La fierecilla indomable (Relato)
Publicado en Jan 15, 2017
Se da por buena la historia del vagabundo. En la posada, hasta los más escépticos dan por cierto que él nunca perdió la pista y el eco de sus palabras todavía resuena entre las cuatro paredes de aquel lugar.
- ¡Yo os garantizo que hice lo que he contado! Amablemente le han invitado a que repita los sucesos y hasta los criados se sientan para escucharle. - ¡Si queréis que os repita cómo lo conseguí que alguien me invite a un aguardiente! Un señor de esos del mal dormir saca su bolsa y deposita un doblón sobre la mesa. - ¡Yo os reto a que me demostréis cuánta veracidad existe en vuestro relato y cuánto os habéis inventado para beber a costa de los inocentes! El vagabundo sólo sonríe y le mira de frente al de los dineros. - ¡Supongo que os los habéis ganado con el sudor de la frente de esos inocentes a los que estáis citando! La tensión se hace dueña del escenario. - ¿Tirano yo? - Por favor, no os molestéis tanto en definiros. Todos creen que el reto va a terminar con mala suerte para el que sólo tiene por fortuna un maravedí que arroja sobre la mesa; mientras se dirije a todos los mirones. - Señores... esto no ha hecho más que empezar... El señorito empieza a darse cuenta de que la noche cerrada enseña sus cruces a quienes alardean demasiado. Y es entonces cuando el vagabundo recita. - De los arenales vengo a los arenales voy mientras yo me entretengo en saber quién yo soy. Interviene entonces el posadero. - ¡Como me llamo Hortensio Vida Urreta jamás vi lance tan apasionante!¡Os toca a vos, caballero! El de la bolsa bien repleta comienza su turno. - No importa saber quién es quien no tiene nombre porque es pobre hombre para tanta mies. El viento azuza en las ventanas mientras se oye crujer la madera del portón. La moza que escancía vinos y aguardientes lanza un aviso. - ¡No vale dar los golpes tan bajos, señorito de buen postín! Pero el vagabundo la consuela como mejor puede. - ¡No sufráis por mi, bella dama, que yo al menos tengo cama aunque sea en un serón; mientras que este señorón jamás ha dormido en la calma. - ¿Me estáis llamando deshonesto? Todos miran al rostro del vabundo por ver si se ha amedrentado o sigue con su discurso. Restulta que no se le nota nervioso. - Se llama honestidad a ser un hombre que duerme en muchas camas diferentes pero siempre con la misma mujer. ¿Podéis vos decir lo mismo? - ¡Un labrador cualquiera nunca se me atreviera! - ¡Pues os habéis encontrado en este momento atrapado! El señorito de la esclavina con la cruz dorada interpreta que es necesario demostrarlo. - ¿Va de apuesta por apuesta a ver quién a la moza consigue? - ¡No me gusta regañar con nadie así que os complazco en el gusto! Una pérfida sonrisa se asoma a los labios del poderoso, - ¡Bien comenzado el lance! - ¡Rogad porque no os de alcance! - ¡Si pierdo yo esta apuesta me aparto del mundo entero! - ¡Pues mal se os ve ya el plumero! En toda la amplia estancia se empiezan a cruzar apuestas entre los hombres más avezados, los jóvenes observan asombrados y sólo hay dos mujeres, dejando aparte a la moza, que comienzan con sus rezos tras santiguarse como santas. - ¿Veis a esas nobles señoras? El vagabundo sí que las ha visto desde hace ya un buen tiempo. - ¡Supongo que estarán calladas! - ¡Me servirán de coartadas. si es que se entera mi dama, diciendo que de la cama os he echado a patadas! - ¡No digáis bravuconadas! - ¿A qué viene esa insolencia si no tenéis ni solvencia? - ¡No ofende quien lo quiere sino quien la moza prefiere! La moza, de buen ver por todas las partes por donde se la mire, sigue sonriendo a su aire y sin darle importancia al lance; pues bastante trajín le ocupa ir sirviendo vinos y aguardientes a todos los que están llegando. - ¡Veo que os habéis callado! El señorón acaricia la empuñadura de su espadín. - ¡En cuanto recobre las ganas he de partiros en dos! El posadero ve que la cuestión se desvía demasiado y peligra su negocio. - ¡Caballero yo os ruego que no eche leña al fuego! - No es mi intención el matarlo mas un escarmiento merece. ¡Este mendigo se crece si no hago por fin callarlo! Uno de los apostadores, alto y fuerte como un roble, interviene en la disputa. - ¡Como me llamo Bautista que nadie matará a nadie si no es pasando por encima de mi persona! - ¡Os recomiendo apartaros antes de que sea tarde! - ¿Estáis dispuesto a retarme? - ¡Después de que al piojoso le haya partido en dos! La mayor de las dos viejas que están rezanzo, grita. - ¡Que no haya sangre, por Dios! De este modo tan patético siguió el debate de los dos. El vagabundo primero y después le siguió el del don. - ¡Si esa moza no es tonta inclinará la balanza no por el que tiene panza sino por quien mejor se lo monta! - ¿Es que pensáis derrotarme con sólo palabrería? - ¡Yo no soy un señoría mas tengo la valentía de quienes pasamos hambre! La moza, por fin interviene dirigiéndose al caballero. - ¿He de servir a los dos para que haya concordia y se acabe la discordia entre el mendigo y vos? Rieron todos la ocurrencia. - ¡Ya veo que esto comienza a salirse de sus casillas! - ¡Vos lo habéis querido, caballero! - ¿No sabes que la delicia es para quien tiene dinero? Fue Bautista quien alzó ahora su voz mientras la moza reía. - Si este duelo no termina ¿A ver quien por fin la domina? - ¿Por qué no te atreves, Bautista? ¿O es que te crees un artista de esos que pintan mujeres con oficio de florista para decir que son flores lo que una hembra necesita? El posadero dejó bien claro que nadie se iba sin pagar pero, como no era poeta, lo dijo con prosa directa. - ¡Quien quiera de aquí escaparse creyendo que estoy despistado que se atenga a los avatares de su destino! ¡Pobre del desgraciado que me tome por tonto y no quiera pagar el vino o el aguardiente tomado! ¡No le arriendo la ganancia! - ¡Tenéis bastanta arrogancia! -dijo un bebedor sediento. - ¡Y vos parecéis muy grasiento para daros tanta importancia! ¡Burro de mal asiento! Fue el caballero del reto quien calmó la tensión. - ¡Aquí sólo hablamos de suerte quiénes no tienen miedo a la muerte! - ¡No por decir esa cosa vais a llevaros la rosa! La moza sonrió al vagabundo por aquel piropo espontáneo mientras le daba una sonora bofetada al jovencito que había intentado, sin éxito alguno, pellizcarle el trasero. - ¡Si eres hombre intenta besarme en lugar de pellizcarme! El jovencito, corrido del todo, agachó la cabeza y guardó silencio mientras todos se reían de él y el posadero no se pudo aguantar. - ¡Toma Tomás! ¡Una sola no más! Así que el caballero elevó de nuevo su ánimo. - ¡A todos he de deciros, los que estais aquí presentes, que o sois todos valientes o yo he de maldeciros! Un silencio sepulcral, por miedo al espadín, hizo que todos callaran. Fue cuando el gallo cantó. - ¿Habéis oído ese canto? -dijo de nuevo Bautista. Le contestó el posadero. - ¡Es señal de que este encanto nos ha cegado la vista! La moza volvió a sonreir pero no se quedó callada. - ¡No les deis ninguna pista! Y los dos se siguieron retando mirándose frente a frente. - ¡Yo os juro, insolente, que habéis de terminar muy mal! - ¡No me asusta el vil metal de vuestro oro candente pues he de hincarle el diente no en el delantal sino en lo que ella presiente! - ¿De verdad os creéis valiente? - ¡Yo no me tomo por tal pero eso lo dice la gente! - ¡Pues aquí no hay otra manzana que esté en verdad tan sana! ¡Y si alguien ha de probarla no será un indigente el que llegue a catarla! - ¡Toma castañas calientes! -dijo Bautista entre dientes. El caballero siguió tomando la delantera. - ¡Tenéis acaso un espejo para ver que sois pendejo! - ¡Vos solo sois ya pellejos de vino tan bien saciado que no habeís acertado en la ocasión ni de lejos! - ¡Probemos entonces en prosa por ver qué nos dice la hermosa! Y los dos dejaron la poesía para seguir la porfía. - ¡Pardiez que sois ignorante con tanta cháchara palurda! ¿Quién habrá consentido que un señorito como vos en esta posada haya entrado! ¿No veis que hasta el gato se ha escondido bajo las faldas de aquella buena mujer, la más vieja de este lugar, que reza con tanta gracia que parece que es muy santa porque en la vida sólo se dedica a rezar, rezar y rezar? - ¡Me llamáis a mí gentuza, pero puestos a compararnos, si de mí huyen los gatos, de ti huyen los sapos! - ¡Mira quien va a hablar que se cree un semidios cuando solo semihombre es! - ¡Ne me saqueis el mal genio u os hago ahora mismo callar con unos buenos latigazos que jamás olvidaréis en la vida! - ¡Como se nota que demente habéis debido nacer! El poderoso caballero no aguantó que le llamase loco. - ¡Miserable pordiosero yo no sólo tengo dinero! Pero el vagabundo no se arredró. - ¡Pedante! ¡Pendenciero! ¡Jamás habéis sido sincero! ¡Si dijéseis la verdad os daría tanta vergüenza que hasta el más sinvergüenza sabría de vuestra heredad! El posadero vio de nuevo que peligraba la posada y el negocio. - ¡Hagan por fin la paz y que decida el destino quien de los dos es capaz de conquistarla con tino! Entró, en ese momento, un forastero embozado. - ¡Vaya día más horrendo! ¡Ni un sólo botijo vendo! La moza le atendió rápidamente. - ¡Tenemos vino en abundancia! ¡Y si de aguardiente hablamos tenemos lo que llamamos tumba hombres con paciencia! Bautista estaba molesto. - ¿Cómo eres tan casquivana qué prefieres a un forastero? Intervino el posadero. - El negocio es lo primero porque de cara al mañana no sólo existe enero. - ¡Vaya con la jarana! ¡Yo ya tengo preparado un buen lote de ganado para la carne y la lana! Los dos contendientes volvieron a la carga y esta vez ya sin poesía para hacer más trascendente la conquista de la moza sonriente. - ¡Que es para mí es seguro, porque esta brillante esclavina la ha absorbido el seso! - ¡No e os creáis que ha sido a vos sino que a mí ha mirado! - ¡Pero si un hambriento no puede alimentar a una moza tan guapa y tan maciza ni en presente ni en futuro! ¡Anda a comer pan del duro! - ¡Yo podría tocarle las castañuelas durante todo el invierno! - ¿Pero no habéis dicho en antes que nunca cambiáis de dama? - No convirtamos en tragedia lo que sólo es una apuesta y ya veremos si llegada la hora no duermo con ella la siesta! A la moza no le gustó demasiado. - ¡Un momento, vagabundo! ¿Habéis corrido tanto mundo y no sabéis distinguir entre una que no vale y otra que sabe discernir lo que es falda y lo que es valle? - ¡Poetisa nos has salido! - ¡Lleváis razón, caballero, ahora estoy yo molido! ¡Creo yo que es demasiado darse tan pronto vencido! La moza se puso en jarras. - ¿Quién de los dos se atreve a meterme la mano el primero? ¿Seréis vos, gran caballero? ¿O el vagabundo que no se mueve? Los dos retadores se quedaron mudos ante la risa del posadero. - ¡Jajajajaja! ¡Que grande es la salida que os ha dejado cortados! ¡Ahora miráis a los lados midiendo bien la distancia que existe hasta la puerta! ¿No decís que de picos pardos sois los mejores en ciencia y ahora ya estáis agotados? El forastero embozado metió baza en la discordia. - ¿De modo que hay una apuesta para llevarse a la moza que no parece dispuesta a vivir en una choza? El caballero de la bolsa bien llena de dineros escudriñó el rostro del forastero antes de dirigirse al vagabundo. - ¿Has oído ya bien, vil gusano, que hasta un extraño forastero sabe que soy caballero y tú solamente un fulano? - Si de fulanos hablamos más fulano es quien presume de oler a buen perfume que solo son los reclamos de alquien que nunca puede alzarse con la victoria porque al final siempre pierde a su amada y a su novia. - ¿Y tú a qué hueles, insolente! - ¡A algo más bien caliente! ¡Pues el bronce de mi alma se ha dorado desde oriente y no como quien reclama dejando de ser persona para pasar a ser comadrona y no caballero andante en esta vieja casona donde busca ser amante! Efectivamente, aquella posada fue, en sus tiempos, la casa grande de un noble; así que el forastero embozado miró y remiró a la moza, de arriba a abajo y de abajo a arriba, y viendo que era la más hermosa hembra por él conocida jamás decidió participar sentándose con los contendientes. - ¡Tercio yo en la contienda, pues más emoción dan los tríos en esto de los amoríos para que todo se entienda! - ¿Aceptáis vos, pedigüeño? - ¡Sí! ¡Así venceré más risueño! - ¿De verdad pensáis vencer? - ¡Vencer y además convencer a esta moza idomable que yo soy el más amable y me tiene que querer! La mayor de las dos mujeres que rezaban levantó la voz. - ¡Ay. Dios mío, qué vergüenza me da este pobre destino! ¡Ni en mi querida Sigüenza se ha visto tal desatino! Ahora los tres empezaron en prosa con más o menos elevaciones de tono. Comenzó el caballero. - ¡Ella parece diabla pero yo la domaré como se doma a las yeguas en las tierras montañesas! ¡Brava es pero muy hermosa! Le siguió el forastero embozado. - ¡A esta moza la curo de todas sus fantasías! Y el vagabundo terminó esta primera ronda. - ¡Un torrente de pasiones inunda ya a mi alma y juro que no me marcho sin haberla yo catado! Se escuchó otra sonora bofetada que la moza le arreó al jovencito que había recibido la primera. - ¡Pero si no hice ahora nada! - ¡Mas lo pensaste, monada! Los tres contendientes seguían con su combate dialéctico comenzando ahora el caballero de los dineros. - ¡En lugar de quedarme quieto voy a entrar en acción ante de que llegue el alba! Le tocó el turno al vagabundo. - ¡Si deséais tanto amarla os digo que no pasáreis del intento y será vano vuestro empeño, majadero! Terminó hablando el forastero embozado. - ¿Ya estamos los tres preparados? El posadero se frotaba las manos. - ¡Va llegando nueva gente! ¡Esto se pone caliente! Los tres contendientes estaban ya desbocados. Empezó ahora el vagabundo. - ¡Yo he de probar el bocado y a los dos dejaros en ayunas! Le siguió el forastero embozado. - ¡No ha nacido ningún pariente ni de usted ni del caballero para que canten victoria poque esa moza es la mía! Y terminó el caballero. - ¡De todos los locos del mundo, ustedes son los primeros! ¡Esa brava y hermosa muchacha sólo será de mi cama! La más vieja de las dos mujeres santurronas dio otro alarido. - ¡¡Sinvergüenzas! ¡Irrespetuosos! ¡En vez de personas sois osos! Un orondo comerciante escribía en un pliego con su pluma y el tintero. - Estoy siendo fiel testigo de una locura tan grande que si yo fuera escritor y no solo un escribiente, de esos que saben bien escribir, ganaría fama y dineros; pero no he conocido mayor absurdo en mi vida que este lance de tres orates salidos de algun manicomio de estas tierras porque más parecen de Júpiter, de Saturno, de Urano o de alguna otra galaxia. Se le acercó la moza y se situó muy cerca de él, casi rozándole las piernas. - ¿Qué escribís en ese pliego si sois comerciante de espliego? - ¡No me pongáis más caliente porque yo soy un buen cliente! - ¿No deséais aguardiente? - ¡Lo dejo para el siguiente! Un joven muy gallardo llegó y quedó callado. - ¿No queréis estar sentado por ser cuatro y no tres quienes se jacten de haber domado a esta mujer que aquí ves? - ¡Me quedo sólo admirado! - ¿Tanto os he maravillado? - ¡Prefiero seguir callado y ver lo que viene después! Y se mantuvo de pie. - Debe ser un enamorado que viene para olvidar. - Si el mendigo así ha hablado es que ha debido acertar. - Y yo, caballero armado, también lo puedo jurar. ¡Pero volviendo a lo hablado este vagabundo ha perdido! - ¡Eso le pasa por jugar sin saber que no es querido¡ - ¡Me dais por eliminado yo creo que muy deprisa! ¡Pero os juro que yo guardo para el final mi sonrisa! El caballero estalló en una sonora carcajada antes de continuar. - ¡Jajajajaja! ¡Nunca yo he escuchado tanta fantasia junta! ¿Usted, embozado, se apunta a un lado o a otro lado? - ¡Habiendo aquí un perdedor en el mundo de las mujeres he de ser el vencedor porque sé de estos saberes! - ¡Con un grande ha tropezado pues estoy bien preparado! - ¿Y vos, que sois caballero, deséais ser el primero? - ¿Estáis vos tan embozado porque no tenéis abogado? - ¡Yo no diría tal cosa pero mi fama es grandiosa! - ¿Es que ya habéis conquistado en este mundo habitado? - ¡Dejando a la China aparte ya todos conocen mi arte! El orondo comerciante de espliego siguió escribiendo en su pliego. - La batalla está entrando en un final inesperado; pero yo diría que el mendigo todavía no está eliminado y, efectivamente, va a hablar. - ¡Un momento! ¡Un momento! ¡Yo deseo al monumento! La moza vuelve a sonreír al pobre mendigo. - ¡Parecía tonto el mochuelo!- dijo el caballero. - ¡Y sigue aceptando el duelo! -dijo el embozado. - ¡Ya les dije que reírse de alguien que es desdichado no es de ser bien educado antes de la gallina freírse! El posadero se les acercó. - ¡Tengo todo preparado! ¡La cama está bien caliente! ¡Sólo falta el afortunado que se muestre más valiente! Una tercera y sonora bofetada recibió el jovencito que antes había recibido las otras dos. - ¿Pero se puede saber qué pasa para tanto abofetearme? ¿No es ya demasiada guasa? ¡Yo ya voy a cabrearme! El gato salió disparado en dirección a la cocina y al caballero del dinero no le gustó tal cosa. - ¡Cómo corre ese gatazo! ¡Pero mal rayo me parta si es que se come la tarta y no le doy un guantazo! El jovencito que había recibido las tres sonoras bofetadas sin haber hecho nada malo levantó la voz. - ¡Os ruego por Dios, caballero, que yo no sé la verdad y saberlo no lo quiero pero tener de mi la piedad! ¡Que me dejen todos en paz ya que he recibido bastante en las partes de mi faz y sólo estoy para arrastre! - ¡No sufráis, mi gran amigo, que sólo al gato me refiero pues o yo soy el primero a la moza desflorar o este mismo domingo alguien va a llorar! - ¡Os pido por Dios, señorón que no me convierta en llorón! - ¡Pues tened mucho cuidado de no intentar pellizcarla pues si queréis desearla debéis estar preparado para saber bien besarla! ¡Que no es moza para un chaval que no es un hombre curtido y yo ya me he batido con algún que otro rival! El vagabundo sigue sonriendo. - Dejen ya la poesía para otrora fantasía pues a ésta tan brava hembra le gusta más un piropo para pegar con ella la hebra en vez de hacer algún tropo! Entonces es cuando el forastero embozado aprovecha el momento. - ¿Quién será el favorecido que bien quiera esta moza para pasar buena noche? Todos sois más bien perdedores salvo yo, que en mil lances amorosos he participado saliendo siempre vencedor. ¡En miles de batallas corteses, en palacios, en castillos, en casas de los marqueses y en las grandes ciudades de toda la Europa entera! ¡Por eso me llaman "Pantera" de tanto como he corrido en las noches del amor! ¡Y he de decir a todos vosotros, oyentes, que jamás a ninguna moza he dejado salir viva de las camas donde he estado! ¡Así que os he rebasado y la moza es para mí! La más joven de las dos viejas que están rezando levanta la voz. - ¿Y por qué no vino antes cuando yo era zagala y tenia de muy gala retozar con los tunantes? Ahora solo rezo oraciones y voy con el velo puesto pues pequé en mil ocasiones y ahora yo me arrepiento! El forastero embozado soltó una gran carcajada y continuó. - ¡Jajajajaja! ¡Vos os habéis criado, santurrona de escaparate, en alguna cochinera pero yo reafirmo y rejuro que estoy muy bien armado para que esta doncella se sienta esta noche en la gloria! ¡Yo reparto felicidad a las bellas! Es entonces cuando apareció el tío con el saco de las castañas. -¡Castañas! ¡Castañas asadas! ¡Reparto castañas asadas sólo por un real! Aquello no le gustó ni poco ni mucho al forastero embozado que vio cortado su rollo. - ¡Qué burla y qué patrañas es esto de las castañas! - ¡No se enfade, forastero, pues también vendo ricino y si quiere buen tocino es suyo si tiene dinero! - ¡Si no os marcháis de inmediato la cara ahora mismo os parto! El tío de las castañas tiró rápdiamente el saco y salió a todo correr mientras las citadas castañas rodaron por todo el suelo de aquella muy amplia estancia. - ¡Cuidado que son pilongas! - ¿Cómo sabéis tales cosas! - ¡Por vagabundo me toma mas no son pastillas de goma sino cosas de celosas! El caballero salió de su letargo. - ¿Celosas? ¿Dónde están las celosas? - ¡En medio de todas las losas! La respuesta del vagabundo hizo a todos reír y el caballero quedó mosqueado. - ¡Si me estáis tomando el pelo pronto veréis el cielo! La mayor de las dos viejas santurronas comenzó a gritar. - ¡Santo cielo! ¡Santo cielo! ¡Esta es ya una herejía! - ¡Callar mejor os valdría y no os quitéis ya el velo pues fea sois y sería un ultraje poder verlo! - ¡Caballero! ¡La pasión he de ser la perdición como ahora yo escucho en una buena canción antes de un arrechucho! Y es que ya estaba en la puerta un muy viejo cantautor que comenzó a recitar cnaturreando. - ¡As. sota, caballo y rey echadas sobre el tapete las cartas, en Tragacete, están dictando su ley! ¡Serapio mueve el pitillo y los labios en movimiento van dado el consentimiento al juego de Pascualillo! ¡La sota siempre es la sota y al notarse su presencia celebrándose su esencia hace una ronda la bota! ¡Basilio traga el vinillo los ojos siempre despiertos posados como dos tiestos en la faz de Pascualillo! ¡El caballo toma vida y al rebotar en la mesa se descubre la despensa porque el cura ya convida! ¡Francisco y su bocadillo las manos todo nerviosas las manos bien temblorosas señalando a Pascualillo! El rey asoma ya ufano y para darle salida como dándole la vida ha sido abierta la mano! ¡Todo el pueblo jadeante los rostros fingen prudencia mas todos temen la ciencia del forastero pedante! ¡Sale un as raudo y sencillo los corazones al viento parados por un momento pues perdió el Pascualillo! El posadero interviene para acabar con aquello. - ¡Vete ya, viejo tunante pues no estoy de buen talante! El muy viejo cantautor se marcha lentamente, arrastrando los pies, y se escucha el ruido alejándose. - ¿Os dáis ya por derrotado vagabundo desalmado? - ¡Yo nunca voy con embozo ni soy un desesperado! ¡Cuidad de que este su gozo os deje ya acabado! El comerciante de espliego intenta hacer de juez. - ¡Yo creo que es conveniente que se nombre a un vencedor y ahora que estoy caliente que se entere toda la gente que el alcalde es un traidor! - ¡No consiento, mequetrefe, que insulte así a mi jefe! El concejal valeroso ha intervenido y le responde un donjuan. - ¡Yo en política no me meto pues sólo me entrometo cuando se trata de amor! ¡Si queréis a un ganador nombrarme a mí y lo siento pero estos tres pelagatos, no saben más que lavar platos y mentir yo nunca miento! - ¿A qué razón, santo y seña, intervenís vos ahora? ¡Se os ha pasado la hora de echar al fuego la leña! - ¡Cuán cantidad de sandeces, caballero entrometido, y quizás hasta invertido, decís al tocar las nueces! El caballero potentado sacó a relucir, otra vez, su mal genio prosaico. - ¡No consiento a un vil donjuan, que no sabe nada del amor salvo engañar a chiquillas hasta menores de edad, que participe del juego pues todos sabemos de sobra que no sirve para otra cosa sino mostrarse afeminado en vez de recio y varonil! - ¡Vos sí que sois vil! - ¿Es cierto que hasta a diez mil doncellas habéis conquistado? ¿O solo sois bien hablado para engañar a las nenas que nos dan a todos penas de ver cómo han acabado? ¡Ni os comprendo ni os entiendo vuestra pasión desviada y no estoy yo mintiendo pues sabemos de la pomada que os dais siempre sufriendo por el mal que váis haciendo solo entre la muchachada! Viendo que la fiesta está a punto de terminar en tragedia interviene el posadero invitando a todos a una ronda de vino y aguardiente. - ¡Tengan paz, buenos señores! - ¡Yo sólo quiero participar siendo el cuarto pretendiente pues a esa moza el diente esta noche he de clavar! El vagabundo sonríe de nuevo. - ¿Sois tal vez un gran vampiro? ¡En ese caso me piro! ¡Mas eso quisiérais vos pero se sabe entre nos que yo nunca me retiro! El donjuan se sienta junto con los otros tres. - ¡Entre los cuatro ahora es mucho mejor la apuesta pues ella está predispuesta a que suene ya la hora! La más joven de las dos viejas santurronas comienza a gritar. - ¡Que suerte tiene esta dama de elegir para la cama a uno de estos machotes! ¡Cuántos trotes! ¡Cuantos trotes estoy ya yo imaginando que de envidia estoy penando por no ser yo la agraciada! ¡A cuánta vida pasada quisiera poder yo volver para poder envolver a todos de una tacada! ¡Con cuánto gusto en la cama me llegaría yo en liza pero solo soy fantasma recibiendo la paliza de esta acompañante que me está atormentando con eso de ser pasante para olvidar mi pasado! Los cuatro están ya en su onda. - ¡Entonces ya descontado este tipo tan embozado pues deber ser la fealdad lo que está él ocultando! . ¡Escucha bien, pordiosero! ¡Tus sonrisas de tipo loco me parecen más bien poco si sólo sois limosnero! Interviene el donjuan. - ¡Ay que víbora señora es la que en esta hora a todos nos entromete! ¿Qué haremos pues ahora para que marche al retrete? Como si lo hubiese adivinado, la más joven de las dos viejas que tanto rezan sale de la estancia camino del aseo femenino y el donjuan se envalentona. - ¿Me aceptáis como retador o es que me tenéis miedo porque fastidiaros yo puedo a la hora de ser matador? A la moza le sentó mal aquel tipo tan donjuanesco que no le hacía ninguna clase de gracia. - ¡Escuche donjuan de alquería sólo sois una porquería! ¡Vos sois tan receloso que aun siendo mi esposo nunca con vos dormiría! - ¡Ocultáis vuestros deseos pero me preferís más a mí! - Ni dando con vos paseos sentiría dentro de mi alguno de vuestros deseos! ¡Sólo me producís tos y ni muerta os querría a ninguno como vos que no tenéis puntería nada más que con niñatas que andan todavía a gatas pues mujeres no lo son! ¿Os ha gustado mi don? El vagabundo salió al paso para aplicar la lógica. - ¡Por lógica sois desechado! ¡Esta pimpolla presente prefiere antes la muerte que ser vos su enamorado! El donjuan cerró su boca y no dijo nada pero no se levantó del asiento mientras el vagabundo continuaba hablando. - ¡Somos solo nosotros tres que podemos salir triunfadores! ¡Pidamos pues unos tres tés o quizás buenos licores! La moza, al verlos tan sonrientes se acercó con tres tazas. - ¡Si después de este brebaje no sabéis quien ganará no consideréis un ultraje si alguno no me tendrá! La risa de todos los presentes dejó mudos a los cuatro. - ¡Vagabundo de la existencia es mejor ya descartaros! ¡Porque de los sabios raros no me gusta a mí su ciencia! ¡Con un sabio es muy caro tener la libre licencia y vos con todo descaro me agotó ya la paciencia! ¡Los piropos que me gustan no son piropos de chismes y no me gutan los chistes que a las mujeres disgustan! - ¡Por eso yo, un caballero, será quién al final vencerá! ¡Esta moza tan perfecta siempre va toda directa sabiendo lo que será! ¡La mujer de un potentado que muy bien la ha conquistado! - ¿Qué decís vos, gran embozado, que la joroba ocultáis mientras de interesante os dais tapando vuestro defecto! ¡Prefiero a un hombre recto que no me oculta verdades y ya a vuestras edades deberíais saberlo esto. Si tanto sabéis de mujeres que tanto decís conocer es más bien mi parecer que no ligáis ni aun queriendo! ¡Por vos no me estoy muriendo aunque eso dais a entender! El vagabundo insistió ahora en prosa. - Me gusta mucho más la prosa pues no soy un grande poeta y por eso os voy a decir unas palabras para que veáis que me amáis. Estos dos son embusteros. Los dos valen muy poca cosa. Uno por se comediante y el otro por politiquero. Como el donjuan es marica sólo os quedo yo como amante valioso. Mas el poderoso caballero, que era en verdad muy politiquero insistió en conquistarla. - ¡Para mí no sois pasatiempo de una sola jornada y nunca pierdo yo el tiempo haciendo cualquier bobada! - ¿Pero no veis hombre sin seso que no os quiere la muchacha pues prefiere mejor el hacha de un vagabundo bien tieso? El donjuan reaccionó antes de que ella decidiera. - En cuestiones de conquista los donjuanes somos la pera y si me quedo yo fuera ¿quien será el que os resista? Gritó la más vieja de las dos santurronas. - ¡Machista! ¡Machista! ¡Machista! - ¡No grite usted tanto, bruja, y siga con sus largos rezos que en los inviernos con cierzos la moza si quiere se estruja ente mis brios brazos dándola mil y un abrazos! La mayor de las dos viejas santurronas no se arredró y siguió gritando. - ¡Donjuanes de los diablos! ¡Si vivera hoy mi Don Pablos os molería las espaldas y os daría hasta mil palos por vuestros líos de faldas! Soltó una carcajada el posadero. - ¡Jajaja! ¡Escuche la mía señora! ¡Siempre en cualquier momento, en cualquier hora tras otra hora, hay líos en este mundo y no por eso yo inundo amenazando el concierto de estos cuatros hombres tan calvos pero libres de deseos y no esclavos! ¡Me parece que he sido sincero y no ha de venir el clero a fastidiar el cotarro como si fuera un catarro lo que solo es verdadero! El gato asomó su cabeza, ágil y prevenido, pero fue descubierto por el vagabundo. - ¡Ay que vida la de nosotros gato hermano, gato dichoso! ¡Los demás están ya rotos y venzo por caprichoso! - ¿Tú vencer a un caballero con un talego bien lleno de joyas y de dinero? ¡Ni lo sueñes hermano que os gano el mano a mano porque soy más verdadero! - Mi hermano ya está vencido y en la tumba se encuentra pero yo aquí he venido por ver si se me concentra la mente con mi sentido! - ¡Como embozado que vengo a todos ahora prevengo! ¡Esa moza será mía esta noche y día tras día! De pronto alza la voz Bautista. - ¡Alguno se cree flautista aunque sólo toca el pito! ¡Mas yo me llamo Bautista y no soy ningún Jesucristo! - ¿Qué decis con eso, bellaco? - ¡Que también soy caballero, berraco! - ¿Lucharéis por el pastel? - ¡Si es necesario y urgente firmo en cualquier papel que yo soy el mejor cliente para esta moza de miel! Habló el forastero embozado que ocultaba tanto su joroba. - ¡Daos prisa en decidiros! ¡Que ya estoy yo preocupado por perder este bocado y no sé ya qué deciros! - ¡Ahora ya somos cinco y como siga así la noche vamos a ser veinticinco y alguno hasta con coche! - ¡No se impaciente, borracho! ¡Los vagabundos no son como un caballero con don al que no le importa el derroche! El donjuan no se resistió tampoco a estar callado. - ¡Por mi madre que es sagrada que esta será mi empleada! - ¡No digáis mariconada! - ¿Os creéis, Bautista, muy hombre diciendo un insulto tan pobre? - ¡No es insulto sino verdad aunque ya tenéis edad de ser algo más importante! ¡Vos no valéis lo bastante! - ¿Y quién a mí me consuela porque dinero no tengo? ¡Pero a todos os prevengo que no me falta una muela! - ¡Decidid ya, joven tan guapa, que soy forastero con prisa y se acabó ya la risa pues nadie ahora se escapa! Todos quedaron absortos y con la boca abierta en el momento en que la mujer que todos estaban deseando poseerla se acercó al joven gallardo que se mantenía en pie y, mirándole de frente, esto fue lo que le cantó. - Pregúntale a la noche si ha visto alguna vez, dos pieles abrazándose en una misma piel. Mi cuerpo es casi tuyo. Tu cuerpo es casi yo. Dos islas que se buscan entre la niebla de las dos. Si tú eres mi hombre y yo tu mujer, dondequiera que estés amor, contigo estaré. Porque el Sol puede mentir. Porque el Mar puede engañar. Todo puede ser mentira Pero nosotros somos verdad. Si tú eres mi hombre y yo tu mujer, dondequiera que estés amor, contigo estaré. Lejana o cercana, tú lo quieras o no. No hay muerte en el mundo que consiga matar una historia de amor. Ella le besó en la boca, él solamente sonrió y, sin decir a nadie nada, la abrazó por la cintura y los dos se marcharon de la posada donde todos quedaron en silencio. Nadie dijo nada. Absolutamente nada. Y sólo se oía el ronronear del gato. FIN
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|