Un experto con Ibáñez (Diario)
Publicado en Feb 27, 2017
En 1955 yo, antes incluso de darme a conocer como redactor de experiencias propias, ya era todo un experto con Ibáñez. Para mí era normal, y hasta divertido, aquello de aprenderse de memoria cosas tan famosas como "ómnibus", "pelota" (puesto que alguno del aula era un experto "pelota" por ver si Don Vicente le ponía un 10 en "Buena Conducta" que era algo que jamás ocurría conmigo en aquellos años de la "movida" infantil) o "globo". Lo de "globo" me sonaba ya a la vuelta al mundo en 80 días que ya había yo aprendido a conocer gracias a la "genética intelectual" que se estaba despertando en mi interior.
Y a Ibáñez se le unió Ibáñez. O sea, que a Don Vicente se le unió Don Francisco. Era entonces cuando la vida se hacía mucho más emocionante y aventurera. Yo sólo tenía 6 años de edad, pero en mi inconsciente se germinaban los personajes "Don Usura" (prototipo de lo que sería en un futuro "Gimi") y "Haciendo el indio" (que es lo que pasaría con "Califa" y "Fantini"). Todos estos pronósticos ya eran latente en 1955. Corrían los primeros meses del año 1955. Tras publicar algunos trabajos de forma esporádica, Ibáñez se integra, definitivamente, dentro de la plantilla de Editorial Marco. A partir del número 77, empiezan a aparecer sus primeros personajes fijos en la revista "La Risa". El primero de ellos es "Don Usura" (un roñoso escocés que recuerda bastante al gruñón personaje de otra historieta (aún más primitiva) de Ibáñez: "¡Ah, esos inquilinos... !", seguido de la divertida serie "Haciendo el indio" (historieta que ya se había publicado como tira semanal en el suplemento del periódico "La Prensa"algún tiempo antes y que narra las descacharrantes aventuras de un indio y su tribu). A la cartilla escolar se le unían estas dos historietas "aperturistas" en pleno apogeo de la dictadura franquista. Para muchos de aquellos niños escolares suponía la oportunidad de llegar a ser millonarios (cosa que sin embargo ninguno consiguió que yo sepa) o conquistadores de las indias americanas (cosa que tampoco ocurrió con ninguno de ellos que yo sepa también). Así que me recogía dentro del silencio mientras me divertía de lo lindo pensando en los cromos de las banderas y las razas humanas. En cuanto a Blasco Ibáñez (también Vicente para más señas) yo todavía tendría que esperar unos dos años más para aprender lo de las barracas, el arroz y la tartana, aunque ya sabía lo que eran, más o menos, tales cosas. Por cierto Ibáñez Menta no sería Vicente sino Narciso y quedaba para algo más tarde con las historias para no dormir; pero yo dormía como un pachá rodeado de los sueños de las mil y unas noches que me pasaba partiéndome de risa en la habitación de los recuerdos. ¿Qué recuerdos eran aquellos a mis tan sólo 6 años de edad? Pues, entre otros más o menos atrevidos, el asunto del yoyó, el diábolo y los caballitos de la feria. Subido en la noria de los "cochecitos" tengo una inolvidable fotografía que demuestra que era un chaval muy despierto. Así que a mi carácter de soñador se le unía mi carácter de pensador y por eso Jesús Ibáñez todavía estaba "sin estrenar" en el mundillo de la sociología urbana; la cual estaba yo aprendiendo a disfrutar mientras él se dedicaba a lo cualitativo (cosa que yo aprendía a marchas aceleradas en cuanto al género femenino se refiere gracias a mis coordenadas literarias) y el consumismo que yo aprendía a través de las las chufas, el regaliz y el paloluz. Por eso eran tan aficionado a las "pulgas" que no eran pulgas sino espacios abiertos a la imaginación (lo cual vendría ya muy pronto a mi existencia humana).
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