Una partida inolvidable (Diario)
Publicado en Feb 22, 2017
Que a Luis le moleste o le siente mal recordarlo a mí me trae sin cuidado porque no me insteresa, para nada, saber si le molesta o no le molesta. Es más, yo siempre lo recuerdo con una sonrisa porque fue inolvidable y forma parte de mis recuerdos más divertidos. El asunto es que Encarnita, Alicia, Luis y yo estábamos estudiando para oficiales primeros del Banco Hispano Americano en la Academia de Rogelio, en la calle madrileña de la Avenida de Oporto y, una de aquellas tardes, se nos ocurrió la idea de ir a jugar a unos futbolines cerca de la Academia una vez que había terminado la clase.
Empezamos a jugar de manera distendida y sin dar importancia alguna a los resultados. Pero mira por dónde, en un momento determinado, a Encarnita se le antojó formar pareja conmigo y lanzar un reto a Luis formando pareja con Alicia. La cosa se puso seria y les ganamos por goleada. ¡Menudo "globo" cogió el dichoso Luis por culpa de los celos! - ¡Esto pasa, Pepe, porque te has puesto a jugar en serio una vez que Encarnita ha formado pareja contigo! - Pues te equivocas más que del todo, Luis, porque todas las partidas las he jugado con el mismo interés y no es que me haya ahora puesto a jugar en serio. Los celos te están convirtiendo en un amargado. El "globo" que cogió Luis fue mayúsculo y se fue rumiando para su casa farfullando palabras sin sentido alguno porque resulta que la que más me gustaba de toda la Academia Rogelio, al menos de las que yo recuerdo, era Pilar Ramírez. Por eso me parto de risa cada vez que recuerdo a Luis con un "morro" más largo que el de Cangas de Morrazo. Si Encarnita había elegido jugar formando pareja conmigo en la partida definitiva no era asunto en el que hubiera participado sino decisión de ella misma para demostrarle, una vez más, que no le gustaba que Luis la obligase a hacer lo que quería él que hiciera porque ni era novia de él ni le gustaba serlo. Si esto le sigue molestando a Líter no es problema mío y si sigue cabreado por tal asunto es problema que debe curar con un buen psiquiatra. En cuanto a Pilar Ramírez, que trabajaba muy cerca de mí en la Oficina Principal de Madrid, me la encontré pocos días después en la Casa de Campo, mientras yo estaba jugando un partido de tenis, y ella se partía de risa recordando la cara de amargado que se le ponía a Luis Líter cuando le daban los ataques de celos. Yo también la sonreí y pocos meses después ella se casó y lo de la Academia Rogelio fue, para mí, ya sólo un bello recuerdo.
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