dejo para el siguiente!
 
Un joven muy gallardo llegó y quedó callado.
 
- ¿No queréis estar sentado
por ser cuatro y no tres
quienes se jacten de haber domado
a esta mujer que aquí ves?
 
- ¡Me quedo sólo admirado!
 
- ¿Tanto os he maravillado?
 
- ¡Prefiero seguir callado
y ver lo que viene después!
 
Y se mantuvo de pie.
 
- Debe ser un enamorado
que viene para olvidar.
 
- Si el mendigo así ha hablado
es que ha debido acertar.
 
- Y yo, caballero armado,
también lo puedo jurar.
¡Pero volviendo a lo hablado
este vagabundo ha perdido!
 
- ¡Eso le pasa por jugar
sin saber que no es querido¡
 
- ¡Me dais por eliminado
yo creo que muy deprisa!
¡Pero os juro que yo guardo
para el final mi sonrisa!
 
El caballero estalló en una sonora carcajada antes de continuar.
 
- ¡Jajajajaja! ¡Nunca yo he escuchado
tanta fantasia junta!
¿Usted, embozado, se apunta
a un lado o a otro lado?
 
- ¡Habiendo aquí un perdedor
en el mundo de las mujeres
he de ser el vencedor
porque sé de estos saberes!
 
- ¡Con un grande ha tropezado
pues estoy bien preparado!
 
- ¿Y vos, que sois caballero,
deséais ser el primero?
 
- ¿Estáis vos tan embozado
porque no tenéis abogado?
 
- ¡Yo no diría tal cosa
pero mi fama es grandiosa!
 
- ¿Es que ya habéis conquistado
en este mundo habitado?
 
- ¡Dejando a la China aparte
ya todos conocen mi arte!
 
El orondo comerciante de espliego siguió escribiendo en su pliego.
 
- La batalla está entrando en un final inesperado; pero yo diría que el mendigo todavía no está eliminado y, efectivamente, va a hablar.
 
- ¡Un momento! ¡Un momento!
¡Yo deseo al monumento!
 
La moza vuelve a sonreír al pobre mendigo.
 
- ¡Parecía tonto el mochuelo!- dijo el caballero.
 
- ¡Y sigue aceptando el duelo! -dijo el embozado.
 
- ¡Ya les dije que reírse
de alguien que es desdichado
no es de ser bien educado
antes de la gallina freírse!
 
El posadero se les acercó.
 
- ¡Tengo todo preparado!
¡La cama está bien caliente!
¡Sólo falta el afortunado
que se muestre más valiente!
 
Una tercera y sonora bofetada recibió el jovencito que antes había recibido las otras dos.
 
- ¿Pero se puede saber qué pasa
para tanto abofetearme?
¿No es ya demasiada guasa?
¡Yo ya voy a cabrearme! 
 
El gato salió disparado en dirección a la cocina y al caballero del dinero no le gustó tal cosa.
 
- ¡Cómo corre ese gatazo!
¡Pero mal rayo me parta
si es que se come la tarta
y no le doy un guantazo!
 
El jovencito que había recibido las tres sonoras bofetadas sin haber hecho nada malo levantó la voz.
 
- ¡Os ruego por Dios, caballero,
que yo no sé la verdad
y saberlo no lo quiero
pero tener de mi la piedad!
¡Que me dejen todos en paz
ya que he recibido bastante
en las partes de mi faz
y sólo estoy para arrastre!
 
- ¡No sufráis, mi gran amigo,
que sólo al gato me refiero
pues o yo soy el primero
a la moza desflorar
o este mismo domingo
alguien va a llorar!
 
- ¡Os pido por Dios, señorón
que no me convierta en llorón!
 
- ¡Pues tened mucho cuidado
de no intentar pellizcarla
pues si queréis desearla
debéis estar preparado
para saber bien besarla!
¡Que no es moza para un chaval
que no es un hombre curtido
y yo ya me he batido
con algún que otro rival!
 
El vagabundo sigue sonriendo.
 
- Dejen ya la poesía
para otrora fantasía
pues a ésta tan brava hembra
le gusta más un piropo
para pegar con ella la hebra
en vez de hacer algún tropo!
 
Entonces es cuando el forastero embozado aprovecha el momento.
 
- ¿Quién será el favorecido que bien quiera esta moza para pasar buena noche? Todos sois más bien perdedores salvo yo, que en mil lances amorosos he participado saliendo siempre vencedor. ¡En miles de batallas corteses, en palacios, en castillos, en casas de los marqueses y en las grandes ciudades de toda la Europa entera! ¡Por eso me llaman "Pantera" de tanto como he corrido en las noches del amor! ¡Y he de decir a todos vosotros, oyentes, que jamás a ninguna moza he dejado salir viva de las camas donde he estado! ¡Así que os he rebasado y la moza es para mí!
 
La más joven de las dos viejas que están rezando levanta la voz.
 
- ¿Y por qué no vino antes
cuando yo era zagala
y tenia de muy gala
retozar con los tunantes?
Ahora solo rezo oraciones
y voy con el velo puesto
pues pequé en mil ocasiones
y ahora yo me arrepiento!
 
El forastero embozado soltó una gran carcajada y continuó.
 
- ¡Jajajajaja! ¡Vos os habéis criado, santurrona de escaparate, en alguna cochinera pero yo reafirmo y rejuro que estoy muy bien armado para que esta doncella se sienta esta noche en la gloria! ¡Yo reparto felicidad a las bellas!
 
Es entonces cuando apareció el tío con el saco de las castañas.
 
-¡Castañas! ¡Castañas asadas! ¡Reparto castañas asadas sólo por un real!
 
Aquello no le gustó ni poco ni mucho al forastero embozado que vio cortado su rollo.
 
- ¡Qué burla y qué patrañas
es esto de las castañas!
 
- ¡No se enfade, forastero,
pues también vendo ricino
y si quiere buen tocino
es suyo si tiene dinero!
 
- ¡Si no os marcháis de inmediato
la cara ahora mismo os parto!
 
El tío de las castañas tiró rápdiamente el saco y salió a todo correr mientras las citadas castañas rodaron por todo el suelo de aquella muy amplia estancia.
 
- ¡Cuidado que son pilongas!
 
- ¿Cómo sabéis tales cosas!
 
- ¡Por vagabundo me toma
mas no son pastillas de goma
sino cosas de celosas!
 
El caballero salió de su letargo.
 
- ¿Celosas? ¿Dónde están las celosas?
 
- ¡En medio de todas las losas!
 
La respuesta del vagabundo hizo a todos reír y el caballero quedó mosqueado.
 
- ¡Si me estáis tomando el pelo
pronto veréis el cielo!
 
La mayor de las dos viejas santurronas comenzó a gritar.
 
- ¡Santo cielo! ¡Santo cielo!
¡Esta es ya una herejía!
 
- ¡Callar mejor os valdría
y no os quitéis ya el velo
pues fea sois y sería
un ultraje poder verlo!
 
- ¡Caballero! ¡La pasión
he de ser la perdición
como ahora yo escucho
en una buena canción
antes de un arrechucho!
 
Y es que ya estaba en la puerta un muy viejo cantautor que comenzó a recitar cnaturreando.
 
- ¡As. sota, caballo y rey
echadas sobre el tapete
las cartas, en Tragacete,
están dictando su ley!
 
¡Serapio mueve el pitillo
y los labios en movimiento
van dado el consentimiento
al juego de Pascualillo!
 
¡La sota siempre es la sota
y al notarse su presencia
celebrándose su esencia
hace una ronda la bota!
 
¡Basilio traga el vinillo
los ojos siempre despiertos
posados como dos tiestos
en la faz de Pascualillo!
 
¡El caballo toma vida
y al rebotar en la mesa
se descubre la despensa
porque el cura ya convida!
 
¡Francisco y su bocadillo
las manos todo nerviosas
las manos bien temblorosas
señalando a Pascualillo!
 
El rey asoma ya ufano
y para darle salida
como dándole la vida
ha sido abierta la mano!
 
¡Todo el pueblo jadeante
los rostros fingen prudencia 
mas todos temen la ciencia
del forastero pedante!
 
¡Sale un as raudo y sencillo
los corazones al viento
parados por un momento
pues perdió el Pascualillo!
 
El posadero interviene para acabar con aquello.
 
- ¡Vete ya, viejo tunante
pues no estoy de buen talante!
 
El muy viejo cantautor se marcha lentamente, arrastrando los pies, y se escucha el ruido alejándose.
 
- ¿Os dáis ya por derrotado
vagabundo desalmado?
 
- ¡Yo nunca voy con embozo
ni soy un desesperado!
¡Cuidad de que este su gozo
os deje ya acabado!
 
El comerciante de espliego intenta hacer de juez.
 
- ¡Yo creo que es conveniente
que se nombre a un vencedor
y ahora que estoy caliente
que se entere toda la gente
que el alcalde es un traidor!
 
- ¡No consiento, mequetrefe,
que insulte así a mi jefe!
 
El concejal valeroso ha intervenido y le responde un donjuan.
 
- ¡Yo en política no me meto
pues sólo me entrometo 
cuando se trata de amor!
¡Si queréis a un ganador
nombrarme a mí y lo siento
pero estos tres pelagatos,
no saben más que lavar platos
y mentir yo nunca miento!
 
- ¿A qué razón, santo y seña,
intervenís vos ahora?
¡Se os ha pasado la hora
de echar al fuego la leña!
 
- ¡Cuán cantidad de sandeces,
caballero entrometido,
y quizás hasta invertido,
decís al tocar las nueces!
 
El caballero potentado sacó a relucir, otra vez, su mal genio prosaico.
 
- ¡No consiento a un vil donjuan, que no sabe nada del amor salvo engañar a chiquillas hasta menores de edad, que participe del juego pues todos sabemos de sobra que no sirve para otra cosa sino mostrarse afeminado en vez de recio y varonil!
 
- ¡Vos sí que sois vil!
 
- ¿Es cierto que hasta a diez mil
doncellas habéis conquistado?
¿O solo sois bien hablado
para engañar a las nenas
que nos dan a todos penas
de ver cómo han acabado?
¡Ni os comprendo ni os entiendo
vuestra pasión desviada
y no estoy yo mintiendo
pues sabemos de la pomada
que os dais siempre sufriendo
por el mal que váis haciendo
solo entre la muchachada!
 
Viendo que la fiesta está a punto de terminar en tragedia interviene el posadero invitando a todos a una ronda de vino y aguardiente.
 
- ¡Tengan paz, buenos señores!
 
- ¡Yo sólo quiero participar
siendo el cuarto pretendiente
pues a esa moza el diente
esta noche he de clavar!
 
El vagabundo sonríe de nuevo.
 
- ¿Sois tal vez un gran vampiro?
¡En ese caso me piro!
¡Mas eso quisiérais vos
pero se sabe entre nos
que yo nunca me retiro!
 
El donjuan se sienta junto con los otros tres.
 
- ¡Entre los cuatro ahora
es mucho mejor la apuesta
pues ella está predispuesta
a que suene ya la hora!
 
La más joven de las dos viejas santurronas comienza a gritar.
 
- ¡Que suerte tiene esta dama
de elegir para la cama
a uno de estos machotes!
¡Cuántos trotes! ¡Cuantos trotes
estoy ya yo imaginando
que de envidia estoy penando
por no ser yo la agraciada!
¡A cuánta vida pasada
quisiera poder yo volver
para poder envolver
a todos de una tacada!
¡Con cuánto gusto en la cama
me llegaría yo en liza
pero solo soy fantasma
recibiendo la paliza
de esta acompañante
que me está atormentando 
con eso de ser pasante
para olvidar mi pasado!
 
Los cuatro están ya en su onda.
 
- ¡Entonces ya descontado
este tipo tan embozado
pues deber ser la fealdad
lo que está él ocultando!
 
. ¡Escucha bien, pordiosero!
¡Tus sonrisas de tipo loco
me parecen más bien poco
si sólo sois limosnero!
 
Interviene el donjuan.
 
- ¡Ay que víbora señora
es la que en esta hora
a todos nos entromete!
¿Qué haremos pues ahora
para que marche al retrete?
 
Como si lo hubiese adivinado, la más joven de las dos viejas que tanto rezan sale de la estancia camino del aseo femenino y el donjuan se envalentona.
 
- ¿Me aceptáis como retador
o es que me tenéis miedo
porque fastidiaros yo puedo
a la hora de ser matador?
 
A la moza le sentó mal aquel tipo tan donjuanesco que no le hacía ninguna clase de gracia.
 
- ¡Escuche donjuan de alquería
sólo sois una porquería!
¡Vos sois tan receloso
que aun siendo mi esposo
nunca con vos dormiría!
 
- ¡Ocultáis vuestros deseos
 pero me preferís más a mí!
 
- Ni dando con vos paseos
sentiría dentro de mi
alguno de vuestros deseos!
¡Sólo me producís tos
y ni muerta os querría
a ninguno como vos
que no tenéis puntería
nada más que con niñatas
que andan todavía a gatas
pues mujeres no lo son!
¿Os ha gustado mi don?
 
El vagabundo salió al paso para aplicar la lógica.
 
- ¡Por lógica sois desechado!
¡Esta pimpolla presente
prefiere antes la muerte
que ser vos su enamorado!
 
El donjuan cerró su boca y no dijo nada pero no se levantó del asiento mientras el vagabundo continuaba hablando.
 
- ¡Somos solo nosotros tres
que podemos salir triunfadores!
¡Pidamos pues unos tres tés
o quizás buenos licores!
 
La moza, al verlos tan sonrientes se acercó con tres tazas.
 
- ¡Si después de este brebaje
no sabéis quien ganará
no consideréis un ultraje
si alguno no me tendrá! 
 
La risa de todos los presentes dejó mudos a los cuatro.
 
- ¡Vagabundo de la existencia
es mejor ya descartaros!
¡Porque de los sabios raros
no me gusta a mí su ciencia!
¡Con un sabio es muy caro
tener la libre licencia
y vos con todo descaro
me agotó ya la paciencia!
¡Los piropos que me gustan
no son piropos de chismes
y no me gutan los chistes
que a las mujeres disgustan!
 
- ¡Por eso yo, un caballero,
será quién al final vencerá!
¡Esta moza tan perfecta
siempre va toda directa
sabiendo lo que será!
¡La mujer de un potentado
que muy bien la ha conquistado!
 
- ¿Qué decís vos, gran embozado,
que la joroba ocultáis
mientras de interesante os dais
tapando vuestro defecto!
¡Prefiero a un hombre recto
que no me oculta verdades
y ya a vuestras edades
deberíais saberlo esto.
Si tanto sabéis de mujeres
que tanto decís conocer
es más bien mi parecer
que no ligáis ni aun queriendo!
¡Por vos no me estoy muriendo
aunque eso dais a entender!
 
El vagabundo insistió ahora en prosa.
 
- Me gusta mucho más la prosa pues no soy un grande poeta y por eso os voy a decir unas palabras para que veáis que me amáis. Estos dos son embusteros. Los dos valen muy poca cosa. Uno por se comediante y el otro por politiquero. Como el donjuan es marica sólo os quedo yo como amante valioso.
 
Mas el poderoso caballero, que era en verdad muy politiquero insistió en conquistarla.
 
- ¡Para mí no sois pasatiempo
de una sola jornada
y nunca pierdo yo el tiempo
haciendo cualquier bobada!
 
- ¿Pero no veis hombre sin seso
que no os quiere la muchacha
pues prefiere mejor el hacha
de un vagabundo bien tieso?
 
El donjuan reaccionó antes de que ella decidiera.
 
- En cuestiones de conquista
los donjuanes somos la pera
y si me quedo yo fuera
¿quien será el que os resista?
 
Gritó la más vieja de las dos santurronas.
 
- ¡Machista! ¡Machista! ¡Machista!
 
- ¡No grite usted tanto, bruja,
y siga con sus largos rezos
que en los inviernos con cierzos
la moza si quiere se estruja
ente mis brios brazos
dándola mil y un abrazos!
 
La mayor de las dos viejas santurronas no se arredró y siguió gritando.
 
- ¡Donjuanes de los diablos!
¡Si vivera hoy mi Don Pablos
os molería las espaldas
y os daría hasta mil palos
por vuestros líos de faldas!
 
Soltó una carcajada el posadero.
 
- ¡Jajaja! ¡Escuche la mía señora!
¡Siempre en cualquier momento,
en cualquier hora tras otra hora,
hay líos en este mundo
y no por eso yo inundo
amenazando el concierto
de estos cuatros hombres tan calvos
pero libres de deseos y no esclavos!
¡Me parece que he sido sincero
y no ha de venir el clero
a fastidiar el cotarro
como si fuera un catarro
lo que solo es verdadero!
 
El gato asomó su cabeza, ágil y prevenido, pero fue descubierto por el vagabundo.
 
- ¡Ay que vida la de nosotros
gato hermano, gato dichoso!
¡Los demás están ya rotos
y venzo por caprichoso!
 
- ¿Tú vencer a un caballero
con un talego bien lleno
de joyas y de dinero?
¡Ni lo sueñes hermano
que os gano el mano a mano
porque soy más verdadero!
 
- Mi hermano ya está vencido
y en la tumba se encuentra
pero yo aquí he venido
por ver si se me concentra
la mente con mi sentido!
 
- ¡Como embozado que vengo
a todos ahora prevengo!
¡Esa moza será mía
esta noche y día tras día!
 
De pronto alza la voz Bautista.
 
- ¡Alguno se cree flautista
aunque sólo toca el pito!
¡Mas yo me llamo Bautista
y no soy ningún Jesucristo!
 
- ¿Qué decis con eso, bellaco?
 
- ¡Que también soy caballero, berraco!
 
- ¿Lucharéis por el pastel?
 
- ¡Si es necesario y urgente
firmo en cualquier papel
que yo soy el mejor cliente
para esta moza de miel!
 
Habló el forastero embozado que ocultaba tanto su joroba.
 
- ¡Daos prisa en decidiros!
¡Que ya estoy yo preocupado
por perder este bocado
y no sé ya qué deciros!
 
- ¡Ahora ya somos cinco
y como siga así la noche
vamos a ser veinticinco
y alguno hasta con coche!
 
- ¡No se impaciente, borracho!
¡Los vagabundos no son
como un caballero con don
al que no le importa el derroche!
 
El donjuan no se resistió tampoco a estar callado.
 
- ¡Por mi madre que es sagrada
que esta será mi empleada!
 
- ¡No digáis mariconada!
 
- ¿Os creéis, Bautista, muy hombre
diciendo un insulto tan pobre?
 
- ¡No es insulto sino verdad
aunque ya tenéis edad
de ser algo más importante!
¡Vos no valéis lo bastante!
 
- ¿Y quién a mí me consuela
porque dinero no tengo?
¡Pero a todos os prevengo
que no me falta una muela!
 
- ¡Decidid ya, joven tan guapa,
que soy forastero con prisa
y se acabó ya la risa
pues nadie ahora se escapa!
 
Todos quedaron absortos y con la boca abierta en el momento en que la mujer que todos estaban deseando poseerla se acercó al joven gallardo que se mantenía en pie y, mirándole de frente, esto fue lo que le cantó.
 
- Pregúntale a la noche
si ha visto alguna vez,
dos pieles abrazándose
en una misma piel.
 
Mi cuerpo es casi tuyo.
Tu cuerpo es casi yo.
Dos islas que se buscan
entre la niebla de las dos.
 
Si tú eres mi hombre
y yo tu mujer,
dondequiera que estés amor,
contigo estaré.
 
Porque el Sol puede mentir.
Porque el Mar puede engañar.
Todo puede ser mentira
Pero nosotros somos verdad.
 
Si tú eres mi hombre
y yo tu mujer,
dondequiera que estés amor,
contigo estaré.
 
Lejana o cercana,
tú lo quieras o no.
No hay muerte en el mundo
que consiga matar una historia de amor.
 
Ella le besó en la boca, él solamente sonrió y, sin decir a nadie nada, la abrazó por la cintura y los dos se marcharon de la posada donde todos quedaron en silencio. Nadie dijo nada. Absolutamente nada. Y sólo se oía el ronronear del gato.
 
FIN
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Relato.

Palabras Clave: Literatura Prosa Relatos Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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