¿Para qué me sirve el silencio? (Diario)
Publicado en Feb 17, 2017
A mis 11 años de edad soy un chaval silencioso. Un chaval que escucha, que siente y que calla. ¿Qué está sucediendo conmigo en aquel mundillo donde se nos hace cantar canciones en contra de nuestra verdadera voluntad? ¿Qué hace un chaval como yo guardando silencio ante el espectáculo abominable de unos cuantos chulos apoderándose de la voluntad de los demás? Sí. Estoy hablando del colegio Lope de Rueda de Madrid en 1960. ¿Qué está sucediendo en mi interior mientras observo este mundo de anacronismos y de falta de una identidad propia de cada uno de nosotros? ¿Nos están queriendo convertir en masas de niños alienados en bandos a los cuales no queremos, para nada, pertenecer?
Guardo silencio porque me encanta eso de "y sé que después de la noche llega el día, resplandeciente y luminoso y otra será la realidad". Porque estoy totalmente de acuerdo, aunque solamente tenga 11 años, con que la verdadera realidad de todos nosotros y nosotras no es que nos amen o no nos amen de manera circunstancial sino que, en lo esencial, alguien nos ama profundamente. Sólo tienes que levantarte una mañana y mirar al sol. Sus rayos te hablarán de esa vida que tanto admiramos quienes escribimos sobre los sentimientos. Yo nunca dejé que el olvido me venciera. Quizás esa sea una forma de poder triunfar si manejas muy bien los tiempos de tu vitalidad. "El silencio es el ruido más fuerte que existe" (Miles Davis). "El silencio es la palabra más entendible que escuchamos" (Diesel). Y es que hay dos clases de silencio. Aquel que nos duele... aquel que nos hace sufrir porque no quiere escucharnos. Es el silencio de las negativas. El que arrasa todas nuestras esperanzas y nos hace hundirnos en la desesperación. Es la negativa total. Pero existe el otro silencio. El silencio que te escucha y te deja abrir una pequeña puerta a la esperanza. El silencio que te consuela y el que te hace querer seguir insistiendo una vez más. Entre ambos silencios (el destructor y el que da esperanza) existe toda una multitud de diálogos mundiales... - ¿Sabes ya lo que pasó?. - Por supuesto. Ya lo he entendido. - ¿Y qué opinas del asunto?. - Donde las dan las toman... Y cosas así... Fue entonces, viviendo inmerso en mi silencio de los 11 años de edad, cuando me convertí en poeta: En la leyenda de la noche oscura no estaba la voz de tu presencia, no estaba la flor de tu recuerdo, no estaba el volar de tu paloma. En la leyenda recogida en el tiempo no estaba la estrella de tu luz. Anduve por las huellas del pasado hasta emerger entre la niebla del olvido y no estaba tu rostro entre las luces de aquella ciudad desconocida. En la puerta de la frontera infinita no estaba la leyenda de tu piel y me cubrió el paisaje del momento dejando pasar las horas del cansancio. Hervor de silencio era lo hallado en medio del profundo horizonte y, más allá de cualquier destino, no estaba la leyenda de tu nombre ¿Cómo llamarte entonces bajo el cielo estrellado del alba y el insomnio? En la leyenda de todos mis caminos no estaba mi encuentro con tu hora y el reloj de mis sentidos adelantaba un tiempo para ser reconocido. En medio del pensamiento herido no estaba la leyenda de tus besos. Sólo tenía 11 años de edad pero fui capaz de expresarme a mí mismo: sigamos adelante con nuestros deseos de ser palabras vivas aunque ahora estén forjando su vocabulario en este silencio observador. "Es amigo mío aquel que me socorre, no el que me compadece" (Thomas Fuller). Pues eso.
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