Arpegios de lo superior
Publicado en Mar 11, 2017
Entre el triunfo de las rosaledas y el fracaso de lo efímero formamos un remolino de sentimientos; una especie de mandrágora silente nos envuelve en la cápsula del tiempo y las libérrimas hileras de las ideas cromáticas nos permiten penetrar en el sueño de este sin par universo de las perspectivas internas. Chirrían las chirimías de nuestra imaginación desatada del encantamiento silencioso y nos convertimos en albas dialogando con los cristales de ese ventanal donde reflejamos nuestro rostro cubierto de interrogativas proposiciones mientras los arpegios de lo superior se desgranan llenos de sentimientos. ¿Amar? ¿Qué es amar si ya hemos nacido para ser amados?
La pregunta flota en el vacío de la atmósfera y la epítome respuesta empieza a claudicar de realidades para irse plasmando en lo más puro de su esencia; en ese estar pensando en el balance de nuestras existencias. Es ahí, en ese mágico espacio de los duendes del pensamiento, en donde vamos creciendo para no ser vulnerables al desaliento. El hálito vital que se transforma en superficie de descanso original da entrada a nuestras manos y el frío cristal enerva la enigmática memoria de las luces del entendimiento. Es entonces cuando comenzamos a ser la insólita presencia de una ensoñación que plasma sus círculos narrativos en este hoy que recorre nuestro pasado para cerciorarnos de que estamos siendo partícipes de una ley impenetrable: el tejido de unos sueños que nos hacen meditar más allá de las rosaledas, más allá de las fuentes que remojan nuestra ansiedad y más allá de este sentir infinito en que nos hemos convertido. La mitad de toda la belleza es intrínseca y pertenece a nuestros ideales; la otra mitad, si sabemos verla de verdad, es la que nos completa como unívocos e intransferibles y eligiéndonos como un misterio llamado presencia. ¿Qué nos falta para ser todo aquello que suscitan nuestros sentidos animados por la esencia de las cristalinas gotas del sentimiento? Quizás nos falta, solamente, querer se humanos que luchan por salir de su condena y volar con fantasías por el espacio que existe entre nosotros. La historia se repite una y otra y otra vez tras otra. ¿Cuándo podemos romper este designio del desarrollo ajeno y terminar convertidos en el ser humano con el que deseamos convivir nuestra intimidad? Muchos pueden pensar que ser humano es no ser nada y, sin embargo, nosotros sabemos que la conciencia rebasa los juicios prematuros y nos plantea una sorprendente dualidad: ¿somos carácter de por sí o somos la negación de la aventura? Rodeados de miles de colores diferentes, nuestro mejor hermano se va conformando con epicentros de nuestra propia evocación y, dedicados a transformar los tiempos en recuerdos, nos embarcamos directos hacia el futuro construyendo el arquetipo particular de nuestra matriz de anocheceres sedientos. Bebemos de las estrellas que brillan en nuestra memoria y, cuando despertamos, ya hemos conseguido estrenar nuestra verdad para asegurarnos que no somos una mentira cualquiera. Todo el espacio del cristal en el que nos hemos configurado nos convierte en seres con un anecdotario tan pleno que, mirando más allá, sólo nos queda la gloria.
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