Colonia Wanda (captulo preliminar)
Publicado en Sep 23, 2009
3 meses antes
Bombas En la Plaza de Mayo; en Buenos Aires. Bombas: bombas y bombas. Bombas. Unas tras otras, terribles, tremendas. Bombas. Escuadrones de aviones despachando bombas, recortando el cielo negro. Todo humo. Olor a pólvora y carne chamuscada. La muerte dibujada en cada rincón de la plaza. En Buenos Aires. Bombas... El Narigón de Bera y la Vaca Yensen parapetados bajo un camión tumbado en la esquina de la Catedral. Todo incendiado y confuso. Y las bombas cayendo, todas, furiosas: una-tras-otra: interminable. Bombas. El silbido en estrépito, el temblor, el ruido y la furia, alaridos y vidrios, bombas, la resistencia de los compañeros, los cuerpos mutilados, bombas, todas, bombas, como en una película, como la de los tanos, ¡las bombas de la Guerra! Bombas... El trolebús estalla. Otro más. Y otro. Y los jirones de los compañeros vuelan rotos entre el humo y los escombros, salpican baldosas, monumentos, hierros retorcidos en un enchastre de muerte y pavura... El Narigón de Bera y la Vaca Yensen maldicen al cielo y desafían a los aviones de la Armada. Hijo´e puta, gritan. ¡Hijo´e puta! Bombas. La Plaza de Mayo (toda) bombardeada... Eto´e un´acarnicería, Narigón: ¡rajemo´al barrio! La Vaca Yensen convencía al Narigón de Bera en el fracaso de la resistencia: Ya´istá: ¡no´stán matando!, decía. El Narigón de Bera jadea destrozado, un hombro roto, un tajo en la cabeza, sangra en los oídos, tose, aturdido, escupe flema crasa y amarronada. La Vaca Yensen impelido en un charco de sangre: el pie derecho le colgaba: casi ajeno al resto de su pierna. Y reclamaba cordura: Vayemonó, Narigón: ¡rajemo´al barrio! El Narigón de Bera (ya) no escuchaba, ensordecido, leía los labios en su amigo y entendía la derrota, la masacre, la caída del General, el inútil esfuerzo de los compañeros en defender la plaza. Muertos. Bombas... En Buenos Aires. Del lado del río arrecia nueva la embestida en los aviones de la Armada. A todo motor. Más bombas. Otras bombas. El aire (ya) no se respira: todo es hollín, polvo oscuro. Un tufo a matadero y mierda se alza en la plaza; hedionda a muerte... Bombas. El Narigón de Bera y la Vaca Yensen van entendiendo bien en serio cómo es eso de ser parte de la Historia. Y se miran a los ojos. Y maldicen al cielo, atontados, increpan a los tirabomba en su felonía y traición; los insultan... Y más bombas llegan silbando. Terrorosas. El bombardeo lleva (ya) casi cuatro horas: los muertos se cuentan a montones. El Narigón de Bera y la Vaca Yensen se arrastran en las escalinatas de la Catedral, se acurrucan, palpitan la muerte a cada tranco. Y van llorando. Entre el dolor y la pena. ¡Hijo´e puta!, murmuran. ¡Cobarde´s! El humo es cada momento más y más espeso. Humo negro. Bombas... Toneladas de Bombas. Cinco horas ceñidas a pura bomba. Bombas: como metralla. Como nunca en la historia del Plata. Como la "otra" matanza; olvidada, áspera, íntima en la lima de lo oculto. La sinfonía de Darío: Hecha bomba... En la plaza (ya) otros muertos se amontonan. Caen las bombas: rechiflan: matan. Y van cayendo. Un cielo de bombas... Bombas; de la Armada. El Narigón de Bera y la Vaca Yensen apenas oyen el crepitar de las bombas en la plaza, medio-muertos bajo el escombro; en las escalinatas de la Catedral, se desvanecen en sangre y miedo, empapan en cómo es eso de la Lealtad... El instante es un zumbido. Olor a orines. Y más bombas. Como sordas... Muertos. Heridos. Mutilados. El General está en apuros. Y caen las bombas...
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