Megasari (Cuento Terrorfico)
Publicado en Feb 26, 2017
El viejo Yuki Megasari se quitó su ojo de cristal, el de la parte izquierda, y lo colocó sobre la mesa. Del hueco ocular surgió una gelatinosa sustanciade color verde que le llegó hasta su labio superior y se relamió con complacencia.
- ¡Por los mil diablos de Meiji! ¡Sabe mejor que la menta! Fue entonces, estando ya completamente tranquilo, cuando comenzó a leer el cuento de Poe, - "¡Es cierto! Nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso, lo he sido siempre y lo soy, `¿por qué dicen ustedes que estoy loco?". Una cucaracha trepó por la pechera del viejo Yuki Megasari y entró en su boca. - ¡Jajajajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajaja!!! ¡Has caído en tu propia trampa! Y la masticó placenteramente antes de engullirla. Fue entonces cuando sintió que una mano de hierro se agarraba a su garganta y le estaba asfixiando poco a poco, lentamente, hasta que luchando contra ella por un tiempo de tres minutos la mano desapareció como por encantamiento, - ¡¡¡Uffffffffff!!! ¡Casi no lo cuento! ¿De qué clase de diablo sería esa maldita mano? Escuchó una voz de ultratumba. - ¡¡¡Esta vez de has salvado, viejo sarnoso!!! ¡¡¡Pero no cantes victoria antes de tiempo porque dentro de muy poco acabaré contigo!!! Un búho ululó en medio de la noche y el viejo Yuki Megasari se levantó de su andrajoso sillón para, arrastrando su pierna derecha, completamente de palo ya corroído por la carcoma, en medio de toda aquella ingente basura acumulada durante años, se asomó a la ventana tras descorrer el tupido cortinaje rojo. No vio más que una sombra moviéndose entre la maleza. -¡Seas quien seas te descubriré y me comeré con todo gusto tus sesos fritos! ¡¡Jajajajaja!! El viejo Yuki Megasari se fue al camastro, se quitó la ropa hasta quedarse solamente en camiseta y calzoncillo y se tumbó sobre la manta. Aquella noche tuvo una horrible pesadilla. Se encontraba completamente perdido en medio de un bosque de árboles gigantescos que, de repente, se transformaron en horrorosos fantasmas cuyas rama eran, ahora, fuertes brazos musculosos terminados en uñas enormemente largas que intentaban arañarle todo el rostro. Él se cubría con sus escuálidos brazos para salvarse de las acometidas de aquellos fantasmas; pero de pronto toda su hermosa y poblada cabellera que le llegaba hasta la cintura fue cayéndose a puñados por culpa de dos grandes gavilanes que los arrancaban sin tener compasión alguna. Hasta que todo volvió a ser solamente un pacífico bosque y él se contempló en las aguas de una laguna. Vio que sus enclenques brazos estaban completamente en carne viva mientras que su cabeza se había convertido en una calavera. Se fue hundiendo en el fango hasta que, ya a punto de ser tragado por las arenas movedizas, despertó chorreando de sudores y sintiendo que se ahogaba. - ¡¡¡Aggggg!!! ¡¡¡Aggggg!!! ¡¡¡Aggggg!!! ¡¡Que me ahogo!! Tuvo enormes deseos de orinar pero estaba tan paralizado por el miedo que se lo hizo allí mismo y manchando todo el calzoncillo. A la enfermedad de su demencia senil se le unía aquella sarna que le cubría gran parte de su esquelético cuerpo. El reloj ubicado sobre su cabecera tomó vida en forma de enorme araña negra. Fue entonces cuando el viejo Yuki Megasari cogió el puñal que siempre guardaba bajo su almohada y la acuchilló dándole hasta un total de veinticuatro puñaladas exactas. El viejo Yuki Megasari estaba completamente enloquecido y el reloj cayó al suelo tras rebotar en la cabecera del camastro partiéndose en pedazos. Cada trozo de cristal se reía de él. - ¡Jajajajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajaja!!! ¡Tu vida es sólo la de un miserable usurero, viejo y sarnoso sacamuelas! Abrió la boca para responder, mas la mano de hierro aprovechó la ocasión para ir sacándole, de cuajo, todas sus muelas; hasta que el viejo Yuki Megasari rodó por el camastro y cayó sobre la estera de esparto que cubría el suelo de madera de la habitación que más bien parecía una cochinera de cerdos por la cantidad de basuras allí amontonadas. Una legión de mosquitos parduzcos levantó el vuelo y revoloteó por toda la oscura habitación alumbrada solamente por la luz amarillenta un farolillo en forma de tarántula mientras el viejo Yuki Megasari, ya desdentado por la falta de todas sus muelas, daba miles de manotazos al aire para desembarazarse de aquella enorme nube de mosquitos que habían surgido desde la estera de esparto. Arrastrándose por el suelo pudo, por fin, salir de aquel infierno de picaduras producidas por los mosquitos y consiguió salir al pasillo hasta que, siempre arrastrándose entre las fétidas basuras, logró llegar a la sala, cerró con llave y se sentó en su destartalado sillón con la boca completamente ensangrentada y las señales de las picaduras de los insectos por todo su cuerpo. Volvió a coger el cuento de Poe para seguir leyendo ya que el sueño se le había perdido por completo. - "La enfermedad había exacerbado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. El más agudo de todos era el oído. Oía todas las cosas del cielo y de la tierra, Oía muchas cosas del infierno, ¿Cómo, pues, puedo estar loco?". Escuchó el feroz aullido de un lobo estepario mientras algo arañaba la puerta que él había cerrado con llave. Ésta se movía como si alguien estuviera queriendo entrar. El viejo Yuki Megasari cerró el cuento de Poe y agudizó sus oídos para poder escuchar mejor. - ¡¡Viejo sarnoso!! ¡¡¡Vengo a por ti!!! Los arañazos en la puerta eran cada vez más ruidosos y el viejo Yuki Megasari tomó el badil que servía para remover las brasas del fogón de la chimenea, se acercó lentamente hasta la puerta y, abriéndola repentinamente, dio un golpe con el badil por ver si acababa con aquella especie de acoso insoportable. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario porque la mano de hierro detuvo el golpe y, arrancando el badil de la mano derecha del viejo Yuki Megasari, le atizó tal cantidad de golpes sobre el cráneo que terminó por hundírselo una par de centímetros. Después el badil cayó al suelo mientras se escuchaba la terrorífica voz de ultratumba. - ¡¡¡Jajajajaja!!! ¡¡¡Te voy a destruir del todo, avaro sarnoso!!! ¡¡¡Vives en medio de toda esta ingente cantidad de basuras cuando podrías vivir en un palacio de lujo!!! ¡¡¡Así eres de miserable!!! El viejo Yuki Megasari, efectivamente, sufría del síndrome de Diógenes y en su cochambrosa vivienda las basuras abundaban por todas partes soltando un olor a peste infernal. Por eso tosió tres veces violentamente mientras que una baba amarillenta le chorreaba desde la boca mezclada con la sangre. - ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! Sintió que los pulmones parecía que le iban a estallar y de su garganta surgió un rugido gutural. - ¡¡¡Graaaaaaaaaaggggg!!! Escupió en el suelo hasta diez veces seguidas y, agarrándose el hundido cráneo, volvió a introducirse en la sala arrastrándose por las basuras de donde huían las ratas. - ¡¡¡Peste, peste y mil veces peste!!! ¡A ver si puedo ya leer a gusto! Como no dándole importancia a su deplorable estado físico, producto de su ya avanzada locura que no le dejaba ver la realidad, se volvió a sentar, pasó unos cuántos párrafos del cuento de Poe y leyó uno que le llamó poderosamente la atención. - '¡Sí, eso era! Tenía un ojo de buitre, un ojo azul pálido cubierto de una membrana". Pensó que el texto de Poe se estaba refiriendo a su único ojo. Se lo palpó y, usando un pequeño espejo que se encontraba sobre la mesa, se miró a sí mismo. - ¡Tengo un ojo de buitre! ¡¡Tengo un ojo de buitre!! ¡¡¡Tengo un ojo de buitre!!! De tanto repetirlo sucedió que su único ojo que le quedaba se convirtió, efectivamente, en un ojo de buitre, azul pálido y cubierto de una membrana, tal como lo había escrito Poe. - ¡¡¡Tengo un ojo de buitre!!! En aquel momento el fuerte ventarrón del exterior hizo que la única ventana de la sala se abriese tan violentamente que se hicieron añicos los cristales. Como el viejo Yuki Megasari estaba tan alterado de los nervios se puso en pie con tan mala suerte que pisó uno de aquellos vidrios y de la planta de su único pie, el que no era de madera, comenzó a brotar un hilo de sangre, - ¡¡¡Por los mil diablos de Meiji!!! Sin apenas darse cuenta de que estaba perdiendo el sentido del equilibrio, cayó al suelo como un pesado fardo y, estando en esta situación, cuatro ratas comenzaron a mordisquearle las orejas, Eran dos ratas por cada una de ellas y se las comieron hasta hacer desaparecer los dos pabellones auriculares del viejo Yuki Megasari. Después las cuatro ratas huyeron una vez hartas de tanto comer. - ¡¡¡Por los mil diablos de Meiji!!! De nuevo arrastrándose por entre las basuras llegó otra vez a su habitación y se volvió a tumbar sobre el camastro. Cerró su único ojo para intentar olvidarlo todo cuando ya sus orejas no existían. Pero la voz de ultratumba resonó con gran estruendo. - ¡¡¡Vil!!! ¡¡¡Ruín!!! ¡¡¡Pordiosero!!! La mano de hierro agarró sus dos pies a la altura de los tobillos, el de carne llena de sangre y el de madera ya podrida por la carcoma, y le arrastró hasta hacerle caer de nuevo al suelo. La voz del viejo Yuki Megasari era solamente un débil gemido. - Me voy a enfadar del todo... - ¡Si tienes todavía lo que tiene que tener un hombre te recomiendo que te hagas el harakiri! El viejo Yuki Megasari, en medio de su total locura, no lo dudó ni un momento y, una vez desaparecida la mano de hierro, ya falto de toda clase de juicio, se puso en pie, subió al camastro, alcanzó el sable de samurai y antes de atreverse a quitarse la vida sólo preguntó. - ¿Por qué? - ¡Porque tú no tuviste compasión alguna al venderme como esclava por un miserable puñado de monedas al cruel e inhumano chino mandarino Mami Loto quien no sólo abusó de mi todo lo que le vino en gana sino que, después de eso, me hizo servir de comida a sus cocodrilos! Entonces el viejo Yuki Megasari, en un brevísimo momento espontáneo de lucidez mental, se dio cuenta de que todo aquello lo había planificado el espíritu insatisfecho de su traicionada esposa Taki Arishawa que estaba haciendo justicia por su propia mano. Y sin nombrar ya más a los diablos de Meiji se hizo el harakiri. FIN.
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