La reina sin corona (Diario)
Publicado en Feb 25, 2017
Mi gran amigo Alfonso Ondaro Vargas (uno de mis mejores amigos de toda mi vida) siempre me contaba anécdotas relacionadas con el mundo del ajedrez. Por ejemplo, cuando me dijo que un día apareció en el diario ABC de Madrid una pequeña nota de un periodista especializado en ete deporte ciencia en la que le nombraba "el pequeño Capablanca español". Era verdad, porque Ondaro siempre llevaba esa nota en su cartera y me la enseñó. Y es que si Ondaro se hubiese dedicado exclusivamente a ser un profesional del ajedrez estoy completamente seguro de que habría llegado a ser uno de los mejores del mundo. Otra anécdota que me hizo reír mucho es cuando los policías franquistas le detuvieron para interrogarle por ver si era o no era un espía de la KGB. El asunto era que Ondaro estaba participando en un Torneo Internacional de Ajedrez por Correo con un jugador soviético y como la policía franquista abría todas las cartas que iban desde Madrid hasta Moscú pensaron que los códigos que se usan en el ajedrez para saber cuáles son los movimientos que hace cada jugador eran códigos secretos entre espías. El chasco que se llevaron fue morrocotudo cuando les explicó Ondaro lo que en verdad significaban. Se pusieron más rojos de lo que querían. Otra vez me confesó que él prefería jugar las partidas de ajedrez cuando alguien cercano a él estaba fumando un puro o tabaco en una pipa porque me explicó que el olor a tabaco de puro o de pipa le estimulaba para jugar mejor. Y no menos jocosa fue aquella ocasión en que le dio por decir a todo el mundo que yo era Campeón Universitario de España en esto del ajedrez. O la del muchacho que se aficionó a formar parte del círculo de los ajdrecistas de Madrid pero sólo acudía para ver lo que hacían y escuchar lo que decían pero que no saludaba a nadie al llegar al corrillo y se iba siempre "a la francesa" que quiere decir que ni tan siquiera decía adiós.
Pero la anécdota más curiosa aunque salía un poco del mundo del ajedrez madrileño pero que pertenecía a dicho mundo es que a dicho corrillo de ajedrecistas se les unió una chavala. en aquel entonces era casi impensable que una mujer de cualquier edad, y menos si era jovencita y soltera, se dedicara a jugar a este deporte ciencia. El asunto es que ella, al parecer, no sólo lo hacía por jugar sino por ver si ligaba a algún ajedrecista lo suficiente como para ser su novia y casarse despues. Entonces llegó de los Estados Unidos un jugador de pelambrera muy abultada y rubia, más ojos azules, alto y fuerte, del cual se enamoró locamente la citada muchacha. Pero a pesar de todos los esfuerzos que hacía para que él se fijara en ella, aquel yanqui sólo estaba entusiasmado por el ajedrez y su mundo era solamente el ajdrez mientras el resto de las cosas de este mundo no le importaban en absoluto. La muchacha, una tarde, les rogó a todos los componentes del grupo madrileño a que la echaran un cable y la ayudaran a ligar con él. Todo fue imposible y el norteamericano se marchó a los Estados Unidos y nunca más volvió. Es por eso por lo que la conocíamos, no por maldad alguna sino para entreternos en aquella tediosa tarea de tener que estar "esclavizados" por Magro en Cartonera, como "la reina sin corona". No me importaría repetir una y mil veces más aquella larga temporada que estuve trabajando "castigado" por el "facha" de Magro porque con Ondaro me lo pasaba tan "a lo grande" que para mí no era un castigo del citado jefezucho sino un milagro de Dios que vino a ayudarme a pasarlo "pipa" mientras muchos se morían de envidia. Por eso digo que algunos de los momentos más felices de mi época de soltería (y tuve muchísimos) fueron los que pasé al lado de Ondaro.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|