Al amparo de los rayos de luz que penetran a través de las amplias ventanas de esta especie de séptimo cielo, y en medio de las batallas donde mercedes es lo que ofrezco, ya pienso en las olas del mar. Amparo. Mercedes. Mar. Quizás sea en este silencioso despido donde radica la emoción de tener 20 años y haber conquistado el futuro. Que os vaya bonito, compañeras, porque yo ya estoy destinado y se me espera junto al río para seguir escribiendo poemas. Pero sigo siendo el mismo filósofo de siempre y prefiero el olvido para no tener que ser tan recordado. Son mis verdades. Son el producto de la toma de conciencia. El tema es para pensar y para meditar pero no sólo nos podemos quedar en pensar y en meditar sino que debemos actuar, entrar en acción directa, y señalar lo que deberíamos hacer como seres humanos que creemos en la justicia y en el respeto a quienes tienen también derecho a un poco de amparo, a recibir mercedes y a soñar con la olas del mar.
 
Conozco bien esos horizontes de belleza. En ellos he aprendido poemas del ensueño. Esos poemas que siguen haciendo caminar hacia lo que busco desde mi tierna edad de siete años nada más. Por eso escribo un soneto hacia la tierra lejana: En la hora del recuerdo intenso está tu rostro de tierna fantasía envuelto en el minuto de la melodía en que en todo segundo yo te pienso. En el instante siempre puro y denso salta tu recuerdo en noche y día y es para mí la más firme guía del sueño fundamental e inmenso. En el momento de pensarte ahora se queda atrapada toda la hora de mi frase encerrada en verso. Y en el encuentro de estar ya mora en la mente que de ti me aflora un urgente e inmediato beso.
 
A veces hay momentos que son inolvidables. Vivimos de momento en momento. Los que nunca olvidamos fueron los que significaron muchas trascendencia para nuestra vida. Si somos optimistas somos mejores. El cosmos, al menos, nos sabe comprender. Por eso hago el petate y marcho hacia la estación. El río me está esperando.