Triunfal Victoria
Publicado en Jan 18, 2017
Divina poesía, florecida en el interior de ese centro del delirio en donde las etéreas y aúreas horas del placer me sumergen en el canto inmenso de tus besos. ¡Poesía fecunda de generoso verbo encendido en el fuego del arrullo de tus ojos! El trueno del tiempo dirige esta tempestad de triunfo blandido en los clamores de esta juventud que, huracán de lo perdurable, su gran victoria nos destina. ¡Cuánta belleza de fértil silencio se abre con palabras de vida centelleando por la memoria de la profunda noche! Oigo la eternidad del eco misterioso y te siento como rayo de luz entusiasmada y ardiente. Es el torrente que fantasea la incansable sed de mis pensamientos; allí donde descansa mi suspiro en el infinito de la ternura. Tuyos son el celeste fulgor y el extenso despertar del sueño milagroso.
El inconmensurable vuelo del torbellino de tu belleza y el crespúsculo del horizonte animan la humana presencia de donde viene la brillante armonís que endulza las estrellas, canciones eternas de mi numen, que funden su triunfo en la universal cima del fulgor. ¡Brillante cielo! Mensajera golondrina que anuncia el aliento del plácido sosiego donde se recoge este momento de excelsa luz. En el céfiro ligero del firmamento tu voiz exhala el poder irresistible de este cariño tierno de las vírgenes sendas de lo puro. ¡Sagrado y apacible sonido de acentos que sosiegan el porvenir de mis clamores! En tu sombra, naranjo y flor, hundo mi mente para ser hondo. Mi dulce sueño de la infancia se baña en la playa del acompañado brillo de este corazón que enlaza al germen de esta juventud lozana donde el resplandeciente matiz del enardinado amor se hace trepidante y resuenan las claridades del alba en el majestuoso oleaje de tus ojos posados en nuestro porvenir. Un beso pefumado vuelve a descansar en esta hora donde el azul y el blanco de la luz se hacen hospedaje de esta hermosa y radiante vida en la que se inspiran el candor de tu mirada y el placer de contemplar el bello paraíso del rotundo imán de todo tu cuerpo que, en nuestros orígenes, encendieron el tiempo de nuestra común historia. Rodeas mi sangre en el punto concéntrico del secreto idilio y el sensible elemento de nuestras existencias se convierte en ese triunfo del amor que de magia se embriaga con el ensueño en el rincón de las melodías. ¡Amor de vida misteriosa en flor! ¡Aura del fugaz y arrebolado cristal de las emociones! Pondré siempre mi mano en ese salvador momento triunfal del placer donde nace este divino designio. Visito la agradable palabra que colorea mi sentimiento a modo de lazo uniendo el milagro de la lúcida sensación y el lúdico momento con una sola pregunta: ¿somos la rima de las flores?. Sí. Somos la rima de las flores regando las arterias de este anchuroso resplandor y, acompañados de los días, pasajeros del canto universal, desatamos la naciente alegría de esta madrugada victoriosa para alcanzar el tiempo que se abre a la esperanza de las nuevas promesas. Ya aparece el nuevo sol de vida y de coraje. Somos esa ayuda mutua que nos une en la entrega sin descanso, en esta nueva apertura de memoria recogida que va brotando del manantial donde el cielo dejó su reflejo en este día que vive dentro del latido y el canto del consuelo. ¡Ilusión hecha grandeza! ¡Visión alcanzada que traspasa el conocimiento y nos alumbra con valiente confianza, hombre y mujer siempre unidos y siempre nuevos, en el camino de la verdadera estación comprometida. ¡Canto de jilguero y cántaro de voz! El brillo de la dicha y el contento es nuestro porvenir; ese primer amor que nos da la vida cuando, dulcemente, el nombre de lo amado es ese placer de ardorosa presencia que nos sirve de susurro en medio de la alegría y constante respuesta que el corazón emite, palpitante, en el fondo del sentimiento. Nuestra luz es de espíritu eterno; una forma de búsqueda que nos hace caminar hacia los encendidos suspiros de las palabras de paz; con el ímpetu heredado del los retornos y el ánimo de la victoria. El vértigo del silencio se abre, como flor nueva, con sílabas de eternidad que resuenan en el solemne momento en que el mundo abre su admirable humanidad. ¡Avanzamos! ¡Más hondos! ¡Más profundos! ¡Más puros! Mas con la pasión sin ninguna clase de ambages; con un corazón hecho de hombre y una compañía hecha de mujer para latir los dos en el sacro e intenso consuelo dodne perdura lo que se siente dentro del alma. Somos sublimación del querer. Somos preludio de una hospitalaria necesidad de amar sin fronteras. En el hogar de nuestras vidas juegan alegres los torrentosos gérmenes de esta eterna fuerza conmovida y de esta presencia que alarga el arrullo del canto generador de naturaleza pura. ¡Beso que retorna en forma d einfintia presencia! La ilusión prendida en la alegoría de nuestras almas sin dolor. El tiempo se ha convertido en caricia y el sueño es ese don divino que brota para ofrecernos espacios suficientes por donde caminar. ¡Feliz primer año de un futuro erguido, valiente, decidido! Anunciamos el marcial estímulo de las rumorosas sonrisas y, en medio del abrazo, elevamos hacia el cielo nuestro vertical ascenso haciéndonos creciente luz de mil colores. La gran tristeza ya no es nuestro destino y en el crisol de las almas buenas y serenas somos los testigos de un nuevo amanecer. En torno nuestro se respira un fresco aroma enamorado de este hogar que cobija nuestros anhelos. Nuestro idioma se ha hecho universal y, triunfantes, no vamos a morir jamás en el naufragio, porque somos juventud abierta y seres del bien. Nos circunda el afecto que nunca se apaga porque el pebetero de nuestras ilusiones está encendido con el triunfo, el baile, el canto y la sonrisa. Nuestro acento es tan singular que corre amorosamente bajo la fresca manifestación de la vida; y acariciados por el murmullo del sonoro cantar de los pájaros de la floresta nos hemos convertido en expresión firme bajo el giro del reloj de las emociones. ¡Nos hemos enamorado del color y somos espíritu de luz dejando los olvidos y abrazando la presencia de lo humano de nuestros corazones! Amamos el bien porque es ese espíritu que nos acoge y nos recoge en sus alas amorosas hasta convertirnos en olas luminosas de admirable esencia. Somos ese nuevo nacimiento de la vida generosa que se expande, espléndida y esplendorosa, por todos los nombres de la belleza pura. ¡Somos almas sinceras, música de razones y valiente decisión para rellenar el vacío de las ausencias! Defensores del matrimonio somos esperanza y porvenir de la pareja entre el hombre y la mujer; solo entre el hombre y mujer. Vamos hacia la vida provenientes de la vida y ese es el perpetuo huerto de nuestro origen que recorre toda la dimensión de la existencia humana; ese carmesí deseo de témula templanza y bravo pabellón anímico y espiritual. Nos unimos al cultivo de la amistad sincera y al compañerismo sin límites; abrazados a un sueño que se abre en medio de la alegría de los que buscan el bien de sus limpios nombres que, supremos, nos infieren reunión y clara evidencia de lo tierno. ¡Somos como las nubes que viajan hacia el futuro con esa parte buena de la humildad que se adelanta para encender las pupilas de quienes estaban como ausentes. Al igual que nuevos seres caminando por lo profundo de las vivencias somos los que han obtenido la victoria de las estrellas. El isntante crucial de los abrazos. Por la senda florida de esta nueva primavera contenemos el dolor gracias a la fe y, con la fe, nos convertimos en felicidad para quienes aman el inmenso proyecto de la fantasía convertida en realidades. Y forjamos una vida al compás de la orquesta dodne todos los amores se extienden en este nuevo espacio que parecía un imposible y, sin embargo, es mucho más vivo que una simple realidad. Somos esa ausencia de la edad que nos convierte en juventud sellada más allá del misterio rítmico del tiempo. Junto con la encendida hora del relámpago brilla el sentido de esa esencia que nos asocia al celeste sentimiento y al brillante tornasol de los fúlgidos vínculos del amor. Cambiamos el rumbo de lo vano para llenar de vida esos olvidos que se han quedado, yertos, en el pasado de las sombras. Ahora somos esa diáfana llamarada que enciente el clamor de las vibraciones y, cual torbellinos con voz, alimentamos la calma para darnos el impulso de voluntad firme a todos nuestros sentidos. Expresiones firmes para avanzar por el camino que brota con el embeleso de todo lo menudo convertido en grandiosa compañía de vida. Ya no detenemos las horas y, sueltos los minutos del amor noble y viajero, seguimos el rastro de los blancos amaneceres, en una excelsa liberción de las cadenas porque hacia la cumbre de la cima subimos para ser ejemplo de innovado dulzor. ¿Quién vendrá para seguri formando un jardín en neustro hogar? Vendrá la voz de un corazón evocador de las dulces madrugadas y nosotros seremos ese mañana cierto, ese sueño infinito, ese despertar vivo y es gran todo que ilumine la aurora de las almas puras para enhebrarlas en el cuerpo de la poesía. Hemos llegado a la cima de la cumbre y somos capaces de ignorar ya a la tristeza, porque en este nuestro canto extendido perduran sus ondas que son solamente prósperas ideas de virtud y delicioso material porque somos los hijos del canto y el ufano volar de la inmensidad de las almas que se hacen humanas con sentido div¡no y feliz. ¿Quiénes defienden esta serena pero profunda ascensión hacia el sonoro caudal de la fragante victoria? Nos hallamos en un mundo cuyo modelo es ver a ese mundo nacido en nuestras gargantas ya con voz y ahora somos liberaciones, manos extendidas para alcanzar la esperanza y crecernos dentro de la verdad de nuestra propia fiesta que nos alegra con el calor de nuestras creaciones en medio de la noche y, al despertar con el alba, nos hemos abierto para dar entrada al amor. Lo han visto quienes saben soñar con los ojos bien abiertos. Lo ven quienes son la evocación de un futuro transparente, sin ocultaciones de interés alguno, como las aguas que eliminan las falsas quimeras para dar soporte a nuestras bruñidas semillas de lo íntegro, de lo inseparable, de ese eterno sesgo en donde se nimban nuestros besos y limpios deseos. En lo próspero de nuestras auroras están los raudos suspiros de ese lugar en que la filosofía del entendimiento nos recuerda que somos hombres y mujeres tan naturales como la aventura del vivir uno con otra y otra con uno. Ya no somos una ignorancia sino un saber que nos libera con los espacios de argumentos unánimes y con clara conciencia. Es en esa clase de conciencia donde estamos leyendo la vida. ¡Cantos de áureas rimas! ¡Ligeras maneras de entender nuestros trabajos para hacernos sabiduría de nuestro acontecer diario! ¡Artífices del destino que nos abre sus puertas a la hermosa realidad! Valió la pena el sacrificio de estrar velando, noche tras noche, para acabar con las penumbras y traer la luz a través de nuestras miradas. Nos vemos. Nos sentimos. Nos estrechamos en un abrazo de sencia noble y, el dolor ya eliminado, convertimos la existencia en el bello arrullo del sereno asilo para los que emanan lejos, muy lejos, nueva vida más allá del pasado que murió. Dios hos ha encendido como amores nobles para ir hacia ese horizonte donde Él nos extiende sus manos reocgiendo el tiempo de nuestras jóvenes edades y, en forma de besos sin límite, somos las horas luminosas del gozo; de esa grata sensación que cabalga al ritmo pausado del gesto amable. Dios nos ha alejado del silencio y nos ha convertido en palabras de vida, en alegría sin final. ¿Quién transporta la verdad de la existencia! Se llama Jesús de Nazaret, ese Jesucristo que nos ha dado la Triunfal Victoria para que sigamos viviendo con el corazón y el alma llenos de fe! ¡Creo en tí, ecuador de mis sensaciones! CONTINUARÁ.
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